OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 28 de julio de 2013

J J CALE, UN HOMBRE TRANQUILO Falleció como vivió, sin hacer mucho ruido, y en esta circunstancia realizó también sus creaciones musicales. J J Cale es la materialización de la anti-estrella, pues rechazó ser gran figura, se negó a ser una estrella del rock

John Weldon Cale, un solitario, una antiestrella.
El músico de rock y en general cualquier artista que alcanza el éxito tiende a convertirse en estrella. Pero, como ocurre en todas partes, incluso en un ambiente tan especial hay gentes y personalidades que se salen de la tendencia. Así era J J Cale, el cantante, compositor y guitarrista estadounidense recién fallecido a los 74 años causa de un ataque al corazón.


John Weldon Cale era su verdadero nombre, y si su seudónimo artístico era J J se debió a que, a mediados de los sesenta, un promotor lo presentó como J J Cale para que no se confundiera con el integrante de la Velvet Underground John Cale. Dotado de una enorme personalidad, el músico de Oklahoma ya estaba en esto del rock aun en los cincuenta, y casi hasta el último momento se mantuvo activo; publicó 14 álbumes de estudio (más los que grabó con grupos anteriores a su carrera en solitario) y, por encima de todo, se inventó unos modos absolutamente únicos.



A pesar de su longevidad artística, bien puede afirmarse que sus años dorados casi coinciden con la década de los setenta del siglo pasado, del 72 al 82, con siete álbumes verdaderamente antológicos, únicos, inconfundibles. Su estilo venía a ser como un reflejo de su personalidad, pues J J era un tipo solitario, una persona incómoda ante focos y cámaras, un músico que perseguía hacer (y vender) canciones y discos sin aparecer como gran protagonista, como estrella del rock; seguro que su idea de la felicidad era estar sentado en el porche de su casa (o su caravana) en Tulsa, él solo con su guitarra, de noche, y poder tocar y cantar para él mismo. Y tal vez nunca hubiera sido conocido más allá de Oklahoma y otros estados del sur si un tal Eric Clapton no se hubiera topado con piezas tan significadas como ‘After midnight’ y ‘Cocaine’; el caso es que todos los aficionados quisieron saber más de ese tipo capaz de hacer canciones tan atractivas como para que el guitarrista inglés se fijara en él, y así empezó J J a conseguir el reconocimiento general. 
 Curiosamente, en contra de lo que hacen y han hecho la abrumadora mayoría, una vez en el umbral del estrellato no quiso dar el siguiente paso y se volvió a la soledad de su casa, es decir, no quiso ser una estrella del rock sino que prefirió seguir cantando y componiendo desde un segundo plano. Todo sin esconderse, sin impostura o arrogancia, con naturalidad.

Una vez que se escuchan unos pocos compases de cualquiera de sus temas el oyente se queda para siempre con un estilo tan propio como singular. Así, si el de Tulsa era alérgico a las servidumbres de la popularidad, sus creaciones repelían las pompas, la ostentación, lo aparatoso. Sus canciones son cortas y sencillas, carentes de fuegos artificiales y efectos o arreglos innecesarios o demasiado sonoros, y de igual manera su tono y modulación de voz, casi susurrante, ligera, a veces sin pasar de un cuchicheo y otras pareciendo apenas un rumor, sin un solo grito, sin una nota altisonante, como si pretendiera ante todo no molestar, como si deseara acariciar suavemente los oídos; todo muy contenido, tranquilo, mesurado, templado. Pero eso no quiere decir que no haya emoción, nada de eso, hay agitación, inquietud, alegría, tristeza… La instrumentación (sin estridencias) puede ser muy rica, mientras la voz siempre dibuja inspiradas melodías…, da la impresión que este tipo tenía un truco, una técnica mágica para componer tanto y tan bueno, como si esto fuera algo sencillo.

Y aunque parezca que sonando de forma tan suave se está lejos del rock, J J Cale demostró que no es necesario mucho ruido, distorsiones, voces agresivas y ritmos trepidantes para confeccionar rock & roll de primera categoría, como demuestra (entre otras muchas) ‘I´ll be there’; claro que la versatilidad de esta anti-estrella le llevó por muchos otros caminos, obteniendo frecuentemente brillantísimos resultados: country arrebatador como en ‘I´d like to love you baby’; blues crudo, puro, como en ‘Crazy mama’ o más personal como en ‘Thirteen days’; jazz irresistible como en ‘Mojo’; folk pantanoso como en ‘Cajun moon’; maravilloso rythm & blues como en ‘Hey baby’; y podía hacer obras más llenas como la arrebatadora lenta ‘Sensitive kind’, más pop como en ‘I´m a gipsy man’ o ‘Ill´make love to you anytime’, e incluso crear atmósferas etéreas como en ‘Starbound’… Y así se podría seguir un buen rato, enumerando preciosidades musicales como ‘Don´t cry sister’, Lies’, o ‘Carry on’, o sus títulos más famosos ‘Call me the breeze’, ‘Fryday’, ‘I got the the same old blues’ y los que popularizó el mencionado Clapton. ¡Qué cantidad de seductoras melodías compuso este hombre!

Fue lo que se dice un hombre tranquilo y bajo esa condición hizo sus canciones. Tuvo todo lo necesario para convertirse en una gran estrella del rock, pero siempre se sintió más cómodo lejos del primer plano, así que no puede extrañar que sea recordado como un músico de culto que nunca quiso tener que ver con el ‘establishment’, con el ‘show busines’. Si el término anti-estrella tiene significado, J J Cale es su personalización.

Esté donde esté se habrá agenciado una mecedora y una acústica y estará cantando. Sin hacer mucho ruido.      
    
CARLOS DEL RIEGO   


viernes, 26 de julio de 2013

¿ES EFICAZ EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS TAL COMO ESTÁ ACTUALMENTE? Puesto que en el congreso nadie es permeable al discurso de los de enfrente, y puesto que todo el mundo va a votar según lo dispuesto por la dirección del partido, ¿qué objeto tienen discursos y votaciones?, y ¿pará qué tantos padres de la patria?


