OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 5 de agosto de 2020

AGOSTO de 1492, COMIENZA EL PRIMER VIAJE TRASATLÁNTICO, EL DEL DESCUBRIMIENTO

Había que tener agallas para embarcarse en esos tres cascarones sin saber a dónde, solos en aquel océano, sin conocer destino o distancia y aun con el pensamiento medieval

Eran los primeros días de agosto de 1492 cuando se inició una de las mayores aventuras de la Historia de la Humanidad: el primer viaje trasatlántico, el del ‘descubrimiento’ de América. Fijándose exclusivamente en el viaje, hay que reconocer que aquel centenar de temerarios nacidos en la Edad Media que se embarcaron en las tres pequeñas naves tenían coraje, agallas

Aunque quienes allí vivían ya conocían las tierras que pisaban, el término ‘descubrir’ ha de utilizarse desde el punto de vista del Viejo Continente, de Eurasia, donde se ignoraba totalmente la existencia de tierras más allá del Atlántico o del Pacífico. Por otro lado, los nativos americanos no tenían conocimientos geográficos, no llevaron a un mapa los rasgos orográficos y geográficos de la región que habitaban, ni tampoco la silueta de las costas e islas, ríos o cordilleras; en definitiva, no tenían idea cierta de dónde estaban o cómo era el trozo de tierra donde nacían y morían (inquietud que, por otro lado, jamás tuvieron). No habían viajado, explorado o descrito otras tierras alejadas de la suya y, por supuesto, ni siquiera habían dado nombre al continente. Por eso, aunque pueda resultar paradójico, hasta que no llegaron los descubridores, los indios americanos no habían descubierto dónde vivían, no sabían en qué parte de la Tierra estaban. Entonces, se puede deducir que la palabra en cuestión, ‘descubrimiento’, es perfectamente válida para determinar un antes y un después en el devenir histórico del continente americano, y también en el del resto del mundo.

Aquella travesía fue extraordinaria se mire como se mire. Y es que había que tener agallas para embarcarse en semejante aventura. El pensamiento general de la población era totalmente medieval en 1492. En gran parte de los europeos persistía la creencia de que la tierra era plana y que en su final había un abismo, e igualmente se creía en la existencia de monstruos marinos, sirenas y otras criaturas fabulosas, de este modo, seguro que los alrededor de cien intrépidos estarían preparados para encontrarse cualquier cosa. Por otro lado, era necesario exhibir una valentía y una presencia de ánimo fuera de la común para embarcarse en tres cascarones de unos 20 metros de eslora (largo), siete de manga (ancho) y tres de calado con rumbo desconocido; los astronautas del primer viaje a la luna sabían dónde iban, la distancia, el tiempo de ida, de estancia y de vuelta, y estaban en comunicación permanente con el punto de partida, mientras que los de las tres naves estaban totalmente solos, aislados, únicos en el océano, sin saber a dónde iban ni, por tanto, cuánto tardarían, qué se encontrarían o  si algún día volverían.

Se use la expresión que se use, lo cierto es que existen varias teorías que afirman que quien primero dejó sus huellas en el nuevo continente (sin ser americano y sin remontarse a épocas prehistóricas) no fue Cristóbal Colón. Así, la más extendida apunta a los vikingos, que poco antes o después del año mil arribaron a la actual Terranova y, posteriormente, al continente; en ese sentido se habla de pruebas concluyentes que, analizadas con espíritu crítico y exclusivamente científico, no insinúan más allá de una presencia circunstancial; es posible, muy probable incluso, que naves procedentes de Escandinavia tocaran esas heladas costas, pero de haber sido así, la cosa no pasó de anécdota, pues no dejaron constancia documental de tal suceso, no se enteraron de qué habrían encontrado ni dieron importancia al hallazgo, por lo que no lo difundieron; en resumen, América seguía sin ser descubierta. También se habla de navegantes irlandeses, escoceses y galeses, fenicios, cartagineses, árabes, portugueses, micronesios y muchos otros que podrían haber llegado antes. Es posible que extraviado o empujado por las tormentas alguien llegara, es posible. Pero lo importante es que no hubo trascendencia de esa posible llegada y el continente siguió siendo desconocido para el resto del mundo hasta 1493, cuando regresaron y contaron qué había allí (la noticia se divulgó rapidísimo por toda Europa).

Lo importante cuando alguien se encuentra con algo nuevo no es sólo dar con la novedad en sí, sino entender su importancia y, sobre todo, socializar la novedad, compartir el conocimiento para que así muchos puedan aprovecharlo, desarrollarlo y encontrar nuevas posibilidades que beneficien a todos (alguien escribió que “el conocimiento sin compartir no sirve para nada”). Y eso no sucedió hasta aquel momento. Hace más de medio milenio.

CARLOS DEL RIEGO


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