OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 6 de octubre de 2019

BOSTON, EL GRUPO MÁS LENTO DE LA HISTORIA DEL ROCK: 5 ELEPÉS EN MÁS DE 40 AÑOS

Tom Scholz, cerebro de Boston, y Brad Delp, su inconfundible vocalista


Cuando un grupo de rock entra en la rueda de la industria del entretenimiento, suele adaptarse fácilmente a los tiempos y compromisos que ésta impone. Así, tanto por contrato como por el impulso creativo del artista, lo más habitual es que el grupo o solista componga, grabe y publique un álbum al año, y luego lleve a cabo la correspondiente promoción y la imprescindible gira de presentación. Pero existe un caso en que la banda ha dilatado el ciclo dejando pasar cuatro, seis u ocho años entre Lp y Lp, la estadounidense Boston
Disco y gira anual es lo más corriente, aunque ha habido fenómenos capaces de publicar dos e incluso más álbumes al año, y otros que se retrasan en la entrega. El caso de Boston es único: ¡cinco elepés en más de cuarenta años de trayectoria! (además de un recopilatorio y otro hecho con  grabaciones preexistentes); la media es un nuevo disco cada más de ocho años. La principal causa de tan escasa producción es, sobre todo, la obsesión perfeccionista de su líder, guitarrista y compositor Tom Sholtz, que nunca estaba contento con el resultado final y siempre deseaba trabajar más cada canción, perfeccionarla, arreglarla, pulirla más y más…
Cuando hablando de rock & roll se dice Boston, es imposible no recordar la maravillosa ‘More tan a feeling’, un superéxito global, rotundo, eterno, una de esas canciones cercanas a la perfección y que jamás ha dejado de sonar; sus primeras notas tienen tal poder de atracción que quien las escucha arrincona todo pensamiento y sólo atiende a esa melodía. Pero Boston es mucho más.
Tom Sholz era ingeniero de una empresa de fotografía, pero su verdadera pasión era el rock, por lo que construyó un estudio de grabación en el sótano de su casa. Allí pasaba horas y horas, componía, tocaba trozos, solos, partes, grababa, recomponía, unía piezas… Eran los últimos años sesenta y Tom solía frecuentar ambientes de rock & roll, donde conoció Brad Delp. Sin embargo, el tipo ni siquiera sopesaba la posibilidad de formar una banda y publicar discos, se conformaba con su sótano-estudio porque, además, eso de tocar en vivo no le entusiasmaba: demasiado riesgo de error, y para alguien que tiene la perfección como único objetivo... Para entonces Bar Delp ya era el encargado de poner voz a las composiciones de Sholz,que comenzó a enviar algunas de sus maquetas a las discográficas, aunque con nulo resultado.
Entre los muchos proyectos en los que, totalmente en solitario, trabajaba en su ‘cueva’ estaba una canción, ‘More tan a feeling’, a la que no paraba de darle vueltas y más vueltas; de hecho, la empezó a escribir hacia 1970 y durante más de cinco años la fue puliendo, limando, arreglando, depurando, refinando cada sonido, cada arreglo, acorde, instrumento, adorno… La exquisita voz de Brad Delp era la corona de ese diamante oculto que esperaba ser descubierto. El texto de la canción no va de amor, sino del sentimiento que se experimenta cuando se escuchan aquellas canciones que te hacen sentir, recordar, emocionar. El caso es que, después de años de obsesivo trabajo de perfeccionamiento, Tom envió esta canción a las discográficas (aunque pensaba que se podía mejorar).Los productores de Epic se dieron cuenta inmediatamente  de que estaban ante algo especial, así que se pusieron en contacto con Tom Sholz y Brad Delp, no con un grupo, sino con un par de músicos que tenían algo prometedor.