¡Por qué tantos si ya se sabe que nadie convencerá a nadie y todos votarán según directrices oficiales de sus respectivos partidos!
Muy rara es la época en la que no hay duros enfrentamientos verbales en el parlamento, en el congreso de los diputados; sin embargo, viéndolo desde una perspectiva de escepticismo se puede llegar a la conclusión de que todo es una especie de teatro, como preparado, como siguiendo un guión. Los representantes del gobierno lanzan sus discursos, que son aplaudidos por sus correligionarios y silbados o silenciados por los rivales; luego el turno es para los de la oposición, que lógicamente está para criticar y cuenta con los vítores de los suyos y la protesta de los otros. Ningún orador consigue que un adversario sopese la posibilidad de tener en cuenta sus palabras. Este es el rito que se repite una y otra vez, un guión que todos los actores de este gran escenario conocen a la perfección y respetan por encima de todo. Y así se llega al momento de las votaciones…, algo absolutamente inútil (salvo cuando algún manirroto despistado se equivoca), puesto que se podría adivinar el resultado de cada una simplemente sabiendo cuántos están presentes de cada formación: como todo el mundo sabe, todos los parlamentarios votan en bloque siguiendo las instrucciones de la dirección de sus respectivos partidos, por lo que las sorpresas sólo llegan tras confusión. Por ello, ¿para qué tantos tipos en el congreso?, ¿por qué tanta cháchara?, ¡si todos van a votar lo que se les diga!, ¡si nadie convence a nadie! Sobran la mitad de la mitad (o más).

Nunca nadie cambia de opinión, todo se limita a un diálogo de sordos en el que cada uno cuenta su verdad sin que el de enfrente le escuche y, por supuesto, sin que se deje convencer por muy sólido que sea el razonamiento propuesto. Los unos y los otros sueltan sus respectivas cancamurrias que sólo son atendidas por los propios, mientas que los contrarios, en el mejor de los casos, discrepan radicalmente sin considerar razones y argumentos (si no están jugando con el móvil o echando una cabezadita); esto se debe sobre todo a que la ideología está tan arraigada en el sentir del parlamentario, tan petrificada, tan fosilizada que impide asimilar planteamiento diferente; por no mencionar que toda la vida de cada uno de ellos está en manos del partido, y claro, más vale no pensar mucho ni tener opiniones contrarias al ideario oficial. 

Se habla de instituciones innecesarias, costosas y sin función como senado, tribunal de esto y lo otro, consejo de aquello y lo de más allá, comunidades autónomas, diputaciones…, pero si se piensa fríamente, el parlamento no vale para mucho, al menos como está actualmente concebido. No es que no sea necesario, al contrario, es imprescindible, pero al igual que otros modos, costumbres y procedimientos del espacio político, la llamada cámara baja precisa un cambio radical tanto en su forma como en su fondo.

Pero lo mejor del asunto es que donde están ahora unos ya estuvieron los otros, y viceversa, o sea, el transcurrir de la historia parlamentaria es cíclico, todo se va repitiendo, sólo cambian las caras y el nombre del partido, el que ayer acusó hoy se defiende, y viceversa, el que hoy manda alardea de su gestión, y viceversa; van cambiando cíclicamente el lado del espejo en el que se encuentran. Además, casi siempre están gastando tiempo y energía en ellos mismos, en acusaciones mutuas, en denuncias, en proclamas grandilocuentes, en sobreactuaciones en torno a sí mismos…

Y así sucesivamente mientras no se modifique el concepto y la estructura de tan imprescindible institución.

CARLOS DEL RIEGO   


martes, 23 de julio de 2013

LA BAJEZA MORAL DE DAR A UN CRIMINAL EL HONOR DE UNA PORTADA Enorme revuelo ha causado en Estados Unidos (en el resto del mundo menos) la portada que la revista Rolling Stone ha dedicado al acusado de los atentados del maratón de Boston, un hecho que demuestra hasta dónde están dispuestos a llegar algunos periodistas para vender

El (presunto) terrorista accede
a los  honores de portada, logrando
así un auténtico triunfo
Las similitudes entre la portada del
 cantante  y la del (presunto) terrorista
sitúan a éste a la altura de gran estrella
del rock.




















La prensa lleva mucho tiempo cobrando un inusitado y perverso protagonismo. Y una buena muestra de ello es la categoría de gran estrella que la revista Rolling Stone ha otorgado al (presunto) terrorista Tsarnaev al dedicarle la portada de su último número. Como quiera que las críticas contra el magazine han sido abrumadoras, sus directores emitieron un ridículo y sonrojante comentario exculpatorio y justificativo diciendo algo así como que ellos (el periódico) están con las víctimas y sus familiares…, pero que la portada no es para estos sino para el (probable) agresor, que es (según los redactores y sus jefes) quien tiene que llevarse la gloria de aparecer en la cubierta, mientras que los agredidos deben callarse y aguantar, e incluso ver con buenos ojos que quien (supuestamente) causó muertes y mutilaciones se lleve tal privilegio.

A nadie se le escapa que la portada de una revista de alcance mundial se convierte en noticia por sí misma, de modo que la efigie escogida adquiere no sólo fama, sino también un halo de exclusividad, un plus de ídolo, un estatus similar al de una auténtica estrella del rock (no hay que olvidar que dicha revista es eminentemente musical), cosa que queda más que patente cuando se compara la foto del tal Tsarnaev con algunas de las que Rolling Stone dedicó al cantante Jim Morrison: ambos personajes tienen el mismo tratamiento, la misma aureola de gran celebridad, de verdadera figura.

Y aquí reside uno de los principales problemas de otorgar tanta notoriedad a un (hipotético) indeseable: que se transmite la idea de que ha ganado, que se ha convertido en un hombre de éxito, que ha conseguido su propósito…, pues no hay que olvidar que uno de los principales objetivos de todo grupo terrorista es precisamente la publicidad, la difusión de sus actos, sus ideas y sus motivos, algo a que en este caso es culpa de los responsables de la revista. No extraña que esta publicación estadounidense también diera en su momento los honores de su portada a unos de los asesinos más abyectos de la segunda mitad del siglo pasado, Charles Manson, lo que extraña es que no lanzaran un número con el retrato del asesino de John Lennon a todo color y a toda plana en su fachada principal.

Esto viene a dejar claro que hay muchos periodistas (directores, jefes de sección, redactores, presentadores) dispuestos a lo que sea con tal de vender su producto, sin detenerse en el daño que pueden ocasionar a inocentes y el honor que dispensan al indeseable. El caso extremo fue el de aquel presentador de televisión brasileño que provocaba él mismo el crimen para presentarse en el lugar antes que ningún competidor; situaciones menos llamativas pero no menos indeseables se dan a diario en todas partes; así la cadena de televisión que contrata a un asesino o ladrón o maltratador o violador convicto para que cuente sus fechorías en primera persona a cambio de una suma suculenta, enviando así la idea de que el criminal ha ganado algo con su crimen, dando legitimidad y respetabilidad al hecho de que por ser delincuente tiene la oportunidad de ser protagonista en televisión y de paso llevarse un buen cheque…, mientras que la víctimas y sus familiares son castigados a contemplar cómo el causante de su desgracia es tratado como persona respetable a la que se paga por sus explicaciones.     

