viernes, 30 de mayo de 2025

JANIS JOPLIN, HACE 55 AÑOS SE APAGÓ UNA VOZ IRREPETIBLE

 


Janis Joplin

 

El año 1970 vio cómo desaparecían tres enormes figuras de la historia del rock: el 3 de septiembre cayó Alan Wilson, de Canned Heat, el 18 del mismo falleció Jimi Hendrix, y el 4 de octubre se fue Janis Joplin, los tres con 27 años. No salieron de la década de los sesenta. La voz de la cantante tejana es una de las más reconocibles del universo rock, y se ha escrito y hablado mucho sobre ella, sobre su vida, sus adiciones, su pensamiento y, sobre todo, sus canciones. Es momento de recordar algún detalle de aquella enorme artista

 

Quien conozca mínimamente el universo del rock tendrá en su memoria las actuaciones de Janis en Monterrey Pop y Woodstock, así como algunos de sus títulos emblemáticos. Pero tal vez no sean tan conocidas algunas curiosidades y sucesos que también ayudaron a convertirla en una auténtica leyenda.

 

Por ejemplo cuando fue arrestada en noviembre de 1969 en Tampa, Florida, al terminar un concierto. El motivo fue delirante: en cierto momento el público estaba tan entusiasmado que empezó a bailar en los pasillos, en sus sillas, en cualquier espacio del recinto; la policía exigió que dejaran de bailar e incluso instó a Janis a que pidiera al personal que se sentara, a lo que ella, lógicamente, se negó, es más, respondió a los polis: “Dejen en paz a esta gente”, y no se conformó, porque dedicó unas cuantas groserías y palabrotas a los uniformados, quien al terminar el concierto la detuvieron acusada de “utilizar lenguaje vulgar e indecente”. La ficharon y la liberaron una hora después. Finalmente todos los cargos fueron desestimados al considerar el juez que ese lenguaje entra dentro de la libertad de expresión.

 

Es sabido que nunca fue fan de los Rolling Stones, pero no tanto por su música como por ser súbditos de la Reina de Inglaterra. Mark Farner (de Grand Funk) era amigo íntimo de Janis y la recuerda bebiendo y despotricando contra la ‘invasión británica’: “Decía que esos tipos no eran verdaderamente libres porque nacen sujetos a la corona…, ¡nacen imbéciles! Nosotros somos libres y ellos no. En otra ocasión íbamos en un helicóptero que inmediatamente iba a ser usado por los Rolling Stones y Janis estaba muy atareada untando los asientos de chocolate para que Jagger y compañía se pringaran bien los pantalones”. Pero a finales de 1969 fue a verlos al Madison de Nueva York (también estaba entre el público Jimi Hendrix); Ike & Tina Turner eran los teloneros, y Janis, con una buena trompa, se invitó a subir al escenario al final para cantar y bailar; fue alrededor de un minuto y desafinó lo suyo (se había trasegado el Mississippi), pero el público la aplaudió a rabiar. Visto lo visto, los Stones le hicieron llegar el recado de que ni se le ocurriera intentar lo mismo con ellos en escena.        

 

Es casi seguro (así lo afirman los que estaban allí) que tuvo relaciones íntimas con Jim Morrison, con Jimi Hendrix, con Kris Kristofferson, con la estrella del fútbol americano Joe Namath… y también con chicos (y chicas, pues su amiga Peggy Caserta afirmó haber sido su amante) ajenos a la fama. Con todos compartió cama y enormes y larguísimas borracheras: con Kristofferson se pasó tres semanas enlazando una con otra…

 

Lo peor es que además de beber como un cosaco, Janis se metía heroína sin control, algo que preocupaba mucho a sus amigos y compañeros de banda. Ella intentaba dejar el polvo, pero al parecer estaba por todas partes; se sabe que había quien la invitaba, entre bastidores, antes y después de los conciertos. Decidida a dejar la droga, se fue a Brasil a comienzos de 1970 para disfrutar con el carnaval, pero se quedó allí varios meses; tuvo tiempo de que la echaran del hotel por bañarse desnuda en la piscina y para recorrer parte del país haciendo dedo. Y la cosa funcionó, porque volvió a casa limpia y así se mantuvo un tiempo…

 

Estuviera como estuviera, nunca dejaba de ser una cantante: actuaba casi continuamente y se pasaba horas grabando en los estudios. Por eso sabía apreciar a otras cantantes de blues que la precedieron; no sorprende que en agosto de 1970, enterada de que la gran Bessie Smith (muerta en accidente de tráfico en 1937) yacía en una tumba sin lápida, costeó junto a la activista pro derechos civiles Juanita Green una lápida en la que se lee: “La mejor cantante de blues nunca dejará de cantar”.

