OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 12 de mayo de 2019

¿POR QUÉ YA NO APARECEN LENNONS, BOWIES O JOPLINS?

Con poco más que esto se puede convertir a un tuercebotas con oído de madera en un virtuoso 


El músico neoyorquino Moby declaraba recientemente en televisión que “la música actual puede ser genial, pero nunca estará a la altura de la de John  Lennon, Neil Young o The Clash”. Y debe tener algo de razón, ya que hace mucho, muchísimo tiempo que no aparece un artista destinado a permanecer, a ser recordado décadas después

El asunto no es que no se hagan buenas canciones ni que no haya actualmente músicos con mérito, pero falta algo; por unos y otros factores el rock y derivados que se facturan hoy no tienen esa ‘alma’, ese chispazo, esa virtud que convierte una pieza buena en eterna.

Tampoco se trata de que el músico de rock tenga que inventar nuevos géneros musicales ni diseñar nuevos sonidos y ritmos en cada disco, o sea, la cosa no va de innovar a cada paso. De hecho, lo único que se echa en falta en el rock de comienzos del siglo XXI es canciones con contenido suficiente para que se mantengan en el tiempo, ya que, como viene a decir Moby (especialista en techno pero cuyas principales referencias no tienen que ver con ese género), hace muchísimo que no se escuchan buenas canciones que, además, tengan esa chispa, esa vibración, ese ‘feeling’, ese toque de gracia que puede convertir una buena idea en una idea genial y permanentemente atractiva.  

Hay varias causas de esta sequía de talentos perdurables en este negocio del rock. Siempre se señala al hecho de que hoy la música tiene que competir con abundantes y poderosos rivales por la atención del gran público, que lleva todo el entretenimiento existente en el bolsillo, con lo que eso del rock es, simplemente, una opción más. Asimismo, la desaparición del objeto físico también le ha quitado bastante encanto al rock, es decir, se puede escuchar y ver todo en cualquier momento en cualquier sitio, y esa disponibilidad absoluta, ese tenerlo todo a mano siempre le quita valor a las cosas (del mismo modo que quien tiene un genio al lado a diario no lo valora tanto).

Y también está el tema de la tecnología. No es que las nuevas herramientas sean perniciosas, lo malo es cuando las infinitas aplicaciones y programas informáticos, los potentes hardware y software que hay hoy en los estudios de grabación se convierten en el todo. En otras palabras, muchas de las producciones de la actualidad (por no decir la gran mayoría) están hechas a base de trucos y herramientas electrónicas capaces de convertir gallos y desentonos en delicadas armonías. Todo el interesado tiene al alcance esos programas y equipos que permiten no sólo corregir las notas desafinadas (el autotune), sino que alguien que no haya tocado la guitarra en su vida puede ‘grabar’ un solo sublime; por ejemplo, se graba un ‘tin’ de la guitarra, después se hace lo mismo con otra nota, y otra, y otra, luego se unen todas, el programa las alarga o las acorta, les da profundidad, vibración, efectos, distorsión, sonidos…, y le proporciona el tempo deseado, con lo que el resultado final puede parecer a la altura de los grandes héroes de la guitarra. Igualmente con la voz: uno que cante como un perro, con el programa adecuado puede pasar por un cantante de ópera, ya que el ordenador se encargará de situar cada sonido, cada sílaba, cada nota dentro de los límites armónicos.

En realidad este es uno de los grandes problemas de la música rock y pop del siglo XXI: el abuso de la tecnología, el convertir las herramientas en lo principal; o sea, ya no hay que concebir una melodía bonita y atractiva y luego engarzar en ella una letra ingeniosa y con contenido, sino que simplemente hay que montar convenientemente, artificiosamente, cualquier mediocridad. El márketing se encargará de venderlo como algo imprescindible. Y es que el mal uso de las herramientas informáticas puede llevar a engaños monstruosos; por ejemplo, es posible hacer un vídeo en el que Winston Churchill aparezca cantando el ‘Porompompero’ y que parezca absolutamente verídico. Como todo el que está en el asunto sabe, se pueden coger palabras sueltas de una persona y recomponer con ellas frases con sentido y entonación, dando la sensación de que el personaje ha dicho y hecho lo que aparece en el montaje; e igualmente hay programas de vídeo que ‘hacen’ bailar a cualquiera al son que dicte el informático.

Por otro lado, también hay quien sostiene que el problema es que el rock no da más de sí, que ya está todo hecho, que no hay puertas que abrir ni ideas que aportar. Tal vez haya algo de cierto en ello, pero el asunto es que no hay que ser eminentemente novedoso para hacer buen rock & roll, basta con hacer canciones con ese punto extraordinario que tenían las de las décadas doradas del rock, cuando lo importante era el talento, cuando la técnica sólo era un medio, un utensilio, no el objetivo principal.

Sí, por unas u otras causas, como afirmaba Moby, hace demasiado tiempo que no aparecen Bowies, Joplins Youngs o Lennons, Raycharles ni Aretafranklins, lo cual no quiere decir que no haya talento por ahí, pero…

CARLOS DEL RIEGO


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