OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 30 de octubre de 2016

CANCIONES QUE TRANSMITEN BUEN ROLLO. Las malas noticias suelen ser más noticia que las buenas, cosa que pone mal cuerpo. Cuando, además, los difuntos cobran protagonismo en ‘su’ día, bueno es celebrar el hecho de estar aquí con unas cuantas canciones que infunden buen humor.

James Brown cantó explícitamente al buen rollo con aquel 'I feel good'.
Hay canciones que ponen buen cuerpo, que transmiten buen rollo. Lógicamente lo que a unos les dibuja una sonrisa a otros deja indiferente, pues pocas cosas hay tan subjetivas como las emociones. Sin embargo, hay partituras que a la mayor parte de la gente le caen bien, melodías que levantan las cejas y el ánimo, piezas que contagian buenas vibraciones. Un buen ejemplo, fácil de reconocer y tararear, es el ‘In the mood’, ‘En forma’, de Glenn Miller. Y si, junto a titulares deprimentes, corren celebraciones como los días de difuntos, de muertos y de disfraces terroríficos, es el mejor momento para festejar la vida, para poner buena cara y mirar al frente con optimismo. La música es, sin la menor duda, una de las mejores terapias para levantar el ánimo, y es por eso que existen miles de títulos que cumplen la difícil misión de imponer buen ambiente, composiciones que ofician de remedio contra un espíritu decaído. Además, no hace falta entender o interpretar la letra, ya que el lenguaje universal regido por las siete notas es capaz, por sí solo, de trasladar al oyente las emociones más profundas sin que sean precisas las palabras.


Prácticamente todos los géneros musicales populares cuentan con tonadas que contagian buenas sensaciones. Así, dentro del terreno del pop y el rock, uno de los grupos que dejó más partituras cargadas de ilusión es The Beatles. Una de ellas es ‘Here comes the sun’ de George; el tema entra con esa acústica trasparente, etérea, como un irresistible canto de sirena que atrae irremediablemente; luego llega esa delicia melódica que da sensación de estar ante la salida del sol, con serenidad absoluta, como levitando…, buen rollo hecho partitura. Igualmente ‘I saw her standing there’ (de Paul y John), que tiene un efecto euforizante desde el primer compás, de modo que, por fuerza, sacude la modorra al más aletargado; su ritmo, su estribillo, las entradas de las voces…, todo en ella irradia emociones positivas. El caso es que los Cuatro de Liverpool tienen mucho donde escoger cuando se trata de infundir emociones positivas; así el singular ‘Penny Lane’, la vitalista ‘I want to hold your hand’ e incluso el ‘Lady Madonna’, que sin estar entre sus mejores creaciones emite señales luminosas…

Un auténtico especialista a la hora de crear ambientes afables y entrañables, de esos que impiden la formación de malas sensaciones, es el genial Louis Armstrong, de quien podría citarse un largo listado. Sí, con ‘What a wonderful world’ se tiene la seguridad de que todo el mundo la va a agradecer y va a sentirse mejor, pero tanto podría decirse de su ‘Hello Dolly’, un tema con el que el cantante y trompetista expandió climas vivificantes por los cinco continentes. Y es que ¿quién puede resistirse a su sincera, eterna y empática sonrisa?, ¿hay alguien que no se estremezca al escuchar la inconfundible voz de tan excelso artista?; ¿es posible quedarse impávido ante esa entonación ronca pero afectuosa, grave y entrañable? La expresión que siempre presenta ‘Satchmo’ es una de las más célebres imágenes de la cultura del siglo XX: sus increíbles labios, esos ojos como platos que expresan pura bondad, el brillo sudoroso de su frente y sus mejillas, trompeta en una mano y blanco pañuelo en la otra… Hay que ser de hielo o estar muerto para no reaccionar a la presencia en escena de este gigante capaz de volver luminoso el sentir más apagado. Cuando este músico prodigioso se arranca con el ‘Hello Dolly’ se nota cómo la ternura se apodera de uno y desaparecen las malas ideas (el vídeo adjunto es un remedio infalible contra el abatimiento).  

The Queen también aportó abundantes títulos a la causa del optimismo y las mejores sensaciones. Se pueden citar el vitaminado ‘Don´t stop me now’ o el ya célebre y recurrente ‘We will rock you’ entre los títulos que la banda de Freddy Mercury hizo con intenciones revitalizantes. Tan es así que ambas piezas se han convertido en emblemas del buen rollo, y si a ello se añade la desbordante expresividad del cantante… Y tampoco se puede olvidar la alocada ‘Seaside rendezvous’ cuando se trata de reanimarse.

A botepronto cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad citaría fácilmente media docena de canciones que inoculan el virus del contento y las ganas de vivir. ¿Se puede permanecer indiferente cuando James Brown grita aquello de ‘I feel good’? ¿Acaso no se nota cómo ‘The twist’ de Chubby Checker penetra en la corriente sanguínea con su entusiasmado ritmo? ¿Y qué tal la naturalidad del ‘Mr. Sandman’ de las Chordettes para recuperar las ganas, o el ‘Stand by me’ de Ben E. King para cantar de contento? ¿Algo más divertido que ‘Un paso adelante’ de Madness?

Hay muchísimas más piezas musicales con carga de optimismo en el catálogo de todos los géneros musicales (desde ‘La primavera’ de las ‘Cuatro estaciones’ de Vivaldi hasta el ‘Fiesta’ de The Pogues), auténticas píldoras estimulantes que son especialmente recomendables para los días en que los difuntos cobran protagonismo, para las noches de miedo, para las noticias deprimentes, para el mal cuerpo y, sobre todo, para esas criaturas que todo lo ven negro, siempre enfadadas y permanentemente hundidas en la protesta. De todos modos, esas partituras vienen bien a todo el mundo, sea cual sea su circunstancia anímica.

No hay duda posible, hay mucha música con (entre otras muchas) propiedades reconfortantes. Hay, afortunadamente, cantidad de canciones que procuran una necesaria energía vital.


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 27 de octubre de 2016

HAY QUIEN PREFIERE EL BARCO A LA DERIVA ANTES QUE UN RIVAL AL TIMÓN No son pocos (dirigentes y ciudadanos de a pie) los que colocan su ideología por encima de cualquier consideración política, por lo que prefieren un barco a la deriva antes que ver un adversario a los mandos.

