OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 21 de julio de 2021

TOKIO 2020, ¿LOS PEORES JUEGOS OLÍMPICOS DE LA HISTORIA?

 


Desfilar para nadie debe ser como el alcohol sin alcohol

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 nacieron bajo la sospecha incluso antes de conseguir la designación: El accidente de la central nuclear de Fukushima, seguido por la dudosísima elección de dicha sede por parte del COI, el retraso por la pandemia, la celebración sin público… Tienen los de Tokio todas las papeletas para ser considerados como los peores Juegos Olímpicos de la Historia, puesto que esta celebración planetaria tiene un significado que va más allá del deporte 

Estos juegos estaban ya afectados por una tara antes de que Tokio fuera la sede elegida. Así es, en 2011 se produjo el accidente de la central nuclear de Fukushima, que contaminó tierras y aguas para miles de años. A pesar de ello, y contra todo pronóstico y toda lógica, dos años después el COI designó la capital japonesa para acoger los Juegos de la trigésimo segunda Olimpiada. Como se ha sabido, no pocos de los miembros del comité de elección fueron sobornados, algo no demasiado difícil ni caro, puesto que el COI es uno de los organismos más corruptos del planeta, algo demostrado muchísimas veces. Además, no pocas de las inclusiones en el calendario olímpico (monopatín, surf…) responden exclusivamente a la entrada de dineros que, dados los antecedentes, en gran parte acabarán en bolsillos particulares.

Siguiendo con el COI (que bien podría significar Corruptos Obsesos Insaciables), la última es la amenaza de sanción a las jugadoras de vóley playa de Noruega por llevar un pantaloncito de licra en lugar de un bikini ajustado y de un par de centímetros de ancho por detrás. Sexistas, machistas, los miembros del COI demuestran ser también unos viejos verdes. Y no hay que olvidar que, en anteriores ediciones, se permitió que jugadoras musulmanas disputaran sus partidos envueltas en una especie de burka, es decir, los miembros de Corruptos exigen a unos lo que permiten a sus rivales.

La pandemia siguió con la tendencia de gafar la sede japonesa (que ya albergó los Juegos de 1964): los retrasó un año y los condenó a la soledad, a la ausencia del público, al silencio, casi a la clandestinidad. La competición deportiva no es lo mismo si no hay aliento, ruido y presencia del espectador, ¿y qué puede haber más ridículo, surrealista y tristón que un desfile delante de nadie? No hay más que ver las caras de los deportistas de anteriores juegos al acceder al estadio detrás de su bandera y ver al público procedente de los cinco continentes: todos muestran una expresión iluminada, una expresión que hace visible la emoción incontenible, indescriptible, algo que sólo saben quienes han pasado por semejante experiencia. Y ¿a quién saludarán los ganadores desde el podio? ¿Y los saltadores y lanzadores que piden el apoyo del público? El deporte, sin la poderosísima presencia humana llenando el aire del estadio, es como desinfectar una herida con alcohol sin alcohol…

Y es que los Juegos Olímpicos tienen un significado que va más allá de la competición, del hecho deportivo, puesto que, como indican los cinco aros de su bandera, unen a los habitantes de los cinco continentes. De este modo, tanto en las pistas como en las gradas, en la villa olímpica o en las calles, se encuentran, se saludan y se sonríen africanos, americanos, asiáticos, europeos y oceánicos. Por ello, unos Juegos Olímpicos sin público, aunque deportivamente tengan gran atractivo, son unos juegos tristes, alejados del espíritu olímpico que animó a Coubertin, quien pretendía que fuesen una celebración, una reunión  alegre y vitalista.   

Los juegos de hace cien años, los de Amberes 1920, lo tuvieron más difícil, puesto que el mundo acababa de salir de una guerra extraordinariamente sangrienta (que se llevó a incontables deportistas) y había superado la pandemia de la ‘gripe española’; ésta ha pasado a la historia con este nombre porque sólo España, que no participó en la guerra, informaba sin censuras de la gripe, la cual en realidad se originó… en China; alrededor de setenta millones de personas murieron a causa de esta enfermedad, que se combatió y superó sin vacunas, sin ucis, sin respiradores, sin distancia de seguridad…

Pero incluso en aquellos Juegos Olímpicos, marcados por la mortal guerra y la más mortal pandemia, hubo aliento y calor humano al lado de los deportistas; en Tokio 2020 están solos, en silencio, casi en la clandestinidad. Así, por muy buenas que sean las competiciones, por muchos récords y proezas que se vean, estos juegos siempre serán recordados por otra cosa, del mismo modo que los de Munich 72 están asociados al terrorismo.

¿Era necesario celebrarlos a toda costa? ¿Debieron aplazarse otro año? Los de Tokio 2020 puede que sean los peores Juegos Olímpicos de la Historia. Parece oportuno el refrán ‘bienes mal adquiridos, pronto perdidos’.

CARLOS DEL RIEGO

 

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