De alguna manera, cuando el malhechor accede a la primera página ha triunfado, ha conseguido una victoria rotunda gracias a la bajeza moral de quien decide elevarlo a los altares de los medios de comunicación.

CARLOS DEL RIEGO   


lunes, 22 de julio de 2013

¿Y QUÉ FUE DEL ROCK SINFÓNICO? Es uno de los géneros musicales más desprestigiados por la crítica y menos recordados por el gran público, duró pocos años y los grupos que introdujeron esta variante de rock han sido relegados, salvo señaladas excepciones, al saco del olvido, cuando no al del desprecio.

Genesis cuidó mucho la puesta en escena
El rock sinfónico, sin embargo, fue como cualquier otro estilo, tendencia, ritmo o subgénero: produjo buenas y malas canciones, por lo que no es justo meter a todos en el mismo cajón. Curiosamente, este mismo año una organización argentina otorgó un premio al grupo británico Yes como gran abanderado del rock sinfónico.


Aunque siempre resulta difícil definir modos musicales, sí que se pueden señalar sus principales características; así, el rock sinfónico (cien por cien de los setenta del siglo pasado) suele gustar de piezas extensas en las que haya tiempo para todo, para alegros y vivaces, para pianos, tocattas y fugas, para solos virtuosos, entradas efectistas e infinitas variaciones sobre el tema principal, para recrear pasajes calmos que mutan en caóticos, para usar ritmos chocantes y engarces casi imposibles…, hasta convertir una canción en algo cercano a una sinfonía. Asimismo este tipo de formaciones tenían siempre un ojo en la música clásica, usando no pocas veces de ambientes, recursos, estructuras y sonoridades tomados directamente de autores clásicos. Lógicamente los músicos integrados en bandas sinfónicas habían de tener un talento innegable, un dominio total sobre su instrumento, de forma que tenían que estar preparados para convertirse en solistas, para saltar al primer plano y colocarse a la altura de la voz solista en cualquier momento; de hecho, todos los adscritos al rock sinfónico podían hacer en directo exactamente lo mismo que ofrecían en disco (“para bien o para mal suenan igual en vivo que en estudio” se solía escribir de estas bandas). En el debe del estilo y sus practicantes está la excesiva pomposidad de los temas, la a veces cargante grandilocuencia, los desproporcionados pasajes instrumentales…, sí, fue un género tendente a lo grandioso que no en vano encajó perfectamente en lo que se llamó ‘dinosaurios del rock’.


Dentro del concepto de rock sinfónico se suelen meter grupos u obras que cuentan con alguna de las características señaladas, pero que en puridad no pueden ser considerados como tales; así The Moody Blues, Mike Oldfield o Pink Floyd, o álbumes conceptuales como ‘Tommy’ o ‘Quadrophenia’ de The Who, el ‘Concierto para grupo y orquesta’ de Deep Purple o el ‘Inagada da vida’ de Iron Buterfly; y es que no es suficiente que una canción ocupe una o las dos caras del disco para señalarla como sinfónica.

Realmente fueron pocos los grupos encuadrables dentro del rock sinfónico; King Crimson publicó elepés sinfónicos como ‘In the court of…’ o el infravalorado ‘Islands’, aunque su propuesta, siempre experimental y muy atrevida, resultaba a menudo de difícil escucha. Pero los que dieron forma a ese estilo, los que no pueden ser encuadrados en ninguna otra estantería de la historia del rock son Yes, Emerson Lake & Palmer, Genesis, Rick Wakeman y Camel (se podría añadir a los pupilos italianos de ELP, Premiata Forneria Marconi, pero no pasan de una curiosidad).

Keith Emerson era una prodigioso teclista que supo aprovecharse de la tecnología junto a un excelente guitarrista y bajista, Gregg Lake, y un solvente batería, Carl Palmer; después de un primer disco dubitativo y algo disperso aunque con dos o tres temas excelentes, Emerson Lake & Palmer se lanzaron por ese camino inexplorado, produciendo obras que en su momento deslumbraron, pero que ya entonces hubieron de sufrir el feo apelativo de ser “muy pretenciosas”; así el ‘Trilogy’, un disco muy meritorio que, escuchado hoy, sigue cautivando, el menos inspirado ‘Brain salad surgery’, o el emblemático ‘Pictures at an exhibition’, que no era sino una revisión en clave rock de la composición del mismo título del autor ruso Modesto Moussorgsky (también recrearon partituras de otros compositores, como el argentino Alberto Ginastera). Su sonido siempre estaba marcado por el órgano y otros teclados de ‘última generación’ que manejaba Emerson, habitualmente rodeado por unos aparatos que proporcionaban atmósferas pretendidamente cultas; luego estaba la voz suave, casi de terciopelo, de Lake, cuyas guitarras poco tenían que envidiar al teclado, aunque siempre quedaban un tanto relegadas o simplemente no existían; Palmer se encargaba de aportar ritmo, pero sin limitarse sólo a eso, ya que siempre que podía metía cosecha propia. El resultado a veces parecía algo pomposo y recargado, pero muchas otras resultaba tremendamente atractivo, diferente, algo situado en las antípodas de las canciones de dos minutos con el mismo planillo: estribillo, estrofa, estribillo, solo, estribillo, estrofa, estribillo y final. ELP se fueron disolviendo en el tiempo al igual que el estilo.     

Yes son imprescindibles, y no solamente dentro del terreno del rock sinfónico. Integrado también por músicos de altísima categoría, produjo álbumes ciertamente emblemáticos, como el triple ‘Yessongs’, y canciones dotadas de espléndidas melodías y ambientaciones que se pueden escuchar hoy sin que la cosa suene a Edad Antigua. Su guitarrista Steve Howe asombraba cuando se quedaba solo, ya fuera con acústica o con eléctrica (o con la de tres mástiles), su teclista Rick Wakeman estaba reconocido como un auténtico genio del piano, y la aguda voz de su cantante solista Jon Anderson sigue teniendo un punto de lirismo épico. Sus canciones estaban dotadas de un halo de enigma no exento de romanticismo, apostaban por una melodía que se desarrollaba en todas direcciones y en un eterno duelo entre guitarras y teclados buscando el más difícil todavía. Además, Yes acertó de pleno al encargar las portadas de sus discos al imaginativo dibujante Roger Dean, que se ha convertido en el artista emblemático del rock sinfónico.