 

Corría el mes de septiembre de 1970. Para dejar de meterse caballo (o al menos para meterse menos), bebía más y más, pero cuando comenzó a grabar su último Lp, ‘Pearl’, tomó la pésima decisión de volver a la heroína para dejar de beber, pues el exceso de alcohol afectaba mucho a su voz y las resacas la dejaban hecha polvo en el estudio. Había grabado dos composiciones propias, la imparable ‘Move over’ y la deliciosa ‘Mercedes Benz (ésta a la primera toma), así como el ‘Me & Bobby McGee (de su amigo Kris Kristofferson) y la explosiva ‘Cry baby’. El día 3 a las 11 de la noche, al sentirse cansada, todos decidieron que la última canción del Lp, ‘Bured alive in the blues’, que ya estaba terminada a falta de grabar la voz, la grabara el día siguiente. Janis estuvo un rato escuchándola, se fue a tomar unas copas con los colegas y finalmente se fue, sola, a su hotel. Se metió la droga, bajó a comprar cigarrillos, volvió a su habitación… y fue encontrada muerta, con sangre en el suelo del golpe que se dio al desmayarse, unas horas después. Su manager, tras esperarla horas en el estudio fue al hotel y allí la encontró…

 

La canción se publicó tal como estaba, sin su inconfundible voz. Los excesos se han llevado a tantos talentos…

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 22 de mayo de 2025

HASTA CINCO VECES PALESTINA RECHAZÓ LA PARTICIÓN DEL TERRITORIO PARA SER UN ESTADO

 


Con esas herramientas es imposible el acuerdo y la paz

 

Desde los años treinta del siglo pasado se han hecho hasta cinco propuestas reales y firmes para que palestinos y judíos se repartieran el territorio y, así, formar cada uno su propio estado. Mientras que los judíos estuvieron de acuerdo en casi todos los casos, los palestinos rechazaron obstinadamente toda posibilidad de tratado, pues consideraban que conceder cualquier derecho territorial a los judíos era impensable

 

Quienes más se interesan y más saben de este enrevesado asunto son capaces de retroceder en el tiempo hasta, más o menos, el siglo XIII o XIV antes de Cristo. Se sabe que los filisteos (de donde surgirá el término palestinos y Palestina, latinización de términos griegos, arameos…) llegaron desde el Egeo por esa época; se sabe que lucharon contra diversas tribus hebreas, que estaban ya allí o llegaron poco antes o poco después. Siempre vencían los filisteos, pues tenían armas de hierro, mucho más eficaces que las de bronce de los hebreos… En los siglos y milenios posteriores aquella tierra fue escenario de infinitos enfrentamientos.

 

Ya en el siglo XX, en 1917, se proclama la Declaración Balfour, que proponía la fundación de un estado judío en Palestina, que entonces formaba parte del Imperio Otomano. Posteriormente, ante la imposibilidad de que judíos y palestinos acercaran mínimamente sus exigencias, se produjeron varios intentos por parte de la comunidad internacional de redactar posibles acuerdos que siempre incluían la formación de un estado palestino. Desde los primeros momentos los judíos aceptaron dividir el territorio y crear dos estados, puesto que estaban convencidos de que lo primero es tener un estado y luego, con el tiempo, ya irá creciendo y tomando forma. Desgraciadamente los palestinos no aceptaban nada si se quedaban allí los judíos, les daban igual las propuestas.

 

En enero de 1937, Hajj Amin Husseini, el Mufti de Jerusalén, que se erigió en el plenipotenciario palestino, rechazó tajantemente la propuesta de la Comisión Peel británica liderada por Lord Peel, en la que ofrecía el establecimiento de dos estados en Palestina, uno para árabes y otro para judíos. Éstos aceptaron, pero no hay acuerdo si una parte no quiere.

