OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 16 de octubre de 2016

¿ES LITERATURA LA OBRA DE DYLAN? ¿ES UN MÚSICO O UN ESCRITOR? Opiniones encontradas se enfrentan apasionadamente en todos los foros (reales o virtuales) a causa de otra desconcertante decisión del jurado de los Nobel: la concesión del de Literatura al cantante y compositor estadounidense Bob Dylan.

Bob Dylan declamando sus versos en pleno 'recital poético',
dirían los suecos que dan el Nobel.
Bob Dylan es un genio del rock, del folk, de la canción de autor. Es un excelente letrista y, a la vez, un compositor creativo y en muchísimas ocasiones verdaderamente brillante. Es un sensacional creador de canciones, muchas de las cuales explican el siglo XX, no sólo desde sus versos, sino también desde la partitura, pues el valor artístico de sus palabras no es superior a sus inspiradísimas melodías. Sin embargo, por separado pierden mucha categoría unas y otras. Innecesario es enumerar sus títulos más meritorios, pues son docenas y, además, no es necesario, ya que todo aquel que tenga un mínimo interés por la música rock podría recitar unas cuantas de memoria, pero muy poca gente recordaría algo de su obra si ésta hubiese sido publicada sólo como letra impresa… Por ello, siendo Dylan un artista sobresaliente, no es lo que se dice un escritor, por lo que premiarlo como si lo fuera se antoja un desvarío, una ocurrencia.    

Se tiene la impresión de que el Nobel es el máximo al que puede aspirar un profesional, el Gordo absoluto, de modo que, igualmente, se cree que el jurado es prácticamente infalible. Sin embargo, esos hombres y mujeres que conforman este cónclave están tan cercanos al error, a la ventolera disparatada, como cualquier otro. Por ello, estos suecos buenísimos y estupendísimos explican esta recompensa al Judío Errante (hebreo, luego católico, después volvió…) “por haber creado una nueva expresión poética”… Teniendo en cuenta que Woody Guthrie o Pete Seeger engarzaban textos de carácter social en tonadas folk con gran talento antes de que Dylan naciera, ¿cuál es esa novedad?, ¿en qué se sustancia tal hallazgo?  También se ha apuntado como argumento que la poesía tiene larga tradición de hermandad con la música, y que vates y trovadores cantaban versos en épocas históricas; es cierto, pero no es comparable lo que esas artes eran con lo que son hoy, es decir, sería difícil entender que el premio al mejor coche del año fuese para una preciosa carroza de caballos.  

Como se ha dicho, Dylan es uno de los más importantes creadores del siglo pasado. Muchas de sus canciones poseen letras excelentes y de gran profundidad, pero el suyo es un lenguaje musical, su campo es la música y sus letras no se sostienen sin música, es decir, sin la partitura se quedarían en poesías urbanas de índole social y costumbrista, con mérito, pero de ningún modo comparables a los libros de poemas de los grandes poetas. Dylan publica discos y canta, mientras un escritor (poeta, novelista, dramaturgo, ensayista…) publica libros y no canta. Las bases del premio lo dejan bien claro: será “para quien haya producido la obra más sobresaliente (…) dentro del campo de la literatura”, y Dylan no viaja por ese campo (salvo en dos ocasiones, pues tiene dos libros publicados, aunque de dudoso valor literario). Además, si las letras de sus canciones hubieran aparecido en libros de poemas no hubieran tenido tanta difusión ni las ventas (muchas o pocas) que logran los poetas más reconocidos; o sea, sin la carga expresiva que la música les proporciona, esos textos se quedan cojos, pierden fuerza y alma, pues fueron escritos para ser cantados, no para ser recitados o leídos. Y en fin, resulta difícil colocar a Robert Zimmerman (su auténtico nombre) en el mismo plano en el que están la mayoría de los escritores que poseen el Nobel de Literatura... y viceversa.      

Por qué a Dylan?, tal vez para llamar la atención, para causar un impacto mundial y que todo el mundo hablara de ello; tal vez para dar la sensación de que están abiertos a todas las expresiones que tienen que ver con el arte y la cultura; también puede que pretendieran atraer a los seguidores del rock, que ya es algo mayoritario; es posible que quisieran presentarse como gente inconformista (las letras de Dylan, generalmente, lo son), pero el efecto es el contrario, ya que agasajar a una gran estrella (del rock o de lo que sea) es la esencia del conformismo, es sumarse a la masa.

En fin, si un músico (lo que es sin duda Dylan) opta a premios literarios, por qué no un autor de cómic, por qué no el genial Francisco Ibáñez, cargado de méritos utilizando ese lenguaje que combina dibujo y texto: millones de personas en todo el mundo se han carcajeado con sus originales y desternillantes personajes. Si la cosa sigue así, a nadie debería extrañar si en el futuro se entrega el Nobel de Literatura a un cocinero del que se dice que su cocina tiene poesía y filosofía; ni de que se distinga con el de Medicina a un fenomenal carnicero que es un hacha con los cuchillos y ha inventado nuevos cortes; ni de que un bailarín reciba el Príncipe de Asturias del Deporte, un novelista el Grammy o, puestos a desvariar, un caballo el Óscar al mejor actor. Hay quien ya asume que no pasará mucho antes de que un rapero luzca sus pantalonones ante el sanedrín de la Academia Sueca.   

Si aún quedaba algún atisbo de duda, después de esto puede afirmarse que el rock como concepto ha sido normalizado, definitivamente domesticado. Algunos de los que lo conocieron en sus primeras etapas y vivieron sus buenos tiempos, esos que comprando, escuchando y hablando de ese movimiento se veían en un mundo especial y ajeno a lo establecido, en un entorno nuevo y poderoso, esos sentirán como si algo se hubiera perdido para siempre.

A pesar de todo, este asunto admite opiniones, todas respetables. Sea como sea, Bob Dylan tiene razón: los tiempos están cambiando.


CARLOS DEL RIEGO

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