Parece decir 'me iría con vuestro enemigo pero acepto vuestro dinero'.. |
Hace catorce meses el director de cine
Fernando Trueba fue el origen de una encendida polémica cuando, al recibir un
premio reservado a cineastas españoles, declaró no sentirse español (entre
otras increíbles afirmaciones) a la vez que extendía la mano para recoger la
pasta. Como si los que entonces se sintieron ofendidos le hubieran estado
esperando, el altercado verbal ha resurgido con el estreno de la nueva película
del susodicho, la cual ha registrado una muy floja acogida por parte del
personal; seguramente el recuerdo de aquellas palabras ha tenido su influencia
en los datos de taquilla. Dicho sea de paso, el pretendido boicot a la película
tiene tanto sentido como las actitudes de este señor, pues no hay mayor
desprecio que no hacer aprecio.
En primer lugar se antoja
incomprensible que alguien que trabaja ‘de cara al público’ y, por tanto,
depende de su voluntad y sus gustos, despotrique, menosprecie y se manifieste
contra los sentimientos de una parte importantísima de sus clientes. Así, es
fácil entender que si alguien se sintió insultado no sólo no acuda a ver el
filme, sino que reniegue en lo sucesivo de cualquier obra firmada por este
señor. Uno puede sentirse lo que quiera y manifestarlo cuando lo desee, pero
siempre le será más rentable hacerlo con educación y sin faltar a quienes van a
comprar su producto, pues en caso contrario estará tirando piedras contra su
propio tejado; y cuando a causa de una incontinencia verbal alguien se gana la
enemistad de parte de la audiencia, será para siempre y sin vuelta atrás. Lo
curioso es que el director afirma no entender la reacción airada de muchos
españoles contra él y su película…, es como el que muerde la mano que le da de
comer y luego no comprende que la mano no vuelva a ofrecerle comida.
Conviene recordar que el protagonista
de esta historia (que nunca ha manifestado ningún escrúpulo en aceptar dineros
y subvenciones del país del que tan mal habla) fue más allá, mucho más allá de
una simple expresión de afecto o desafecto; y es que añadió sin sonrojarse que le
hubiera gustado que España hubiera perdido la Guerra de la Independencia contra
Napoleón (cuyas tropas destruyeron, quemaron, mataron y saquearon a voluntad),
y para rematar su discurso se le ocurrió soltar que en caso de guerra se pondría
de parte del enemigo de España (en un contexto bélico esto se llama traición).
Este indisimulado resentimiento contra el lugar donde nació, donde están su
familia y sus amigos, donde ha trabajado y progresado, no deja de recordar a
aquellas vociferantes masas que durante los días de la II República Española
gritaban por las calles “¡Viva Rusia y muera España!”; si tal cosa se produjera
hoy, probablemente Trueba estaría en primera fila y voceando más que nadie.
En posteriores manifestaciones este
hombre ha señalado que no se le entendió, que se sacó de contexto, que cuando
dijo blanco quería decir verde y así debió entenderse, queriendo asimismo
transmitir la idea de que soltó todo aquello en tono irónico, a modo de
chascarrillo…, sin embargo, resulta difícil encontrar algún atisbo de gracia en
aquellas palabras. Por otro lado, sabiendo de las posturas y actitudes
excluyentes que el personaje había mostrado previamente, aquella salida de tono
parece más una muestra explícita e intencionada de lo que tiene en su interior.
Dijera lo que dijera y con la intención
que fuera, no parece oportuno hacer de menos a la cultura y tradición de un país
(habló de clásicos españoles en tono descortés, desdeñoso) precisamente durante
la ceremonia en la que ese país le está agasajando, premiando y gratificando;
no era el lugar ni el momento ni el contexto para verter tales reflexiones. Por
último, del mismo modo que el tonto es tonto aunque no se sienta tonto, quien
es español lo es aunque no lo sienta.
Sea como sea, hay en este país mucha
gente, muchos espectadores que sienten como si algunos profesionales de este
negocio los hubieran echado del cine a patadas, empujones e insultos. Sucedió
hace unos cuantos años, cuando actores y directores (no es necesario recordar
nombres) faltaron al respeto a aproximadamente la mitad de la población, e incluso
alguno utilizó el término ‘subnormales’ para despreciar a quienes no coinciden
ideológicamente con ellos y prefieren otra opción política. Tal vez no se
dieran cuenta, pero en aquel momento esos cineastas expulsaron de las salas a
miles de españoles, y no será a corto plazo ni tampoco fácil conseguir que
vuelvan. Sin la menor duda, esta es una de las causas de que cuando se
proyectan ciertas películas españolas las salas muestran exceso de butacas
vacías; otras causas son la calidad, la feroz competencia que tiene el cine en
pantalla grande y, claro, los precios. Además, la película de la discordia es
segunda parte, es otra de la guerra civil, es otra con (seguro) buenos buenísimos
y malos malísimos…, ¡con la de episodios históricos que ofrece España, Hispania
o Iberia para idear buenos guiones cinematográficos!
Al parecer los productores invirtieron
diez o doce millones en la peli, cantidad que les va a ser muy difícil recuperar,
por lo que en adelante puede que Trueba se tope con problemas para encontrar
quien financie sus empresas. De todos modos, si lo que se proyecta es
atractivo, gusta, seduce y tiene gancho (como no pocas de sus producciones
anteriores a la desafortunada ‘rajada’), el público responderá aunque sea obra
de alguien que siempre se pondrá de parte del enemigo. ¿O tal vez no?
Después de todo el jaleo, y tal vez
pensando en su futuro, el director se la envaina y se desdice: “Amo a España”,
dijo luego de comprobar las consecuencias de sus palabras. Si no te gustan
estos principios tengo otros, explicaba un genio de este mismo gremio.
CARLOS DEL RIEGO