OPINIÓN

HISTORIA

lunes, 24 de junio de 2013

LENTAS, AÑEJAS, INOLVIDABLES Dentro de las canciones que brillan en las listas de grandes clásicos aparecen muy pocas piezas lentas (término mejor que balada, que suena a ovejas balando), y ello a pesar de que muchas de éstas provocan tanta emoción como las que van a ritmo de estampida


The Moody Blues dieron otro paso en la evolución de la música rock.
Aunque siempre parecen concitar menos atención, las canciones de ritmo pausado poseen un encanto muy especial dentro del universo del rock y el pop. Así, tanto en directo como en disco lo que suele predominar son tiempos ágiles, desbocados a veces o simplemente ligeros en otras, mientras que las lentas quedan como para desengrasar, para tomar aliento, para prepararse de cara a otra descarga. Sin embargo, hay temas de cadencia pausada que nacen con tal capacidad de atracción que se llegan a convertir en emblemas del grupo o solista que las crea. Como siempre en esas ocasiones, cada oyente, cada espectador genera química con esta y no con aquella, se emociona con la una y aunque también guste de la otra no experimenta las mismas sensaciones. Aquí va media docena de lentas absolutamente imprescindibles, más o menos conocidas (esto depende casi exclusivamente de la fecha de nacimiento), con edades venerables pero difícilmente discutibles.
       
                                

En la década de los setenta el rock estaba aun en su más tierna infancia, de forma que todo el mundo trataba de experimentar, de aprovechar nuevos instrumentos y nuevas posibilidades. A pesar de ello extrañó a todo el mundo el tema ‘Night in White satin’ que los Moody Blues lanzaron en 1967 dentro de su excelente segundo disco, ‘Days of future passed’. Sorprendió por sus poderosos y sonoros arreglos orquestales y por el hecho de que durara una eternidad para la época, más de siete minutos; y aunque la versión del single fue más corta, lo cierto es que se le hizo poco caso…, hasta que cinco años más tarde se relanzó y la cosa cambió, pues pronto se convirtió en clásico. De temática romántica, es lo que se dice un lento, con un ambiente lírico y romántico (en sentido de Poe o Bécquer, no de telenovela rosa), con voces y coros cargados de dramatismo y profunda emoción, con toques de cierta solemnidad y con una melodía verdaderamente deliciosa; los arreglos combinan orquestación con recursos del rock, dando un resultado incontestable. Además, quienes estuvieran cuando la canción se popularizó seguro que tienen recuerdos asociados…

                            

Del mismo año es otro tema cuyo inicio tiene ese algo que parece tocar el resorte preciso en el cerebro para descargar endorfinas. Se trata del ‘A whiter shade of pale’ que aquí se conoció como ‘Con su blanca palidez’. Caracterizada por una secuencia de órgano muy a lo Bach, su comienzo vocal ‘We skipped a light fandango’ lo cantaban de memoria muchos atreviéndose a chapurrear inglés animados por lo del fandango. Su letra era enigmática, misteriosa, difícilmente explicable, pero al menos en España eso no importaba lo más mínimo para que siempre fuera bienvenida; de hecho, esta canción y la anterior formaban parte inevitablemente de las piezas que sonaban durante los tiempos dedicados al baile ‘agarrao’ en las discotecas de los 60 y 70 (sí, había ratos de lento con la bola espejada casi como única iluminación). Más de cuatro décadas después, sigue manteniendo un halo de misterio, de inquietante intriga.

                                   

En 1971 los también ingleses Uriah Heep editaron su segundo álbum, ‘Salisbury’, que continuaba la senda del heavy recién abierta; además de temas rocosos, el disco incluía una pieza que aun hoy sigue siendo una desconocida a pesar de tener ángel, ‘Lady in black’. Con ritmo sólido y casi sincopado, esta melodía adquiere tonos de auténtico himno, siendo su arreglo un tanto inusual para la época, pues combina ligeras guitarras acústicas con pesadas bases heavy, apoyándose siempre en un demoledor ciclo de bajo; es de esas que una vez escuchada permanece para siempre en la memoria (ese aaaaa aaaa…), volviendo a veces sin saber por qué y sin que se recuerde de quién es. Habla de una chica que alguien vio una vez fugazmente. Puede decirse que es la perfecta lenta de un duro grupo de hard.

Mucho menos idealista es el ‘Perfect day’ que el gran Lou Reed lanzó en 1972 dentro de su genial álbum ‘Transformer’. No cabe más emoción en menos tiempo, más desasosiego, más inquietud y angustia; su tono es siempre oscuro y pesimista, siempre hacia abajo, como si la caída fuese el inevitable destino. El estribillo atrapa, los arreglos de piano u orquesta estremecen, la voz profunda del neoyorquino (en el vídeo junto a la cristalina de Pavarotti, aunque nada como el original) conmueve y provoca sentimiento de empatía. El texto tiene diversas interpretaciones, aunque se discute principalmente sobre si quien le hace sentirse mejor persona es una chica o si a quien se refiere es a la droga, la heroína; dado que él escribió otras canciones sobre ese asunto (‘Waiting for my man’ o la propia ‘Heroin’) se puede colegir que ese día perfecto lo es porque ya se ha chutado, pero puesto que en esas otras habla abiertamente del tema, no se entiende que sea tan críptico en ‘Perfect day’, y como él nunca ha desvelado de qué iba la cosa… Sea lo que sea se trata de una composición absolutamente genial, imperecedera.

Una de las cuestiones que más atención ha suscitado entre los compositores es la de la amistad, asunto sobre el que tratan otras dos maravillas lentas. Una es el ‘Bridge over troubled water’ de Simon & Garfunkel; es de 1970 y viene a decir que por más turbulentas que sean las aguas, por más duros que sean los tiempos, ahí estaré como un puente por donde pasar. Cantada íntegramente por Garfunkel, sólo un piano acompaña a su clara y cálida voz; la pieza va subiendo en intensidad y dramatismo a la vez que captura irremisiblemente; si es escuchada en soledad, en total intimidad, adquiere un nuevo registro, una nueva dimensión, de modo que parece penetrar mucho más. Y aunque en las primeras estrofas describa situaciones de dificultad, la última adquiere matices optimistas. Si rara vez música y letra se acercan a la vez a la perfección, este es uno de esos casos.

La otra que enaltece la amistad es ‘You´ve got a friend’ de Carole King, publicada en su maravilloso álbum ‘Tapestry’ de 1971. Al parecer la escribió para su colega James Taylor, proclive a la depresión, y al igual que la anterior, alguien se ofrece para estar junto a su amigo cuando éste lo necesite (“cierra los ojos y piensa en mí y rápidamente estaré allí”); y también coincide en que el único acompañamiento es el piano. Estrofa y estribillo son simples pero de una eficacia aplastante, entran como aire, naturalmente, inconscientemente. Y es que, ¿quién no quisiera tener un amigo así?


CARLOS DEL RIEGO 

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