OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 12 de abril de 2012

TINTÍN: EL HÉROE PERFECTO Alguien en quien confiar ciegamente.

TINTÍN: EL HÉROE PERFECTO
 En una de sus aventuras le llaman “Corazón puro”, apelativo que no puede se más acertado, pues Tintín es el héroe perfecto. Es valiente y siempre dispuesto a la aventura, inteligente, creativo e intuitivo, confiado, bienintencionado y humilde, leal, íntegro y desinteresado, optimista y razonable, lógico y juicioso, capaz de ir al fin del mundo para salvar a un amigo, capaz de hacerse amigo de tibetanos y peruanos, árabes y subsaharianos, chinos, centroeuropeos, brasileños..., sobre todo si son adolescentes como él.

 Capitán Haddock
Sin embargo, se le ha tachado de racista basándose sobre todo en su primera entrega (segunda tras ‘Los soviets), ‘En el congo’, cosa incomprensible leyéndolo. Sí es cierto que dispara contra los animales como si fueran blancos de feria, pero hay que tener en cuenta que cuando lo escribió (aun en la década de 1920) no existía el concepto de conservacionismo o medio ambiente; también se dice que es colonialista y paternalista, pero es un sentimiento que existía allí en aquel momento y no se puede juzgar con mentalidad de hoy; además, los dos episodios mencionados fueron los únicos que hizo sin documentarse exhaustivamente (lo que sí hará desde entonces), basándose en tópicos de su época y en algún libro de aventuras. Otra tacha que tratan de colocarle es su presunta misoginia, la escasa presencia de mujeres en sus aventuras, cosa que se explica atendiendo a la intención del autor, que no es otra más que el héroe inmerso en el viaje con el objetivo claro, sin que nadie lo distraiga, sin tener que dejar a alguien siempre esperando su regreso, sin enredarse en mariposear con las lugareñas; todo esto quitaría páginas a la acción, y todas son absolutamente imprescindibles. Asimismo se llegó a llamar colaboracionista a su autor, Hergé, puesto que siguió trabajando cuando Bélgica estaba ocupada por los nazis; ¿qué podía hacer?, ¿qué hicieron muchos intelectuales franceses de gran prestigio en el París ocupado?
Tintín es el viajero perfecto, pues inmediatamente entra en contacto con la gente y traba amistad fácilmente, adopta sus costumbres, su ropa, incluso aprende su idioma. Pero su mayor virtud reside en que siempre estará de parte de la víctima, del injustamente tratado sea quien sea; así, se enfrenta a poderosos industriales occidentales para defender a un chino que tira de una bici-taxi, a unos matones que maltratan a un niño peruano, a políticos y militares tiranuelos (incluso exige al golpista que no haya ni una sola ejecución), a traficantes de droga y de armas, a negreros, a ladrones, asesinos e intrigantes de toda especie (incluyendo Al Capone), incluso al Yeti, todo con tal de no abandonar a un amigo. Y no dudará en poner en peligro su propia vida para defender a los inocentes, intentará que no se produzca violencia y tratará de llevar al malo ante la justicia, pues confía en ella independientemente del lugar donde esté.   
Geroges Remi (Hergé) creó un personaje cercano a la perfección, altruista hasta el límite, sin la menor intención oculta, siempre con la verdad por delante, con las ideas claras y con la cabeza fría para buscar la solución. Pero es que además, los tebeos de Tintín han resultado ser una memoria perfecta para comprender gran parte del devenir del siglo XX: por sus episodios han pasado las guerras y los logros del Hombre, la pasión por la aventura geográfica y los avances tecnológicos, las componendas políticas y las maldades de los grandes magnates y las crisis energéticas, las repúblicas bananeras y sus grotescas revoluciones, pero también la lucha contra injusticia, la opresión, la desigualdad.
HERNÁNDEZ Y FERNÁNDEZ
Tintín es un ejemplo. Muchos quisiéramos la altura de espíritu, el carácter, el altruismo, la integridad del inmortal héroe belga.
El gran Steven Spielberg estrenó en 2011 la película ‘El secreto el unicornio’, que es un excelente película de aventuras, pero que en el fondo tiene poco del espíritu de Tintín. Así, Haddock debería hablar siempre a voces, insultar continuamente (para acto seguido emocionarse con cualquier cosa) y darse tremendos porrazos; Hernández y Fernández no se equivocan al hablar, no meten la pata y apenas tropiezan y caen; Tintín se pone a hablar de conceptos como el fracaso, algo inaudito en el Tintín de papel; se ha tomado del original a un secundario (Sakharine) para convertirlo en el malo..., teniendo al malo perfecto: Rastapopoulos. Además, la película no se detiene en las pequeñas acciones secundarias que proporcionan el refrescante soplo humorístico y que tanto carácter dan a las historias; un par de ejemplos: el fantástico e imaginativo episodio de la lupa, el papelito y el hueso de ‘El cangrejo...’ (páginas 6 y 7) o la instantánea transformación de un campo desierto en una ciudad en funcionamiento gracias al hallazgo de petróleo en ‘América’ (pág. 29). Son los detalles los que han restado Tintín a ‘El secreto...’.   
Carlosdelriego.

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