Clásica imagen de Rick Wakeman, rodeado de teclados, quien se inspiró muchas veces en la música clásica
Aunque se pueda tener la percepción de que son
incompatibles, la realidad demuestra que la música clásica ha tenido gran
presencia e influencia en el rock y sus derivados
Los géneros musicales surgidos en el siglo XX tienen una
deuda con lo que se conoce como la gran música, la música clásica. Así, hay
figuras de la corta historia del rock que pueden presumir de su formación
clásica, con lo que toda su trayectoria está marcada por esos estudios;
igualmente son abundantes las canciones cuya idea inicial procede de partituras
de los grandes genios clásicos; tampoco son escasos los títulos que reconocen
su inspiración en sonatas, nocturnos, arias, e incluso reproducen con mayor o
menor fidelidad pasajes enteros; y también hay numerosas versiones,
adaptaciones, actualizaciones de obras concretas de Beethoven, Bach,
Tchaikovski… Sí, sin duda el rock & roll ha tomado prestado mucho material
de tan sonoros nombres; además, como ya no generan derechos de autor, están a
disposición de todo el que se atreva.
Cuando se habla de rock sinfónico es imposible no señalar
a Emerson Lake & Palmer, trío que siempre llevó a gala esta tendencia, con
orgullo, con conocimiento, con atrevimiento…, y con excelentes resultados.
Entre sus logros más llamativos está el nuevo tapizado que dieron a la obra
‘Cuadros de una exposición’ del ruso Modest Músorgski (a través del arreglo
para orquesta que hizo Maurice Ravel), atreviéndose incluso a añadir cosecha
propia. Con guitarras y pianos, teclados
de última generación (en 1971 y agresivas baterías rock, ELP dan nueva vida a
ideas imperecederas que vuelven a lucir gracias a nuevas perspectivas…, una
fructífera y mágica operación artística. No fue la única vez que pescaron en
los mares del clasicismo, al contrario, sus álbumes están muy adornados con
nombres históricos de la gran música. Ya en solitario, Greg Lake no se resistió
a tomar por su cuenta otra de Prokofiev para construir su preciosa ‘I believe
in Father Christmas’.
En fin, gracias a este empeño de ELP, muchos miles de
jóvenes en todo el mundo entendieron que la música es música, y que los géneros
no son otra cosa que decoración, presentación, y que lo importante es el
ingenio, el talento que el autor ha vertido en su partitura para que otros la
interpreten.
El caso es que, se reconozca en los créditos o no, hay
una larga lista de canciones cuyos autores metieron la mano en la caja de los
clásicos para confeccionar sus discos. No es cuestión de enumerar uno tras
otro; basten algunas menciones. Por ejemplo, Sting (que no es muy dado a
acreditar a otros) ha tirado de Prokofiev, al igual que Eric Carmen de
Rachmaninov; Billy Joel firma alguna que otra obra ‘a medias’ con Beethoven; la
inmortal, evocadora y exitosa ‘A whiter shade of pale’ de Procol Harum
(conocida en español como ‘Con su blanca palidez’) agarra más de una de Bach;
Queen en su ‘It´s a hard life’ reconoce la deuda con ‘I pagliacci’ de
Leoncavallo.
El ‘It´s now or never’ que popularizó Elvis es,
evidentemente, el célebre ‘O sole mio’ de Eduardo di Capua. El espectacular
teclista Rick Wakeman (pianista de formación clásica) picó de aquí y de allá
muchas veces, destacando sus improvisaciones sobre partituras de Brahms; incluso el propio John Lennon explicaba que
el tema de los Beatles ‘Because’ surgió tras escuchar una sonata para piano de
Beethoven. Y Paul confesó que el ‘Blackbird’ está inspirado en una de Bach.
La relación de artistas contemporáneos que buscaron luz
en otras formas, en otras épocas, es verdaderamente extensa. Y también se
pueden añadir las ocasiones en que lo que hacen es, simplemente, una versión, y
así se reconoce en los créditos…, casi siempre. Por ejemplo, los enloquecidos y
siempre jubilosos Madness se atrevieron a condimentar con el divertido ritmo ska
el movimiento más famoso de ‘El lago de los cisnes’ de Piotr Tchaikovski; el
fruto de esta mezcla con ingredientes aparentemente incompatibles no sólo es
muy fácil de degustar, sino que parece haber sido concebido para el baile y el
jolgorio. ¿Qué hubiera pensado el compositor tardo-romántico ruso sobre esta
reinterpretación? Y por otro lado, ¿quién puede decir que la música clásica es
aburrida?
El inefable Ian Anderson recreó para el segundo Lp de su
grupo, Jethro Tull, el ‘Bourée in E minor’ de Bach; sin embargo, a diferencia
del anterior, incomprensiblemente Anderson no acreditó al alemán…, al menos en
las primeras ediciones del mencionado álbum, en cuyos créditos aparecía él solo
como autor a pesar de que la cosa era un clamor al ser pieza sobradamente
conocida. De todos modos, el arreglo (suave y respetuoso) tiene su mérito, y la
flauta travesera del inglés recorre con mucha clase las notas originales.
La aportación hispánica puede representarse con la
reinterpretación que Los Canarios realizaron de ‘Las cuatro estaciones’ de
Vivaldi, la cual fue convertida en ‘Ciclos’ y dotada con otra historia; un
trabajo monumental que, al menos a unos cuantos, les sirvió para reconocer
todos los movimientos y pasajes de la partitura original en cualquier momento,
ya fuera en primavera o en invierno… Tampoco puede olvidarse el éxito
internacional que alcanzó Miguel Ríos cuando cantó la adaptación (de Waldo de
los Ríos y Amado Regueiro) de la ‘Oda a la alegría’, el extracto universal de
la ‘novena’ de Beethoven.
Está claro, la clásica y el rock no son en absoluto
antagonistas. Música es música.
(Actualizado de diciembre de 2016 .
CARLOS DEL RIEGO.