miércoles, 16 de octubre de 2024

EXIGEN A ESPAÑA ‘PAGAR’ POR LA CONQUISTA. ¿CUÁNTO COSTARON LAS UNIVERSIDADES Y HOSPITALES?

 


Parte del hospital que fundó en 1521 Hernán Cortés, el Hospital del Niño Jesús u Hospital de Jesús, que aun sigue funcionando

 

El Presidente de Venezuela, tan ignorante como malintencionado, utiliza la vieja estratagema de desviar la atención de los problemas de su país exigiendo disculpas y ‘pagos’ a los españoles por la conquista. Parece increíble que aun haya quien se trague tamaña bola, a un lado y otro del océano, a pesar de las evidencias históricas que resplandecen a poco que se busque

 

Libros de cronistas, obras de historiadores, ensayos y estudios de especialistas desmienten con total y absoluta certeza la creencia de una España depredadora en América. Cierto que hubo violencias y ladrones (exactamente igual que hoy), pero estaban fuera de la ley, pues todas las que se promulgaban prohibían explícitamente el maltrato a los indios, el engaño o el robo de sus propiedades. Así, si el tiranuelo venezolano (que se quedará en el poder por encima de las urnas hasta que no pueda más) exige que España “pague” por la conquista, bueno es recordarle las universidades y hospitales que España construyó en Venezuela y que tan incontables e importantes beneficios llevaron a este país (sin contar vías de comunicación, infraestructuras, colegios de primeras letras, de segunda enseñanza y de artesanos, iglesias y catedrales, plazas, bibliotecas…). 

 

Más de cuarenta universidades se fundaron en la América Española a lo largo de tres siglos, muchas de las cuales siguen funcionando y destacando con orgullo su año de fundación. La primera universidad fundada en toda América fue la de Santo Domingo en 1538, aunque existe la disputa con la de San Pablo de México y San Marcos de Perú, ambas constituidas en 1551, debido a discrepancias burocráticas de la época. Centrándose exclusivamente en las de Venezuela se pueden mencionar la Real Universidad de Santa Rosa, Caracas, fundada en 1721; la de San Buenaventura, Mérida, en 1810, que hoy sigue funcionando con el nombre de Universidad de los Andes. Y hay que tener en cuenta que la actual Venezuela formaba para del Virreinato de Nueva Granada junto a Colombia y Ecuador; en este virreinato se fundaron varias otras universidades, como la de Santo Tomás, Bogotá, Colombia, en 1580; la de San Fulgencio en Ecuador en 1586; la de San Gregorio, Quito, Ecuador, 1621… Lógicamente todas contaron con grandes maestros y profesores formados en España y que posteriormente fueron sustituidos por docentes autóctonos. ¿Cuánto costaron estas universidades?, ¿cuánto dotarlas y mantenerlas? ¿Debería España exigir el reembolso de todo aquello?

 

No hay más que echar un vistazo a la lista de hospitales erigidos por la Corona Española en Hispanoamérica para asombrarse: alrededor de un millar en los tres siglos de presencia española en aquellos territorios. Ya los Reyes Católicos habían dejado ordenado, en el capítulo 12 de sus Instrucciones: “… hacer en las poblaciones donde se viere que fuera más necesario casa para hospitales en que se acojan y curen los pobres, así de los cristianos como de los indios”. Posteriormente, con Carlos I (Leyes de Burgos, 1512, Leyes Nuevas 1542) y sus sucesores continuaron construyéndose hospitales por toda Tierra Firme e Islas. Había hospitales especializados en indios, en niñas y mujeres, en contagiosos, en negros y mulatos…, y acogían tanto a indios como a mestizos y españoles, a mulatos y negros, pobres y caciques…

 

El primero fue el Hospital de Jesús (fundado por Hernán Cortés) en México en 1521, y que en su acta fundacional se lee: “… para españoles, indios y castas”. También hay que remarcar el Hospital de los Naturales, fundado en 1549 en Lima, y destinado exclusivamente a los indios, como dice su lema “Indorum pauperem pater”. Concretamente en Venezuela, entre los siglos XVI y XVIII se fundaron 29 hospitales (en el Virreinato de Nueva Granada fueron cientos). El primer hospital erigido en la Historia de Venezuela fue el Hospital del Espíritu Santo, en Cartagena de Indias en el año 1562. Luego el Hospital de San Lázaro, en Barquisimeto, en 1565; el Hospital de los Reyes, Caracas, en 1590; el Hospital de San Pablo, Caracas, en 1597; el Hospital de San Juan de Dios, en Mérida, Venezuela, en 1630, y otro del mismo nombre en La Guaira en 1743… Casi una treintena de ‘casas de hospital’ para atender de cualquier dolencia a todo el que lo necesitara, fuera quien fuera.

 

Todo ello es muy fácil de comprobar por cualquiera. Así, ¿fue esto genocidio?, ¿imperialismo depredador a la inglesa, francesa u holandesa?  

