Es posible que los Viquingos llegaran antes que Colón, pero no socializaron ni aprovecharon su descubrimiento |
Para empezar hay que tener cuidado con la palabra a
utilizar, ya que hay quien se siente molesto cuando se habla del
‘descubrimiento de América’, pues asegura que no estaba cubierta; del mismo
modo, dicen, tampoco puede recurrirse a términos como ‘hallazgo’ o ‘encuentro’
de América, pues tampoco estaba escondida, y así podría seguirse sin encontrar
una palabra que satisfaga a todos y que designe el hecho de la llegada a
América por vez primera de un africano, europeo, asiático u oceánico.
Se use la expresión que se use, lo cierto es que existen
varias teorías que afirman que quien primero dejó sus huellas en el nuevo
continente no fue Cristóbal Colón. Así, la más extendida apunta a los viquingos,
que poco antes o después del año mil arribaron a la actual Terranova y,
posteriormente, al continente; y en ese sentido se habla de pruebas
concluyentes que, analizadas con espíritu crítico y exclusivamente científico,
en ningún caso son tan concluyentes. También se habla de navegantes irlandeses
que habrían desembarcado en tierras norteamericanas nada menos que trescientos
o cuatrocientos años antes que los nórdicos, es decir, en la Alta Edad Media.
Entre las más recientes propuestas acerca de quiénes fueron los autores del
primer viaje transoceánico con éxito está la que señala a micronesios,
indonesios o, en fin, habitantes de algunas de las infinitas islas del Pacífico
Sur, que se mostraron como expertos y arrojados navegantes. Y qué decir de lo
que apunta el mapa del otomano Piri Reis o incluso que los fenicios, empujados
por los vientos, también desembarcaron allá. Sólo faltaría añadir a Astérix y
Obélix, que en una de sus aventuras se toparon con el nuevo (para los que
vivían en el resto del mundo) continente.
Es posible que alguien pisara las tierras luego conocidas
como América antes que lo hiciera Colón, pero eso, siendo importante, no es lo
realmente trascendente. Es decir, si hubo quien estuvo allí antes que el
genovés (tampoco falta la polémica en torno al lugar de nacimiento del Almirante de la mar océana), en realidad
no se enteró de qué había bajo sus pies, no se lo dijo a nadie, no compartió su
conocimiento, no socializó lo hallado, no le dio mayor importancia, con lo que
no pasó nada, la historia de América y la del resto del mundo no varió, todo
siguió su curso sin alterarse a pesar de la novedad. Nadie aprovechó el
encuentro.
Un buen ejemplo de un descubrimiento que pudo no ser tal es
el del hallazgo de la penicilina. Al parecer, un cultivo olvidado en un
laboratorio fue observado al día siguiente por uno de los científicos,
Flemming, que se dio cuenta de que en torno al centro del preparado las
bacterias habían retrocedido, o sea, eso (que era un hongo, el penicilium)
acababa con las bacterias. Entonces, Flemming se puso a estudiar el fenómeno
con detenimiento y curiosidad científicos hasta que finalmente dio con un
medicamento que, sin duda, cambió para siempre la visión de la salud. Así,
cabría preguntarse cuántos científicos habrían observado ese fenómeno (u otro
semejante) sin prestarle mayor atención, sin dedicarle tiempo, sin analizarlo
con visión científica.
Lo importante cuando alguien se encuentra con algo nuevo no
es sólo el hallazgo en sí, sino entender su importancia y, sobre todo,
socializar la novedad, compartir el conocimiento para que así todos puedan
aprovecharlo y encontrar nuevas posibilidades beneficiosas para las
personas.
CARLOS DEL RIEGO
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