Genesis cuidó mucho la puesta en escena |
El
rock sinfónico, sin embargo, fue como cualquier otro estilo, tendencia, ritmo o
subgénero: produjo buenas y malas canciones, por lo que no es justo meter a
todos en el mismo cajón. Curiosamente, este mismo año una organización
argentina otorgó un premio al grupo británico Yes como gran abanderado del rock
sinfónico.
Aunque
siempre resulta difícil definir modos musicales, sí que se pueden señalar sus
principales características; así, el rock sinfónico (cien por cien de los
setenta del siglo pasado) suele gustar de piezas extensas en las que haya
tiempo para todo, para alegros y vivaces, para pianos, tocattas y fugas, para
solos virtuosos, entradas efectistas e infinitas variaciones sobre el tema
principal, para recrear pasajes calmos que mutan en caóticos, para usar ritmos
chocantes y engarces casi imposibles…, hasta convertir una canción en algo
cercano a una sinfonía. Asimismo este tipo de formaciones tenían siempre un ojo
en la música clásica, usando no pocas veces de ambientes, recursos, estructuras
y sonoridades tomados directamente de autores clásicos. Lógicamente los músicos
integrados en bandas sinfónicas habían de tener un talento innegable, un
dominio total sobre su instrumento, de forma que tenían que estar preparados
para convertirse en solistas, para saltar al primer plano y colocarse a la
altura de la voz solista en cualquier momento; de hecho, todos los adscritos al
rock sinfónico podían hacer en directo exactamente lo mismo que ofrecían en disco
(“para bien o para mal suenan igual en vivo que en estudio” se solía escribir
de estas bandas). En el debe del estilo y sus practicantes está la excesiva
pomposidad de los temas, la a veces cargante grandilocuencia, los
desproporcionados pasajes instrumentales…, sí, fue un género tendente a lo
grandioso que no en vano encajó perfectamente en lo que se llamó ‘dinosaurios
del rock’.
Dentro
del concepto de rock sinfónico se suelen meter grupos u obras que cuentan con
alguna de las características señaladas, pero que en puridad no pueden ser
considerados como tales; así The Moody Blues, Mike Oldfield o Pink Floyd, o
álbumes conceptuales como ‘Tommy’ o ‘Quadrophenia’ de The Who, el ‘Concierto
para grupo y orquesta’ de Deep Purple o el ‘Inagada da vida’ de Iron Buterfly;
y es que no es suficiente que una canción ocupe una o las dos caras del disco
para señalarla como sinfónica.
Realmente
fueron pocos los grupos encuadrables dentro del rock sinfónico; King Crimson
publicó elepés sinfónicos como ‘In the court of…’ o el infravalorado ‘Islands’,
aunque su propuesta, siempre experimental y muy atrevida, resultaba a menudo de
difícil escucha. Pero los que dieron forma a ese estilo, los que no pueden ser
encuadrados en ninguna otra estantería de la historia del rock son Yes, Emerson
Lake & Palmer, Genesis, Rick Wakeman y Camel (se podría añadir a los
pupilos italianos de ELP, Premiata Forneria Marconi, pero no pasan de una
curiosidad).
Keith
Emerson era una prodigioso teclista que supo aprovecharse de la tecnología junto
a un excelente guitarrista y bajista, Gregg Lake, y un solvente batería, Carl
Palmer; después de un primer disco dubitativo y algo disperso aunque con dos o
tres temas excelentes, Emerson Lake & Palmer se lanzaron por ese camino
inexplorado, produciendo obras que en su momento deslumbraron, pero que ya
entonces hubieron de sufrir el feo apelativo de ser “muy pretenciosas”; así el
‘Trilogy’, un disco muy meritorio que, escuchado hoy, sigue cautivando, el
menos inspirado ‘Brain salad surgery’, o el emblemático ‘Pictures at an
exhibition’, que no era sino una revisión en clave rock de la composición del
mismo título del autor ruso Modesto Moussorgsky (también recrearon partituras
de otros compositores, como el argentino Alberto Ginastera). Su sonido siempre
estaba marcado por el órgano y otros teclados de ‘última generación’ que
manejaba Emerson, habitualmente rodeado por unos aparatos que proporcionaban
atmósferas pretendidamente cultas; luego estaba la voz suave, casi de
terciopelo, de Lake, cuyas guitarras poco tenían que envidiar al teclado,
aunque siempre quedaban un tanto relegadas o simplemente no existían; Palmer se
encargaba de aportar ritmo, pero sin limitarse sólo a eso, ya que siempre que
podía metía cosecha propia. El resultado a veces parecía algo pomposo y
recargado, pero muchas otras resultaba tremendamente atractivo, diferente, algo
situado en las antípodas de las canciones de dos minutos con el mismo planillo:
estribillo, estrofa, estribillo, solo, estribillo, estrofa, estribillo y final.