Firmaron el contrato, pero como en realidad no eran un grupo, no pudieron hacer una demostración en vivo a los tipos de la compañía, de modo que a toda prisa contrataron a viejos camaradas; incluso tuvieron que pensar rápidamente en un nombre, Boston. A continuación, los ejecutivos les reservaron estudio para grabar lo que sería su primer Lp, pero Sholz se negó: él trabajaba en su casa, arreglaba, grababa, mezclaba todo él solito, y no iba a consentir que otros pusieron sus ‘manazas’ o manipularan sus obras, no quería productores, ni arreglistas, ni ingenieros. Pero la disquera pretendía, lógicamente, que se hiciera una grabación profesional en un estudio profesional y con técnicos profesionales. ¿Cómo salir del atolladero? El productor John Boylan dio con la solución: Tom grabaría casi toda la instrumentación en su sótano, mientras en el estudio profesional se grabaría la voz, la batería y poco más, pero a los de la discográfica se les diría que todo se había hecho donde ellos querían.  Tom y John engañaron a Epic, y todos contentos.
Y tan contentos. A las dos semanas sonaba en todas las emisoras y las tiendas se quedaron sin ‘More tan a feeling’ en horas a pesar de ser de un grupo desconocido. En una semana ‘cayeron’ más de 50.000 copias, en quince días la cifra se disparó: ¡medio millón! Más de dos años permaneció en las listas y el álbum vendió casi veinte millones. Hoy sigue escuchándose y comprándose.
Tom seguía trabajando en su cueva-estudio, pero nunca estaba satisfecho con lo que le salía. La discográfica, sin embargo, pedía rápidamente otro elepé con otro single superventas. Pero Tom se negaba a las prisas: si trabajar durante años un tema había dado tan buen resultado no había motivo para cambiar. Pero tanto y tanto le presionaron y amenazaron que no le quedó otra que enviar una maqueta…, que Epic convirtió en disco de inmediato  para disgusto del solitario creador. Habían pasado dos años pero todo el mundo seguía escuchando el ‘More tan a feeling’, pues seguía en listas. Entonces salió ‘Don´t look back’, segundo de Boston, que contenía nuevamente piezas magníficas, pero ‘sólo’ vendió más de siete millones de copias y colocó número 1 al tema homónimo. Tom Sholz les dijo a los ejecutivos que ese ‘mal’ resultado se debía a que las canciones no estaban perfectamente terminadas. 
Discusiones, contratos, amenazas, managers aprovechados…, todo hace que el creador perfeccionista retrase más y más la entrega de lo que ha de ser el tercer elepé, pues no quería que se publicasen canciones ‘sin terminar’. Al final, Tom y Brad, cabezas de la banda, deciden cambiar de discográfica y firman con MCA, con la que lanzan ‘Third stage’ después de retocar, regrabar, modificar, arreglar, reajustar y refinar hasta la saciedad cada pieza, ¡en 1986!, ocho años después del álbum anterior. El sonido era el de siempre y las canciones excelentes, pero tuvo ‘peores’ resultados, ‘sólo’ menos de tres millones de discos y poco tiempo en el número uno…
Para el cuarto disco no contaría con Brad Delp que, cansado de la tiranía artística de Tom, abandonó la banda. Éste contrató a otro vocalista y, ya en 1994, otros ocho años después del anterior, lanzó su cuarto álbum, ‘Walk on’. Habían pasado dos décadas, ya eran los noventa y los gustos habían mutado, pero Boston seguía teniendo algo, el público los mantenía en su memoria, así que no les resultó difícil vender por encima del millón.
De todos modos, a Sholz no le afectaba el momento, sino que seguía trabajando y trabajando en su sótano para dar forma a otro elepé, para el que regresaría el vocalista de siempre, Bradley Delp. Eso sí, hubo que esperar otros ocho añazos para que se publicara, en 2002, ‘Corporate America’. No entró entre los diez primeros de las listas y no llegó al millón de ejemplares vendidos a pesar de que, nuevamente, contenía canciones sobresalientes y un sonido tan potente como siempre. Es, en todo caso, su último disco, ya que ‘Life, love & hope’, publicado en 2013, está hecho de tomas antiguas. Y Brad Delp se suicidó en 2007.
Cinco elepés en más de cuarenta años de carrera. Sin duda puede calificarse a Boston como el grupo más lento de la historia del rock. Pocos discos, pero desbordan tanta calidad y carisma que son más que suficientes.
CARLOS DEL RIEGO

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