OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 23 de octubre de 2019

LAS NUEVAS ‘RELIGIONES’ CON LAS QUE LOS NUEVOS FIELES HAN SUSTITUIDO A LAS TRADICIONALES

Tal vez el ecologismo vegano y animalista haya encontrado ya a su ''jesusa' o a su 'virgen'


Desde que el Hombre toma conciencia de sí mismo empieza a cavilar sobre un más allá, y a desarrollar un pensamiento de trascendencia, es decir, desde hace decenas de milenios, el Hombre ha convivido con la creencia en algo que debe haber después de esta vida. Sin embargo, en las sociedades avanzadas del siglo XXI, esas creencias han mutado, de manera que muchas personas ya  no creen en divinidades, pero no por eso han dejado de creer, ya que han aparecido otras ‘religiones’ llamadas ecologismo, veganismo, animalismo y muchas otras con idénticas características que las religiones tradicionales
Ya en el Paleolítico varias especies del género Homo dejaron constancia de algo parecido a una creencia, a una sensación de trascendencia. Esto queda demostrado en los enterramientos: se depositaba el cadáver cuidadosamente en lugar y postura específicos y a su lado se colocaban ofrendas, herramientas, armas, adornos… El motivo de tal conducta es, inequívocamente, la convicción en un más allá, en algo ‘espiritual’ que trasciende a la persona. Ya en época histórica, los sumerios y los egipcios, asirios y babilonios, luego griegos y romanos, y a la vez las cosmogonías y divinidades nórdicas, célticas, americanas precolombinas y, en fin, todas las culturas que han ido apareciendo, todas las civilizaciones y pueblos han contado con su panteón de deidades. Hasta la llegada de la Ilustración (siglo XVIII) apenas existía el concepto de ateísmo. Pero a partir de ese momento la idea ha ido creciendo, sobre todo en las sociedades occidentales avanzadas, hasta llegar al siglo XXI en que grandes masas de población de estos territorios se proclaman fieles a la fe del ateísmo. Sin embargo, paradójicamente, contradictoriamente, una gran mayoría de los que se dicen ateos lo que han hecho es mutar la creencia, ya que han cambiado las creencias ‘clásicas’ por nuevos conceptos como el veganismo, el animalismo, el feminismo, la ecología, la ideología política…, conceptos que se han convertido en auténticas religiones que ya profesan millones de personas.
No es que todos los que hayan optado por esos principios los hayan convertido en objetivos absolutos, pero sí que la gran mayoría de los que militan en estos ‘ismos’ los han interiorizado como auténticos dogmas, los han asumido como su verdadera religión. Y así, todos los fieles de los nuevos credos están continuamente haciendo proselitismo, erigen a sus sacerdotes y han ideado sus símbolos y preceptos. O sea, repiten todo lo que tradicionalmente ha caracterizado a la religión.
Por ejemplo, el ecologismo de trinchera ya tiene su propia ‘virgen’, Greta Thunberg, esa adolescente escandinava que va riñendo a diestro y siniestro y que cuenta con miles de discípulos y apóstoles en todo el mundo dispuestos a ‘difundir la palabra’. La joven tiene sus propios ‘joséymaría’ que le organizan y la guían en sus sermones, apariciones y homilías. Y en la más añeja tradición, los profetas expresan sus profecías apocalípticas sobre el fin del mundo y las grandes catástrofes que se avecinan si no se siguen los preceptos de esta especie de Iglesia de la Santa Madre Tierra.
El veganismo militante y combativo, que bien podría reunirse en torno a la Congregación de las Sagradas Lechugas, tiene su propia inquisición y sus prosélitos, que califican de ‘asesinos’ a los que comen carne y denuncian que se están cometiendo ‘genocidios’ con los animales. Por todas partes proliferan héroes y profetas que anuncian ‘esta nueva verdad’. Muy cerca de esta confesión está el animalismo ciego, empeñado en exigir derechos humanos para los irracionales, y que ya cuenta con sus ‘mártires’ (los que simulan en la calle ser animales en el matadero o los que buscan el ‘martirio’ ante las plazas de toros), e incluso sus sacerdotisas (las chicas de las gallinas, por ejemplo).
El feminismo exagerado y agresivo cuenta con su propio sanedrín, llamado ‘Me too’ (pero bien podría ser la Iglesia Reformada de las Santas Mujeres Hembras de Condición Femenina), que no necesita pruebas, testigos, tribunales ni abogados para condenar por los ‘pecados’ cometidos sólo por individuos de sexo masculino: si ella mata a él es ‘pecado venial’, pero si es él quien mata a ella es pecado mortal y sumo sacrilegio. Además, dicha curia siempre está a la caza y captura de blasfemos y herejes que hayan caído en la perversión y agresión que supone enviar un beso por teléfono sin el consentimiento de ella.
La corrección política es ya una doctrina con muchos adeptos. Y posee sus propias tablas de la ley, que incluyen mandamientos como ‘no llamarás negro a una persona con la piel de este color’, o ‘no llamarás ciego a una persona privada del sentido de la vista’, o ‘no cederás el paso o el asiento a una persona de sexo femenino si eres de sexo masculino, y siempre creerás antes en la palabra dicha por mujer’, o ‘no consentirás la apropiación de tradiciones y elementos culturales de pueblos y culturas no occidentales para creación artística (en sentido inverso no es pecado)’, o ‘nunca te disfrazarás porque siempre ofenderás’... Esta Orden Suprema de Correctores de Conductas y Apóstoles de la Única Verdad está en permanente busca de infieles que no se expresan o actúen como dicen los expertos en Verdadología.    
No faltan feligreses para las confesiones de origen político, cada una de las cuales cuenta con sus propios evangelios, sus seres supremos y sus sumos sacerdotes, que mandan y son obedecidos ciegamente. Los parroquianos de cada una de estas Iglesias Reformadas del Modelo Único se dan tanto a escala global como local, y siempre son celosamente ortodoxos.
En fin, es una evidencia que estos nuevos movimientos (que no son cuestionables por sí mismos, sino sólo cuando llegan al extremo, al fanatismo), se dan casi exclusivamente en las sociedades menos necesitadas: Estados Unidos y Canadá, Europa Occidental, Australia…, donde grandes masas de personas sin verdaderos problemas necesitan encontrar una fe, un dogma, una creencia con la que llenar el hueco que antaño ocupaban las religiones más espirituales y menos terráqueas.
Sí, desde siempre el Hombre ha tendido a creer en divinidades e ideas superiores e inabarcables para el limitado cerebro humano, pero hoy hay quien se conforma con ideas y conceptos visibles, simples y fáciles de entender.
CARLOS DEL RIEGO

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