OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 2 de octubre de 2016

LA CERTEZA DE LA VEJEZ DESDE LA PERSPECTIVA DEL ROCK. Pocas veces se piensa en la vejez cuando se es joven, pero a medida que pasan los años se va adquiriendo conciencia de lo inevitable. El tema ha dado mucho de sí en el ámbito del rock & roll, que lo ha tratado, generalmente, desde los años mozos…

Entonces, en 1967, ¡qué lejos veian The Beatles los sesenta y cuatro años!.
Esto es lógico, puesto que sólo los pioneros de este negocio han alcanzado edad suficiente para ser considerados… venerables: Chuck Berry está punto de alcanzar los 90, Little Richard los 84 y Jerry Lee Lewis acaba de cumplir 81. Desde que ellos pusieron en marcha esta pequeña historia han sido muchas las canciones que han tratado eso tan engorroso de hacerse anciano. Así, pueden recordarse auténticas maravillas creadas a lo largo del tiempo (¡claro!) en los más diversos estilos; algunas se adelantan y reflexionan sobre cómo será llegar a viejo, otras despegan de la realidad y hablan de la eterna juventud, y también las hay que expresan el deseo de rebelarse contra los años que caen y caen. Serán cientos los títulos que, dentro del terreno del rock, tienen esta inquietud como motivo principal, pero si hay que escoger...

Una que acude a la memoria cuando se trata del asunto del viejecito es la primorosa ‘When I´m sixty four’ de The Beatles. Se trata de un tema que Paul McCartney empezó a escribir siendo adolescente, pero sólo muy de vez en cuando lo retomaba e ideaba un par de versos más. Sin embargo, llegado el momento (finales de 1966) la pieza va tomando forma gracias a George Martin y a ese don de Paul para convertir una buena idea en una melodía brillante, en una canción especial, distinta, atractiva. Envuelta en una atmosfera cálida y serena (esos clarinetes), como si se estuviera en torno a la chimenea, el joven se imagina a sí y a su mujer cuando alcancen los 64 (típico del adolescente es pensar en esa edad como la de un decrépito carcamal); así, habla de eso, de tejer un jersey junto a la chimenea, de salir el domingo por la mañana, de arreglar el jardín, de los nietos en las rodillas y otros tópicos asociados a la edad avanzada. Cuente lo que cuente, este ‘Cuando tenga 64’ suena como una caricia al oído y (como casi todas las de estos tipos) es algo único.

Por el contrario, ¿quién no ha imaginado alguna vez cómo será eso de permanecer siempre joven? Los alemanes Alphaville reflexionaron sobre ello en su éxito de 1984 ‘Forever young’. El joven piensa que, a la larga, hay que esperar lo peor, así que pide “déjanos morir jóvenes o déjanos vivir para siempre”, pero luego entra en contradicción: “Quiero ser siempre joven. ¿De verdad quieres vivir para siempre, siempre joven?”. El caso es que “tarde o temprano todo el mundo palma”, entonces “¿por qué no estar siempre jóvenes?” ya que “es duro hacerse mayor sin un motivo”. Sí, parece que el chaval no lo tiene muy claro. El tema es hijo de su momento, con estética ‘neorromántica’, un sonido regido por teclados agudos, arreglos finolis y una voz con tono melodramático. Aun así resiste muy bien el paso del tiempo…

También Queen se preguntaba ‘Who wants to live forever?’ (1987), uno de los temas que compusieron para la película ‘Los inmortales’. Escrita por Brian May (y cantada por él y Freddy o por éste solo), alude al prota de la peli, que no envejece, pero sí su mujer. Ese ‘¿Quién quiere vivir para siempre?’ profundiza sobre el amor desde un punto de vista muy filosófico y trascendente, con pensamientos como “en este mundo sólo hay un momento dulce para nosotros. ¿Quién quiere vivir para siempre cuando el amor tiene que morir?”, pero “si nos amamos, lo podemos tener para siempre, porque para siempre es nuestro hoy”. El mensaje es que esos momentos tan especiales, tan únicos que viven los enamorados son eternos…, de algún modo. Reflexivo y metafísico. La ambientación y la interpretación  son imponentes, impresionantes.   

El atípico californiano Tom Waits publicó ‘I don’t wanna grow up’, ‘No quiero crecer’, en 1992, en la que entiende lo de hacerse mayor como algo horrible. Plantea la visión miedosa de un adolescente cimbreante ante lo que presiente que se le viene encima: hacerse adulto. Y piensa en su habitación, en su cama, que no vale la pena crecer y madurar porque cambiar siempre es para mal, y porque la gente se convierte en algo que no desea, y tampoco quiere quedarse calvo ni aprender contabilidad, ni quiere ser como sus padres, que siempre se pelean, beben y salen por la noche, y claro, no le apetece la idea de trabajar, ni de casarse. El envoltorio musical de esta queja de quinceañero timorato es muy propio de Tom Waits, con esa voz ronca, gutural, rugosa, y un arreglo duro y disperso.

Justo lo contario es lo que piensa la tejana Michelle Schocked, que en 1988 publicó la preciosa ‘When I grow up’ dentro de su imprescindible Lp ‘Short sharp schoked’. Desde el primer verso expresa un deseo que, seguro, se va a cumplir: “Cuando crezca quiero ser una viejecita”, pero sin intención de ser ni fósil achacoso ni una dulce y apacible ancianita, sino que “pienso encontrar a un viejo y casarme con él”, y no contenta con ello se propone grandes objetivos: “vamos a tener ciento veinte bebés (…) eso es lo que he dicho, ciento veinte bebés”, con los que van a relanzar la industria láctea, y  “en verano nos sentaremos en el campo a ver el sol y en invierno junto al fuego a ver la luna”, eso sí, toda la familia unida: “yo, mi viejo, y los ciento veinte bebés”. Bueno, es una forma ilusionante de prever el envejecimiento. La canción tiene un ritmo dinámico, ágil, y un cierto matiz jazzístico que adorna una bonita melodía.   

Pero la cosa ha sido revisada desde muchas otras perspectivas. Por ejemplo, Pink Floyd en su ‘Time’ (1973) refleja cómo se pierde el tiempo cuando se es joven, mientras que cuando se llega a viejo el tiempo pasa rapidísimo. Los desconocidos aunque muy meritorios The Origin (californianos ellos) se negaban a asumir que sí, que están envejeciendo, en su estupenda ‘Growing old’ (1990). Elvis Costello presentó en su ‘Veronica’ (1989) lo peor de la senectud, la pérdida de capacidades mentales y lo terrible que puede ser alternar momentos de lucidez con otros en los que se pierde la cabeza; la pieza la firma Costello junto a un tal Paul McCartney.   

Sí, se mire por donde se mire, llegar a viejo tiene… inconvenientes, aunque, claro, no llegar es mucho peor.


CARLOS DEL RIEGO

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