OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 2 de abril de 2023

EL DISPARATE DE CONVERTIR EL CONCIERTO DE ROCK EN MITIN POLÍTICO

 


La ideología ha esclavizado al músico que exhibe  en sus conciertos un cerdo hinchable cargado de mensajes políticos

Otro ejemplo de exceso de ideología que tiraniza al músico

Una de las características propias de la música rock es que, desde sus inicios, siempre ha sido vehículo ideal para lanzar mensajes de todo tipo, entre ellos (y según el subgénero del rock) los que contienen desafío, provocación, insolencia, arrogancia. Por eso, no extraña que también haya habido grupos y solistas que se han posicionado políticamente, lo cual es de lo más legítimo; lo malo es cuando convierten sus conciertos en una asamblea política con sermones y arengas

 Uno de los grandes referentes del rock, que dinamitó su grupo porque su ego se lo impuso (y cuyo nombre no es preciso recordar), ha convertido sus conciertos en mítines políticos en los que se condena a los enemigos; y como el no mencionado dice, quien no esté de acuerdo que se ‘fuck’. Todo el mundo tiene su ideología y sus preferencias políticas, pero cuando el músico de rock se pierde en sermones, proclamas y homilías sobre la sociedad y la economía, los partidos y los políticos o la geopolítica internacional, se convierte en un líder político y deja de ser un músico de rock, el cual está contra todo tipo de poder, el de un lado y el de otro.

 Aunque la mayor parte de las veces el rock & roll habla de las cosas que gustan o preocupan a los veintitantos años (hoy día ya no, puesto que los rockeros envejecen…), hay muchas ocasiones en que el autor escribe de otras cosas que exigen mayor compromiso. Siempre ha habido cantantes protesta, compositores con temáticas sociales y costumbristas, grupos que ofrecen textos airados y exaltados contra las clases altas y, por supuesto, también bandas y letristas que se han atrevido a lanzar discursos eminentemente políticos envueltos en guitarras distorsionadas. Claro que, si el grupo tiene éxito, cae inevitablemente en la incoherencia, en la contradicción. Así, suelen bramar contra el capitalismo y la burguesía, pero ellos viven como burgueses capitalistas muy acomodados; pontifican contra banqueros, empresarios y políticos a la vez que guardan sus pingües ingresos en los grandes bancos o se los llevan a paraísos fiscales; escriben encendidas defensas de los trabajadores y aguerridas proclamas contra los ricos mientras viven en mansiones exclusivas con seguridad privada; tienen sus propias empresas y se sirven de su legión de asalariados… Lo curioso es que no ven conflicto moral entre lo que dicen y lo que hacen.

Cierto que los más grandes del negocio del rock han escrito fantásticas canciones con trasfondo político o ideológico (ya lo hicieron Beatles con temas como ‘Taxman’ o ‘Blackbird’; y muchos otros tocaron el asunto), pero no lo han convertido en el tema exclusivo de sus conciertos. Por desgracia la proclama política se ha convertido en algo habitual en los directos de no pocos grandes nombres del rock.   

Muchas veces se ha contado cómo Freddie Mercury pidió, casi exigió, a sus compañeros de grupo que no escribieran canciones-sermón, e insistió en que ellos no estaban en este espectáculo para largar sermones, discursos ni rollos parecidos, sino que Queen tiene que subir al escenario con la idea de hacer lo posible para que el público se divierta, esforzarse para que la gente baile, cante y salte, para que todos los presentes se olviden de todo aquello que no forme parte del concierto, de cada concierto.   

Inevitablemente, donde entra la política crece la división, el enfrentamiento, la enemistad, el ‘ellos y nosotros’. Y un concierto de rock es algo así como un ritual, como una ceremonia con sus oficiantes y sus fieles, todos los cuales cantan los mismos himnos

CARLOS DEL RIEGO

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