Son muchos y muy privilegiados. |
Subir los impuestos a toda la población, bajar sueldos a los
funcionarios (maestros, policías, médicos, bomberos…) y retirada de ciertos
servicios públicos son las principales medidas con que el gobierno de España
pretende reducir el déficit; y para justificar tales decisiones afirman el jefe
y sus lugartenientes que no se puede hacer otra cosa, que es esto o la
bancarrota, y que si no se hace esto no habrá dinero para pagar sueldos
públicos. Pero esto no es totalmente cierto.
Para empezar, aseguraron que empezaban a estar en peligro
las nóminas de los funcionarios e incluso pensiones y prestaciones por
desempleo, pero en ningún caso dijeron que corrían peligro los abultados sueldos
de sus señorías o algunas de las múltiples gangas que se han asignado.
Asimismo, han quitado fechas de descanso a muchos, y con anterioridad ya habían
alejado la edad de jubilación, pero no han mencionado que ellos sólo tienen que
trabajar siete años para tener derecho a la pensión máxima, ni han abierto la
boca para aumentar los escuetos impuestos que pagan. Tampoco, en fin, han
tenido la valentía de renunciar a algunos de los muchos privilegios que
disfrutan todos los que viven del erario sin haber ganado una oposición; entre
estos están las dietas de viajes y estancias, los coches oficiales con chófer y
gasolina para usos privados, los gastos con tarjeta a costa del contribuyente o
los regalos que se hacen unos a otros con el dinero del primo pagano, o sea, el
ciudadano…, por no hablar de los costosísimos retratos que sus soberbias
señorías encargan a artistas de postín cuyos emolumentos salen del mismo
bolsillo. Curiosamente, están en peligro los sueldos de los funcionarios, pero
no se ha escuchado nada en el congreso de que corran ningún riesgo sus
privilegios, o sea, ni un solo representante político de ningún partido ha
pronunciado una sola palabra en este sentido, lo que indica que puede que no
haya para pagar al policía o al maestro, pero sí habrá para pagar a los
expertos que asesoran a los que ocupan sillón oficial.
Es decir, sí hay alternativa a subir indiscriminadamente los
impuestos: retirar todas esas prebendas. Pero hay otras formas de reducir
gastos, siendo la principal la supresión de una institución tan inútil como
costosa, el Senado. Mantener con vida a ese mastodonte que gasta pero no aporta
cuesta una fortuna cada mes, pues no es sólo el suculento salario de esos
dudosos personajes (¿alguien podría decir qué ha hecho el senador tal o cual el
mes pasado que valga los miles de euros que cobró?), sino que también cuestan
lo suyo los numerosos complementos con que cuentan los senadores, los regalos
que tienen por serlo (ordenador, teléfono móvil…) o la infraestructura de tan
vana institución. Dicen los interesados que no se puede suprimir la cámara alta
sin más, pues habría que cambiar la Constitución, sin embargo, si se hace un
referéndum y la voluntad popular se manifiesta mayoritariamente, el resto sería
sólo un trámite, simple papeleo; y al mes siguiente el ahorro sería ya enorme
aunque los señores senadores pasaran al paro. Asimismo bueno sería revisar el
ejército de políticos, asistentes, asesores, ayudantes y demás personal que
tienen a su cargo las comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones. Y es
que, verdaderamente, son demasiados los que viven de la política local,
provincial, regional, nacional e incluso europea, por lo que más de la mitad de
los ingresos del país se va a los gobernantes. Y eso sin hablar de lo que
cuestan muchas otras instituciones y organismos pagados por el erario que, sin
la menor duda, son prescindibles sin que el funcionamiento de la sociedad se
resienta.
Igualmente excusaríamos miles de millones de euros retirando
subvenciones tan injustas (en realidad todas las subvenciones son injustas, ya
que no se puede subvencionar a todos) como las que se llevan los partidos
políticos y los sindicatos, la industria del cine (y otras industrias…) o las
iniciativas y proyectos tan esperpénticos y vacíos como la Alianza de
Civilizaciones. En fin, parece más que evidente que todo esto es mucho menos
necesario que el policía, el bombero, el maestro, el médico.
El político afirma que eso es el chocolate del loro, pero no
tiene en cuenta que hay muchos millones de loros.
CARLOS DEL RIEGO
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