Genesis aportó teatralidad, ya que en sus mejores tiempos aparecían con disfraces disparatados y puestas en escena muy preparadas para representar dramas o tragedias; y también denuncia y protesta, pues algunos de sus textos lanzan agrias diatribas contra el sistema (del que ellos son protagonistas) o, simplemente, se limitan a rememorar otros tiempos y otras sociedades. La personalidad incontenible de Peter Gabriel, la clarividencia de Mick Rutherford y la presencia de Phil Collins construyeron un sonido que aunaba atmósferas y recursos cien por cien clásicos con pinceladas de jazz, matices folk e incluso rock. Genesis fue el grupo que mayor éxito alcanzó de todos los que se sumergieron en las turbias y densas aguas de rock sinfónico. Después casi todos desarrollaron sus propias carreras en solitario, siendo curiosamente el menos dotado, Phil Collins, quien más ha saboreado los triunfos multitudinarios.

Rick Wakeman (siempre con su capa plateada) fue el teclista de Yes, y, una vez en solitario lanzó algunas de las obras más logradas del rock sinfónico, como ‘The six wives oh Henry VIII’ o la sensacional ‘Journey to the centre of the earth’, dos álbumes muy recomendables en los que brilla el virtuosismo de Rick, unas agresivas y sorprendentes orquestaciones, coros enormes y evocadores y unas melodías sorprendentemente fáciles de recordar.

No se puede excluir a Camel, banda muy menospreciada incluso en su tiempo, de hecho, cuando alguien quería ridiculizar el rock sinfónico solía recurrir al grupo de Andy Lattimer. Sin embargo su sonido era mucho más ligero y descargado de pretenciosidad que el de los otros, sus canciones se cantaban y tarareaban sin dificultad  y sus temas no eran tan tan larguísimos.

No fueron muchos ni duraron demasiado, y su influencia en el transcurrir del rock ha sido limitada (algunos heavys y derivados dotan de aspectos sinfónicos a sus temas, e igualmente en géneros más bien negros), pero sí que dejaron obras de verdadero mérito. Y forman parte de esta historia.   

CARLOS DEL RIEGO   


jueves, 18 de julio de 2013

PEDRO J, IGUAL QUE RANDOLPH HEARST, UN MENSAJERO MANIPULADOR El periodismo es un terreno desde el que resulta fácil la manipulación, lo que se traduce en auténtico poder. En el último siglo se ha evidenciado la tremenda influencia que los medios de comunicación tienen sobre la población. Lo demostraron Randolph Hearst y, por otro camino, Bernstein y Woodward; hoy, aquí, lo demuestra Pedro J. Ramírez

El magnate de la prensa e inventor
del amarillismo Randolph Hearst
 provocó una  guerra con sus mentiras


Woodward y Bersntein obligaron a dimitir
 a un presidente de USA basándose en la
verdad más escrupulosa.
Una de las expresiones más utilizadas por los periodistas para defenderse de cualquier ataque es acusar al atacante de intentar ‘matar al mensajero’, sin embargo hay ocasiones en que el mensajero no es de fiar, pues manipula, tergiversa, distorsiona, enreda con fines oscuros. La historia muestra varios casos flagrantes de adulteración de la información, del ‘cocinado’ de las noticias por parte de los medios. Uno ciertamente escandaloso es el que montó el magnate de la prensa sensacionalista estadounidense William Randolph Hearst al acusar a España del hundimiento del Maine en 1898; el tipo escribió en sus periódicos que había sido un ataque del ejército español (mina o similar) aun cuando no se había iniciado ninguna investigación, y así, para vender más diarios, el ‘periodista’ dio por segura la culpa de España y, posteriormente, fue vertiendo más y más mentiras, incluso instando a sus corresponsales en La Habana a que enviaran noticias porque “de la guerra ya me encargo yo”; curiosamente Hearst compitió en la manipulación del asunto del Maine con Joseph Pulitzer, otro de los grandes amarillistas de la historia del periodismo mundial. Sea como sea, la fabricación de esas noticias condujeron a la guerra entre España y Usa en dicho año. Por cierto, la explosión del barco fue desde dentro, como ha quedado más que demostrado en diversas investigaciones (siempre dijeron los lugareños que una mina hubiera sacado a la superficie a cientos de peces muertos, cosa que no ocurrió).

A Pedro J le gustaría alcanzar tanto poder
como Bernstein pero usando los métodos de Hearst

Otro caso similar es el de cuatro ‘periodistas’ de Denver que también se inventaron una noticia; así, uno de los detonantes de la denominada Guerra de los Bóxers en 1900, recordada por el asedio a las delegaciones extranjeras en Pekín durante 55 días, fue que Stevens, Tournay, Lewis y Wilshire, destacados en China por sus respectivos diarios, acordaron enviar una crónica en la que aseguraban que se había preparado una comisión de expertos estadounidenses para estudiar la demolición de la Gran Muralla con el fin de abrir el país al mundo. No fue la causa principal, pero cuando la patraña convertida en noticia se supo en la capital china la indignación popular encendió la mecha.

Son dos momentos en  que los mensajeros se inventaron el mensaje, y son contrarios a otro en el que el periodista dio evidencia de la fuerza del ‘cuarto poder’, pero esta vez con la verdad y la honestidad como base. Se trata del caso Watergate; dos periodistas del Washington Post (Berstein y Woodward) demostraron que el partido de Nixon espió a sus rivales, viéndose obligado el presidente a dimitir. A Pedro J le gustaría poseer tanto poder como Bernstein, ser recordado como un periodista que fue capaz de derrocar un gobierno (¡qué humos, qué vanidad!); la diferencia es que los americanos buscaron, indagaron y se entrevistaron con más de cien testigos e implicados, mientras que PJR lo ha fiado todo a un único personaje, el cual ha sido cogido en incontables mentiras y medias verdades.

