OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 29 de septiembre de 2016

LOS REPUBLICANOS ESPAÑOLES SECUESTRADOS POR LA U.R.S.S. Poco conocido es el caso de los aviadores, marineros y otros republicanos españoles que fueron retenidos sin acusación, sin juicio ni motivo, o sea, secuestrados, por la Unión Soviética en aquellos inciertos y violentos años treinta y cuarenta.

Pilotos republicanos españoles a su llegada a Kirovabad. No tenían ni idea de lo que les esperaba..
La Unión Soviética de Stalin no tuvo nada que envidiar a los más extremos, paranoicos y deshumanizados totalitarismos del siglo pasado. Allí todo el mundo era sospechoso: ya fueran altos cargos del partido, militares, poderosos funcionarios o ciudadanos de a pie, cualquiera podía ser detenido, juzgado o no y enviado a Siberia, o al paredón; no importaba si había acusación formal, pruebas o testigos. Por ello, si el que era mirado por el NKVD o cualquiera de las otras policías políticas era, además, extranjero, las sospechas se convertían en condena.

Esto ocurrió con no pocos republicanos españoles en los últimos años treinta y la década siguiente. Trágica y a la vez ridícula, incluso kafkiana, es la desventura padecida por un grupo de comunistas españoles que, al terminar la Guerra Civil Española, se fueron al exilio en Francia; cuando ésta fue ocupada por los nazis fueron capturados y deportados a Alemania como mano de obra forzosa. Luego, en 1945, al entrar los rusos en Berlín, aquellos españoles, viéndose libres de los nazis, crecidos y envalentonados, deciden esperar al Ejército Rojo en la Embajada de España (ya abandonada), donde izaron una bandera republicana y otra roja llenos de orgullo y satisfacción. Sin embargo, al llegar los oficiales soviéticos los tomaron por el embajador español y los demás componentes de la legación, todos acompañados por sus esposas e hijos. Aquellos desgraciados españoles trataron de explicar que eran comunistas, que eran republicanos, que no eran diplomáticos franquistas y que si estaban en la embajada era porque la habían ocupado para recibir, como se merecían, a sus camaradas del Ejército Rojo que acababan de derrotar a los nazis… Nada, no hubo forma de convencer ni a los militares ni a los funcionarios soviéticos, así que, de entrada, fueron enviados a un campo de concentración cerca de Moscú, y luego a otro, y luego a otro… Veinte años después, aquel grupo de desdichados republicanos españoles que quisieron agasajar a los soldados soviéticos seguían secuestrados (no había ni siquiera acusación contra ellos) en la U.R.S.S., y ello a pesar de que, con total seguridad, Moscú ya sabía que aquellos no eran diplomáticos.

Durante los tres años de la Guerra Civil, la República envió grandes cargueros a recoger material bélico a los puertos de la Unión Soviética. Incomprensiblemente, varios de aquellos barcos fueron incautados con los pretextos más peregrinos (errores en la documentación, en los papeles, en los permisos, en el embarque…), de manera que para julio de 1939 eran nueve los buques que la principal aliada del bando republicano se había quedado: el Cabo San Agustín, el Juan Sebastián Elcano, el Cabo Quilates, el Inocencio Figueredo, el Mar Blanco, el Isla Gran Canaria, el Marzo, el Ciudad de Tarragona y el Ciudad de Ibiza. La mayoría de sus tripulantes fueron repatriados rápidamente, pero hubo otros, alrededor de cincuenta, que fueron retenidos en Unión Soviética; ¿por qué a unos se les dejó marchar sin problemas y a otros no?, ¡quién sabe! El caso es que la policía política, llegado el momento, les preguntó qué opción escogían: quedarse a vivir en la URSS y adoptar su nacionalidad, volver a España o irse a otros países; los que eligieron quedarse fueron enviados a los koljós (granjas colectivas) y de ellos nunca más se supo, quienes dijeron que preferían irse a México o Francia siguieron retenidos (en realidad, secuestrados), pues los rusos entendieron como un desprecio que quisieran vivir en esos países antes que en la Rusia que los había acogido; y los pocos que se atrevieron a pedir volver a España ¡fueron repatriados sin más!, pues la policía política pensaba que serían represaliados por el aparato franquista. Al pasar el tiempo, los que no pudieron salir fueron detenidos y enviados de un campo de concentración a otro; a varios se les perdió la pista para siempre (por ejemplo al capitán del Mar Blanco, Ángel Leturia, y otros cuatro marineros), mientras que al resto se les embarcó en el río Yeniséi (frontera entre Siberia Occidental y Central) hasta su desembocadura (al norte de Círculo Polar Ártico) para construir carreteras. Luego pasaron a otro campo del Gulag para, diecisiete ó dieciocho años después, ser finalmente repatriados. Al igual que los anteriores, no habían sido ni acusados, ni juzgados, ni condenados, simplemente secuestrados. No hará falta decir que, a su regreso, eran profundamente anticomunistas.

Durante 1938 el Gobierno Republicano envió muchos estudiantes a la escuela de pilotos de Kirovabad (hoy Ganja), en Azerbaiyán. Al terminar la Guerra Civil quedaban allí unos doscientos. Las autoridades soviéticas les hicieron la misma pregunta, ¿quedarse o irse? Un tercio, más o menos, decidió quedarse, y el resto pidió irse a Argentina, Chile, México… Pasado un tiempo y tras presiones y promesas, otros cuarenta comunican su deseo de adoptar la nacionalidad rusa, mientras que algunos optaron por quedarse sólo hasta que terminara la II Guerra Mundial. El resto fue recluido en una ‘residencia’ llamada Monino; de ésta, a principios de 1940 fueron sacados y fusilados cinco de ellos, los que con más convencimiento exigían su liberación. Los pilotos republicanos, entonces, deciden pedir ayuda a las embajadas de los países aliados de la URSS, pero sólo tres de ellos consiguieron salir de allí al acreditar tener familiares en otros países. Después de meses de retención y vigilancia (ya en 1941) aquellos aviadores españoles que habían resistido casi lo irresistible para conservar su dignidad y su nacionalidad, son finalmente detenidos, iniciando el consabido viaje por el Gulag, de un campo siberiano a otro. Fueron repatriados en 1954 (una vez muerto Stalin) echando pestes del comunismo y los comunistas…

De las atrocidades cometidas por los nazis se sabe mucho, de las perpetradas por los soviéticos mucho menos; todo el mundo ha leído acerca de las salvajadas de Auschwitz, Mauthausen o Treblinka, pero muy pocos conocen algo de lo sucedido en Jarkov, Cherepovets o Kolimá. Sin embargo, ambos regímenes están a la par.

CARLOS DEL RIEGO


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