OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 5 de julio de 2012

HUMBERTO MARILES: LA VIDA DE PELÍCULA DE UN CAMPEÓN OLÍMPICO Cada año olímpico resulta estimulante recordar a quienes pasaron por las pistas dejando huella. Un campeón diferente y con una vida pródiga en sucesos y aventuras es el jinete mexicano Humberto Mariles


El doble campeón olímpico mexicano
Humberto Mariles
 y su famoso caballo tuerto Arete
 

Uno de los grandes encantos de los Juegos Olímpicos es que son fuente inagotable de todo tipo de historias que vienen a representar todos los avatares a los que se ve sometida la persona. Son historia y son leyenda, pues quien ha pisado una pista olímpica siempre será recordado, y tratan de amores y odios, de desprecios y venganzas, de injusticias, hazañas, fracasos…, e incluso de intriga y misterio, como es la historia-leyenda del triple medallista olímpico mexicano Humberto Mariles Cortés.

Potente deportista adornado con todas las virtudes para el triunfo en la cancha, Mariles mostró decisión sin límites, confianza total en sí mismo, constancia incansable y una ilusión infinita que le impulsaba en la competición.

Hijo de militar y militar él mismo, creció en compañía de caballos y alcanzó una gran destreza que lo llevó a la competición. La II Guerra Mundial frustró sus ilusiones de acudir a los Juegos Olímpicos, pero cuando acabada la contienda se anunció que volverían en 1948, Mariles se fijó su meta, y no paró hasta encontrar el caballo idóneo, un alazán tuerto llamado Arete. Junto a otros grandes jinetes mexicanos, Mariles (nacido en Chihuahua) prepara la cita olímpica cuando le llama nada menos que el presidente de México, Miguel Alemán, y le comunica que el equipo ecuestre no acudirá a los juegos porque no puede ganar con un caballo tuerto. Ese fue el pretexto (verdaderamente infantil), pero la realidad es que el caballista líder del equipo azteca tenía simpatías por políticos rivales y claro... Pero dejando patente la confianza en su caballo y su asombrosa audacia, decide junto a sus compañeros no hacer caso a las autoridades (sus superiores en el ejército también le impusieron la retirada) y no echar por tierra la ilusión y el trabajo de 12 años. Así, emprenden viaje a Roma para tomar parte en una competición previa a los juegos, pero el embajador mexicano en Italia los visita y vuelve a amenazar, de modo que Mariles llega a la conclusión de que sólo hay dos opciones: el triunfo o la deshonra y, tal vez, la cárcel. Afortunadamente ganan esos concursos previos a los juegos, lo cual parece calmar a los políticos, pero el astuto caballero militar sabe que las cañas se volverán lanzas si no hay medallas con cinco aros.

Ya en Londres 1948, el equipo se hace primero con el bronce en la modalidad de Tres Días por Equipos, y una semana después con dos oros en saltos, uno individual y otro por equipos, venciendo tras durísima lucha al equipo español; y todo a lomos de un caballo tuerto. Lógicamente, victorias tan sonoras borraron todo atisbo de persecuciones o sanciones, de modo que Mariles y su equipo regresaron triunfalmente a México. Volvió a competir en los Juegos de Helsinki 1952, ya como general, donde logró empatar por la primera plaza con otros cinco jinetes, pero los jueces, inexplicablemente, lo colocaron sexto.
Mariles (tercero desde la derecha) con
 el resto del equipo co el que alcanzó el oro olímpico.
 

Sus problemas empezaron al terminar su periplo olímpico. Enfrentamientos con los directivos deportivos y políticos y un triste tiroteo dieron inicio a su etapa más intrigante y misteriosa. En 1967, justo nueve años después de su paso a la gloria, el general tiene una discusión de tráfico con un camorrista que iba bebido y tenía fama de borracho y pendenciero y que, además, pocos días antes había tenido otro enfrentamiento con otro conductor. Pero en el fragor de la bronca y tras gravísimos insultos, el militar sacó su arma y disparó al otro conductor; llevado al hospital por el propio Mariles, aquel falleció una semana después. Fue condenado e ingresó en prisión, aunque a los pocos años fue amnistiado y, ya en la calle (1972), volvió a ser aclamado como héroe nacional.

Dos días después del baño de multitudes, el gobierno mexicano le encomienda una misión en París, en teoría para comprar caballos, aunque el auténtico motivo del viaje sigue siendo un misterio cuatro décadas después (se asegura que no desveló los detalles del viaje ni siquiera a sus familiares). Lo que sí está probado es que acudió a un restaurante parisino con dos personas, que los tres fueron detenidos y que los otros dos eran narcotraficantes. Días después, cuando los gendarmes fueron a su celda para llevarlo ante el juez, lo hallaron muerto, tal vez envenenado. Ahí termina lo que se sabe del asunto y ahí comienza la especulación, las teorías, las hipótesis, las preguntas: ¿A qué lo envió realmente el gobierno mexicano a París? ¿Qué hacía exactamente con aquellos traficantes de drogas? ¿Por qué fueron a detenerlos a aquel restaurante? ¿Cuál fue la verdadera causa de su muerte? ¿Quién estaba detrás de todo y, probablemente, ordenó su muerte? Son preguntas de respuesta imposible salvo que algún día aparezca una prueba concluyente o un testimonio sólido e irrefutable. Aun así, con todo ello se puede construir una trama novelesca: el gobierno encarga a un personaje relevante la compra de armamento secreto, encargo al que no puede negarse porque ha sido sacado de la cárcel antes de tiempo y se le amenaza con volverlo a prisión si rehúsa realizar el trabajito; el personaje en cuestión se reúne en una capital extranjera con los traficantes (de drogas, de armas, de personas) y es detenido tras un misterioso chivatazo, tal vez procedente de unos políticos a los que el ahora agente del gobierno se había enfrentado en el pasado; es encarcelado y justo el día antes de ser interrogado por el juez es envenenado por matones de aquel gobierno para que no desvele el verdadero motivo de su viaje a París. Se trata, evidentemente, de pura especulación sin la menor prueba o indicio, pero demuestra que la apasionante trayectoria vital del general y campeón olímpico, su historia, terminó en misterio, en leyenda.

Sí, la vida de Humberto Mariles Cortés podría ser el argumento de una película de misterio con todos los ingredientes: épica, intriga, heroísmo, popularidad, homicidio, cárcel, caída a los infiernos, conversaciones secretas, chantaje, enigmático viaje, muerte sin resolver…

Los Juegos Olímpicos son fuente inagotable de increíbles y asombrosas historias y aventuras. El inolvidable jinete mexicano siempre tendrá un sitio en la Historia Olímpica.

CARLOS DEL RIEGO

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