 

En noviembre de 1947 la ONU propuso otro plan de partición (resolución 181), el mismo Mufti se negó a adoptar la propuesta de partición de la ONU que ofrecía establecer dos estados, uno judío, el otro árabe, con un área de control internacional en Jerusalén y Belén. Inglaterra, que tenía entonces el mandato sobre la zona, se retiraría el año siguiente y, un par de meses después, ambos estados serían reconocidos. El plan incluía el respeto por los dos cultos y por las minorías. Los judíos colaboraron en todo con la ONU, pero los árabes con el Mufti a la cabeza, se dedicaron a boicotear cualquier reunión y, por supuesto, no aceptaban nada que incluyera la presencia de judíos en la zona.

 

El sucesor del mencionado Mufti Husseini fue Yasser Arafat, representante de la Autoridad Palestina en la Cumbre de Paz de Camp David en julio del año 2000; Ehud Barak fue el diplomático judío y Bill Clinton el anfitrión. Hubo algún acuerdo, pero sólo de buenas intenciones: evitar la guerra, evitar acciones unilaterales…, pero en el fondo nada. Arafat proclamó que no se les daba lo suficiente, y los judíos que no podían ofrecer más. Clinton dijo que el fracaso de las conversaciones se debía a la obstinación de Arafat, que nunca hizo ninguna propuesta ni contraoferta ni nada que buscara acuerdo. En todo caso Yasser Arafat rechazó cualquier acuerdo que incluyera el Estado de Israel, e incluso se negó rotundamente a reconocer su existencia.

 

En noviembre de 2001 se celebró la Conferencia de Taba (Península del Sinaí, Egipto). Nuevamente el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, rechazó la propuesta de paz que habría establecido un estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza con Jerusalén Este como capital; hay que dejar claro que en esta ocasión Israel exigió no devolver los asentamientos judíos en Jerusalén Este. Saeb Erekat, el negociador palestino, dijo que ambas partes estuvieron muy cerca de llegar al entendimiento, pero el fin de la presidencia de Clinton y la candidatura de Barak a la presidencia de Israel dejó todo en el aire; y todo se convirtió en papel mojado con la llegada de Ariel Sharon a la presidencia israelí.

 

Finalmente, en 2008, Mahmoud Abbas, entonces presidente de la Autoridad Palestina, rechazó otra propuesta de paz del primer ministro israelí, Ehud Olmert. Esta proposición volvía a ofrecer un estado palestino en Cisjordania (prácticamente toda) y la Franja de Gaza, con Jerusalén Este como capital. Otra vez estuvieron cerca de llegar a un acuerdo, pero los grupos terroristas palestinos lo boicotearon, lo rechazaron y amenazaron a sus propios representantes si se llegaba a firmar algo con los judíos. 

 

En todas esas ocasiones Palestina pudo aceptar las condiciones (por malas que les hubieran parecido) y conseguir un estado propio, con representación, voz y voto en la ONU y en todos los organismos internacionales. Y a partir de ser y presentarse como una nación, un país, un estado soberano, podrían continuar mucho más eficazmente con sus reivindicaciones, exigiendo derechos y demandando territorios mediante la diplomacia. Pero cualquier acuerdo exigía el reconocimiento de Israel, y antes que pasar por ahí los palestinos están dispuestos a no tener nunca una patria reconocida internacionalmente.

 

Desgraciadamente los que mandan actualmente en Palestina, la organización terrorista Hamás, prefieren cualquier cosa, cualquier situación, cualquier guerra antes que convivir con los judíos, los cuales suelen responder con dureza desproporcionada y ciega (y en su momento también recurrieron al terrorismo con grupos como Irgun o Stern). Y con estas condiciones es imposible cualquier acuerdo que conduzca a la paz.       

 

CARLOS DEL RIEGO

viernes, 16 de mayo de 2025

UNO DE LOS MEJORES AÑOS DE LA HISTORIA DEL ROCK: 1975

 


Queen en la gira de 1975

 

El año 1975 es un año de excelencia en cuanto al rock & roll se refiere, sin duda. Ha pasado ya medio siglo y, sin embargo, resulta casi imposible señalar otro año que haya dejado tanto y tan perdurable. La enumeración de discos memorables que vieron la luz en el 75 es kilométrica, aunque algunas piezas mantienen toda su frescura, su encanto, su chispa

 

Y es que la lista de discos convertidos en clásicos de leyenda que se publicaron aquel año puede dejar boquiabierto a cualquier aficionado, sobre todo si se mira desde hoy con la perspectiva que proporcionan las cinco décadas transcurridas desde entonces.

