OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 14 de septiembre de 2016

INDEPENDENTISMO CATALÁN, RECURRENTE Y FATIGOSO ‘DÉJÀ VU’. Es fatigoso tratar del asunto del nacionalismo separatista catalán: da la sensación de volver a pasar una y otra vez por el mismo sitio, como eso que se conoce como un ‘déjà vu’, algo ya visto. Aun así, siempre es oportuno recordar argumentos y razones.

Mapa del 'Regni Hispaniae' de finales del siglo XVI que, como puede verse, incluye Catalonia, Aragonia, Legio, Castilia Vetus....
Hay que tener en cuenta que esta táctica de la obstinación, utilizada desde siempre por niños y adolescentes, puede dar buenos resultados si, a causa del cansancio, se termina cediendo. Hace unos días tuvo lugar en Cataluña otra multitudinaria manifestación independentista con representación de prácticamente todos los estamentos públicos autonómicos; con ella tratan de enviar el mensaje de que sus peticiones son un clamor popular, un sentimiento general que está respaldado por una aplastante mayoría de catalanes; pero la realidad dice que, por mucho ruido que metan, no son mayoría (conviene recordar que diez personas gritando alborotan más que mil en silencio). Sea como sea, la recurrente y monótona melopea en la que basan sus exigencias son lo mal que les trata hoy y lo mucho que en el pasado les ha perjudicado España (quieren decir el resto de España).

Es fácil rebatir esas posiciones, y no son pocos los que lo han hecho desde todos los ángulos con datos, cifras, documentos…, pero los muchos catalanes convencidos de un modo casi fanático no van a atender a ningún razonamiento: están tan adoctrinados que su verdad actúa como un muro de contención que impide la asimilación de cualquier idea o pensamiento contrario a su credo. Por otro lado, el hecho de que hoy (IX-16) haya más independentistas, y más combativos, obedece a la política de catequización que ha llevado a cabo el gobierno autonómico en las últimas décadas: desde la escuela hasta la universidad, a través de los medios de comunicación, en los ámbitos culturales, sociales, económicos y deportivos, desde estamentos oficiales y a través de normativas…, toda iniciativa, proyecto o idea que tuviera intención segregacionista ha sido siempre generosamente subvencionada, eso sí, con dinero de todos, de los nacionalistas y de quienes no lo son; así, es lógico que haya aumentado el número de catalanes con ese pensar, pero por otro lado, es significativo que después de décadas de aleccionamiento sistemático y generalizado el sentimiento separatista no sea aplastantemente mayoritario.       

Aunque razonamientos contrarios a su certeza absoluta no les van a penetrar jamás, algunos especialistas no dejan de insistir. El catedrático Gabriel Tortella (Barcelona, 1936), una de las voces más autorizadas en todo lo referente a la historia económica de España, especialista de enorme prestigio internacional y autor de obras tremendamente ilustrativas, publicaba recientemente (junto a otros autores) el ensayo ‘Cataluña en España. Historia y mito’. Con este motivo ha concedido entrevistas con declaraciones y reflexiones jugosísimas a las que cualquiera con interés puede tener acceso. El profesor aporta datos irrefutables y lúcidas conclusiones, sin embargo, como él subraya: “¿Qué pasa cuando los economistas rebaten las tesis nacionalistas?, pues que dejan de hablar de ello, pero siguen repitiendo lo de España nos roba”, e igualmente “Los hechos históricos demuestran que nunca existió un país catalán”, o “Que el padre pueda elegir en qué lengua estudia su hijo se considera un ataque a Cataluña”.  

Se puede ir, igualmente, a los textos que han dejado cronistas, autores e historiadores catalanes de época anterior a la unión de las coronas catalano-aragonesa y castellana, obras en las que no se aprecia el mínimo resentimiento hacia el concepto de España. En el siglo XV hubo autores como Gabriel Turell, que alude en uno de sus escritos a la “bella obra como se mostra en Spanya”; como Pere Tomic, barcelonés, quien se refería al ampurdanés Dalmau de Crexell como un caballero que destacaba más “que nengun cavallers que lavors fos en Hispanya”.

Mucho después, quien fuera líder de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó, explicaba en sus ‘Memorias’: “Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.
También es más que conocida la amarga decepción que se llevó Manuel Azaña (autor del texto definitivo del Estatut de 1932) tras las “insensatas” actuaciones que llevaron a cabo los políticos de la Generalitat (nunca señala al pueblo catalán), en aquellos azarosos años treinta del siglo pasado…; uno de sus mayores desengaños fue cuando se enteró de que Companys había proyectado una paz por separado con Franco, e incluso pretendiendo que Francia e Inglaterra tutelaran ese proceso.
    
Los más adheridos a la idea única y absoluta del separatismo no permitirán que ningún razonamiento oscurezca su inmaculada creencia, puesto que no terminan de asimilar el hecho de que Cataluña no es sólo de los catalanes, como Andalucía tampoco es sólo de los andaluces; y todo lo que sucede en cualquier parte del país afecta y es asunto de todos. No es difícil de digerir, pero el sectarismo excluyente no atiende a razones.

CARLOS DEL RIEGO


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