OPINIÓN

HISTORIA

sábado, 9 de septiembre de 2023

TRES EJEMPLOS DE INGRATITUD PERPETRADOS POR POLÍTICOS E INSTITUCIONES

 


En contra de lo que se cree, Jesse Owens fue tratado con admiración y cortesía en Alemania en 1936, y con desprecio y racismo a su regreso a EEUU

 
Irena Sendler salvó miles de niños judíos de las garras de los nazis, pero eso no tuvo el agradecimiento que merecía

Todo humano peca o sufre de ingratitud antes o después. Sin embargo, se han dado en la historia reciente escandalosos actos de ingratitud perpetrados por instituciones legítimas (y con inmerecido prestigio) contra personajes que lucharon y consiguieron grandes beneficios para el género humano. Lógicamente, la ingratitud de la institución política, la ingratitud de un gobierno, es mucho más sangrante, pues es premeditada y busca fines políticos

Dice el refrán ‘De biennacido es ser agradecido’, cuyo significado permite que pueda formularse al revés, o sea, ‘De malnacido…’. La ingratitud es una de las constantes en el hombre desde que éste pisa la Tierra. Hay ejemplos cotidianos y de  alcance, y con consecuencias más limitados, y la historia ofrece una interminable lista de ingratitudes. Hablando sólo del siglo XX existen algunos casos verdaderamente sangrantes, tanto por el acto en sí como por el hecho de que el desagradecimiento haya llegado desde organismos legítimos, gobiernos e instituciones de prestigio.

 

En mayo de 1948 Palestina era un volcán: la guerra entre árabes e israelíes era inminente. La ONU nombró al sueco Folke Bernadotte como mediador para tratar de evitar lo inevitable. Hombre de una honestidad a toda prueba, redactó dos propuestas de paz y varios informes describiendo la situación, todos ellos de una ecuanimidad difícil (imposible) de encontrar en ambientes políticos y diplomáticos. Pero los grupos terroristas judíos no estaban dispuestos a negociar nada, de modo que en septiembre de ese año miembros de la organización Stern (o Lehi, o Irgún, la que voló el hotel Rey David con 91 muertos) detuvieron el convoy de Berdadotte, que atravesaba el sector judío de Jerusalén y ametrallaron su coche acribillando al diplomático sueco y a otro enviado de la ONU, el francés André Serot. La corrupta Organización de las Naciones Unidas condenó el acto, pero con la boca pequeña y en susurro. Lo que sorprende es que el conde Berdadotte había arriesgado su vida varias veces durante la Segunda Guerra Mundial; primero intercambiando prisioneros de guerra con Alemania (se calcula que libró de los campos de concentración a más de 10.000 personas), y luego, al final del conflicto, cuando los nazis aceleraban ‘la solución final’, rescatando a no menos de 15.000 personas en autobuses de la Cruz Roja Sueca, entre ellos miles, de judíos destinados a las cámaras de gas. Entre quienes conocían y apoyaron el atentado contra el diplomático sueco estaban personalidades tan relevantes como Isaac Shamir. Asimismo, tras ser procesados los asesinos, Ben Gurión los indultó de inmediato y se ocupó de que entraran en el ejército sin más. Se trata de un caso evidente de ingratitud, tan propia del político, de todo político.

 

Estados Unidos incluyó en su selección para los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 a 18 atletas negros (incluyendo dos chicas). Todos ellos habían sufrido, en mayor o menor medida, discriminación racial en su país. Una vez en Alemania todos los atletas, incluyendo los negros, fueron tratados con suma cortesía, incluso la gente les pedía autógrafos y les daba la mano sin tener en cuenta las leyes racistas de Nurenberg, dictadas meses atrás; la propaganda nazi ordenó ser cordiales con los deportistas de todo el mundo, sin embargo, las imágenes de aquellos momentos dejan claro que el pueblo alemán estaba sinceramente encantado con los visitantes. Algunos de aquellos atletas pasaron a la posteridad y a la gloria olímpica, como Jesse Owens, como el también esprínter Ralf Metcalfe o el saltador de altura Cornelius Jhonson. Pero, las dos primeras mujeres negras que USA llevó a unos juegos, Louise Stokes y Tidye Pickett, fueron reemplazadas por atletas blancas en la final del 4x100 cuando ya estaban casi en su calle; el racismo estadounidense no respetaba ni la pista. Al regresar a su país, aquellos héroes del estadio volvieron a sufrir racismo gubernamental: el presidente Roosevelt sólo recibió en la Casa Blanca a los atletas blancos, negándose tal honor a los negros (que ganaron 14 de las 56 medallas que se llevó el equipo USA). En este sentido, Jesse Owens, cuádruple oro en aquella cita olímpica, repitió hasta la saciedad que no fue Hitler quien lo despreció (a pesar de las mentiras de los periodistas estadounidenses), sino el Presidente de Estados Unidos, que no le envió ni un telegrama de felicitación. La Casa Blanca y parte de la población fueron desagradecidos, ruines, racistas hasta el extremo, tanto como los nazis a los que poco después combatirían.

 

Mucho más reconocimiento que el que se le tiene merece la polaca Irena Sendler. Cuando los nazis entraron en Polonia (1939), la enfermera católica Irena Sendler ya velaba por todos los necesitados sin atender a creencias o etnias. Luego, cuando los judíos fueron hacinados en el gueto de Varsovia, se las arregló para sacar de aquel infierno nada menos que a 2.500 niños, utilizando mil y una estratagemas para burlar a los soldados alemanes. Aemás, tomó nota de nombres y direcciones con el fin de intentar reintegrarlos a sus familias al terminar la guerra, aunque la mayoría de los padres no sobrevivieron (la historia de ‘la niña de la cuchara de plata’ es muy emocionante). La valiente Irena corría un enorme riesgo, pues si la descubrían…, y la descubrieron en 1943, y la torturaron, pero ella soportó lo insoportable y no pronunció un solo nombre. Se libró del paredón porque un soldado se dejó sobornar… Su historia volvió a la actualidad cuando en 2007 el gobierno de Polonia la propuso para el Premio Nobel de la Paz; pero el dudoso comité noruego optó por el oportunismo y la propaganda y se lo dio al mamotreto de Al Gore por un sesgado y ridículo documental ya olvidado. Irena Sendler murió el año siguiente, con 98 años, tras recibir reconocimientos y agradecimientos procedentes de todo el mundo…, excepto de esa cofradía de ilustres tontos rendidos a la oportunismo que conforman el comité del Nobel de la Paz, los cuales dieron más mérito a un documental (a saber cuánto hizo Gore) que a quien consiguió cambiar el negro destino de tantas personas.  

 

Es justo recordar de vez en cuando los nombres de estos auténticos héroes que fueron pagados con ingratitud, racismo, desdén.

 

CARLOS DEL RIEGO

 

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