 

Eran los tiempos dorados del rock. Extendido por todo el planeta, aún no era otro producto de consumo más, es decir, los amantes de este género formaban casi una cofradía, una hermandad no prohibida pero sí un tanto despreciada, marginada; es más, los miembros de la tribu del rock se sentían muy cómodos, orgullosos de ser vistos como bichos raros, como ‘peludos sin vacunar que llaman música a ese ruido’. En aquel momento, tanto los grupos de rock como sus incondicionales todavía estaban como rodeados de un halo de rebeldía, pues el sonido grueso tan típico del género repelía a los condescendientes y acomodados al sistema. Era el rock una forma de distinguirse, de sentirse diferente. Esa música había superado su adolescencia, pero aún conservaba la ingenua arrogancia juvenil y se había convertido casi en una forma de afrontar la vida. Y otra razón más, los discos de vinilo o las recién aparecidas cintas de casete eran las únicas formas de tener rock en casa (rarísimas eran las emisoras de radio que se atrevían a difundir alguna pieza con sonido rock), lo cual indica el rito casi sagrado que significaba ir a comprar el elepé o el single, luego escucharlos en casa mientras se escudriñaba hasta la última letra de los créditos y las portada para, finalmente, mostrar la nueva joya a los amigos ‘correligionarios’. La era dorada del rock.

 

Diez lustros atrás las musas de la Fender y la Gibson debieron irradiar toneladas de inspiración sobre los creadores de rock, pues la relación de discos históricos aparecidos al cumplirse los tres cuartos del siglo XX es asombrosa. Y aun se escuchan y se venden. Son, en fin, referencia.     

 

The Queen había llamado la atención con su anterior disco, pero entonces lanzaron una de las cumbres de la historia del rock, el insuperable ‘A night at the Opera’. Contenía innovaciones sorprendentes, atrevimiento, virtuosismo, creatividad, talento…, fue un auténtico impacto que entonces dejó descolocados a muchos y tanto tiempo después sigue provocando profundas sensaciones; ¿quién puede resistirse a esa prodigiosa rapsodia? 

 

Bruce Springsteen también estaba en ascenso, pero no fue hasta la publicación de ‘Born to run’ que el mundo supo de él. La fuerza irresistible del rock lucía en todos sus matices, y el poderío sencillo y sin dobleces de ‘The Boss’ llegaba para quedarse; en ese momento entró en el Olimpo. En ese momento empezó a ser ‘El Jefe’ (apodo que le viene de cuando, en sus inicios, él era el encargado de repartir el dinero con el resto de la banda).

 

Pink Floyd estaba en la cima. Tanto en el plano comercial como en el artístico había llegado a la cara oscura de la luna con un disco que parecía insuperable. Sin embargo, con ‘Wish you where here’ se mantiene en la excelencia, regala piezas inmortales y, de paso, reivindican la retorcida personalidad de su fundador. Ojalá estuvieran aquí, ojalá siguieran así.

 

También Neil Young estaba muy bien situado en el negocio. Había formado parte de lo que se llamaba un supergrupo (con Crosby, Stills y Nash) tras militar en bandas heroicas, y ya había demostrado gran facilidad y talento para crear ambientes intensos y, a la vez, sosegados. Entonces lanzó ‘Zuma’, un disco en el que brilla su destreza para el country y deslumbra su granítica percepción del hard-rock. El extenso ‘Cortez the killer’ acusa al conquistador y elogia a (Mocte) Zuma, aunque el propio Young especificó años después que no sabía de la historia más que cuatro tópicos (en España se tituló ‘Cortez Cortez’ en uno de los últimos actos de la ya agonizante censura).

