OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 24 de junio de 2020

LOS NECIOS SE CONJURAN CONTRA LAS ESTATUAS

En lugar de derribar y pintar estatuas es más fácil quemar los billetes con las efigies de los presidentes acusados de racistas


Está bastante extendido el convencimiento que atribuye una enorme ignorancia a gran parte de la población estadounidense. La mayoría no sabría situar China en el mapa, hasta hace poco pensaba que los dinosaurios y el hombre convivieron; y la necedad de moda (después de la de afirmar que la Tierra es plana) es atacar a las estatuas, a cualquier estatua. Basta una acusación, aunque sea falsa, para que se exija a personas de hace siglos el cumplimiento de leyes que sólo existen en 2020, y como ya no es posible llevar al personaje al paredón, se ejecuta su efigie. Necedad extrema
Lo peor de esta necedad es que es contagiosa, se transmite entre ignorantes de todo el planeta como un virus cualquiera, aunque es en Usa donde más abunda la memez y donde es más activa. Esta clase de estúpido está convencido de que si él hubiera vivido hace trescientos, quinientos o mil años hubiera conducido un eléctrico, comido pizzas, bailado rock & roll y usado el ‘whatsapp’, ya sería demócrata y ya conocería conceptos como ecología, feminismo, animalismo… Y por eso, porque el necio cree que de haber vivido él hace medio milenio tendría asimiladas estas ideas, se permite exigírselas a quienes sí vivieron entonces.
En realidad, la cultura protestante (ya sea anabaptista, metodista, pietista, episcopaliana, calvinista, presbiluterana…) siempre tiende a escurrir el bulto y culpar a otros de sus actos, de sus problemas, de sus frustraciones. Y así, en Usa tumban estatuas de sus fundadores y grandes personajes como si estuvieran juzgando, condenando y ejecutando al pasado y a todos los antepasados, culpándolos de todas las maldades que ocurren hoy. Los necios están convencidos de que antes de que llegaran ellos todo era malo e injusto y, por tanto hay que destruirlo, borrarlo de la Historia. Claro que, puestos a suprimir efigies de Washington, Lincoln o Franklin, deberían empezar por quemar los billetes que llevan en el bolsillo…; y luego pintarrajear y destruir las lápidas de sus antepasados, abuelos, tal vez padres, que son los que han mantenido el racismo hasta hoy.
Luego está esa cumbre de ignorancia, ese disparate de señalar y acusar a de racismo a pioneros como Colón o Junípero Serra, una muestra de necedad extrema. A Colón, que jamás pisó territorio de lo que hoy son México y Usa, se le acusa de “haber iniciado el genocidio” pues él descubrió América al resto del Mundo. Para empezar, tarde o temprano alguien hubiera llegado, o sea, resulta difícil pensar que hoy ese continente siguiera desconocido y sin contacto con los otros. Y en segundo lugar, es gran majadería juzgar a un descubridor por lo que los demás hagan con su hallazgo; por ejemplo, es tonto culpar a Alfred Nobel de los ataques terroristas cometidos con el explosivo que él inventó, a Einstein por las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki o a los hermanos Wright de los accidentes aéreos. Es igual de tonto que responsabilizar a alguien que vivió hace cinco siglos de los actos de racismo de hoy.
Fray Junípero Serra, por su parte, fue un benefactor, un protector de los indios. Llegó el fraile mallorquín a América en 1749, e inmediatamente se aplicó al estudio de las lenguas locales. A la vez que el catecismo católico enseñó al indio a usar herramientas que mejoraran su trabajo agrícola y ganadero, textil, de albañilería o carpintería… En octubre de 1776 fundó la misión San Francisco, origen de la ciudad, aunque también fue quien puso los cimientos de ciudades como San Diego, San Gabriel (hoy Los Ángeles)  o Monterrey. Y cuando algunos soldados españoles (muchas veces ex presidiarios) atacaban a indios e indias Fray Junípero les paraba los pies, lo que le costó serios enfrentamientos con la tropa y con los gobernadores.      
Claro que el Everest de la necedad es tachar a Cervantes de racista, cuando nunca estuvo en América, ni dijo una palabra de indios o negros, ni hay constancia de que nunca llevara a cabo actos de este tipo.
Además, también en las sociedades precolombinas abundaban los esclavos. La misma Malinche fue vendida como esclava y como esclava regalada a Cortés, que la convirtió en su asesora y madre de su hijo Martín. De hecho, muchas veces los indios pretendían pagar con esclavos (a veces hijos) las herramientas, utensilios, armas o ropa que compraban a los europeos. O sea, ya traficaban con esclavos antes de ver a un europeo. Por otro lado, se sabe que los esclavos negros huían de territorios bajo dominio británico y se refugiaban en territorio español (La Florida), acogiéndose a las leyes españolas que los liberaban inmediatamente si se bautizaban (cosa que hacían encantados). Y, en fin, puede añadirse que en los territorio españoles hubo matrimonios mixtos (blancos-negros-indígenas) desde mediados del siglo XVI, legales a todos los efectos, mientras que en territorio anglosajón –Usa no fueron legales hasta 1967.
El racismo que hoy se mantiene en Usa no es culpa de los que vivieron hace cuatro o cinco siglos. Sólo los necios conjurados, ya sean necios malintencionados, necios subvencionados o necios-necios, acusan de sus vicios, sentimientos y frustraciones a gentes tan alejadas en el tiempo, a las que ejecutan mediante sus estatuas.     
Parece difícil que haya gente que no entienda que para llegar al pensamiento de hoy ha habido que pasar por el de ayer. Del mismo modo que para llegar al último modelo de automóvil hubo que pasar por el Ford T de 1908, y a nadie se le ocurriría despreciar y tratara de destruir y suprimir de la historia el Ford T acusándolo de gastar y contaminar mucho, de ser inseguro, incómodo… Las ideas y conceptos que rigen la mente del siglo XXI no surgen de repente, sino que son producto de la evolución del razonamiento. 
CARLOS DEL RIEGO

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