OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 19 de febrero de 2020

EPISODIOS Y SUCESOS DE LA CONQUISTA DE AMÉRICA QUE AYUDAN A SITUARSE EN EL MOMENTO Y EL LUGAR

Los conquistadores españoles creían que en América encontrarían la fuente de la eterna juventud, las amazonas o el dorado, según su pensamiento medieval


Difícil es contemplar o valorar hechos o ideas de hace siglos sin sacudirse los valores morales del siglo XXI. Por ello, cuando se lee historia es conveniente fijarse en detalles o situaciones que parecen insignificantes, pero que ayudan a situarse en la época que se revisa y, así, comprender mejor a quienes estaban allí. El descubrimiento y la conquista de América es un tema que siempre causa debate, pues hay mucha gente que equivocadamente los mira con su pensamiento de hoy. Hay episodios que ayudan a situarse
Gran parte de la población juzga a personas o sucesos de hace 500 años con leyes, conceptos o ética actual, cayendo así en una falsedad y en una injusticia, ya que exigen modos y pensamientos exclusivamente contemporáneos a las gentes de una época en que los valores de hoy no existían. Esto ocurre con mucha frecuencia cuando se habla de los conquistadores españoles y, en general, del descubrimiento y la conquista de América. Hay, sin embargo, múltiples sucesos, incidentes o situaciones que ayudan a situarse en aquel tiempo, en aquel lugar, y verlo en su contexto.
El trato que los españoles dieron a los indios, por ejemplo, provoca controversias inevitablemente. Pero la realidad es que desde muy temprano existía una ley que perseguía los excesos con los nativos y exigía a los españoles tratarlos con la misma consideración que si fueran españoles; así lo establecen el testamento de Isabel de Castilla, las Leyes de Burgos o las Leyes Nuevas. Muchos respetaron la ley y muchos no, en realidad igual que hoy, igual que siempre. El problema era que las leyes y tribunales estaban en España, a miles de kilómetros, y la comunicación era lentísima y poco segura. Un ejemplo: Durante todo 1522 y los seis primeros meses de 1523 Hernán Cortés no recibe ni una sola carta de España a pesar de que él había escrito y enviado varias y esperaba respuestas con urgencia; de hecho, la primera que recibió había sido firmada en Madrid casi un año antes. Es evidente que desde que la metrópoli daba una instrucción hasta que la recibía el destinatario pasaba demasiado tiempo, restándole eficacia y tranquilizando al infractor.
También se tiene por cierto que Moctezuma (el nombre correcto es Motecuhzoma) fue encerrado por Cortés, que lo tenía a pan y agua. Nada de eso. En principio sí estaba fuertemente vigilado, pero en poco tiempo “sin prisión ninguna lo pusieron en unos aposentos donde él se andaba suelto”, escribió uno de sus guardianes, Francisco de Aguilar. Es más, el azteca trabó amistad con muchos españoles, a los que continuamente les preguntaba cosas de España y de Europa, jugaba con ellos, bromeaba y se reía (al parecer ese trato lo bajó de la nube en que lo tenían su corte, súbditos y sacerdotes). Cortés explica: “Fue muchas veces a holgar a unas casas de placer que tenía a una o dos leguas de la ciudad con cinco o seis españoles, y volvía siempre alegre y contento a los aposentos”; o sea, Moctezuma no quería escapar, no quería provocar la rebelión, pues comprendió que si mataban a estos vendrían otros y, tarde o temprano, habría que convivir.
No todo el mundo podía embarcarse al Nuevo Mundo a buscar fama y fortuna. Había muchas restricciones. Al principio estaba prohibido llevar mujeres a bordo, pues ‘distraían’ a marineros y soldados, lo que indica que muchas estaban dispuestas a compartir la suerte de los aventureros; con el paso del tiempo empezaron a embarcar las esposas de los conquistadores y algunas otras valientes. También estaban los que no reunían las exigencias para poder viajar, como los que tuvieran linaje de moros o judíos, los que hubieran sido condenados por la Inquisición, los que estuvieran endeudados o los que quisieran abandonar a su esposa e hijos. Todos estos tenían prohibido ir a América, pero se las arreglaban para embarcarse como polizones; así, ya en alta mar, empezaban a aparecer hombres y mujeres que salían de los barriles, de cajas de todo tipo, de la bodega y, en fin, de cualquier escondite que hubiera en el barco. Se les llamaba ‘llovidos’, pues aparecían como llovidos del cielo. Lógicamente no figuraban en los registros de la Casa de Contratación y, además, seguro que para acceder al barco contaban con colaboración de marineros u oficiales a cambio de un precio…   
Eran tiempos muy diferentes a los actuales; téngase en cuenta que apenas se había salido de la Edad Media y el pensamiento de los que allí iban tenía más de medieval que de renacentista. Así, gran cantidad de los que se fueron a aquella aventura esperaban ser recompensados como habían oído que lo habían sido los cruzados; estaban convencidos de que, al haber ganado un reino con su espada y su sangre, su capitán los recompensaría con tierras, ciudades, rentas, señoríos. Y ello por no hablar de las expectativas que tenían los que primero desembarcaron, que esperaban encontrar la fuente de la eterna juventud, El Dorado, las amazonas, las siete ciudades de Cibola y otras fantasías medievales.
Este modo de ver las cosas da muestra de que los pensamientos, motivos, esperanzas o ilusiones de aquellas gentes eran muy, muy distintos a los de hoy y, por tanto, es injusto y equivocado esperar que actuaran y pensaran como los que viven hoy. Hay que tratar de situarse en aquel tiempo, en aquel modo de pensar.
CARLOS DEL RIEGO

No hay comentarios:

Publicar un comentario