OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 8 de julio de 2020

LAS MODAS DE LA INDIGNACIÓN

El cambio climático ya no interesa, ha pasado de moda y ha sido sustituido por la furia antirracista con carácter retroactivo, que también pasará de moda


Muy propio de las primeras dos décadas del siglo XXI es el aumento de ofendidos, indignados y enfadados que protestan airadamente. Y como las redes sociales permiten la inmediata comunicación entre ellos, pronto se montan las manifestaciones con gritos, abucheos, lemas y amenazas. ¿Contra qué?, pues depende de la moda del momento. Ahora (VII-2020) lo que se lleva es perseguir a todo aquel que, a ojos de hoy, pudiera ser llamado racista aunque viviera hace siglos, y castigarlo a través de estatuas, efigies, placas…
Parece haber siempre legiones de airados buscadores de posibles ‘pecados’ que denunciar, gentes que indagan y escarban tratando de encontrar alguien o algo susceptible de ser acusado de racista o esclavista aun cuando en su tiempo tal concepto estuviera perfectamente integrado en su sociedad. Esta es la protesta del momento, la que está de moda, de manera que, en cuanto aparezca la siguiente causa de indignación general, el racismo pasará a segundo plano.
No hay más que recordar. Hace unos meses lo que estaba de moda era buscar  mujeres que acusaran a hombres de haber abusado de ellas en el pasado. Así, casi a diario aparecían en las primeras páginas de informativos escritos o audiovisuales nuevas acusaciones, nuevas denuncias, nuevos culpables, muchas veces situando los ‘autos’ décadas atrás. Raro era el día que no saltaba a la más escandalosa actualidad otro caso con famosos involucrados. Muchos casos eran sangrantes…, igual que antes de la moda.
Pero pasó como pasa con todo lo que un día está de moda, que termina por pasar de moda y ser sustituido por la novedad. Por eso un día dejaron de buscarse posibles agresores (criminales quienes lo son) y de aparecer denuncias. Ya no se hablaba de ellos ni en las páginas interiores de los periódicos, ni en la sección ‘otras noticias’ de la radio o la tele, ni en ninguna de las secciones de los diarios digitales. El asunto dejó de interesar, ya no provocaba airadas manifestaciones o grandilocuentes declaraciones públicas.
Fue entonces cuando llegó la siguiente causa de indignación que arrinconó a la anterior: la preocupación por el medio ambiente. Sí, hasta hace muy poco las reuniones, concentraciones, manifestaciones e incluso actos violentos en la calle tenían como objetivo denunciar los excesos contra el Planeta y demostrar lo cabreados que estaban las ciudadanías. Liderados por una adolescente escandinava, ofendidos de medio mundo proclamaban sus protestas en muchas ciudades europeas y americanas, sumándose de modo oportunista los políticos, siempre dispuestos a aprovechar la moda del momento para dejarse ver como los defensores de la causa que interese hoy.
Pero aquello también pasó y, repentinamente, a nadie parecía importarle la monstruosa cantidad de residuos sanitarios arrojados a la basura con, lógicamente, sus consecuencias medioambientales. Y la razón de la pérdida de interés e indignación ecológica es la aparición de la siguiente causa: la búsqueda de posibles racistas, sobre todo en el pasado, para cargar contra sus representaciones en piedra o metal. Ý basta cualquier indicio o conjetura para concluir la acusación, señalar al culpable y actuar… Y la locura continúa. No sólo Colón es reo de ‘damnatio memoriae’ (en latín, condenar el recuerdo) a pesar de todas las explicaciones y argumentos de los historiadores y especialistas, sino que los inquisidores tratan de encontrar cualquier indicio de que este o aquel personaje, esta estatua o aquel símbolo pudieran haber tenido alguna conexión con el racismo. Así, en Inglaterra se ha llegado a exigir el derribo de una estatua del emperador romano Constantino, que vivió en los siglos III y IV, bajo acusación de esclavismo…Aunque lo máximo ha sido pintarrajear la placa de la calle Penny Lane de Liverpool con la palabra ‘racista’, porque hubo un traficante de esclavos llamado James Penny; el nombre de esa calle (originalmente fue un camino rural llamado Pennies Lane) fue origen del tema de Los Beatles así titulado, con lo que ha habido gente de escasas luces que han tratado de relacionar al grupo musical con el racismo. Museos, historiadores y expertos concluyeron, tras arduas y costosas investigaciones, que no existe el menor atisbo de indicio de prueba que relacione al traficante de esclavos con el nombre de la calle-canción. Los buscadores de motivos de enfado, muy a su pesar, han tenido que abandonar la persecución…
En todo caso, la moda de la denuncia contra personajes, objetos u obras de arte racistas también pasará y será sustituida. Es curioso, pero mirando las cosas con perspectiva puede afirmarse que, en general, la especie humana jamás había estado tan bien como ahora, jamás había tenido tantos derechos y libertades (en general), nunca en el pasado disfrutó de tanta tecnología, tantos remedios contra dolores y enfermedades, de tantos recursos como tiene hoy a su alcance (en general); y sin embargo, es hoy cuando hay más gente dispuesta a enfadarse y protestar, a buscar donde sea algo contra lo que rebelarse y manifestarse, alguien a quien acusar de lo que sea… Es como si hoy se hubiera desarrollado un instinto que empuja a la persona (a ciertas personas) a quejarse, a expresar ostentosamente su rabia s y/o frustración, a buscar malos y maldades. ¿No será que con quien están enfadados es consigo mismos y no se dan cuenta?
Pronto se tendrá noticia de la próxima causa que llevará a los ofendidísimos a chillar por las calles. Podía ser contra los pueblos que hace siglos sacrificaban animales, aunque no contra los que sacrificaban personas…
CARLOS DEL RIEGO

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