Muchos políticos tienen tanta ideología ante sus ojos que no son capaces de ver la realidad, y sólo ven la virtual..
Tremenda polémica se ha vivido y se vive (X-16) en el entorno del partido socialista español a cuenta de la postura que han de tomar sus diputados en el debate de investidura del Presidente del Gobierno. Por un lado están los que piensan que la situación del país exige la formación urgente de gobierno aunque sea del partido rival; enfrente se posicionan los que opinan que hay que impedir a toda costa que el enemigo asuma el poder, aunque se cause un evidente perjuicio al país.

Es razonable pensar que es preferible un barco con alguien al timón, aunque no guste y aunque sea un mal gobernante, a que vaya sin dirección, ni buena ni mala, a la deriva. Con un conductor se tendrá un rumbo y, mejor o peor, se irá a alguna parte, mientras que si la nave queda a merced de los elementos se irá a pique, con certeza matemática. Así, sorprende que existan dirigentes y ciudadanos proclamando a gritos lo contrario, gentes convencidas de que la ideología ha de estar por encima del bien común, gentes que prefieren un barco hundido antes que un gobernante indeseado; y ello a pesar de un pequeño detalle: el repudiado por tantos ha recabado más confianza que ninguno de sus contrarios ideológicos, por lo que tiene más legitimidad que nadie para asumir la función de patrón del navío.

De este modo, quienes colocan la ideología por delante de cualquier otra consideración suelen argumentar que los políticos deben fidelidad a sus votantes, a sus militantes, que es a estos a los que tienen que dar cuentas; por ello tachan de traidores a los que, creyendo que es insostenible una situación de desgobierno, permiten que un adversario asuma la presidencia. Sin embargo, los gerentes de la cosa pública están pagados por todos los españoles independientemente del partido al que hayan votado, por lo que la obligación de todo el que cobra del erario es mirar por el beneficio de toda la población, y no solamente estar a expensas de lo que diga una parte de la misma. En pocas palabras, si se cobra de todos se ha de trabajar para todos, no sólo para los que tienen la misma creencia política. En consecuencia, si sólo se tiene en cuenta la opinión de los correligionarios se estará traicionando a quienes, con otra ideología, contribuyen a costear los salarios de todos los parlamentarios.

Hace unos años se produjo en una pequeña localidad de una provincia del noroeste de España una situación que explica muy bien esa forma de pensamiento que rehúye cualquier entendimiento con los que no exista concordancia de credo. Resulta que un concejal presentó en el ayuntamiento una propuesta que, tras ser examinada, se dio por buena, factible y provechosa para todo el pueblo, de manera que en poco tiempo la moción se llevó a votación; todos votaron a favor excepto uno, precisamente el concejal ponente. Al ser preguntado cómo estaba en contra de su propia idea el edil respondió tajantemente: “No voy a votar yo lo mismo que estos”. Esta anécdota (verídica) es elocuente y perfectamente demostrativa de lo que pueden llegar a ser los prejuicios ideológicos y cómo terminan por nublar el entendimiento; por eso no es necesario especificar a qué partido pertenecía tan incoherente concejal, ya que esta obsesiva cabezonería, esta negación de la razón es patrimonio de las personas, no de las creencias, ideales o doctrinas.

Ese partidismo prejuicioso y sectario es otra de las consecuencias indeseables de una estancia prolongada en labores políticas. Y es que este deseo de no abandonar el cetro y la poltrona se transforma en un vicio que termina por afectar a prácticamente todos los que entran en estos menesteres, de modo que, en pocos años de actividad en ayuntamientos, parlamentos y otros organismos oficiales, los ‘profesionales’ del politiqueo sienten la irrefrenable inclinación de convertir la política en su principal objetivo, con lo que pierden la perspectiva de cuál es su verdadera obligación y a quiénes deben fidelidad. Por eso, porque todo lo ven a través del color de su partido, llegan a convencerse de que éste, su grupo político, es su auténtico patrón y único objeto de su lealtad. Así, es fácil creerse que el grupo político, que distribuye puestos y cargos, está por encima de todo.        


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 23 de octubre de 2016

HORTERILLAS QUE, CON EL TIEMPO, SE VEN CON SIMPATÍA Ocurre a veces que lo que ayer parecía una horterada infumable (al menos para algunos) se ve con cierta simpatía con los ojos de hoy, tal vez por aquello de los viejos tiempos. Lo más ‘kitsch’, lo excesivo y trasnochado llega a tener su gracia…, un ratito.

