OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 19 de julio de 2012

¿HAY ALTERNATIVAS A LAS MEDIDAS ECONÓMICAS DEL GOBIERNO? El presidente del gobierno de España y sus ministros afirman que no hay alternativas a los duros ajustes económicos que se han decretado. Sin embargo, sí que hay otras formas de ahorrar.


Son muchos y muy privilegiados.


Subir los impuestos a toda la población, bajar sueldos a los funcionarios (maestros, policías, médicos, bomberos…) y retirada de ciertos servicios públicos son las principales medidas con que el gobierno de España pretende reducir el déficit; y para justificar tales decisiones afirman el jefe y sus lugartenientes que no se puede hacer otra cosa, que es esto o la bancarrota, y que si no se hace esto no habrá dinero para pagar sueldos públicos. Pero esto no es totalmente cierto.
Para empezar, aseguraron que empezaban a estar en peligro las nóminas de los funcionarios e incluso pensiones y prestaciones por desempleo, pero en ningún caso dijeron que corrían peligro los abultados sueldos de sus señorías o algunas de las múltiples gangas que se han asignado. Asimismo, han quitado fechas de descanso a muchos, y con anterioridad ya habían alejado la edad de jubilación, pero no han mencionado que ellos sólo tienen que trabajar siete años para tener derecho a la pensión máxima, ni han abierto la boca para aumentar los escuetos impuestos que pagan. Tampoco, en fin, han tenido la valentía de renunciar a algunos de los muchos privilegios que disfrutan todos los que viven del erario sin haber ganado una oposición; entre estos están las dietas de viajes y estancias, los coches oficiales con chófer y gasolina para usos privados, los gastos con tarjeta a costa del contribuyente o los regalos que se hacen unos a otros con el dinero del primo pagano, o sea, el ciudadano…, por no hablar de los costosísimos retratos que sus soberbias señorías encargan a artistas de postín cuyos emolumentos salen del mismo bolsillo. Curiosamente, están en peligro los sueldos de los funcionarios, pero no se ha escuchado nada en el congreso de que corran ningún riesgo sus privilegios, o sea, ni un solo representante político de ningún partido ha pronunciado una sola palabra en este sentido, lo que indica que puede que no haya para pagar al policía o al maestro, pero sí habrá para pagar a los expertos que asesoran a los que ocupan sillón oficial.
Es decir, sí hay alternativa a subir indiscriminadamente los impuestos: retirar todas esas prebendas. Pero hay otras formas de reducir gastos, siendo la principal la supresión de una institución tan inútil como costosa, el Senado. Mantener con vida a ese mastodonte que gasta pero no aporta cuesta una fortuna cada mes, pues no es sólo el suculento salario de esos dudosos personajes (¿alguien podría decir qué ha hecho el senador tal o cual el mes pasado que valga los miles de euros que cobró?), sino que también cuestan lo suyo los numerosos complementos con que cuentan los senadores, los regalos que tienen por serlo (ordenador, teléfono móvil…) o la infraestructura de tan vana institución. Dicen los interesados que no se puede suprimir la cámara alta sin más, pues habría que cambiar la Constitución, sin embargo, si se hace un referéndum y la voluntad popular se manifiesta mayoritariamente, el resto sería sólo un trámite, simple papeleo; y al mes siguiente el ahorro sería ya enorme aunque los señores senadores pasaran al paro. Asimismo bueno sería revisar el ejército de políticos, asistentes, asesores, ayudantes y demás personal que tienen a su cargo las comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones. Y es que, verdaderamente, son demasiados los que viven de la política local, provincial, regional, nacional e incluso europea, por lo que más de la mitad de los ingresos del país se va a los gobernantes. Y eso sin hablar de lo que cuestan muchas otras instituciones y organismos pagados por el erario que, sin la menor duda, son prescindibles sin que el funcionamiento de la sociedad se resienta.
Igualmente excusaríamos miles de millones de euros retirando subvenciones tan injustas (en realidad todas las subvenciones son injustas, ya que no se puede subvencionar a todos) como las que se llevan los partidos políticos y los sindicatos, la industria del cine (y otras industrias…) o las iniciativas y proyectos tan esperpénticos y vacíos como la Alianza de Civilizaciones. En fin, parece más que evidente que todo esto es mucho menos necesario que el policía, el bombero, el maestro, el médico.
El político afirma que eso es el chocolate del loro, pero no tiene en cuenta que hay muchos millones de loros.    
CARLOS DEL RIEGO

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