OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 27 de mayo de 2020

LA VERGÜENZA DE LOS BEBÉS FABRICADOS EN UCRANIA QUE NO PUEDEN SER RECOGIDOS POR SUS COMPRADORES

Abundan las fábricas de personas para su venta en Ucrania


En medio de la marea mediática de la pandemia están pasando desapercibidas algunas noticias terroríficas, como el centenar (o centenares) de niños encargados a las fábricas de bebés que hay en Ucrania, y cuyos compradores no pueden ir a recogerlos a causa de la cuarentena. Es algo verdaderamente aterrador que se permita la fabricación y venta de seres humanos. Sorprendente resulta, por otro lado, que las asociaciones feministas no muevan cielo y tierra contra estos negreros y sus clientes, pues las mujeres que se prestan a tal práctica son, lógicamente, las más desfavorecidas

Se sabe que en la mayor fábrica de niños de Ucrania hay alrededor de cien que no pueden ser recogidos por quienes los encargaron, ya que la cuarentena y las restricciones les impiden viajar; pero hay en este país muchas otras factorías similares, de modo que no se sabe con certeza cuántos serán los seres humanos que los compradores no han retirado en este país. La (dudosa) legislación ucraniana y la de Moldavia son las únicas que permiten tan aberrante práctica en Europa, aunque también es legal en otros países, sobre todo en Usa, donde el alquiler y venta de personas es más caro.

Toda esta industria es absolutamente inmoral, indecente, humillante, repugnante… Está montada por las compañías negreras con el fin de ganar dinero a costa de lo que sea; reclutan a las mujeres-vientre entre los sectores más necesitados de la sociedad, a las que explotan como los proxenetas a las prostitutas, ya que unas y otras se ven obligadas a alquilar sus cuerpos al mejor postor; y todo ello para satisfacer a parejas que están dispuestas a pagar lo que sea (cuarenta, sesenta, ochenta mil, según fábricas y países) y a pasar por encima de cualquier barrera ética y moral para satisfacer sus presuntas necesidades. ¿Y los niños?, ¿y su dignidad perdida al ser encargados, pagados y recogidos como si fueran automóviles? Sin duda, el ser humano recién nacido es el último en esta sórdida y obscena práctica, ya que primero está la fábrica que se lleva la mayor parte del importe del bebé, luego la partera alquilada por una cantidad mínima, luego los pagadores que están convencidos de que tienen derecho a comprar personas; y finalmente está el niño, manejado como mercancía.

Ahora se ha presentado otro factor, el de la cuarentena, que impide que los compradores puedan retirar el ‘género’ que encargaron y pagaron en Ucrania. Y es que, además, seguro que habrá algunos de estos seudo-padres que se volverán atrás y se desentenderán del inocente, puesto que pueden haberse quedado sin trabajo y sin recursos, o haberse separado, o uno de ellos haber fallecido…, casos nada extraños y que pueden derivar en un cambio de opinión que conducirá a que ya no deseen el crío y se desentiendan de él (si esto ocurre con algunas madres, también ocurrirá con las alquiladas). ¿Qué pasará entonces con el ‘producto’ sin vender?, ¿será desechado como defectuoso o invendible?, ¿se sacarán a subasta estos huérfanos de nacimiento y vendidos al mejor postor?, ¿regalados?, ¿entregados a los orfanatos?, ¿vendidos a otros esclavistas que trafican con carne humana y que saben sacarles rendimiento económico?, ¿qué hacen con los que nacen ‘imperfectos’?

Algo que no se entiende es que las asociaciones feministas callen ante esta evidencia del machismo más extremo, que no se revuelvan contra el uso más salvaje e inhumano de la mujer, convertida en animal de granja, en gallina ponedora. Y del mismo modo organizaciones como Amnistía Internacional, Unicef o los partidos políticos que hacen bandera de la lucha contra discriminación de la mujer. Increíblemente, todos callan y aceptan que se explote a mujeres y se compren y vendan personas, las más indefensas e inocentes que puedan existir.

¿Acaso el mercadeo de seres humanos no va claramente contra lo más básico de los Derechos Humanos?, ¿O es que estos seres son menos humanos?

CARLOS DEL RIEGO

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