Decir que España maltrata a Cataluña es lo mismo que decir que una pesona maltrata una parte de su cuerpo. Un delirio. |
Un
organismo del gobierno de Cataluña realizó una encuesta para saber cuántos
catalanes estarían a favor de la segregación y la independencia. De los
resultados del sondeo deducen que el 55% de los catalanes votaría por la
separación, el 23% por continuar dentro de España y un 15% se abstendría. Para
empezar, lo único que se puede desprender de esa encuesta (y de todas) es que
de los tantosmil preguntados, tantos dijeron esto y tantos aquello, y
extenderlo al total de la población es simple y llanamente mentira, pura
manipulación; además, sólo se publica que el estudio consistió en 2.000
llamadas de teléfono y nada se dice dónde se preguntó (ciudades, pueblos,
barrios…), a qué clases sociales, a personas de qué edades…, es decir, han
podido hacer una encuesta seria o no; y sin perder de vista la posibilidad de
que el encuestado dijera la verdad, se sintiera presionado o simplemente mintiera
para quedar bien o por temor (viendo como se responde en los foros a los
catalanes que se dicen contrarios a la separación…). Y por otro lado, si la
investigación procede de un organismo gubernamental o dependiente de él, no hay
que esperar otra cosa que no sean resultados favorables a sus ideas e intenciones.
Curiosamente, cuando la realidad desdice a los estudios estadísticos aplicados
a población, los expertos siempre tienen a manos disculpas del tipo “los datos
no fueron bien ponderados, no se relativizaron, no se hicieron bien los
ajustes…”. Sea como sea es tan razonable fiarse del tarot como de encuestas.
No
se puede echar al saco del olvido los falsos referéndums organizados en
diversas localidades catalanas meses atrás, cuyo principal y determinante dato
señaló una bajísima participación; así, luego se puede presentar la cifra de
que tres de cada cuatro votantes optó por la disociación, y deducir
posteriormente que tal proporción de catalanes la desea. Además, si después de los
persistentes esfuerzos de todos los organismos oficiales sobre la idea de lo
mala que es España con Cataluña sólo se ha convencido a poco más de la mitad de
las personas consultadas…
Por
otra parte, pudiera llegar a pensarse que los políticos segregacionistas no
quieren, en realidad, la independencia por muy alto que clamen por ella, y ello
es así porque, en caso de que llegara, perderían su único argumento, su único
discurso, y tendrían que empezar a trabajar abordando verdaderos problemas,
algo para lo que evidentemente no están preparados ni predispuestos. Otro dato
a tener en cuenta en este sentido es el hecho de que no rompen los lazos con el
actual estado de las cosas; por ejemplo, podrían pedir que el Barça y el resto
de equipos deportivos catalanes no fueran inscritos en las ligas españolas, y
esto sí que pueden hacerlo ahora mismo, pues no hay ley que obligue a ningún
club a inscribirse en los distintos campeonatos nacionales. Y por la misma
razón rechazar ayudas económicas, como los millones que el estado central hubo
de entregar al gobierno catalán para reembolsar los llamados ‘bonos
patrióticos’ (la Generalitat emitió bonos a un tanto por ciento anual, pero
transcurrido el año no pudo reembolsar, por lo que pidió y recibió dinero del
gobierno de esa España “que les roba”); esto se parece bastante a la postura de
los estudiantes que se negaron a dar la mano al ministro Wert a la vez que con
la otra aceptaban el dinero que éste les entregó, dando muestra de una total
incoherencia, ya que lo lógico y legítimo es aceptar todo o rechazar todo. Así,
no es disparatado deducir que dirigentes y partidos catalanistas (que no es lo
mismo que catalanes), seguro que de forma inconsciente, no desean que llegue la
hipotética disgregación, pues entonces no tendrían gran cosa que decir a sus
seguidores. ¿Alguien piensa en conciencia que todos los problemas de esta
región se solucionarían milagrosamente con la escisión?
Repetir
una y otra vez que España se porta mal con Cataluña es algo así como afirmar que una persona se
porta mal con una de sus partes, por ejemplo uno de sus brazos, al que apenas
alimenta, golpea, hace pasar frío… Delirante.
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