 

Led Zeppelin estaba igualmente en su mejor momento tras la fantástica acogida de sus dos discos anteriores (sobre todo el ‘IV’). Ahora se atrevían con un doble LP, ‘Physical graffiti’, cuya portada mostraba un edificio con ventanas que podían abrirse y mirar dentro… Heavy rock en su sentido más estricto, con piezas para el recuerdo y (¡cómo no!) acusaciones de plagio.

 

Kraftwerk había inaugurado una nueva posibilidad: una visión tecnológica, casi mecánica y robótica del rock con su anterior disco. Este año confirmó la aparición del techno con el inquietante ‘Radio-Aktivität’. La fórmula no parecía muy complicada: sonido aparentemente frío pero mucho más cercano de lo que parece, melodías simples pero con más alma que lo que muchos lograron ver, y letras muy directas con versos casi independientes. Esa peligrosa radioactividad (“está en el aire para ti y para mi”) resultó irresistible para muchos, que quedaron contaminados para siempre entre aquellos irreales sonidos sintetizados. Nadie, ni ellos mismos, imaginaron la múltiple influencia de su ‘descubrimiento’.

 

Y hay más, muchos más discos editados en el 75 que han traspasado la barrera del tiempo. ‘Crisis? What crisis?’, se preguntaba Supertramp. Bee Gees anunciaban la fiebre con un excelente y trepidante ‘Main course’. El gran Bob Dylan dejaba otra muestra de genio con ‘Bood on the tracks’ (su decimoquinto álbum). Patti Smith adelantaba la explosión del punk con el deslenguado ‘Horses’. Los inconfundibles barbudos ZZ Top dejaban claro que todo en Texas tiene una personalidad poderosa, como demuestra el potente y divertido ‘Fandango!’. Los ingleses Camel exhibían la elegancia del rock con su ‘The snow goose’. Los Eagles dejaban para la eternidad el delicioso ‘One of these nights’. David Bowie se volvía funk con ‘Young americans’.  Y no son todos, la lista podría ser interminable.

 

La nostalgia invadirá a quien estaba allí, pero todo se puede disfrutar hoy.

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 8 de mayo de 2025

80 AÑOS DEL (INDISCUTIBLE) SUICIDIO DE HITLER

 


El sofá sobre el que Hitler y Eva Braun se suicidaron_ en el brazo y el asiento se ven las manchas de sangre

 

Se cumplen estos días ochenta años de la muerte de Adolf Hitler y el fin del nazismo. Volverá a hablarse y discutirse sobre si el Führer se suicidó o si consiguió huir; supuestos ‘informes’ diversos y las típicas teorías de la conspiración animan a mucha gente a seguir manteniendo la idea de que escapó a Sudamérica, donde murió de viejo… La verdad, según testigos, pruebas y especialistas, es que se quitó la vida el 30 de abril de 1945

 

Una de esas teorías sostiene que llegó a Colombia “en buenas condiciones físicas y mentales” y que allí vivió sin ser reconocido hasta su muerte en 1971 (había nacido en 1889). El hecho de que fuera quemado su cadáver y de que fueran los soviéticos (expertos manipuladores de la realidad) quienes llegaran antes al lugar da pie a que muchos se inclinen a pensar en la conspiración. Contra la tesis de que el dictador nazi consiguió escapar se oponen las investigaciones y conclusiones de los máximos especialistas, que no dudan de que se suicidó tras ordenar que quemaran sus restos, pues temía que, como le ocurrió a su colega italiano, su cuerpo fuera objeto de escarnio público y colgado boca abajo en la calle. Conviene, por tanto, recordar algunos hechos irrefutables.

 

Desde 1936 el médico personal del tirano era el dudoso Theo Morell, un tiparraco seboso, muy sucio y maloliente, oportunista y aprovechado. El caso es que este elemento anotaba en su diario todas las dolencias de su paciente así como la abundante medicación que le proporcionaba. Desde hacía años, el enfermo Hitler sufría problemas gástricos, tal vez producto de su tendencia al vegetarianismo; además, a partir de los tratamientos del orondo matasanos, sus dolencias se multiplicaron: dolores de cabeza y de oídos, problemas serios de visión, mareos, severos desarreglos y espasmos intestinales con terroríficas flatulencias (este particular le venía de antaño, y si dejó de comer carne es porque creyó que comiendo sólo vegetales el olor no sería tan nauseabundo), sudoración extrema, hipertensión y, en su último año, problemas cardiacos e infarto (septiembre del 44), tenía la piel color ceniza, le temblaba toda la mitad izquierda del cuerpo y estaba extraordinariamente débil.

