OPINIÓN

HISTORIA

jueves, 24 de enero de 2019

OTROS ASPECTOS DEL INAUDITO CASO DE LA ABOGADA QUE DEFENDIÓ A UN ASESINO Y FUE ASESINADA POR ÉL Inaudito el suceso: un hombre mata a su mujer, su abogada le consigue una pena muy benévola, luego ella sigue peleando para que el hombre logre la condicional cuanto antes, entre medias la letrada (casada) se lía con su cliente y, finalmente, éste repite crimen y la mata. Pocas veces habrá sucedido algo tan insólito. En todo caso, el asunto lleva a varias y muy particulares reflexiones

Cuando se libera a un asesino las consecuencias son fácilmente previsibles.


Ha sido un crimen atroz que ha sorprendido a todo el mundo. Sin embargo, pensándolo fríamente, no se puede dejar de tener la sensación de que este asesinato era más que previsible. Esta es una de las conclusiones a las que se puede llegar analizando cada una de las circunstancias que se dan.

El tipo confesó haber dado muerte a su esposa, a pesar de lo cual, la abogada le consiguió una sentencia muy leve y, luego, se lo tomó como algo personal al enrollarse con él, con lo que se comprende su posterior pelea para que saliera cuanto antes de la cárcel. ¿Acaso pensó la letrada que parte de la culpa de aquel asesinato fue de la víctima y que, por tanto, el asesino nunca actuaría del mismo modo con ella? Dicho de otro modo, ¿cómo una mujer informada y experta se lía con un asesino confeso de mujeres que no muestra el menor sentimiento de culpa?; es como si alguien monta en un coche cuyo conductor está borracho como una cuba y se produce el inevitable accidente: la culpa de los daños la tiene el que se pone al volante, pero los pasajeros tienen la culpa de haberse puesto en manos de un borracho. La víctima, la infortunada abogada, fue responsable de haberse puesto continuamente en peligro al compartir tanto con un pervertido, se puso al alcance de un asesino a sabiendas, se puso en sus manos consciente del riesgo y, desgraciadamente, sucedió lo inevitable.  

Pero la cosa tiene otras lecturas. Por ejemplo, la abogada hizo su trabajo perfectamente: luchó en los juzgados por su cliente hasta conseguirle la mejor sentencia posible. Desde un punto de vista profesional, una actuación impecable. Sin embargo, desde un punto de vista moral, humano, puede discutirse que sea éticamente deseable hacer todo lo posible para que un asesino confeso, irredento e insensible vuelva cuanto antes a la calle para buscar nuevas víctimas. Y dicho sea de paso, lo que no parece demasiado profesional es mantener relaciones íntimas con los clientes.

Y hay otro ángulo desde el que analizar un suceso tan terrible. Se trata de la decisión de dar la libertad (condicional, pero libertad) a un asesino en contra de los informes de todos los expertos. La defensora-amante insistió una y otra vez, e hizo uso de toda la herramienta legal, para que el juez adelantara la salida de la cárcel de su asesino-amante. En contra estaban las conclusiones de Prisiones y del fiscal, así como de los especialistas que dirigieron un cursillo contra la violencia machista al que el mata-mujeres (obligado) asistió; éstos evaluaron al matón como ‘no reinsertable’. En fin, todos los que tenían información de primera mano manifestaron su oposición a que el asesino tuviera oportunidad de convertirse en doble asesino. Sin embargo, alguien pensó que todos estaban equivocados menos él o ella, y que no existía un riesgo evidente de reincidencia. Ese alguien desoyó a los expertos (¿para qué contar con especialistas si no se les hace caso?) y dejó libre a un asesino confeso y peligroso. Y como indicaban con rotundidad los que mejor conocen a esta gentuza, este tiparraco no se iba a reintegrar en la sociedad, o lo que es lo mismo, reincidiría, volvería a matar. Y así lo hizo. ¿Tendrá algún remordimiento o le pesará en la conciencia a quien tomó esa disparatada decisión?, ¿cierto sentido de culpa por poner en la calle a un asesino ‘no reinsertable’?

CARLOS DEL RIEGO

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