Tan horteras, tan 'kitsch', tan ordinarios eran Village People que su mascarada
invita hoy a la chufla.
A los ojos del rock, cuando la música se basa en elementos simplones y vulgares, cuando se puede adivinar fácilmente el final de cada frase porque lo que se dice se ha repetido hasta el infinito, cuando el texto resulta empalagoso y el sonido blandengue, cargante y repetitivo, entonces puede decirse que se trata de una horterada. Este término tiene por lo general un matiz peyorativo, aunque en el asunto artístico no es extraño que la cosa termine por adquirir cierto encanto, sobre todo si el protagonista mantiene el tipo durante unos cuantos años. Sin embargo hasta en este embarrado terreno hay clases, de modo que los hay que pasado su momento se ven con simpatía, pero también los que sólo provocan cansancio e incluso llegan a caer antipáticos por mucho tiempo que pase. Podría decirse que a quienes los años han vuelto simpáticos son ‘horterillas’, no simples horteras… Claro que todo esto es de lo más subjetivo: lo que a unos les resulta cargante a otros les encanta, y lo que para aquellos es lo mejor para estos es insufrible.
Horteras de libro los hay por todas partes y en cualquier época. Podrían citarse un buen número de cantantes italianos y españoles que encajan perfectamente en el sentido de esa palabreja, pero también les cae como un guante a otros tantos ingleses y estadounidenses, alemanes, franceses y… suecos.         
Un buen ejemplo del ‘horterilla’ simpático es Georgie Dann. No es que sus ‘casatchófs, bimbós, negros o barbacoas’ puedan situarse en la excelencia, pero el personaje lleva tanto tiempo ahí que ya parece algo imprescindible. Y más de un rockero con canas confiesa que lo ve como algo curioso, entrañable, divertido…, durante unos minutos al menos. Además, aunque sus letras sean elementales y con infantiles dobles sentidos, y sus partituras facilonas y pegajosas, hay que idearlo todo, escribir, componer, arreglar… Es sin duda uno de los reyes de la ‘canción del verano’, un lugar donde abunda la especie ‘horteriforme’ de vida efímera y donde él ha conseguido sobrevivir por más vaivenes que de la moda. No hay verano sin los ambientes verbeneros y festivos de Georgie Dann. Aunque se cambie de emisora en el acto.  
Grandes de la horterada fueron los alemanes Boney M, que se han ido y vuelto varias veces después de disfrutar unos años de gloria y ventas millonarias. Invento de ese pillastre llamado Frank Farian, este grupo se asocia fácilmente a la chufla y la cuchufleta, puesto que los movimientos y fraseos del negrito resultan hilarantes, tanto en su día como actualmente; pero es que, además, ni siquiera era él quien hacía aquellas voces graves e insinuantes, sino el propio Farian. Éste fue un productor sin escrúpulos que, además de triunfar con Boney M a base de imagen y mucho ‘play back’, culminó la fórmula con los vergonzantes Milli Vanilli. Curiosamente estos dos golfillos, más horteras y falsos que los Boney, se contemplan hoy con desprecio, mientras que el combo de las chicas y el maromo resulta divertido… si no se presta demasiada atención a sus canciones. En todo caso, verlos siempre evoca perfectamente su época y, normalmente, provoca una sonrisa.     
Algo parecido puede decirse de los estadounidenses Village People. No es difícil recordar su aspecto y exagerada indumentaria, inolvidablemente tópicas su coreografía y sus gestos, sus dos o tres estribillos siempre listos para machacar mentes y ser coreados con voz etílica. Horterillas, sin duda, pero toda su parafernalia y su trasfondo hacen que hoy se les vea con cierta gracia: su puesta en escena se entiende tan obvia, tan ingenuamente carnavalesca que, inevitablemente, induce al recochineo, a considerar  todo aquello con cara sonriente. Además, su presencia tiene ya un efecto simbólico.
Dicho lo cual, todos ellos tienen, a escala internacional o local, un lugar en el negocio y en los anales de la música y el entretenimiento. Sí, desde el planeta rock rara vez se mira al horterilla para otra cosa que no sea la burla, pero si hay quien lo disfruta... ; además el ‘show biz’ también necesita cosas fáciles, intrascendentes, tonadillas que apenas exijan atención…, algo así como la comida basura, que se sabe exactamente a qué va a saber, su textura, su cantidad, su calidad, pero que ocasionalmente hasta apetece.   

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 19 de octubre de 2016

LA MAFIA FASCISTA SIGUE PRESENTE EN VASCONGADAS Aunque sin tanta sangre, la violencia sigue instalada en Vascongadas, donde la mafia proetarra condiciona la vida de quienes se atreven a discrepar de su ideología, la cual tratan de imponer por la fuerza. Esto se llama fascismo.

Al igual que las hienas, los cobardes sólo actúan cuando tienen una aplastante superioridad numérica..
La noticia de la agresión sufrida por dos guardiaciviles y sus esposas en un pueblo vasco parece sacada de un periódico de hace treinta años; entonces apenas habría ocupado espacio en página, relegada por las masacres con bomba o los tiros en la nuca que tanto gustaban a los nazis etarras y su entorno. Algo han cambiado las cosas, sin embargo los que viven del odio y del prejuicio, los que respiran totalitarismo, los que creyéndose su verdad de modo fanático, siguen siendo muchos en Vascongadas, y si no tiran de pistola o de goma dos es porque ya no pueden, no porque no quieran.

Como no podía esperarse de otro modo tras el anuncio de la agresión, los correligionarios y simpatizantes de los matones, así como políticos de ciertos partidos, se han apresurado a proclamar que todo es un montaje policial, y que la cosa fue al revés, que fueron los números de la Guardia Civil los que insultaron, provocaron y amenazaron. De entrada se puede argumentar que afirmar desde la distancia y sin conocimiento preciso de los hechos que todo es un montaje, y además sin aportar ningún indicio, es tomar una postura obcecada y grosera. En muchos pueblos vascos la presencia de la mafia fascista sigue intimidando y condicionando el día a día; por eso, resulta muy difícil de creer que una pareja de la Benemérita, de paisano y acompañados por sus respectivas parejas, inicie la trifulca y se ponga a increpar a unos cuantos individuos dispuestos a todo; cuesta admitir que éstos fueran unos pacíficos ciudadanos y que en su defensa salieran dos o tres docenas de cívicos testigos de los hechos; hay que beber mucha agua para tragarse la especie de que las dos parejas se plantaron frente a los treinta o cuarenta …, sobre todo en el ambiente tenso, tóxico, violento, que se sigue respirando en Alsasua y muchas otras poblaciones de las tres provincias vascuences.

Así, con los antecedentes de asesinatos, palizas, amenazas, insultos y acoso que han tenido y tienen que sufrir en este pueblo los que discrepan de la idea que impone la gestapo (o kagebé, o guardia roja) etarra, con los omnipresentes y amenazadores mensajes que la propaganda terrorista tiene distribuidos por toda la localidad para que nadie olvide que cualquiera puede convertirse en diana, es fácil entender el miedo que atenaza a la mayoría de la población, asustada ante la posibilidad de ser señalada por estas juventudes hitlerianas con ikurriña. Y por eso, bajan la cabeza y callan.

La banda (mafia) asesina está casi acabada, casi, pero aun tiene fuerza para causar daños graves. De todos modos los pistoleros de antaño y los facinerosos de hoy están inspirados por el mismo sentimiento: la cobardía; hasta hace unos años, dos o tres matones se acercaban a traición a una persona y la cosían a tiros, mientras que hoy, al no llevar pipa, lo que hacen es reunirse en manada; es la estrategia de las hienas: una o dos jamás se atreverán con algo que les haga frente, así que llaman y esperan a ser treinta o cuarenta, y cuando la superioridad es aplastante, entonces les vuelve la valentía y atacan en masa. Los polis, según testigos presenciales y anónimos, fueron reconocidos, increpados, amenazados e insultados por seis u ocho iracundos y vociferantes individuos que, al no sentirse con superioridad suficiente, no pasaron de los gritos, pero al llegar refuerzos ya se sintieron completamente seguros para pasar a las manos y pies.