ELP se fueron disolviendo en el tiempo al igual que el estilo.
Yes
son imprescindibles, y no solamente dentro del terreno del rock sinfónico.
Integrado también por músicos de altísima categoría, produjo álbumes
ciertamente emblemáticos, como el triple ‘Yessongs’, y canciones dotadas de
espléndidas melodías y ambientaciones que se pueden escuchar hoy sin que la
cosa suene a Edad Antigua. Su guitarrista Steve Howe asombraba cuando se
quedaba solo, ya fuera con acústica o con eléctrica (o con la de tres mástiles),
su teclista Rick Wakeman estaba reconocido como un auténtico genio del piano, y
la aguda voz de su cantante solista Jon Anderson sigue teniendo un punto de
lirismo épico. Sus canciones estaban dotadas de un halo de enigma no exento de
romanticismo, apostaban por una melodía que se desarrollaba en todas
direcciones y en un eterno duelo entre guitarras y teclados buscando el más
difícil todavía. Además, Yes acertó de pleno al encargar las portadas de sus
discos al imaginativo dibujante Roger Dean, que se ha convertido en el artista
emblemático del rock sinfónico.
Genesis
aportó teatralidad, ya que en sus mejores tiempos aparecían con disfraces
disparatados y puestas en escena muy preparadas para representar dramas o
tragedias; y también denuncia y protesta, pues algunos de sus textos lanzan
agrias diatribas contra el sistema (del que ellos son protagonistas) o,
simplemente, se limitan a rememorar otros tiempos y otras sociedades. La
personalidad incontenible de Peter Gabriel, la clarividencia de Mick Rutherford
y la presencia de Phil Collins construyeron un sonido que aunaba atmósferas y
recursos cien por cien clásicos con pinceladas de jazz, matices folk e incluso
rock. Genesis fue el grupo que mayor éxito alcanzó de todos los que se
sumergieron en las turbias y densas aguas de rock sinfónico. Después casi todos
desarrollaron sus propias carreras en solitario, siendo curiosamente el menos
dotado, Phil Collins, quien más ha saboreado los triunfos multitudinarios.
Rick
Wakeman (siempre con su capa plateada) fue el teclista de Yes, y, una vez en
solitario lanzó algunas de las obras más logradas del rock sinfónico, como ‘The
six wives oh Henry VIII’ o la sensacional ‘Journey to the centre of the earth’,
dos álbumes muy recomendables en los que brilla el virtuosismo de Rick, unas
agresivas y sorprendentes orquestaciones, coros enormes y evocadores y unas
melodías sorprendentemente fáciles de recordar.
No
se puede excluir a Camel, banda muy menospreciada incluso en su tiempo, de
hecho, cuando alguien quería ridiculizar el rock sinfónico solía recurrir al
grupo de Andy Lattimer. Sin embargo su sonido era mucho más ligero y descargado
de pretenciosidad que el de los otros, sus canciones se cantaban y tarareaban
sin dificultad y sus temas no eran tan
tan larguísimos.
No
fueron muchos ni duraron demasiado, y su influencia en el transcurrir del rock
ha sido limitada (algunos heavys y derivados dotan de aspectos sinfónicos a sus
temas, e igualmente en géneros más bien negros), pero sí que dejaron obras de
verdadero mérito. Y forman parte de esta historia.
CARLOS
DEL RIEGO
Tengo recuerdos muy lindos,Yes fue mi preferido con la voz de Jon (Anderson).
ResponderEliminarEs verdad ya forman parte de la historia.Gracias por recordarlos..
Sí, también Yes fue mi favorito. Tengo varios elepés suyos, y pongo alguna vez el 'Yessongs'. Recuerda a Jon Anderson: "I get up, I get down...". Son canciones muy buenas. Muchas gracias. Saludos.
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