El gobierno de EE UU también pagaba por exterminar búfalos para matar de hambre a los indios. La foto (1892) muestra una montaña de cráneos de búfalo |
Continúan en Estados
Unidos derribando estatuas y mintiendo reiteradamente acerca de los verdaderos
responsables del genocidio de los indios norteamericanos. Así, culpan a
personas que vivieron hace cuatro o cinco siglos de crímenes que sucedieron
mucho después, de hecho, cuando se perpetraron las grandes y continuadas
masacres sólo había estadounidenses e indios entre México y Canadá
Alguien dijo que la
mentira no se combate sólo con la verdad, sino que antes de hacerla evidente
hay que desenmascarar las razones por las que se miente. En Estados Unidos se
viene mintiendo acerca de racismo y genocidio desde hace mucho, ¿por qué?, la
respuesta es fácil: aunque es evidente que hubo un exterminio sistemático y
financiado por el gobierno estadounidense, la mentalidad del WASP (blanco,
anglosajón, protestante) jamás admite culpa, sino que busca sistemáticamente un
culpable, un cabeza de turco al que acusar de sus crímenes. Esa es la causa
principal de su mentira, sacudirse la culpa. Es característico del blanco protestante
puritano: jamás admitir un delito que ponga en duda su superioridad moral, su
supremacismo ético y genético.
Que las masas
descerebradas, ciegas y violentas se lancen a romper creyéndose la trola es
hasta cierto punto comprensible (la masa no piensa), lo que resulta difícil de
descifrar es que universidades, historiadores y expertos no tengan interés en explicar
la verdad. Esa complicidad en la mentira, ese silenciar los hechos comprobables
sólo puede entenderse como esencia WASP (white, anglo-saxon, protestant), algo
de lo que no pueden desprenderse como tampoco de su complejo de superioridad.
No será preciso
convencer a nadie de que el racismo fue ley en Estados Unidos hasta los años
sesenta del siglo XX, ni que hasta ese momento se ahorcaba, apaleaba o quemaba
a los negros a la luz del día, ni que los fundadores del país (Jefferson,
Washington o el mismo Lincoln) poseían esclavos, ni que existió el Ku Klux Klan
y otros grupos supremacistas de blancos, protestantes y anglosajones que
mantuvieron esa ‘tradición’. Sin embargo, contra quienes cargan ahora es contra
personajes históricos españoles, a los que acusan del exterminio de los
apaches, comanches, kiovas, navajos…, a pesar de que cuando se produjeron las
matanzas ya existía Estados Unidos y allí no quedaba un solo español.
Cuando EE UU se anexionó
California (en 1848), lo primero que hizo el senado fue anular todos los
derechos de propiedad que, hasta ese momento, tenían los indios de aquel
territorio. Entre los escasos historiadores que se han atrevido a decir la
verdad está Benjamin Madley, que en 2016 publicó ‘An american genocide’, en el
que señala: “Cientos de lugares en los que se mató indios manchan California
(…) Individuos, grupos privados, milicias del estado, soldados del ejército de
Estados Unidos llevaron a cabo estos crímenes, en apariencia para proteger a
los no indios o para castigarlos por sus presuntos crímenes. Pero los
responsables sólo buscaban la aniquilación de los indígenas entre 1846 y 1873”;
se calcula que entre esos años los indios de California pasaron de 150.000 a
30.000. El congreso admitió una serie de medidas legales que incluían la
transferencia “de grandes extensiones de tierra de los indios a los no indios y
al gobierno del nuevo Estado”. Un congresista dijo:”La ley española garantizaba
a los indios sedentarizados el derecho a la propiedad de la tierra que ocupaban
más allá de lo que está permitido por este gobierno”. Son palabras de John
Fremont, que da nombre a ciudades y colegios y no le faltan estatuas.
En todo el territorio
estadounidense se produjo la persecución y matanza subvencionada. Se vendían
bonos del estado para financiar expediciones de exterminio. El periódico Daily
Alta California publicó en enero de 1851: “Como no hay más oeste a donde se les
pueda expulsar, el gobierno y el pueblo de California no tiene más que una
alternativa en relación con los supervivientes de lo que fueron tribus
numerosas, a saber, exterminio o domesticación”. Hay muchos editoriales y
artículos similares en la prensa de la época. En marzo de 1853 el senador de
Arkansas explicó en el senado: “Quince mil indios californianos han perecido de
absoluta inanición durante esta estación”. Habían sido empujados a las tierras
más pobres, continuamente atacados y siempre huyendo, con lo cual no podían
cultivar.
Lo de cortar
cabelleras parece que fue un ‘invento’ para no tener que cargar con la cabeza
del indio, que debía ser presentada para cobrar la recompensa (el primer
documento donde se habla de esta práctica es holandés, de 1641). Esta
barbaridad se hacía abiertamente, presumiendo incluso, era legal y muy bien
vista. Ya consta que el asentamiento inglés de Massachussetts (1628) pagaba 40
libras por cabellera de adulto y 20 por la de mujer o niño. Hacia 1700 el
precio había subido a 100 libras; muchos hicieron fortuna así, como uno que
montó una industria sobre la cabellera india y llegó a contar con cincuenta
trabajadores.
En California está la
Universidad Stanford, fundada por un empresario y político llamado Leland
Stanford. Empezó su fortuna construyendo el ferrocarril, para lo que se trajo
mano de obra esclava de China; los ‘importados’ pagaban el viaje, herramienta,
alojamiento y víveres con lo que ‘ganaban’ construyendo vías, pero no cobraban
en dinero sino en vales sólo canjeables en la tienda de la compañía de Stanford
(este trabajo no lo quería ningún blanco, ninguno). Evidentemente, jamás salían
de esa situación de esclavitud. Luego, en 1870, cuando casi no había trabajo,
los chinos fueron perseguidos y muchos linchados en plena calle. No tenían
derecho a denunciar, ni siquiera a testificar. Cuando fue senador propuso y
sacó adelante una ley para impedir que ningún chino pudiera tomar nacionalidad
estadounidense, y para prohibir la llegada de más chinos. También prohibían las
leyes casarse con gentes de otras razas, e incluso tener relaciones sexuales
con ellas era delito. Stanford hablaba en la cámara de “razas inferiores”, de
“pueblos degradados”. El tal Stanford (racista hasta la médula, despiadado,
criminal, político) no sólo tiene una universidad con su nombre, sino que
estatuas y placas lo recuerdan como benefactor.
Son sólo algunas
pequeñas muestras, porque si la búsqueda se amplía a otros estados serían
precisas miles de páginas (recomendable la película ‘Soldado azul’). Pues a
pesar de las pruebas documentales y evidencias concluyentes, los blancos
protestantes anglosajones siguen culpando a otros del genocidio que ellos
perpetraron.
Lo próximo será decir
que Colón montó el Ku Klux Klan, que fray Junípero Serra exterminó tribus
indias, que Cortés mató a Kennedy o que Oswald era de Albacete. La prioridad
del estadounidense blanco protestante es aparecer siempre como el bueno, y que el
malo culpable sea siempre otro.
CARLOS DEL RIEGO
(Con información
tomada de la obra ‘Fracasología’, de Mª Elvira Roca Barea)