Esos modos son calcados a los que se usaban en las calles de las ciudades alemanas en la segunda mitad de los cuarenta del siglo pasado; los nazis en jauría se lanzaban a la búsqueda de judíos, comunistas, homosexuales y, en fin, de todo aquel que no fuera afecto al régimen o mostrara dudas.

Hoy mismo (19-X-16) las juventudes hitlerianas de partidos evidentemente totalitarios, fanatizadas e incapaces de entender en qué consiste la democracia, han mostrado su rechazo total a la libertad de expresión al impedir que se diera una charla en una universidad. ¿Alguien se imagina qué ocurriría en caso de que alguien les pagara con la misma moneda, reventándoles reuniones, charlas o asambleas?

Este modo de pensar (¿) tiene la misma base que el de los que esperan a ser cuarenta para atreverse con dos. Y ello es el convencimiento de tener el monopolio de la verdad, de manera que, igual que todo fascista, aquellos se creen con licencia para pasar por encima de la ley y de cualquier regla democrática, lo que inevitablemente conduce a la violencia. Así se vio en los años de la Transición Española, aunque entonces quienes apaleaban a contrarios ideológicos e impedían cualquiera de sus actos eran los de ultraderecha. Por ello, los que así actúan son idénticos aunque lo que defiendan sea antagónico.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 16 de octubre de 2016

¿ES LITERATURA LA OBRA DE DYLAN? ¿ES UN MÚSICO O UN ESCRITOR? Opiniones encontradas se enfrentan apasionadamente en todos los foros (reales o virtuales) a causa de otra desconcertante decisión del jurado de los Nobel: la concesión del de Literatura al cantante y compositor estadounidense Bob Dylan.

Bob Dylan declamando sus versos en pleno 'recital poético',
dirían los suecos que dan el Nobel.
Bob Dylan es un genio del rock, del folk, de la canción de autor. Es un excelente letrista y, a la vez, un compositor creativo y en muchísimas ocasiones verdaderamente brillante. Es un sensacional creador de canciones, muchas de las cuales explican el siglo XX, no sólo desde sus versos, sino también desde la partitura, pues el valor artístico de sus palabras no es superior a sus inspiradísimas melodías. Sin embargo, por separado pierden mucha categoría unas y otras. Innecesario es enumerar sus títulos más meritorios, pues son docenas y, además, no es necesario, ya que todo aquel que tenga un mínimo interés por la música rock podría recitar unas cuantas de memoria, pero muy poca gente recordaría algo de su obra si ésta hubiese sido publicada sólo como letra impresa… Por ello, siendo Dylan un artista sobresaliente, no es lo que se dice un escritor, por lo que premiarlo como si lo fuera se antoja un desvarío, una ocurrencia.    

Se tiene la impresión de que el Nobel es el máximo al que puede aspirar un profesional, el Gordo absoluto, de modo que, igualmente, se cree que el jurado es prácticamente infalible. Sin embargo, esos hombres y mujeres que conforman este cónclave están tan cercanos al error, a la ventolera disparatada, como cualquier otro. Por ello, estos suecos buenísimos y estupendísimos explican esta recompensa al Judío Errante (hebreo, luego católico, después volvió…) “por haber creado una nueva expresión poética”… Teniendo en cuenta que Woody Guthrie o Pete Seeger engarzaban textos de carácter social en tonadas folk con gran talento antes de que Dylan naciera, ¿cuál es esa novedad?, ¿en qué se sustancia tal hallazgo?  También se ha apuntado como argumento que la poesía tiene larga tradición de hermandad con la música, y que vates y trovadores cantaban versos en épocas históricas; es cierto, pero no es comparable lo que esas artes eran con lo que son hoy, es decir, sería difícil entender que el premio al mejor coche del año fuese para una preciosa carroza de caballos.  

Como se ha dicho, Dylan es uno de los más importantes creadores del siglo pasado. Muchas de sus canciones poseen letras excelentes y de gran profundidad, pero el suyo es un lenguaje musical, su campo es la música y sus letras no se sostienen sin música, es decir, sin la partitura se quedarían en poesías urbanas de índole social y costumbrista, con mérito, pero de ningún modo comparables a los libros de poemas de los grandes poetas. Dylan publica discos y canta, mientras un escritor (poeta, novelista, dramaturgo, ensayista…) publica libros y no canta. Las bases del premio lo dejan bien claro: será “para quien haya producido la obra más sobresaliente (…) dentro del campo de la literatura”, y Dylan no viaja por ese campo (salvo en dos ocasiones, pues tiene dos libros publicados, aunque de dudoso valor literario). Además, si las letras de sus canciones hubieran aparecido en libros de poemas no hubieran tenido tanta difusión ni las ventas (muchas o pocas) que logran los poetas más reconocidos; o sea, sin la carga expresiva que la música les proporciona, esos textos se quedan cojos, pierden fuerza y alma, pues fueron escritos para ser cantados, no para ser recitados o leídos. Y en fin, resulta difícil colocar a Robert Zimmerman (su auténtico nombre) en el mismo plano en el que están la mayoría de los escritores que poseen el Nobel de Literatura... y viceversa.      

Por qué a Dylan?, tal vez para llamar la atención, para causar un impacto mundial y que todo el mundo hablara de ello; tal vez para dar la sensación de que están abiertos a todas las expresiones que tienen que ver con el arte y la cultura; también puede que pretendieran atraer a los seguidores del rock, que ya es algo mayoritario; es posible que quisieran presentarse como gente inconformista (las letras de Dylan, generalmente, lo son), pero el efecto es el contrario, ya que agasajar a una gran estrella (del rock o de lo que sea) es la esencia del conformismo, es sumarse a la masa.

