OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 2 de octubre de 2019

ALÍ BABÁ, PRESIDENTE DE LAS FEDERACIONES DE ATLETISMO Y FÚTBOL, Y DEL COI

Por qué llevar un Mundial de Atletismo a donde no interesa lo más mínimo. Porque pagan por ello


Excepto en el terreno estrictamente deportivo, el Mundial de Atletismo Doha 2019 no sólo es un continuo despropósito, sino una muestra evidente de la corrupción absoluta que impera en los grandes estamentos deportivos. Bien puede afirmarse que tanto la Federación Internacional de Atletismo como la de Fútbol o el Comité Olímpico Internacional tienen el mismo jefe y consejo directivo: Alí Babá y los Cuarenta Trincones
En realidad todo centro de poder, ya sea local, nacional o internacional, es también un centro de corrupción. No hay que olvidar esa máxima que dice ‘el poder corrompe’ y que se cumple a rajatabla independientemente de que el poder sea mucho o poco. Por eso no puede extrañar que las grandes organizaciones deportivas internacionales acumulen denuncias, evidencias y detenciones por las infinitas y variadísimas corruptelas de la mayoría de quienes las integran (hay que suponer que habrá alguien que no esté pringado, ¡que ya es suponer!).
El Mundial de Atletismo de Doha, excepto en lo estrictamente deportivo, es una calamidad, un bochorno que provoca vergüenza ajena. Para los anales quedarán las carreras de largo aliento que se celebran fuera del estadio, marcha y maratón, que han tenido que disputarse de madrugada, ya que a otra hora las condiciones serían más que peligrosas, y aun así se han visto abandonos multitudinarios, marcas y registros malísimos o atletas retirados en silla de ruedas a mitad de carrera; además, lógicamente, a las dos de la madrugada apenas hay público; “resultaba descorazonador que hubiera más jueces que espectadores” dijo un atleta.
Lo de la ausencia de espectadores y la apatía de los pocos que acudían al estadio es también bastante desagradable, irritante a veces; así, cuando se celebró la siempre apasionante prueba de los cien lisos, en el estadio no había ni ocho mil personas, peor aún, cuando el ganador comenzó a celebrar su triunfo, más de la mitad ya habían enfilado las salidas. Igualmente, las gradas vacías (a pesar de que tapó con lonas más de la mitad de las plazas) propician que una brillante actuación de un atleta (un lanzamiento larguísimo, un salto estratosférico, una carrera emocionantísima) no levantaran ni el más leve murmullo…, daba la impresión de que los pocos que había estaban para hacer bulto y sin tener idea de qué estaban viendo. Y eso que invitaron a miles de obreros africanos y asiáticos a presenciar las pruebas en el estadio, y que las taquillas no estaban abiertas, y que prácticamente hubo entrada libre desde el tercer o cuarto día de competición. En resumen, el atletismo interesa tanto en Catar como las carreras de camellos en Europa.
Pringados hasta las cejas, preocupados exclusivamente por llevarse su parte, los que rigen las organizaciones deportivas internacionales las han convertido en empresas que venden un producto y se rigen por parámetros estrictamente  empresariales, lo que implica que el producto se venda al mejor postor, al que más pasta ponga encima de la mesa. El inolvidable velocista estadounidense Michael Johnson dijo: “Sebastian Coe (presidente de la Federación Internacional de Atletismo) está lleno de mierda”, afirmación más que contrastada y que se queda más bien corta, ya que están impregnados no sólo el presidente, sino la práctica totalidad de los que integran su camarilla directiva. De otro modo no se puede entender que se haya llevado el Mundial de Atletismo a un lugar donde no existe la mínima tradición, donde las condiciones climáticas son contrarias a los atletas y donde el atletismo no interesa lo más mínimo; y, por si fuera poco, allí rige un absolutismo dictatorial y discriminatorio. Y que se hayan relajado sus costumbres para la ocasión no oculta todo lo que pasa allí a diario con las mujeres, los homosexuales, los disidentes o los obreros inmigrantes.     
Por otro lado, si no hubo problema a la hora de pagar lo que fuese para conseguir la sede de este Mundial, no lo iba a haber para tratar de deslumbrar al público televisivo (que es en realidad lo único que interesa a los dueños de Catar); por eso, dentro del estadio había aire acondicionado (cosa que no debe ser barata), y por eso las presentaciones de las finales se hacen en unas carísimas y vistosas pantallas, y por eso se ofrecen gráficos y datos muy novedosos, y la pista es fantástica, y los juegos de luces son espectaculares, y no hay problemas de transporte de atletas ni de recursos ni de ‘voluntarios’. En fin, si sólo cuesta pasta, no hay problema para los jeques, y como un mundial de lo que sea se puede comprar…
Pero, en realidad, este calamitoso Mundial de Atletismo (excepto en lo puramente deportivo) no es una excepción sino la regla. En las últimas décadas se ha hecho evidente que el Comité Olímpico Internacional atiende exclusivamente a cuestiones dinerarias a la hora de designar sede para los Juegos; no pocos de sus integrantes han sido acusados y, tras quedar demostrada la venta de su voluntad, condenados por corrupción. Esa codicia, esa visión estrictamente empresarial del COI es indiscutible cuando se comprueba que no se han tenido en cuenta otros parámetros que los económicos a la hora de designar sede. Y también cuando anuncian nuevos ‘seudodeportes’ para próximos programas olímpicos, como el monopatín o los mal llamados ‘e-sports’, que no son deportes sino competiciones no deportivas…, salvo que se admita el ‘sillón-vol como deporte; como pretexto, estos figurones aseguran que su intención con estas inclusiones es atraer al público juvenil, cuando lo único que quieren atraer es pasta a sus cuentas (¡lo que pagarían las empresas de vídeo juegos para entrar en los JJ OO!).
Y si se habla de las federaciones internacionales de fútbol (la europea, la americana, la africana, la mundial…) el olor a corrupción resulta insoportable, nocivo para la salud. Raro es el año que no aparecen en la prensa casos  escandalosos y demostrados de corruptelas, cohechos, sobornos que afectan directamente incluso a los más altos jerifaltes de cada organización. Evidente y comprobada fue la venta del Mundial de Fútbol de Rusia 2018, e incontestable es que Catar será sede del próximo Mundial de Fútbol 2022 porque puso más parné que nadie encima de la mesa.
El poder corrompe siempre. En mayor o menor medida, pero siempre acaba por descomponer la integridad de la persona. Siempre. Y da igual que el poder sea político, económico o deportivo. Quien tiene poder será corrupto, inevitablemente. Lógicamente, a más poder mayor corrupción. Y cuanto más tiempo se ostente el poder más profundamente ahondará la inmoralidad. Los que manejan los hilos del deporte tienen mucho poder y llevan muchos años, por lo que todos terminan llamándose Alí Babá y los Cuarenta…
CARLOS DEL RIEGO

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