 

Además del deterioro físico, desde finales de 1944 mostraba un desarreglo mental evidente: sufría unos temibles ataques de ira en los que gritaba y gesticulaba de modo demencial, acusaba a todo el mundo en medio de una excitación neurótica e incontrolada, movía sobre los mapas fichas que representaban ejércitos que ya no existían (cosa que sabían los que estaban a su alrededor) y, en sus últimas semanas, mostraba síntomas claros (temblores) de padecer neurosis espasmódica.

 

El inefable Theodor Morell, para tratar de ‘combatir’ este catálogo de patologías, se mostraba muy espléndido a la hora recetar y suministrar todo tipo de compuestos, medicamentos y drogas a su terrible paciente: metanfetaminas para ‘estar en forma’ (cuentan que, tras una toma masiva, mantuvo una reunión con Mussolini en la que no dejó de hablar durante tres horas) y somníferos para dormir, estricnina, abundante cocaína y opiáceos, codeína, diferentes barbitúricos…, además de los mejunjes que el poco recomendable médico le preparaba, los cuales contenían desde testosterona de toro hasta extractos de placenta, de músculo cardiaco o de próstata (para combatir la depresión, decía Morell), belladona (planta muy tóxica que se usó hasta el siglo XIX contra diversos dolores) e incluso le suministró la bacteria escherichia colli… En total, el genocida ingería unas 30 pastillas diarias y recibía cuatro o cinco inyecciones.

 

La decadencia física y mental del genocida nazi era cada vez más evidente para todos. Un oficial de su Estado Mayor describió el aspecto de Hitler en sus últimos días en el búnker del Reichstag con bastante precisión: “Caminaba de un lado a otro lenta y trabajosamente, inclinando el cuerpo hacia delante y arrastrando los pies; parecía tener problemas para mantener el equilibrio. De la comisura de sus labios casi siempre goteaba saliva”. El 1 de marzo (un mes antes de su fin)  se acercó a uno de los frentes, a las afueras de Berlín; un oficial que lo tuvo al lado comentó: “Se bajó con dificultad del vehículo, encorvado, apoyándose en un bastón. [...] Habló roto, con la mano que aún le obedecía sosteniendo la otra, que le temblaba notablemente”. Las últimas imágenes de Hitler, cuando saludaba a oficiales y niños vestidos con el uniforme de las SS, contienen una toma por detrás en la que se aprecia un llamativo temblor en su mano izquierda, que él mantiene a su espalda y sujetando algo; al parecer, los primeros síntomas de Parkinson se le detectaron antes incluso de iniciarse la guerra.

 

La salud del dictador nazi era catastrófica, de modo que, aunque no se hubiera pegado un tiro (tras tomarse una cápsula de cianuro), seguro que no hubiera durado mucho y, sin la menor duda, no habría vivido hasta 1971 (hubiera tenido 82 años). Además, una vez que asumió que la guerra estaba perdida, seguramente el mayor temor de Hitler sería caer prisionero, por lo que si optaba por huir correría el riesgo de que los rusos lo capturasen vivo, algo que sin duda le aterrorizaría porque, pensaba, lo exhibirían como trofeo, lo vejarían durante mucho tiempo, lo torturarían, lo juzgarían al estilo soviético y terminarían colgándolo cabeza abajo…, “a mí no me harán lo que le hicieron a Mussolini”, se sabe que dijo al conocer lo que había sucedido con éste y su amante un par de días antes. El mismo 30 de abril, unas horas antes de morir, dijo convencido: “Los rusos saben exactamente donde estoy (...) Es inimaginable que me capturen vivo”. Por otro lado, según su retorcida y perversa mentalidad, ¿qué objeto tenía para él seguir viviendo después de una derrota tan humillante y vergonzosa?, él, egocéntrico hasta el extremo, ¿podía vivir escondido, de un modo sencillo, sin dejarse notar, sin sus grandilocuentes declaraciones?, ¿por qué prescindir de su médico-camello, en quien confiaba ciegamente, si pensaba seguir vivo?, ¿y por qué matar a su querida perrita Blondi si no tenía intención de matarse? 