En fin, si un músico (lo que es sin duda Dylan) opta a premios literarios, por qué no un autor de cómic, por qué no el genial Francisco Ibáñez, cargado de méritos utilizando ese lenguaje que combina dibujo y texto: millones de personas en todo el mundo se han carcajeado con sus originales y desternillantes personajes. Si la cosa sigue así, a nadie debería extrañar si en el futuro se entrega el Nobel de Literatura a un cocinero del que se dice que su cocina tiene poesía y filosofía; ni de que se distinga con el de Medicina a un fenomenal carnicero que es un hacha con los cuchillos y ha inventado nuevos cortes; ni de que un bailarín reciba el Príncipe de Asturias del Deporte, un novelista el Grammy o, puestos a desvariar, un caballo el Óscar al mejor actor. Hay quien ya asume que no pasará mucho antes de que un rapero luzca sus pantalonones ante el sanedrín de la Academia Sueca.   

Si aún quedaba algún atisbo de duda, después de esto puede afirmarse que el rock como concepto ha sido normalizado, definitivamente domesticado. Algunos de los que lo conocieron en sus primeras etapas y vivieron sus buenos tiempos, esos que comprando, escuchando y hablando de ese movimiento se veían en un mundo especial y ajeno a lo establecido, en un entorno nuevo y poderoso, esos sentirán como si algo se hubiera perdido para siempre.

A pesar de todo, este asunto admite opiniones, todas respetables. Sea como sea, Bob Dylan tiene razón: los tiempos están cambiando.


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 13 de octubre de 2016

EL NOBEL DE LA PAZ NORUEGOY EL PETRÓLEO COLOMBIANO Ha trascendido a los medios la conexión entre la presidente del jurado del Nobel de la Paz y los intereses de su país, Noruega, en Colombia, con lo que este Premio continúa siendo discutido y dudoso.

Existen indicios racionales de que el petróleo de las aguas de Colombia ha influido en la concesión del Nobel al presidente Santos..
El Premio Nobel de la Paz (el único que entrega Noruega) está siendo contestado con demasiada frecuencia, mucho más que los demás, Literatura, Economía o Medicina, ya que los galardonados con éstos no son tan conocidos, son más técnicos y, por tanto, levantan menos controversia. Y aunque abundan los casos en que la distinción que premia al máximo adalid de la paz fue absolutamente merecida, es oportuno recordar que algunos premiados eran cualquier cosa menos pacifistas: se concedió al presidente de Usa Theodore Roosevelt (1906), quien llevó a cabo una política expansionista e imperialista en el Pacífico, Caribe, Centro y Sudamérica, casi siempre con la doctrina de “hablar tranquilamente a la vez que se esgrime un gran palo”; también a Woodrow Wilson (1919), que siguió con el intervencionismo en Iberoamérica y con su idea de quitar a los ‘malos’ y poner a los ‘buenos’ en los países que interesara a EEUU, era racista y abierto admirador del Ku Klux y, por si fuera poco, fue quien implantó la Ley Seca; más recientemente se entregó el Nobel de la Paz a un más que dudoso Henry Kissinger (apoyó a dictadores y golpistas sudamericano y la Operación Cóndor) y, en fin, se invistió a Obama por ser un presidente negro y ‘por si acaso’.

A pesar de los precedentes, la designación del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue una sorpresa para casi todos, ya que, aunque sus intentos de paz sean loables, de momento no ha conseguido nada (los premios deberían otorgarse por éxitos, por logros, no por intentos) y, para avivar el fuego de la polémica, su propuesta ha resultado inaceptable para su pueblo, que la rechazó.

Resulta que se ha conocido (en realidad la noticia fue publicada en el diario colombiano El Tiempo en 2014) que la señora que hoy preside el jurado que otorga este Nobel (llamada Kaci Kullman Five) había sido representante en Colombia de la empresa estatal noruega de hidrocarburos; y que el presidente Santos, que fue quien dio el visto bueno a la aceptación de esta mujer en los procesos negociadores, concedió en 2014 el permiso de prospección y explotación de las aguas territoriales colombianas en el Caribe a la mencionada empresa estatal noruega. Tiempo después, cuando Santos inicia las conversaciones con las Farc, el gobierno Noruego se ofrece como avalista del mismo… Y ahora se otorga el Nobel para un Santos que ha invertido seis años y millones y millones en diseñar un documento de paz que es prácticamente una rendición (siguieron matando durante las negociaciones), que ha sido rechazado y, por consiguiente, que puede tildarse de auténtico fracaso. ¿Por qué se habrá premiado un intento tan fallido?

Parece, en fin, que hay indicios razonables para dudar de la limpieza y sinceridad de las intenciones de Noruega al conceder el máximo premio mundial en el terreno de la paz a Santos. Sobre todo si se echa un vistazo a los antecedentes de la empresa petrolera noruega (Statoil), que está manejada por el gobierno de este país: es conocido (se puede encontrar toda la información fácilmente en la red) que esta compañía estatal fue condenada en los propios tribunales noruegos en 2004 por sobornar a políticos iranís para conseguir información confidencial, contratos y concesiones; y un par de años después hubo de pagar una multa millonaria tras ser sentenciada por lo mismo en EEUU. La tal Kullman Five ya era entonces representante de la empresa Statoil y, sin duda, quien diseñaba o consentía estas operaciones. Con estos antecedentes es fácil llegar a la conclusión de que, en pos de sus intereses, el gobierno noruego (que está detrás de la concesión de los premios y de la dirección de la empresa) ha movido los hilos en todo este turbio asunto. Queda claro que hay de todo en cualquier país, y que no por ser escandinavo se es un espíritu puro ni la bondad personificada, es decir, no hay lugar ajeno a corrupciones, manipulaciones e inmoralidades: ¡En todas partes cuecen habas!     

