OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 5 de febrero de 2020

¿NOBEL DE LA PAZ PARA GRETA THUNBERG? PUEDE, EL DISPARATE HA SIDO HABITUAL EN ESTE PREMIO

Henry Kissinger, inductor, promotor, financiador de sangrientos golpes de estado, Premio Nobel de la Paz 1973


Acaba de anunciarse que Greta Thunberg, la joven activista medio ambiental (no es fácil definir con exactitud a qué se dedica realmente) ha sido propuesta para el próximo Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, por más que se piense, parece difícil encontrar las aportaciones que la joven sueca ha hecho a la consecución de la Paz, sobre todo teniendo en cuenta su carácter huraño, su expresión de enfado permanente y el tono exaltado y amenazante con que se expresa. En todo caso, este Nobel ha protagonizado enormes disparates
El Premio Nobel de la Paz es, tal vez, el más controvertido de todos; lo entrega anualmente el Comité Noruego (es el único que no decide ni entrega Suecia) y, junto con el de Literatura, tiene un evidente componente político, ya que es en el que más pueden influir los factores y la situación de cada momento. Por eso, el Nobel de la Paz, ya sea en su momento o pasado el tiempo, puede demostrarse injusto, disparatado.  
El inventor Alfred Nobel fue un auténtico innovador en el terreno de los explosivos. Se creía socialista pero acumuló un capital enorme, sentía aversión total a los premios y condecoraciones pero instituyó los más famosos del mundo, despreciaba el arte y la música pero estaba fascinado por las ciencias, inventó muchas cosas pero solo una que no explotaba; detestaba profundamente a juristas y abogados y menospreciaba a las mujeres excepto a su madre y a la escritora austriaca Berta von Suttner; le encantaba leer la Biblia pero se proclamaba ateo en público y, sin embargo, le aterraba que en el otro mundo le acusaran de haber fabricado los explosivos más avanzados. Nobel era pura contradicción. Y quizá, debido a esa especie de esquizofrenia, los premios de la paz han sido otorgados tanto a grandes benefactores, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela o Martin Luther King, como a personajes dudosísimos; también sorprende que pacifistas tan influyentes como Ghandi no lo lograran nunca. Es el Nobel que más veces ha quedado desierto y, en varias ocasiones, se ha otorgado a entidades u organizaciones, a veces con criterio (Cruz Roja), pero otras a instituciones con integrantes más que sospechosos.
El Nobel de la Paz de 1906 fue para el presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt, un personaje tremendamente belicoso, ideólogo de la política del 'Gran bastón' o ‘Gran garrote’, el que acuñó la frase "Pega primero y luego discute" y el que se encargó de los ‘riders’ en la Guerra de Cuba; fue un presidente expansionista que invadió la República Dominicana y promovió una revolución en Panamá para controlar el canal; en fin, el palo fue siempre su principal instrumento; se le otorgó la distinción por mediar en la guerra entre rusos y japoneses.
El de 1945 recayó el Nobel en el político norteamericano Cordel Hull, que no solo no era pacifista sino que siempre era partidario del uso de la fuerza; lo obtuvo gracias a la potente presión del presidente Franklin D. Roosevelt, quien estuvo no menos de ocho años coaccionando y apremiando al jurado noruego.
El argentino Carlos Saavedera Lamas recibió el de 1936 por su mediación entre Paraguay y Bolivia en la Guerra del Chaco, y eso a pesar de que, siendo ministro de Argentina, se había dedicado a vender armas a los paraguayos, o sea, primero favoreció la guerra y luego ayudó a detenerla. Actuó como el pirómano que provoca el fuego y después colabora en su extinción para ser considerado héroe, cosa que él consiguió.
Otros políticos han sido distinguidos con la preciada recompensa, como el alemán Willy Brand o el estadounidense Henry Kissinger, quien se encargó de organizar alguna que otra revolución ultraderechista en varios países sudamericanos; el israelí Begin y el egipcio Sadat, que tenían más de un cadáver en el armario, igual que Rabin y Peres y el palestino Arafat, quienes, sin duda, ordenaron acciones militares de pura venganza o atentados terroristas, actos incompatibles con la paz. Y qué pensar de los Nobel de la Paz que tienen los ex presidentes de Usa Jimmy Carter o Barak Obama, quien no emprendió ninguna acción para detener la guerra, aumentó el presupuesto para armamento, no cerró la prisión de Guantánamo ... También causa perplejidad que sea Premio Nobel de la paz un personaje tan torpe como Kofi Annand, que nunca obtuvo el más mínimo resultado y que siempre vivió de cargo en cargo, de sillón en sillón, un diplomático de la ONU que nunca pasó  de las buenas palabras y jamás logró el mínimo resultado. Aunque lo más sangrante es el Nobel que dieron al figurón de Al Gore en 2007 por ponerle ‘cara’ a un documental de escaso valor práctico, superando la candidatura de la enfermera polaca Irena Sendler, que arriesgó su vida para sacar a miles de niños del gueto de Varsovia, de 1940 a 1942,  librándolos así de Auschwitz; fue torturada por los nazis pero sobrevivió y murió en 2008 con 98 años, reconocida y admirada en todo el mundo excepto por los noruegos del Nobel.
Claro que la lista de candidatos que, afortunadamente, no lo consiguieron pone los pelos de punta: El Káiser Guillermo II, el zar Nicolás II, el propio Franklin D. Roosevelt, la diplomática soviética amiga incondicional de Stalin Alexandra Kollontai ..., incluso en 1935 se propuso para el Nobel de la Paz a Benito Mussolini y Adolf Hitler. Es evidente que formar parte del jurado que otorga este premio nubla el entendimiento y produce disparates.
CARLOS DEL RIEGO

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