 

CARLOS DEL RIEGO

 

jueves, 10 de octubre de 2024

ROGER WATERS Y DAVID GILMOUR, ENEMIGOS ÍNTIMOS CON PINK FLOYD DE FONDO

 


Roger Waters, enfadado con quien se atreve a llevarle la contraria

 

Recientemente se ha reavivado (si es que alguna vez se enfrió) el duro enfrentamiento entre los artífices de los grandes éxitos de Pink Floyd, Roger Waters y David Gilmour. Así, preguntado éste si existía la posibilidad de volver a verlos juntos sobre un escenario, el guitarrista sentenció tajantemente: “Absolutamente ninguna”. La enemistad, la inquina mutua de dos leyendas del rock vive nuevos episodios

 

No hay que olvidar que el año pasado las hostilidades entre ambos se volvieron abiertas, duras, acusatorias e insultantes. La esposa y colaboradora de Gilmour, Polly Samson, escribió en las redes que Waters era un “apologista de Putin, un megalómano mentiroso, ladrón e hipócrita, un evasor de impuestos, un misógino y enfermo de envidia que, además, hace playback”. Gilmour reenvió el mensaje y añadió que “Cada palabra es demostrablemente cierta”.

 

Y no hace mucho el guitarrista y cantante echó más leña a la hoguera: “Tiendo a alejarme de las personas que apoyan activamente a dictadores genocidas y autocráticos como son Putin y Maduro”. Por todo ello, sentencia Gilmour: “Nada, absolutamente nada me haría compartir escenario con alguien que apoya y aplaude el trato que esos y otros como esos dan a disidentes, a las mujeres, a los homosexuales. Con quien sí me encantaría volver al escenario es con Rick Wright (teclista de Pink Floyd fallecido en 2008), a quien Roger trató tan mal y que era una de las personas más amables y con mayor talento musical que he conocido". No se deja nada, no se corta nada el señor Gilmour .

 

Otro motivo de disputa, de guerra abierta, es el grupo que compartieron, pero esto parece haberse solucionado. Pink Floyd ha vendido no hace mucho su catálogo musical, su nombre y su imagen por 400 millones de dólares (no se incluyen los derechos de autor). El acuerdo, del que se venía hablando desde hacía tiempo, supuso un alivio para Gilmour, que había estado buscando distanciarse de su antigua banda y de quien se adueñó de ella: “Mi sueño era quitarme de encima la toma de decisiones y las discusiones que conlleva mantener la maquinaria en marcha. No me interesaba la venta desde un punto de vista financiero. Sólo me interesaba salir del baño de barro en el que he estado metido por culpa de alguien desde hace mucho tiempo”.

 

Waters siempre ha cargado contra todo aquel que le lleva la contraria, contra todo el que se atreve a tener ideas distintas a la suya (evidencia de mentalidad totalitaria y fascistoide de quien se cree comunista siendo millonario). Sus iras se han vuelto contra el cantante de U2, Bono. Se ha sabido que al comenzar la guerra de Israel contra Hamás e Hizbolá, en una  entrevista con el canal islamista Al Jazeera TV (un medio fiable y veraz, claro), Roger Waters insultó e incluso amenazó a Bono después de que éste se acordara en el escenario de las víctimas de los ataques terroristas de Hamás en Israel en octubre de 2023. El bajista echó sapos y culebras por la boca: “Cualquiera que conozca a Bono debería engancharlo por los tobillos y sacudirlo hasta que deje de ser un enorme trozo de mierda. Tenemos que empezar a hablar con esta gente y decirles que su opinión es repugnante y degradante”.

 

Nadie es un santo, nadie es perfecto, nadie tiene la razón absoluta. Pero es evidente que Roger Waters no es lo que se dice un modelo de demócrata que acepta opiniones diferentes a la suya. No puede extrañar que un ególatra de este calibre (dotado de gran talento) vaya sembrando insultos, odio, cizaña.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

miércoles, 2 de octubre de 2024

LAS REALIDAD Y LOS HECHOS DE ESPAÑA EN AMÉRICA CONTRADICEN LAS MENTIRAS DEL PRESIDENTE DE MÉXICO

  

La primera imprenta de América la llevaron los españoles a México en 1539 

Nuevamente un presidente de alguna de las repúblicas hispanoamericanas vuelve a tratar de desviar la atención, a intentar crear una cortina de humo que oscurezca los verdaderos problemas de su país, a procurar la manipulación del pueblo con el señalamiento de un culpable. Y siempre recurren al asunto de la conquista de América. Y ello a pesar de que los datos, las evidencias y la propia Historia cuentan justamente lo contrario que esos gobernantes

 

El Presidente de México y su sucesora tienen el país patas arriba. Hay un problema de violencia aterrador, con unos 30.000 asesinatos al año (estudiantes, mujeres, políticos, periodistas…); corrupción generalizada, narcotráfico a escala industrial, enorme pobreza, abismales desigualdades, presos políticos, miles de desaparecidos…, por no hablar de lo olvidados y arrinconados que tienen a los indios, que no paran de exigir que se los atienda hoy en lugar de mirar tanto a los del pasado. Sin embargo, esos presidentes vuelven una y otra vez a lo que sucedió hace medio milenio, o sea, lo que tienen ante sí les preocupa mucho menos que lo que pasó hace siglos.