Por otro lado, es oportuno recordar que los partidarios de la paz a cualquier coste siguen manteniendo que es mejor una mala paz que cualquier guerra. Sin embargo la cosa no es tan simple. Así, quienes apoyan este razonamiento hubieran cedido a todo lo que Hitler exigía en 1939 para mantener la paz, es decir, además de los Sudetes le hubieran entregado Polonia, Alsacia y Lorena…, y (según ese modo de pensar) cuando invadió Bélgica, Holanda y Francia nadie debería haberse defendido, nadie debería haber recurrido a las armas, pues había que conservar la paz costara lo que costara (a propósito, si Hitler hubiera detenido la guerra en 1941, ¿hubiera merecido un Nobel?). Y el mismo razonamiento puede plantearse en muchísimos otros conflictos a lo largo de la Historia, en los que no hubo más remedio que la guerra. En resumen, ese pensamiento que dice que cualquier paz es preferible a cualquier guerra equivale a señalar que hay que ceder a todas las exigencias del enemigo para preservar la paz.

Por todo ello, por la evidencia del uso político y económico que del Nobel de la Paz hace el Gobierno de Noruega, y por la claudicación que de hecho supone la fracasada propuesta Santos-Farc, puede afirmarse que tan importante distinción ha perdido mucho del no demasiado prestigio que le quedaba. Y que a nadie extrañe si el siguiente Premio Nobel de la Paz es para… ¡Hillary Clinton!,  aunque no haya tenido tiempo de hacer nada.  


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 9 de octubre de 2016

LA FIGURA DEL TONTO EN EL CANCIONERO DEL ROCK. La gran abundancia de tontos no podía pasar desapercibida para los que escriben las letras para el rock & roll. Y aunque la mayor parte de sus textos hablan del ‘tonto de amor’, también hay espacio para otras de las muchas modalidades de la sandez.

The Who, en medio de contundentes guitarrazos, avisaba de lo tonto que es cambiar una tiranía por otra..
Aunque resulte difícil de creer, los tontos están tomando enormes cuotas de poder. Y es que en los últimos tiempos se han visto muchos bobos ocupando altos cargos políticos; y como quiera que los que se dedican a la labor política son un reflejo de la sociedad, puede deducirse que hay muchos, muchos lerdos…, o al menos se hacen notar más que antes, debido a que la tecnología les ha facilitado su presencia en los foros. En muchos casos ni siquiera puede decirse que sean malas personas, sino sólo tipos simplones y cortos de entendederas que no tienen mala intención, como ha podido comprobarse en España durante el presente siglo; sin embargo hay otras ocasiones en que el memo es, además, lo que se dice mala gente, y un ejemplo evidente de esta modalidad de estupidez lo encarna el candidato republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, el rufián del moda en 2016, un auténtico tontorrón con ideas disparatadamente perversas. Sí, tiene que haber de todo, lo malo es que esta especie parece cada vez más abundante, de manera que se hace buena la frase latina ‘stultorum infinitus est numerus’, o sea, el número de tontos es infinito.

Por su parte, la figura del zopenco no ha dejado de ser glosada en casi ninguna de las habitaciones de la casa del rock. Así, hay infinidad de canciones que tienen al modorro como protagonista, siendo la mayor parte de las veces un tonto por amor, aunque también se ha hablado de las numerosas modalidades en que se especializa cada tontaina. Entre los primeros títulos en que se piensa cuando se trata de tontos (‘fools’) está esa maravilla melódica de The Beatles, ‘The fool on the hill’; escrita por Paul, está inspirada en el desengaño que les supuso (excepto a George) la experiencia con aquel yogui indio; sin embargo, presenta a un supuesto tonto que ve más que los demás aunque tenga una “sonrisa ridícula”, de modo que “él sabe que los tontos son ellos”. De todos modos, la partitura tiene tan poderoso atractivo que deja a los versos en casi (casi) una excusa.

El ‘Ship of fools’ de The Doors es mucho más enigmático, ya que ese barco (‘ship’) puede referirse a las drogas, y los tontos son los que suben a bordo (no era la primera vez que usaban la metáfora del barco para hablar de drogas); pero también puede ser la nave Tierra que, cargada de gente, se dirige inexorablemente hacia el olvido. En cualquier caso, todo parece indicar que Jim Morrison estaba en plena subida o en plena resaca cuando la escribió. La canción es hija de su tiempo, con sutiles tintes sicodélicos en los cambios, cortes y arreglos, y con una voz solista profunda y sugerente. 

Más explícita es ‘Won´t get fooled again’, de los británicos The Who. Con un evidente trasfondo político, Pete Towsend se inspiró en la novela ‘Rebelión en la granja’ de Georges Orwell para explicar que hay que ser un tonto para derrocar una tiranía y aceptar otra por el simple hecho de que prometió cambio…, así que proclaman ‘No nos dejemos engañar vez’. En medio de esos impactantes guitarrazos que tan bien dibujan la silueta y el estilo de Pete Townshend, Daltrey canta con desbordante energía “nos liberaron de un redil, y el mundo se ve igual, la historia no ha cambiado”, luego continúa con expresiones tajantes: “nada en la calle me parece diferente (…) los partidarios de la izquierda ahora son partidarios de la derecha”, y termina con un esclarecedor “Conoce al nuevo jefe, es igual que el viejo”. Está clara la intención.
El indestructible Alice Cooper publicó a principios de los noventa del XX otra de sus potentes canciones con mensajes no menos contundentes, ‘Hey stoopid’ (sic). En ella avisa sobre los peligros de la droga: “El rock & roll no es esto, acaba con este viaje de ida (…) Te pinchas la aguja en el brazo, muerdes el polvo”, e inmediatamente grita: “Hey estúpido, qué estás haciendo”. Pero no se conforma con advertir acerca de ese peligro, sino que también previene contra el suicidio, que “nunca es una buena opción”.

El atípico ‘Fool in the rain’ de Led Zeppelin habla de un tontito despistado, obnubilado por sus sentimientos amorosos (cosa que, por otra parte, es muy habitual). Resulta que el enamorado piensa en ella mientras espera y espera, en la esquina, bajo la lluvia, mirando continuamente el reloj, pensando, dudando, desesperándose…, hasta que cae en la cuenta de que se ha equivocado de calle. ¡Menudo lechuguino! La pieza contiene sorprendentes arreglos de percusión.

Sí, existen múltiples variedades de bobos, y cada uno de ellos se ha especializado en una o varias modalidades. Y claro, el rock & roll también se ha detenido a describir al tonto y dibujar su estulticia.     


