OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 25 de septiembre de 2019

NUEVOS CAMINOS HACIA LA ESTUPIDEZ GENERALIZADA

Por más que los animalistas extremos se empeñen, un animal nunca tendrá deseos o pensamientos humanos. Pensar eso es síntoma de sandez


En cierto momento de la película ‘Trainspotting’ el protagonista reflexiona: “El mundo está cambiando, las drogas están cambiando, la música está cambiando…, dentro de mil años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas”.  Pues el caso es que tal parece el destino de la Humanidad, empeñada en ideas disparatadas disfrazadas de ‘buenismo’, obsesionada por imponer un pensamiento estúpidamente correcto y, por supuesto, único, sin cabida para la discrepancia y con persecución de todo el que no esté de acuerdo
En siglos pasados el común de los mortales estaba convencido de la existencia de la piedra filosofal o de la fuente de la eterna juventud. Hoy, desechadas tales creencias, y a pesar de contar con la ciencia y la razón como herramientas disponibles, gran cantidad de humanos ha encontrado otros convencimientos, otras maneras de militar en los ejércitos del disparate. Y es que, además de vías tan sólidas hacia la sandez como la de los que piensan que la Tierra es plana, o la de los que están convencidos de que las vacunas son veneno, o la de los que afirman que la llegada a la Luna fue farsa, hay otras ideologías-ocurrencia que cada vez cuentan con más militantes.   
Para empezar bien puede decirse que la gilimemez no deja de romper techos; así, auténticos lerdos con menos cerebro que un calcetín ostentan el poder en el mundo: Trump, que exhibe su racismo e ignorancia sin el mínimo pudor; Bolsonaro (el de Brasil) que culpa de la destrucción de la Amazonía a las oenegés; Johnson (el de Inglaterra) que mintió, miente y mentirá con descaro, dice hoy lo contrario que ayer y lo defiende con pasión y sin avergonzarse de su continuo cambio de camisa (primero fue anti-Brexit y luego pro); Maduro, que echa la culpa de los disparos de la policía a las víctimas; el italiano Salvini, el húngaro Orban o los tres últimos presis que ha habido en España son otras muestras de que la estulticia es un valor muy cotizado en la política actual.
Asimismo hay otros caminos que conducen a la memez general. Lo demuestra el hecho de que un tipo sea avergonzado porque hace veinte años se disfrazó de Aladino y se pintó la cara de negro, cosa que muchas criaturas consideran un acto de racismo intolerable; dicen que ese disfraz evoca a la época de esclavitud…, pero eso sólo les pasa a los que tienen eso en la cabeza; por ejemplo, unas fotos de unos niños en la piscina son, para la gente normal, escenas familiares, pero para los pervertidos sexuales son porno duro porque eso es lo que tienen en la cabeza. Sin embargo, para muchos que no se consideraran catedráticos en verdadología, lejos de una burla, disfrazarse o pintarse de negro es un acto de admiración al líder que luchó por los derechos civiles, al genial deportista, al brillante escritor, al político que no se doblegó ante la injusticia, al músico que consigue emocionar…
Otra de las principales vías de llegada a la idiocia total es el asunto del animalismo y el vegetarianismo extremo, combativo y dispuesto a todo. Buena prueba es el esperpéntico asunto de las activistas que consideran a los gallos unos pervertidos sexuales que violan a las gallinas, dando a entender que los machos de estas aves actúan por pura maldad; además, también está la cuestión de la soberbia y el complejo de superioridad que exige creerse legitimados para corregir y rectificar a la Naturaleza. Caen en la falacia, en la falsedad, en el error de humanizar a los animales y atribuirles pensamientos y deseos exclusivamente humanos. ¡Hay que ser…!
Estas posturas aparentemente angelicales que no pocos terrícolas tienen del vegetarianismo y el animalismo son, en realidad, creencias e ideologías muy de moda y que, en el momento presente (2019), son fuente de votos para los políticos, lo que significa que estos siempre van a tratar de contentar a los adictos a estos nuevos dogmas. El caso es que también se camina con paso firme hacia el cretinismo masivo por la calle donde está prohibida la carne o cualquier producto animal. Las visiones fanáticas tratan de imponer el dogma incuestionable y obligatorio de que nadie tiene derecho a matar un animal, un ser vivo, para convertirlo en filetes y comérselo, pero pronto darán el siguiente paso y empezarán a proclamar que una planta también es un ser vivo que tiene derecho a seguir vivo sin que nadie venga a arrancarla, a matarla..., es sólo cuestión de tiempo y de la lógica evolución de este tipo de ‘pensamiento’.
Lo mismo puede decirse de otra cuestión muy en boga en estas primeras décadas del siglo, la ecología. El que muestre una brizna de escepticismo (que no es lo mismo que negacionismo) acerca de las predicciones y vaticinios que se publican a diario sobre este asunto, será tratado de facha y reo de persecución; y eso que se ha comprobado que profecías similares que se hicieron en el pasado eran falsas. Sin embargo, todos los líderes políticos que claman contra la contaminación y exigen medidas contra el cambio climático llegan a las ‘cumbres por el clima’ en avión, casi siempre en avión privado u oficial, lo que significa quemar cientos de miles de toneladas de queroseno, combustible que vierte grandes cantidades de cenizas y partículas a la atmósfera y que es infinitamente más contaminante que el de los coches. Lo coherente sería que llegaran al lugar de la ‘cumbre del clima’ en barco de vela, en bici o a pata, si no, es pura, evidente y mastodóntica hipocresía. Pero como ondear la bandera ‘del planeta’ da votos…
Siempre se ha dicho que un síntoma de inteligencia es el humor. Por eso, los que exigen que todo el mundo se vuelva estúpido están totalmente en contra de que se hagan chistes. De este modo, ya no se pueden hacer bromas ni hablar de ciertas cuestiones si no es desde el punto de vista ‘oficial’. No se podrá bromear sobre personas de otro color de piel porque sería racista, ni hacer chiste sobre mujeres porque sería machista, ni una gracieta sobre homosexuales porque sería homosexófobo, ni una chanza sobre gente de otros países porque sería xenófobo, ni un chascarrillo sobre otras culturas porque sería chauvinismo patriotero, ni una guasa sobre animales porque se les estaría ofendiendo…; es un situación similar a la de aquellas épocas en las que bromear con asuntos eclesiásticos era delito grave. Sí, se podrán hacer chistes sobre hombres blancos heterosexuales occidentales, especialmente si están bien situados económicamente y no son de la ideología correcta. Pronto se exigirá, además, que el cine, el teatro, la literatura, la tele o los cuentos infantiles cuenten en cada caso con idéntico número de hombres y mujeres, de blancos, negras, latinas y asiáticos, de omnívoros y veganas, de altas y bajos, de gordos y flacas… 
Todos esos ‘caminos’, en caso de ser recorridos universalmente, conducen a la extinción por estupidez, o al menos a la conversión en eso, en gilipollas, como decía el prota de ‘Trainspotting’.
CARLOS DEL RIEGO

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