OPINIÓN

HISTORIA

martes, 29 de mayo de 2012

ARTISTAS CONTRA LA RELIGIÓN, SIMPLE MALA EDUCACIÓN El veterano cantautor Javier Krahe fue absuelto de la acusación de “escarnio” por su participación en el vídeo ‘Como cocinar un Cristo para dos personas”


¿Qué derecho debe imponerse, el del que quiere escuchar o el del que impide escuchar

Hace unos años se montó un gran revuelo a escala internacional cuando un periódico danés publicó unas caricaturas satíricas sobre Mahoma para ilustrar un reportaje sobre la libertad de expresión; islamistas radicales profirieron amenazas de muerte contra dibujante, diario y editor e incluso hubo algún ataque. Se produjo un gran debate en el que hubo quien defendió la “libertad para blasfemar”, quien optó por exigir que esa libertad terminara cuando empezara la del que se siente ofendido, y quien opinó que sí, que hay que respetar la libertad de expresión, pero que hay un límite entre ésta y el insulto, la difamación, el ultraje..., y que, en todo caso, en ejercicio de la libertad no hay por qué molestar, mostrarse maleducado, injuriar.

Sorprendentemente, directores de dos diarios de tirada nacional que se creen de izquierdas se posicionaron a favor de los radicales islámicos, asegurando que ellos jamás hubieran publicado esos dibujos, lo que significa que los hubieran censurado. Pero más sorprendente aún es comprobar cómo sí han publicado fotografías y dibujos mucho más ofensivos, pero no contra el Islam, sino contra la religión católica.

Ataques de todo tipo contra ésta se producen casi constantemente y desde diversos frentes: un fotógrafo realizó una exposición con imágenes de una mujer que representaba a la Virgen María en actitudes obscenas; unos jóvenes irrumpieron en una misa, se desnudaron y se pusieron a bailar ante el altar; cantantes, cineastas y autores teatrales suelen recurrir a ofensas visuales o verbales contra símbolos católicos. La lista sería interminable, pero el denominador común de todo ello es la búsqueda de notoriedad, no tanto la venganza (todos aseguran tener motivos), sino tratar de llamar la atención con algo que, seguro, molestará a muchos y de este modo aparecerá en los medios de comunicación. En realidad, utilizar recursos de este tipo demuestra mediocridad, falta de talento e ingenio.

Y es que hay mucha gente que confunde Iglesia con jerarquías eclesiásticas, olvidándose que la Iglesia la forman millones de personas. Además, jamás se atreverían a ofender al Islam, como demuestra el escrúpulo de aquellos periodistas que se creen de izquierdas; tal vez se autocensuren por simple miedo a una respuesta violenta (algo comprensible), tal vez porque no quieren molestar a una religión que sigue anclada en el pasado y que considera a la mujer poco más que un animal, una religión que ejecuta a las adúlteras y a los blasfemos, o tal vez porque saben que, a falta de otros, el tema de la religión siempre funciona, y claro, como a estas alturas los católicos no van a poner una bomba...

En este mismo ámbito se pueden situar los silbidos y gritos contra la bandera, el himno y el Príncipe de España en la recientemente disputada Copa del Rey de fútbol. Se aduce que aquello fue libertad de expresión, cosa cierta, pero esa libertad se impuso a la libertad de escuchar el himno de muchos otros; es lo mismo que si en el transcurso de una conversación uno de los participantes se pone a silbar cada vez que otro va a hablar, de este modo estará haciendo el mismo uso de su libertad de expresión que aquellos que abuchearon el himno, resultando que no se escucharán sus palabras del mismo modo que no se escucharon las notas del himno. Llegados a este punto, ¿qué libertad debe imponerse, la del que quiere escuchar o la del que impide escuchar?, ¿qué merece más respeto, el derecho a silbar o el derecho a oír?

El vídeo protagonizado por Krahe demuestra,
sobre todo,  mediocridad
 
No se trata de delito ni nada por el estilo (sería tonto llegar a juicio por ello), se trata, por encima de todo, de mala educación, de no saber estar, de creerse en posesión de la verdad absoluta y por tanto legitimado para insultar (hecho asombrosamente abundante); claro que llegado el caso inverso las cosas serían de otro modo.

Y también caben en el mismo espacio los insultos y amenazas proferidos por los integrantes y simpatizantes de la banda mafiosa y terrorista ETA que en su día recibían las víctimas y sus familiares; no hay que olvidar que hasta hace unos años se increpaba e insultaba a la viuda del asesinado o que, ya en el cementerio, se hacía mofa de los muertos con munición etarra, o que los medios y políticos afines a los asesinos menospreciaban y cosificaban abiertamente al destripado por una bomba. Todo esto ¿es también libertad de expresión? 


Sea como sea, Javier Krahe ha logrado más publicidad y difusión en los últimos años con este asunto que con sus canciones, algo no muy positivo para un artista. Y por cierto, si la sentencia le hubiera sido contraria y hubiera cumplido su amenaza de exiliarse, habría fastidiado a sus seguidores y complacido y alegrado a sus detractores, consiguiendo así el efecto contrario al pretendido. 

CARLOS DEL RIEGO

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