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 5 de octubre de 2016

EL PUEBLO COLOMBIANO HA DADO UN EJEMPLO DE DIGNIDAD. Contra todos los augurios, los colombianos han rechazado el acuerdo entre el gobierno de Colombia y los terroristas de las FARC. La lectura del resultado del referéndum está clara: los ciudadanos se niegan a una paz a cualquier precio.

Los colombianos se han manifestado muchas veces contra el grupo terrorista, ahora también en las urnas.
Sorprendente fue el resultado de ese plebiscito, ya que estaban a favor del sí no sólo el ‘oficialismo’ colombiano, sino la Unión Europea, el Gobierno de Estados Unidos (Obama incluido), el gobierno y la mayoría de los diputados de España…, incluso el Vaticano con el Papa Francisco al frente; merece la pena señalar que también eran partidarios de aceptar cualquier condición de los matones los adalides de la memoria histórica (¡qué denominación tan inapropiada!), algunos de los cuales exigen juzgar a culpables de delitos perpetrados hace 60, 80 años (todos muertos) y, a la vez, claman por que se haga ‘pelillos a la mar’ con quienes estuvieron asesinando hasta ayer.   
Sea como sea, basta comprobar las exigencias de los narco-terroristas para entender dicha negativa. Para empezar, el texto propuesto es un tocho de casi 300 páginas en las que todo son buenos propósitos de carácter político, social, económico…, que nada tienen que ver con el asunto, vaguedades, generalidades, tópicos y tópicas (pues no se pierde ocasión de despreciar el masculino genérico), en fin, una verborrea exagerada y, en un 90%, innecesaria.
La propuesta del Presidente Juan Manuel Santos y de la banda FARC (o sea, el 10% restante) se sustancia en que los narco-guerrilleros no pagarían ni un día de cárcel por más sangrientos que fueran sus delitos, sino que serían ‘condenados’ a pasar una temporada en algo así como granja de vacaciones; la banda terrorista no estará obligada a hacer público su patrimonio (según los expertos, puede ascender a cientos de miles de millones de dólares); los asesinos no tendrán que indemnizar a las familias, sino que esta obligación correrá exclusivamente a cargo del estado, o sea, del pueblo cotizante; los pistoleros tendrán una indemnización (idéntica a la que reciben los familiares de las víctimas); el narcotráfico ejercido sería contemplado como delito político, por lo que tampoco se exigen ni responsabilidades ni el cese de los cultivos; los que hasta ayer mataban sin contemplaciones tendrían dos docenas de representantes en la Asamblea y otros organismos, directamente y sin la obligación de haber pasado por las urnas; los gerifaltes de la organización terrorista no serían instados a revelar los bancos donde ocultan el dinero ni quiénes han sido sus colaboradores en esa ocultación y en la compra-venta de armamento; tampoco se les pide que digan el paradero de los casi 50.000 desaparecidos de los que nunca más se supo, ni dónde están los cuerpos de muchos de los 200.000 muertos…
Pero, en un gesto de valentía y dignidad, la mayor parte de los ciudadanos de Colombia que votaron dijeron no, no a ceder en todo ante los terroristas, no a la impunidad, no a la reinserción subvencionada, no a la presencia política regalada, no a beneficios sociales, penales y económicos sin contrapartida..., todo lo cual no es un no a la paz, sino un no a esta propuesta de paz que equivale a rendirse ante el chantaje. Viendo el asunto desde la distancia puede llegarse a la conclusión de que esa propuesta pretende premiar al delincuente a cambio de que cese su actividad; en otras palabras, el documento rechazado enviaba un mensaje claro y peligroso, un mensaje de cesión y debilidad ante las exigencias de los criminales que se convertiría en un aliciente para otras organizaciones: si alguien asesina a dos o tres personas será juzgado como asesino, pero si se integra en banda criminal y se carga a cincuenta mil, y luego pide tratados de paz, será tratado como un pacifista y un constructor de la concordia y el entendimiento. Tal cosa es la pretensión del actual Gobierno de Colombia.  
Es oportuno y muy conveniente subrayar que el ejército y la policía colombianos, así como los sanguinarios grupos paramilitares afines al gobierno, tienen también su armario lleno de cadáveres y, por tanto, también aquí habría que entrar, investigar, buscar culpables y juzgarlos. Asimismo, es preciso leerle la cartilla al máximo defensor del no, el ex presidente Álvaro Uribe, quien tiene mucha ropa sucia escondida: es casi seguro que negoció con narcos cuando fue alcalde de Medellín (dominio de Pablo Escobar), estuvo involucrado en tejemanejes ilícitos con otros políticos (lo que allí se conoce como el escándalo de la parapolítica), su partido recibió financiación de procedencia dudosísima, el feo asunto de los ‘falsos positivos’ (ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas armadas para sumar bajas enemigas) y aun está siendo investigado por la masacre de El Aro (15 campesinos asesinados) a manos de los paramilitares cuando él era gobernador de la región de Antioquía…, y eso que se sepa, porque no sería descabellado que aun tenga otras manchas ocultas en su currículo, corruptelas incluidas.
Sea como sea, puede afirmarse que el pueblo de Colombia ha dado un ejemplo de valentía y de entereza, de dignidad y honorabilidad, ya que ha decidido no bajarse los pantalones ni suplicar ante los matones; y ello a pesar de la potente campaña propagandística del actual gobierno de Santos y la casi inexistente de los partidarios del no; y también a pesar de las presiones a favor del sí que llegaban de todas partes; y, por último, a pesar de que la participación en el plebiscito fue escasa y la diferencia entre el sí y el no, mínima.

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 2 de octubre de 2016

LA CERTEZA DE LA VEJEZ DESDE LA PERSPECTIVA DEL ROCK. Pocas veces se piensa en la vejez cuando se es joven, pero a medida que pasan los años se va adquiriendo conciencia de lo inevitable. El tema ha dado mucho de sí en el ámbito del rock & roll, que lo ha tratado, generalmente, desde los años mozos…

Entonces, en 1967, ¡qué lejos veian The Beatles los sesenta y cuatro años!.
Esto es lógico, puesto que sólo los pioneros de este negocio han alcanzado edad suficiente para ser considerados… venerables: Chuck Berry está punto de alcanzar los 90, Little Richard los 84 y Jerry Lee Lewis acaba de cumplir 81. Desde que ellos pusieron en marcha esta pequeña historia han sido muchas las canciones que han tratado eso tan engorroso de hacerse anciano. Así, pueden recordarse auténticas maravillas creadas a lo largo del tiempo (¡claro!) en los más diversos estilos; algunas se adelantan y reflexionan sobre cómo será llegar a viejo, otras despegan de la realidad y hablan de la eterna juventud, y también las hay que expresan el deseo de rebelarse contra los años que caen y caen. Serán cientos los títulos que, dentro del terreno del rock, tienen esta inquietud como motivo principal, pero si hay que escoger...

