OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 6 de mayo de 2020

CÓMO LA IDEOLOGÍA ESCLAVIZA A LA PERSONA

La ideología termina por convertirse en un tirano que dicta a la persona lo que hay que pensar, hacer y decir


En situaciones excepcionales, como la presente, se manifiestan de modo más evidente las emociones, las inquietudes y, más que nada, las ideologías políticas. Éstas, sin embargo, independientemente del momento y la situación,  terminan por apoderarse de la mente de la persona hasta esclavizarla, de modo que el individuo se regirá por su ideario político, pensará y hablará en función de la doctrina política
Vuelve a ser oportuno aquel pensamiento del alemán Ernst Jünger (1895-1998) que señala: “El primer paso para alcanzar la libertad es sacudirse las ideologías políticas”; y no debía estar lejos de la verdad dicho escritor, filósofo y naturalista, puesto que los soviéticos lo acusaron de protonazi y los nazis de anarcomarxista. Esta reflexión viene a decir que la ideología política llega a convertirse en un dictador que domina a la persona y la obliga a pensar, actuar y hablar según los parámetros de la creencia. En otras palabras, el hombre cede su capacidad de opinión y su libertad de decisión al dogma político, que piensa y decide por él.
Pueden mencionarse infinidad de ejemplos que muestran cómo la ideología impune su criterio. En agosto de 1939 se firmó el pacto Ribbentrop-Molotov, mediante el cual Hitler y Stalin ‘se hicieron amigos’. Los ultraderechistas y los comunistas de toda Europa quedaron anonadados al conocer el acuerdo nazi-comunista. Pero sólo hubo desconcierto en los primeros momentos, pues en poco tiempo lo asumieron y lo defendieron. Así, aunque unos días antes de la firma los pronazis echaban pestes con toda violencia contra comunistas, socialistas y ‘rojos’ en general, ahora hablaban con indulgencia e incluso simpatía de los compañeros soviéticos. Igualmente, los comunistas de Europa occidental que hasta ese momento odiaban a muerte a nazis y a cualquiera con pensamiento conservador, ahora se la ‘envainaban’ y en sus periódicos más combativos pintaban al führer como un amigo; por eso los comunistas franceses no se opusieron a la invasión nazi de su país (Sartre, Beauvoir, Aragón, Picasso no fueron molestados por la Gestapo a pesar de manifestarse  abiertamente comunistas). Sin la menor duda, tanto los ideólogos del comunismo y del fascismo como sus militantes y simpatizantes debieron vivir un gran dilema, ya que la ideología les dictaba hasta ese momento que ‘los otros’ son los malos, pero tras el sorprendente pacto la ideología les dijo que ahora ya no son los malos, y que ahora es obligatorio obedecer a los que mandan (los guardianes de la ideología), que dicen cómo hay que pensar. Y como manifestar dudas o críticas (aunque íntimamente las sintieran) iría contra la idea y, además, sería muy mal visto por el grupo, la persona se sometió al nuevo modo de pensar. En definitiva, la ideología los había esclavizado.
Otro ejemplo más cercano. Un tipo mató a otro porque llevaba la bandera española en los tirantes. Quienes comparten ideología con el matón apenas dijeron nada, apenas condenaron el hecho, si acaso lo justificaron, aceptaron los ‘razonamientos’ del agresor y se expresaron con frases como “nadie tiene derecho a matar a nadie, pero…”, utilizando ese ‘pero’ para disculpar, para excusar, para justificar. Puede imaginarse que la cosa hubiese sido al contrario, que un tipo matara a otro porque llevaba la bandera republicana en los tirantes; entonces quienes comparten ideología con la víctima jamás hubieran utilizado el ‘pero’, sino que hubieran calificado el hecho como intolerable, criminal…, sin peros Es, en fin, la ideología quien dicta cómo pensar y hablar de ese hecho.
En el momento actual (V-20), la doctrina vuelve a ser la que decreta que hay que defender a un gobierno a pesar de que su gestión de la epidemia haya disparado la cifra de contagiados y muertos hasta los veintitantosmil (reales serán bastantes más) así como la cifra de sanitarios infectados y muertos (récord mundial); hay que defenderlo a pesar de las dudosas compras de material que bien pueden calificarse, al menos, de chapuceras; a pesar de la ruina económica a la que ha conducido al país por su pésima gestión… A pesar de todo, los que tan mal han hecho las cosas (los números son los que son) cuentan con que sus correligionarios obedezcan sin rechistar a lo que les diga la ideología, que es la que rige su pensar, decir y hacer.
Si hoy estuviera el partido contrario en el gobierno, los que defienden al actual se rasgarían las vestiduras, se quedarían sin palabras insultantes ante esas mismas cifras. ¿Por qué?, porque es la fe ciega en la idea la que les dicta lo que tienen que decir en cada caso. Dicho de otro modo, si el microbio hubiera llegado con un gobierno de otro color, quienes lo comparten se hubieran sentido obligados por dictado de su ideología a defenderlo a pesar de los miles de muertos, mientras que la ideología de los del color contrario les impondría revolverse. Y todos obedecerían (obedecen) como corderitos sumisos a la dictadura que ordena y manda en pensamiento.        
Los militantes y simpatizantes acérrimos de los partidos políticos perdonan las mentiras de sus líderes (en mayor o menor medida según el grado de ideologización en que esté el individuo), de manera que a pesar de que dichos líderes mientan, se corrompan, digan hoy blanco y mañana negro, a pesar de todo, esos militantes obedecen, pues la idea política, tirana de su mente, les dice:”tu a callar y aplaudir”.  
Es propio del hombre tener ideas, códigos morales, pero controladas, sujetas por la razón y la moralidad, porque si las ideas no están bajo control, si no tienen contrapesos éticos, terminan por convertir al hombre en esclavo. Así lo pensaba un pensador odiado por los dos extremos políticos.
CARLOS DEL RIEGO

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