Debe ser dificilísimo resistir la tentación. |
Todos estos males son típicos de las personas
independientemente de la ideología que se profese, es decir, muchos de los que
claman contra los chorizos copiarían los actos de éstos de haber estado en su
lugar; y esto es así porque debe ser ciertamente difícil no echar mano a la
caja cuando la tienes abierta y sin control, cuando eres tú el que debe hacer el
arqueo y puedes hacer desaparecer algún que otro recibito; debe resultar poco
menos que imposible rechazar un grueso sobre a cambio de echar una simple
firmita de nada; seguro que la mayoría de los humanos no haría ascos a esta
comisioncita, a este regalito, a este fajo por lo bajini… Piénsese que se está
en el despacho oficial y se presenta un tipo con el maletín lleno…, “nadie se
enterará y nadie saldrá perjudicado”, pensará el tentado para convencerse y
justificar la maquinación, el enredo y, por supuesto, la recepción del parné.
Nadie puede asegurar que de esa agua no beberá, pues cuando se está ante la
situación y se ven los billetes, cuando sólo hay que alargar la mano, cuando se
comprueba lo fácil que es distraer unos cuantos miles, cientos de miles o
millones…, sí, la cosa tiene que ser tentadora.
El problema es que cuanto más tiempo se lleva en
política más fácil es caer en lo fácil: aceptar la pasta. El primerizo suele
estar sin contaminar, pero el paso del tiempo hace que el individuo cambie su percepción
de las cosas, empiece a verlo todo en clave política, empiece a justificar
desmanes de todo tipo en nombre del partido, de la causa, de la ideología (que
siendo la propia es la auténtica y por tanto permite casi todo); en fin, que pasados
unos años en el sillón oficial la persona termina por convencerse de que merece
todo lo que tiene y más, y llegará al razonamiento más absurdo y a la mentira
más insostenible para justificarse y exculparse. Todo esto lo hace el tiempo,
es decir, nadie acepta el soborno al segundo día de ocupar el despacho, sino
que la cosa va progresando poco a poco; primero se miente en beneficio del
partido (que en el fondo es el beneficio propio), luego se aceptan operaciones
dudosas…, y en unos años se está abierto a cualquier proposición y predispuesto
a llevarse el dinero a Suiza o a cualquier paraíso fiscal. España tiene
tradición picaresca, y los españoles suelen ser fieles a las tradiciones.
Así pues, sólo hay una forma de combatir la
inevitable deriva moral que, si se tiene el tiempo suficiente, afecta al cien
por cien de los que se dedican a esta actividad, y ello es la limitación
estricta de permanencia en política. De este modo, el aspirante a representante
público deberá salir del mercado laboral, pasar una etapa de su vida en el
terreno político (ocho años es más que suficiente) y finalmente recuperar su
puesto de trabajo, sin privilegios, recompensas, indemnizaciones o aguinaldos;
y eso tras pasar las inspecciones y auditorías que sean necesarias. El problema
es que esto lo tienen que decidir los que viajan en el tren del privilegio, y
nadie está dispuesto a renunciar a primera clase para seguir a pie.
CARLOS DEL RIEGO
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