Una que acude a la memoria cuando se trata del asunto del viejecito es la primorosa ‘When I´m sixty four’ de The Beatles. Se trata de un tema que Paul McCartney empezó a escribir siendo adolescente, pero sólo muy de vez en cuando lo retomaba e ideaba un par de versos más. Sin embargo, llegado el momento (finales de 1966) la pieza va tomando forma gracias a George Martin y a ese don de Paul para convertir una buena idea en una melodía brillante, en una canción especial, distinta, atractiva. Envuelta en una atmosfera cálida y serena (esos clarinetes), como si se estuviera en torno a la chimenea, el joven se imagina a sí y a su mujer cuando alcancen los 64 (típico del adolescente es pensar en esa edad como la de un decrépito carcamal); así, habla de eso, de tejer un jersey junto a la chimenea, de salir el domingo por la mañana, de arreglar el jardín, de los nietos en las rodillas y otros tópicos asociados a la edad avanzada. Cuente lo que cuente, este ‘Cuando tenga 64’ suena como una caricia al oído y (como casi todas las de estos tipos) es algo único.

Por el contrario, ¿quién no ha imaginado alguna vez cómo será eso de permanecer siempre joven? Los alemanes Alphaville reflexionaron sobre ello en su éxito de 1984 ‘Forever young’. El joven piensa que, a la larga, hay que esperar lo peor, así que pide “déjanos morir jóvenes o déjanos vivir para siempre”, pero luego entra en contradicción: “Quiero ser siempre joven. ¿De verdad quieres vivir para siempre, siempre joven?”. El caso es que “tarde o temprano todo el mundo palma”, entonces “¿por qué no estar siempre jóvenes?” ya que “es duro hacerse mayor sin un motivo”. Sí, parece que el chaval no lo tiene muy claro. El tema es hijo de su momento, con estética ‘neorromántica’, un sonido regido por teclados agudos, arreglos finolis y una voz con tono melodramático. Aun así resiste muy bien el paso del tiempo…

También Queen se preguntaba ‘Who wants to live forever?’ (1987), uno de los temas que compusieron para la película ‘Los inmortales’. Escrita por Brian May (y cantada por él y Freddy o por éste solo), alude al prota de la peli, que no envejece, pero sí su mujer. Ese ‘¿Quién quiere vivir para siempre?’ profundiza sobre el amor desde un punto de vista muy filosófico y trascendente, con pensamientos como “en este mundo sólo hay un momento dulce para nosotros. ¿Quién quiere vivir para siempre cuando el amor tiene que morir?”, pero “si nos amamos, lo podemos tener para siempre, porque para siempre es nuestro hoy”. El mensaje es que esos momentos tan especiales, tan únicos que viven los enamorados son eternos…, de algún modo. Reflexivo y metafísico. La ambientación y la interpretación  son imponentes, impresionantes.   

El atípico californiano Tom Waits publicó ‘I don’t wanna grow up’, ‘No quiero crecer’, en 1992, en la que entiende lo de hacerse mayor como algo horrible. Plantea la visión miedosa de un adolescente cimbreante ante lo que presiente que se le viene encima: hacerse adulto. Y piensa en su habitación, en su cama, que no vale la pena crecer y madurar porque cambiar siempre es para mal, y porque la gente se convierte en algo que no desea, y tampoco quiere quedarse calvo ni aprender contabilidad, ni quiere ser como sus padres, que siempre se pelean, beben y salen por la noche, y claro, no le apetece la idea de trabajar, ni de casarse. El envoltorio musical de esta queja de quinceañero timorato es muy propio de Tom Waits, con esa voz ronca, gutural, rugosa, y un arreglo duro y disperso.

Justo lo contario es lo que piensa la tejana Michelle Schocked, que en 1988 publicó la preciosa ‘When I grow up’ dentro de su imprescindible Lp ‘Short sharp schoked’. Desde el primer verso expresa un deseo que, seguro, se va a cumplir: “Cuando crezca quiero ser una viejecita”, pero sin intención de ser ni fósil achacoso ni una dulce y apacible ancianita, sino que “pienso encontrar a un viejo y casarme con él”, y no contenta con ello se propone grandes objetivos: “vamos a tener ciento veinte bebés (…) eso es lo que he dicho, ciento veinte bebés”, con los que van a relanzar la industria láctea, y  “en verano nos sentaremos en el campo a ver el sol y en invierno junto al fuego a ver la luna”, eso sí, toda la familia unida: “yo, mi viejo, y los ciento veinte bebés”. Bueno, es una forma ilusionante de prever el envejecimiento. La canción tiene un ritmo dinámico, ágil, y un cierto matiz jazzístico que adorna una bonita melodía.   

Pero la cosa ha sido revisada desde muchas otras perspectivas. Por ejemplo, Pink Floyd en su ‘Time’ (1973) refleja cómo se pierde el tiempo cuando se es joven, mientras que cuando se llega a viejo el tiempo pasa rapidísimo. Los desconocidos aunque muy meritorios The Origin (californianos ellos) se negaban a asumir que sí, que están envejeciendo, en su estupenda ‘Growing old’ (1990). Elvis Costello presentó en su ‘Veronica’ (1989) lo peor de la senectud, la pérdida de capacidades mentales y lo terrible que puede ser alternar momentos de lucidez con otros en los que se pierde la cabeza; la pieza la firma Costello junto a un tal Paul McCartney.   

Sí, se mire por donde se mire, llegar a viejo tiene… inconvenientes, aunque, claro, no llegar es mucho peor.


CARLOS DEL RIEGO