El caso Bárcenas ha sido tomado por Pedro J. Ramírez (cuyas anteriores mentiras y manipulaciones le llevaron al ridículo de sostener durante meses que los atentados del 11 M en Madrid fueron obra de islamistas en comandita con etarras) como quien empuña un arma. El director de El Mundo (dicho sea de paso, su libro ‘El último naufragio’ es verdaderamente recomendable) está otorgando toda la credibilidad a un personaje más que sospechoso que ha mentido reiterada y demostradamente, que ha cambiado varias veces su declaración, que ha evadido dinero, que está utilizando el sistema de justicia sacando hoy estos papeles y guardando estos otros para mañana o para cuando le parezca, que está utilizando a la prensa en su propio beneficio (primero el País y ahora El Mundo), que ha sido abandonado por sus propios abogados y los ha sustituido por un ex juez condenado en firme por prevaricación, y que, en fin, trata de distraer a todo el mundo acusando a diestro y siniestro (de momento sin prueba sólida) y buscando enredar de tal modo la cosa que al final no haya manera de desenredar el origen de sus millones suizos. Este es el personaje a quien Pedro J entrega toda la confianza, tanta como para titular en su periódico que “Bárcenas entregó tanto dinero al presidente” sin más prueba que lo que dice un embustero evidente, cuando lo correcto hubiera sido titular “Bárcenas dice que entregó dinero”.

Asombra que el tal Pedro J crea a pies juntillas a un trolero (ha modificado su versión varias veces) y trincón (es palmario que tiene casi 50 millones fraudulentos en bancos suizos) y difunda sus cuentos y paparruchas como dogmas de fe… Sin embargo, si se considera que PJ es muchas cosas pero no tonto, hay que concluir que en realidad él no se cree las fábulas del contable, no se traga las ruedas de molino de quien ha sido cogido en múltiples y evidentes engaños, sino que los utiliza para fabricar grandes titulares. ¡Pero si uno de los papeles de Bárcenas indica pagos en euros a varios altos cargos un año antes de que naciera esta moneda!

El ciudadano Ramírez ha preferido ser como Hearst e inventarse la noticia, en lugar de ser como Bernstein y Woodward y completar y contrastar la información antes de pensar en titulares. Hay formas y formas de tratar de vender más periódicos y suscripciones. La diferencia es la integridad del informador.
Por cierto, con toda seguridad, los partidos (todos) han de tener más cadáveres en el armario que el mismísimo Al Capone, sólo hay que demostrarlo en el juzgado.


CARLOS DEL RIEGO 

lunes, 15 de julio de 2013

HACE 40 AÑOS ENTRÓ EN ESCENA LA REINA Su aparición en 1973 supuso una sacudida permanente en la escena del rock internacional, hasta el punto de que, más de 20 años después de la muerte de su emblemático cantante, la leyenda de Queen no deja de aumentar

mpagable imagen de Queen en 1973.
Hace cuatro décadas, en julio de 1973, hace su entrada en escena la Reina, Queen. Fue una presentación más bien humilde, sin grandes ventas ni titulares, pero aquel ‘Queen I’ ya captó la atención tanto de la crítica como del público. Acababan de encenderse los focos para un grupo único e irrepetible, inconfundible, carismático y con una personalidad irresistible. Fue el año de la gran crisis del petróleo, del fin de la guerra de Vietnam, del golpe de estado de Pinochet en Chile… El cuarteto recién nacido (que nunca varió de formación hasta la muerte de su cantante) iniciaba su andadura con un disco verdaderamente meritorio, pero un tanto disperso, con temas que pasaban de un estilo a otro (sobre todo heavy, glam y progresivo) y con propuestas dispares. Sin embargo, apenas un par de años después el grupo se convierte en una referencia. 

   
                                            

Como saben todos los iniciados en la producción artística de esta Reina (el nombre fue idea de Freddy, que admitía la referencia homosexual pero insistía en que tenía mucho más), hay varias características en el estilo y sonido de la banda que la hacen absolutamente singular; por un lado está la voz sólida y cristalina que no precisa más de una nota para que se conozca de quién se trata, y por otro la guitarra de Brian May (construida artesanalmente), que podía sonar como una orquesta sinfónica (por eso en los primeros discos se especificaba que no había sintetizadores) o como el ‘hacha’ más bestia del hard; luego se añadía la presencia escénica de un tipo interesante, distinto, que lucía pelambrera a pecho descubierto (muchos de los trajes eran diseño suyo) mientras agitaba un micro unido a un pie cortado por la mitad; asimismo, el ‘manierismo’ de la banda londinense se completaba con una atención casi obsesiva por las voces y las armonías vocales y, por encima de todo, un desbordante talento para la composición y notable virtuosismo instrumental.


Lógicamente todas esas particularidades que cualquier aficionado reconocería instantáneamente, no estaban en aquel primer disco lanzado hace justo ocho lustros, pero sí que la voz y la guitarra son Queen cien por cien. Como es sabido, el gran Freddy Mercury murió de sida en 1991, menos de veinte años después del debut de su grupo, dejando una abultada lista de éxitos mundiales, algunos de los cuales se han convertido en auténticos emblemas, canciones que ya forman parte de la leyenda y que han situado a Queen en un lugar de privilegio en los altares del rock de todos los tiempos. (Y ello a pesar de la inquina insidiosa que siempre le tuvo la revista Rolling Stone, que calificó uno de sus discos de ‘fascista’, que se atrevió a decir de ellos algo así como “no saben hacer jazz, así que jamás sabrán hacer rock & roll” o que situó su genial ‘A night at the opera’ hacia la mitad de su lista de los 500 mejores álbumes de la historia del rock; afortunadamente en aquellos tiempos en España se leía el ‘Disco Exprés’).

Luego llegó el Queen II, 1974, donde aparece el logo clásico de la banda y su pose más reconocible. Y ese mismo año (sí, la creatividad de Mercury, May, Taylor y Deacon daba para editar dos álbumes en menos de ocho meses) aparece el definitivo ‘Sheer heart attack’, el disco que define completamente las formas de la banda; aquí hay demoledor heavy rock, ‘Brighton rock’, delicioso glam cargado de fantasía, ‘Killer queen’, diversiones hard, ‘Stone cold crazy’, excelentes baladas y medios tiempos …, y esa pieza alocada y divertida que casi nunca faltará en sus discos, esa composición que cambia ocho veces y otras tantas deja boquiabierto al personal, ‘Bring back that Leroy Brown’ (imprescindible aunque incomprensiblemente algo olvidada).