 

En resumen, por más que los afines a las conspiraciones mantengan lo contrario, no existe ninguna prueba o indicio de que sobreviviera a la derrota. Al contrario, además de la opinión de los especialistas (incluyendo la máxima autoridad en el tema, Anthony Beevor), toda evidencia conduce al suicidio.

 

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 1 de mayo de 2025

LOS BEATLES, EL VATICANO Y SU AGRIA POLÉMICA

 


John Lennon en 1966, cuando hizo aquellas declaraciones

 

En el año 1966 John Lennon realizó unas declaraciones que terminaron resultando escandalosas, incluso ofensivas para algunos. Aquello de que “Los Beatles son más famosos que Cristo” provocó que mucha gente en todo el mundo renegara del grupo, impulsó un rapapolvo del Vaticano y obligó a Lennon a pedir disculpas. Hoy todo parece tan lejano y exagerado 

 

Corría el mes de marzo de 1966 cuando un diario británico inició unas entrevistas-reportaje sobre cada uno de los Beatles. Les preguntaban por su familia, su casa, sus gustos…Cuando le tocó a John Lennon se tocó el tema de la religión y en esa tesitura el legendario cantante, compositor y guitarrista se soltó la lengua, lo que le acarreó más de un sofocón.

 

“El cristianismo desaparecerá, se reducirá y desaparecerá. Tengo razón y así se demostrará. Ahora somos más populares que Jesús…, no sé qué desaparecerá primero, si el rock and roll o el cristianismo. Jesús estaba bien, pero sus discípulos eran tontos y vulgares”. Tales fueron las palabras de Lennon, que en principio, en Inglaterra, no causaron revuelo ni provocaron protestas (tal vez porque entonces el asunto religioso no estaba entre las primeras preocupaciones del inglés). Otra cosa fue en EE UU, donde en poco tiempo la prensa, los pastores protestantes y grandes masas de feligreses pusieron el grito en el cielo.

 

Hubo emisoras que se negaron a seguir radiando discos de los Beatles, se producían manifestaciones y quemas públicas de discos y fotos de la banda, se publicaban editoriales en los periódicos, se los demonizaba desde los púlpitos… Incluso el periódico oficial del Vaticano, ‘L'Osservatore Romano’, tomó la palabra pare sentenciar: “Algunos temas no deben tratarse con profanidad, ni siquiera en el mundo de los beatniks”, lo cual es un tirón de orejas pero tampoco tan fuerte.

 

En agosto de ese mismo año, John trató de justificarse, de disculparse. El grupo estaba de gira por Estados Unidos y las explicaciones y excusas parecían obligadas: “No soy anti Dios, ni anti Cristo ni anti religión. No criticaba nada de eso ni quería decir que fuéramos mejores ni más grandes, ni nos comparaba con Jesucristo como persona ni como Dios, nada de eso. Sencillamente estaba hablando y usé la palabra 'Beatles' como referencia, y entonces dije que hoy pueden tener más influencia y ser más conocidos que cualquier otra cosa o persona, incluyendo a Jesús. Lo dije así, pero hoy veo que no fue un pensamiento correcto”. Compungido, el músico continuó: “Siento haberlo dicho, de verdad. Nunca quise decir algo antirreligioso. Me disculpo, aunque aún no sé exactamente cuán grave es eso que dije. Pero no me importa decir que lo siento”.

 

Mucho tiempo después, en 2010 (un par de años antes ya había habido palabras conciliadores hacia John), con Benedicto XVI como Papa, ‘L'Osservatore Romano’ volvía al asunto, aunque con un tono mucho más conciliador: “Es cierto que consumían drogas y, llevados por el éxito, vivieron de un modo disoluto y licencioso, pero al escuchar sus canciones, todo esto parece distante y sin sentido. Sus hermosas melodías, que cambiaron para siempre la música y aún nos emocionan, perduran como joyas preciosas. Esto es lo que permanece. En realidad aquello no fue tan escandaloso”.  

 

Hasta el Vaticano se vio obligado a fijarse en aquellos chavales que, sin duda, son imagen e icono del siglo XX por los siglos…

 

CARLOS DEL RIEGO