 

El caso es que, por mucho que digan los iletrados, los esclavos de la ideología, los malintencionados y los enemigos de la verdad basada en crónicas, documentos, hechos o números, lo cierto es que la acción de España en América fue, a pesar de todos los excesos que también son históricos, la mejor de todas las llevadas a cabo por las potencias coloniales. Todo esto es realidad irrefutable:

 

México no existía en 1520 (tardaría tres siglos). Allí había un pueblo dominante (aztecas) que oprimía, sacrificaba, esclavizaba y se comía a los de los pueblos vecinos. Lógicamente, todos estos pueblos se aliaron con los recién llegados (se hubieran aliado con cualquiera), de manera que el ejército de Cortés que tomó Tenochtitlán estaba integrado por un 99.5% de indios y un 0.5 de españoles. Fueron los indios los que conquistaron.

 

Las leyes promulgadas por la corona española siempre fueron en beneficio del indio. Así las Leyes de Burgos, promulgadas por Fernando el Católico en 1512, seguramente siguiendo lo dispuesto por Isabel en su testamento, en el que insistía en el buen trato que había que procurar a los indios; y las Leyes de Indias o Nuevas Leyes que firmó Carlos I en 1542 “hechas para (…) el buen tratamiento y conservación de los indios”. Es decir, la ley prohibía maltratar, engañar o robar a los nativos; el problema es que el centro de poder estaba muy lejos del lugar de los hechos, de manera que quien violaba la ley estaba protegido por muchos miles de kilómetros.

 

De esto puede deducirse que quienes cometieron las violencias y los excesos fueron delincuentes que se pasaban la ley por ahí (tal y como sucede hoy), y por eso muchos de ellos se enfrentaron a ‘juicios de residencia’. Por tanto, puede decirse que nada hay que achacar al gobierno de España y no se le puede exigir compensación o excusas. Además, los conquistadores actuaron por su cuenta, sin fondos públicos, es decir, la conquista fue iniciativa privada. 

 

Cuando se fueron los españoles de América (primera mitad del siglo XIX) casi tres cuartas partes de la población (en algunos casos más) eran indios, y actualmente hay más que cuando llegó Colón. La catástrofe demográfica sufrida en América se debió a las enfermedades, causantes del 90% o más de las muertes. Hay que tener en cuenta que, tarde o temprano, barcos europeos o asiáticos habrían llegado a América y llevado consigo las enfermedades. Tarde o temprano el tifus, viruela, gripe, sarampión… habrían llegado a América, lo que significa que antes o después los indios tendrían que pasar por la plaga y los muertos hasta conseguir la inmunización. Un proceso exactamente igual al que pasaron los habitantes del resto del planeta siglos antes. España, por tanto, no causó aquellas mortandades.

 

Acusan a los españoles de haber robado riquezas incontables, sobre todo oro. El dato irrefutable es que España extrajo de América no mucho más de 200 toneladas de oro en 300 años; más o menos la cantidad que ha sacado el Presidente de Venezuela del entorno del río Orinoco en 10 años. España utilizó más de la mitad del oro en construir más de mil hospitales (para indios, mestizos y blancos, se especificaba en los estatutos fundacionales), unas 40 universidades, cientos de escuelas de primeras letras y colegios de segunda enseñanza, vías de comunicación, infraestructuras (el primer sistema de alcantarillado del Imperio Español se construyó en América), catedrales, ciudades…; nunca se ha sabido a dónde se ha ido el oro extraído por el dueño de Venezuela, aunque se tiene ligera idea.

 

Los misioneros españoles fueron los primeros en aprender los idiomas nativos, del nahua al quechua, e incluso escribieron diccionarios bilingües y obras en las que se recogían tradiciones, costumbres y mitología local. Gracias a ellos se conserva todo aquello. También llegaron, procedentes de España, la escritura, la rueda y los metales, toneladas de herramientas, ganado y semillas, arquitectos, maestros de obra, profesores, maestros y libros (se sabe que a final del siglo XVI llegó una partida de 40.000 libros). La primera imprenta de las Américas se instaló en la ciudad de México en 1539.    

 

Lo que sí impusieron por la fuerza los españoles fue la prohibición de los sacrificios humanos y el canibalismo, y a cambio llevaron la filosofía, Grecia y Roma, una moralidad en la que el individuo está asistido por derechos, una lengua universal que une a todos y que es comprendida en todo el mundo, una organización y administración territorial, social, jurídica…

 

Es evidente que América debe mucho a España. La Historia y los hechos así lo demuestran. No hay, por tanto, razones para acusar.       

 

CARLOS DEL RIEGO