Ya en 1975 llega la cumbre del grupo, el impagable e insuperable (por mucho que pese a los snobs lechuguinos) ‘A night at the opera’, un disco muy especial. Tardó en grabarse lo suyo porque rebosaba de arreglos y maravillosos excesos vocales, las guitarras se superponen capa a capa produciendo efectos asombrosos y no se escatiman instrumentación ni efectos (ojo, sin sintetizadores ni músicos adicionales). Supone un agravio comparativo destacar títulos de esta obra maestra, sin embargo, no se puede olvidar ese prodigio de imaginación y agudeza, de intuición e ingenio, esa auténtica avalancha de ideas que es el ‘Bohemian Rhapsody’; de ésta se ha escrito de todo, que si son tres o cuatro canciones en una, que si el apartado vocal (imposible en vivo sin play back) deja sin respiración, que la parte final es uno de los mejores pasajes de rock duro de toda la historia, que si las guitarras parecen imposibles…, en fin, cuando suena esta canción es imposible darle la espalda. Pero es que este elepé, cúspide del rock en términos absolutos, posee otras canciones de calidad superior a miles de álbumes enteros; así la etérea y sentida ‘39’, las burlescas, alocadas y cabareteras ‘Good company’, ‘Seaside rendezvous’ y ‘Lazing on a Sunday afternoon’ (el comienzo podría ser de Chico Marx), la arrebatadora pieza lenta ‘Love of my life’ (con un piano al principio casi barroco)… Quien posee este vinilo desde entonces lo habrá pinchado hasta que haya brotado sangre.

Habitualmente, tras una producción de tal calibre los artistas se suelen relajar, pero no Queen, que siguió lanzando discos superlativos y canciones cargadas de significado, auténticos himnos como el oficioso del triunfo deportivo ‘We are the champions’, el desafiante ‘We will rock you’, el mejor rap blanco jamás grabado, ‘Another one bites the dust’, la despreocupada ‘Crazy Little thing called love’ (¡ready Freddy!), la coral ‘Somebody to love’, la autoafirmativa ‘Don´t stop me now’, la sorprendente ‘Mustapha’, …, la lista de piezas simbólicas de Reina es extensísima.

Todo esto que empezó hace 40 años terminó un triste día de noviembre de 1991 cuando el gran Freddy Mercury falleció de sida. Fue un tipo que separó su parte privada de su figura sobre el escenario y ante los focos, apenas dio entrevistas, nunca hizo bandera de su condición sexual, siempre fue discreto lejos de las cámaras…

¡Larga vida a la Reina!


CARLOS DEL RIEGO 

viernes, 12 de julio de 2013

POLÍTICOS Y PARTIDOS REPITEN ACTUACIONES, SE IMITAN ANTE LAS ADVERSIDADES Y RECURREN A IDÉNTICAS ESTRATEGIAS DEFENSIVAS Cuando se vive el tiempo suficiente en el tren de la política todos los viajeros terminan por recurrir inevitablemente a los mismos modos y maniobras, y esto se demuestra casi a diario

Son los mismos perros con los mismos collares.
Se está produciendo actualmente en la arena política española una prueba irrefutable de que nada hay más parecido a un político que otro, sin que en ello importe pertenecer a esta o aquella formación; y de igual modo que todos los políticos terminan por funcionar del mismo modo, que todos utilizan los mismos recursos y estrategias, y que todos los partidos reaccionan de modo idéntico ante las mismas contingencias y sucesos.

El PP ha hecho uso de su mayoría en el congreso para impedir que el presidente ofrezca explicaciones en torno al caso Bárcenas (un tipo tan de fiar como Lance Armstrong, por ,para que los principales implicados en el caso de los Ere no se vean en la tesitura de tener que contestar preguntas embarazosas. Actuaciones idénticas, como dos gotas de agua, por más que los sectarios de uno y otro lado traten de establecer diferencias.

Asimismo, también es característico de los partidos políticos, cuando se ven ante sospechas fundadas y acusaciones documentadas, recurrir a la táctica del embarullamiento y el enredo, o sea, mezclar mentiras con medias verdades, contraatacar a diestro y siniestro, recordar lo de “y vosotros más”…, en fin, buscar el totum revolutum para despistar (igual que las cebras corren en manada imposibilitando al carnívoro fijarse en un único individuo).

Y si se recurre al pasado reciente sólo se encuentran argumentos que cimentan más sólidamente la afirmación de que todos los políticos profesionales y todos los grupos políticos se conducen de idéntica manera ante situaciones similares. Quienes tengan cierta edad recordarán cuando, al final del felipismo, saltó el escándalo de la financiación ilegal del Psoe, el caso Filesa, Malesa y Time Export, y también les será fácil acordarse de cómo el partido se valió de su mayoría para impedir que el presidente compareciera y se sometiera a incómodas preguntas. Pues bien, el presidente Rajoy y su partido han calcado hoy (2013) la estrategia, el modus operandi que utilizaron González y el suyo hace unos 18 años. Cambiando siglas y nombres lo escrito en la prensa de 1995 coincidiría punto por punto con la del momento presente.  

Sí, todos tienden a echar mano a las mismas herramientas de un modo que casi puede calificarse de lógico, pues si se está mucho tiempo en la misma actividad se termina por coger el tranquillo a la cosa, sobre todo si, como en el caso político, todos tienen el mismo objetivo: permanecer, quedarse, mantener el poder o tratar de conquistarlo y, en todo caso, no volver a trabajar pie a tierra bajo ningún concepto.   
       
Solución: acabar con la figura del político y sustituirla por la del ciudadano metido ocasionalmente, temporalmente, a las faenas políticas; con ello se acabará con ese vicio exclusivo de la actividad política que es la experiencia, pues ésta hace que se convierta la política en un fin en sí misma, en el único objetivo.


CARLOS DEL RIEGO   

jueves, 11 de julio de 2013

A MÁS AÑOS EN POLÍTICA MÁS PROBABILIDADES DE CORRUPCIÓN Sin duda el poder corrompe, y cuanto más tiempo se tenga la sartén por el mango más fácil será caer en la tentación; por eso nadie debería convertir la política en su profesión, por eso esta actividad deber ser sólo una etapa en la vida, no toda la vida

Debe ser dificilísimo resistir la tentación.
Están pringados todos los partidos políticos. Ahora es el turno del Bárcenas y el PP a la vez que el del Psoe y los sindicatos por el asuntillo de los ERE de Andalucía; además, CIU, IU y otros pasan o han pasado por bochornosos espectáculos con pasta de por medio. Y si se echa la vista atrás se pueden sacar las vergüenzas a la práctica totalidad de formaciones políticas, pues no hay ninguna que se salve de sospechas y certezas de trinque. Curioso es comprobar cómo si el acusado es el propio “se trata de una manipulación y acoso orquestado”, mientras que si el encausado es el contrario los jueces han de ser respetados y las acusaciones son totalmente creíbles.
Todos estos males son típicos de las personas independientemente de la ideología que se profese, es decir, muchos de los que claman contra los chorizos copiarían los actos de éstos de haber estado en su lugar; y esto es así porque debe ser ciertamente difícil no echar mano a la caja cuando la tienes abierta y sin control, cuando eres tú el que debe hacer el arqueo y puedes hacer desaparecer algún que otro recibito; debe resultar poco menos que imposible rechazar un grueso sobre a cambio de echar una simple firmita de nada; seguro que la mayoría de los humanos no haría ascos a esta comisioncita, a este regalito, a este fajo por lo bajini… Piénsese que se está en el despacho oficial y se presenta un tipo con el maletín lleno…, “nadie se enterará y nadie saldrá perjudicado”, pensará el tentado para convencerse y justificar la maquinación, el enredo y, por supuesto, la recepción del parné. Nadie puede asegurar que de esa agua no beberá, pues cuando se está ante la situación y se ven los billetes, cuando sólo hay que alargar la mano, cuando se comprueba lo fácil que es distraer unos cuantos miles, cientos de miles o millones…, sí, la cosa tiene que ser tentadora.
El problema es que cuanto más tiempo se lleva en política más fácil es caer en lo fácil: aceptar la pasta. El primerizo suele estar sin contaminar, pero el paso del tiempo hace que el individuo cambie su percepción de las cosas, empiece a verlo todo en clave política, empiece a justificar desmanes de todo tipo en nombre del partido, de la causa, de la ideología (que siendo la propia es la auténtica y por tanto permite casi todo); en fin, que pasados unos años en el sillón oficial la persona termina por convencerse de que merece todo lo que tiene y más, y llegará al razonamiento más absurdo y a la mentira más insostenible para justificarse y exculparse. Todo esto lo hace el tiempo, es decir, nadie acepta el soborno al segundo día de ocupar el despacho, sino que la cosa va progresando poco a poco; primero se miente en beneficio del partido (que en el fondo es el beneficio propio), luego se aceptan operaciones dudosas…, y en unos años se está abierto a cualquier proposición y predispuesto a llevarse el dinero a Suiza o a cualquier paraíso fiscal. España tiene tradición picaresca, y los españoles suelen ser fieles a las tradiciones.
Así pues, sólo hay una forma de combatir la inevitable deriva moral que, si se tiene el tiempo suficiente, afecta al cien por cien de los que se dedican a esta actividad, y ello es la limitación estricta de permanencia en política. De este modo, el aspirante a representante público deberá salir del mercado laboral, pasar una etapa de su vida en el terreno político (ocho años es más que suficiente) y finalmente recuperar su puesto de trabajo, sin privilegios, recompensas, indemnizaciones o aguinaldos; y eso tras pasar las inspecciones y auditorías que sean necesarias. El problema es que esto lo tienen que decidir los que viajan en el tren del privilegio, y nadie está dispuesto a renunciar a primera clase para seguir a pie.    

CARLOS DEL RIEGO 

lunes, 8 de julio de 2013

JOYAS DE LA ERA HIPPIE CASI OLVIDADAS Fue la gran revolución juvenil de los sesenta y de ella se recuerdan, sobre todo, un buen número de canciones excelentes, y aunque algunas siguen teniendo mejor difusión, hay verdaderas piezas maestras casi olvidadas que merecen ser rescatadas

Woodstock fue la cumbre de la música hippie y el mayor festival jamás organizado.
A pesar de que ya ha pasado casi medio siglo desde la explosión del movimiento hippie, se puede afirmar que su legado aun puede vislumbrarse, tanto en el terreno del pensamiento como en el de la música. Las bases del mismo eran la negación de la sociedad capitalista norteamericana, la oposición frontal a la guerra y cualquier tipo de violencia (y al agua y jabón), la idealización de las drogas como método de ‘expandir’ la mente, el amor libre y sin compromiso (la revolución sexual), la vida en la comuna…, y podrían añadirse los atuendos desastrados, la melena y las barbas, el peinado afro y un aparentemente descuidado aspecto general, el gusto por los ambientes sicodélicos, la estética hindú, los maharishis, las declaraciones contestatarias, flores, incienso, misticismo…, en fin, ‘paz y amor hermano’. Luego la realidad hizo que muchos se quitaran las flores del pelo, tanto que algunos de los nombres más importantes de aquello que nació en el barrio Haight-Ashbury de San Francisco se convirtieron, con el tiempo, en prósperos ejecutivos perfectamente engranados en la maquinaria del capitalismo (hay que subrayar el hecho de que la mayoría de los que entonces se echaron a las calles de San Francisco procedían de clases medias bien acomodadas). La masificación y la asimilación del asunto en los medios, la deriva violenta y la llegada al mundo real acabaron con aquello.

Fue sin duda la gran sacudida cultural juvenil de la década de los sesenta. De aquello hoy se recuerda la estética, algo del modo de pensar y, por supuesto, algunas canciones extraordinarias, ya que no fueron pocos los músicos que pusieron su talento a trabajar en clave hippie. Era el momento.
La lista de grandes del rock que ocupan los lugares destacados del santoral hippie es larga y suculenta. Muchos de los iconos del rock ácido o sicodélico pueden degustarse en la excelente película ‘Woodstock’, que refleja fielmente lo que fueron los hippies y lo que fueron algunos de sus grupos emblemáticos (Grateful Dead. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jefferson Airplane, Joan Baez, Country Joe & The Fish…). Pero algunos de los que construyeron la música de la era hippie no estuvieron en Woodstock en agosto de 1969 (y algunos de los que estuvieron no tenían nada de hippies), como Love, Scott McKenzie y su ‘San Franciso, The Mamas & The Papas…, o la efímera banda de San Francisco It´s A Beautiful Day; otros como los mencionados Jefferson Airplane o los explosivos Sly & The Family Stone sí que participaron en aquellos ‘Tres días de paz y música’.

                                        

Psicodélicos por excelencia, hippies por convicción, los buenos tiempos de It´s A Beautiful Day apenas duraron tres o cuatro años, editando su álbum homónimo en el 69, el cual incluía la delicia hippie ‘White bird’; se inicia con el violín de David LaFlamme (fundador), quien había tocado en una orquesta sinfónica, que da paso a una preciosa y dulce melodía cantada a dos voces (ella, Pattie Santos, murió en 1989); toda la instrumentación es hippie hasta decir basta, y su texto habla del pájaro preso en jaula de oro en la que envejece sin remisión…, al parecer, David y su esposa pasaron varias semanas enjaulados en un ático, sin poder salir por el terrible tiempo de Seattle y sin dinero ni para comer… Es una canción muy evocadora, dulce y acariciadora hasta en el solo de violín. Pocas piezas representan con más exactitud qué fueron los hippies.


Jefferson Airplane, también de San Francisco, es una banda con mucho mayor reconocimiento y recorrido. Formados a mediados de aquella década, hicieron pop y folk hasta que llegó Grace Slick, quien como cantante y compositora firmó dos piezas maestras del género para el segundo disco del grupo, ‘Surrealistic Pillow’, en 1967, una el maravilloso ‘Somebody to love’, la otra el lisérgico ‘White rabbit’. Ésta es pura sicodelia y emblema del movimiento a pesar de aparecer en los inicios del sonido, convirtiéndose inmediatamente en símbolo de lo que se llamó el ‘Verano del amor’; habla de lo que pasa si te tomas esa píldora o aquella seta, del conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas, de las posibilidades que ofrecen las drogas alucinógenas…; su estructura varía continuamente, con subidas y bajadas que tratan de emular los efectos del LSD, con distorsiones y vibraciones muy elocuentes, una atmósfera multicolor y una melodía acorde con el surrealismo general. En fin, “pregúntale a Alicia”…   

Otra que también sonó en Woodstock fue la explosiva ‘I wanna take you higher’ del espectacular Sly & The Family Stone; de hecho, esta actuación le disputa a la de Hendrix el honor de ser la mejor del festival. A pesar de aparecer aquel mismo año, ‘Higher’ es la que aporta funk al ambiente hippie, pues el grupo es de San Francisco, incluye chicos y chicas, blancos y negros, y su temática gira en torno a la paz y el amor, pero ritmo ambiente son muy distintos. Las imágenes de Sly apabullan, asombran, la puesta en escena es modélica y la cadencia de la canción resulta trepidante, dinámica, vigorosa, irresistible, puro funk, puro disco, pura sicodelia; enriquecida con abundante instrumentación, cuenta con teclados y guitarras, trompetas y saxos, percusiones varias y coro casi góspel. Una verdadera fiesta. 

CARLOS DEL RIEGO   

viernes, 5 de julio de 2013

EL COMUNISTA ANTIDESAHUCIOS QUE APROVECHÓ UN DESHACUIO Un emblemático comunista afanado en denunciar desahucios aprovechó la oportunidad y pactó con un banco la compra de un piso procedente de desahucio. Y pagó cinco milloncetes de nada, menos de lo que el desahuciador pedía al desahuciado para recuperar la vivienda. Gente con dos discursos la hay en todas partes

Clamó contra los desahucios pero sacó partido de ellos para comprar
 un piso de cinco millones.
Un alto cargo de la Junta de Andalucía, Diego Valderas, está siendo acusado de haber comprado una vivienda procedente de desahucio siendo un abanderado de los desahuciados y enemigo declarado de los desahuciadores, o sea los bancos; además, pagó por el piso en cuestión cinco millones, cuando el propietario (el banco) exigía ocho al desahuciado si quería recuperar el inmueble. No se trata de que haya cometido delito, infracción, ofensa o fechoría, nada de eso, se trata de que hizo exactamente aquello que a otros reprocha.

El caso tiene varios aspectos. Por un lado tenemos que un comunista aprovecha el momento y la circunstancia para conseguir el mejor precio, tal y como hace cualquier capitalista, es decir, utiliza los métodos que reprocha a otros y, en fin, de boquilla dice una cosa y en la práctica hace la contraria. La contradicción se agrava si se contempla el hecho de que este señor es hoy un declarado enemigo de los bancos que embargan viviendas, cuando él no dudó en sacar partido de la oferta de un banco que desalojó al anterior propietario; y no se trata de que cuando se produjo la compra (1995) la situación era distinta a la actual, sino de que queda feo e hipócrita tirar hoy contra las entidades financieras que le quitan la casa al ciudadano moroso olvidándose que un día él aprovechó la oportunidad de un desahucio. Y tampoco se puede pasar por alto el hecho de que hay tener una posición económica algo más que holgada para poder pagar cinco millones de euros por un piso, ¿cómo tiene que ser la casa para que costara eso hace 18 años?, ¿cuánto hay que pagar al mes hasta llegar a cinco millones sin contar intereses?, unos catorce mil mensuales para cerrar la hipoteca en 30 años (sin intereses), ¿o pagó al contado?; es un precio al alcance de muy pocos, tan sólo de auténticos capitalistas, ya que si se es comunista no se pueden utilizar las reglas, recursos y ventajas del capitalismo en beneficio propio sin caer en la hipocresía. Aunque Valderas diga que es una cosa, sus actos lo contradicen.

Este es el problema de los que a diario están dando lecciones de honradez y justicia social en base a una pretendida superioridad moral proporcionada por ser ‘de izquierdas’: que caen en lo mismo que denuncian. A esto se podría añadir que este señor lleva nada menos que 34 años (desde los 26) viviendo de la política, enlazando cargo tras cargo sin haber trabajado pie a tierra en todo ese tiempo, lo que viene a significar que ya piensa y actúa como un político, es decir, está a varios metros por encima del suelo al igual que todos los de todos los partidos. Y por si alguien se ha olvidado, bueno será recordar que este miembro de IU fue de los que aprovecharon el pacto con el PP para quitar sillones al Psoe y ocupar él uno de los más importantes (y remunerados) en el Parlamento Andaluz. Parecen suficientes evidencias como para llegar a aventurar que se trata de un personaje de moralidad elástica.

En contra de la extendida creencia de que son buena gente quienes piensan como nosotros y sinvergüenzas los que creen lo contrario, este episodio viene a demostrar que la gente es honrada o trincona, íntegra o corrupta independientemente de sus simpatías políticas, es decir, seguro que hay personas honestas y gentuza con más pliegues que una camisa tanto a un lado como al otro.


CARLOS DEL RIEGO