OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 24 de septiembre de 2017

ROCK EN ACÚSTICO, LA CARA MÁS AMABLE. Hay ocasiones en que apetece escuchar algo ligero, sin las toneladas que da una banda a pleno rendimiento; es la faceta acústica del rock. Excelentes canciones se han escrito de este modo, apenas acompañadas por una guitarra desenchufada.

Una de las más inspiradas y profundas muestras dr rock acústico es el memorable 'Dust in the wind' de Kansas.

Cuando todo resulta agobiantemente ruidoso, cuando las noticias, la calle o las relaciones se vuelven puro estruendo, entonces se agradece la melodía suave y el acompañamiento simple. Y aunque el rock suele presentarse como una poderosa demostración sonora, también ha producido excelentes melodías que brillan casi desnudas, con voces apenas escoltadas por una guitarra.

Casi todos los grupos y solistas con relevancia en el escalafón, incluso los más duros, han cedido alguna vez a la tentación de la intimidad, como si hubieran tenido la necesidad de hacer algo sin gruesos envoltorios sonoros. Así han surgido enormes canciones que, carentes de distorsiones y agresivas secciones de ritmo, vienen a demostrar que el rock no tiene por qué sonar necesariamente burro y estruendoso, sino que con apenas una acústica basta para sentir toda su emoción.

Además de los que se mueven siempre con estas premisas, como grupos folk-rock, o country, o la mayoría de los cantautores solitarios que instintivamente tienden a rechazar la amplificación, las grandes figuras del género han prestado especial atención a la causa del rock de sencilla construcción. Por ejemplo el imprescindible ‘My my, hey hey’ de Neil Young, un autor que podría presentar docenas de gloriosas melodías construidas sólo sobre el transparente sonido de su acústica y apenas adornadas con una armónica; es esta una canción que habla de la eclosión del punk y, como todo iniciado sabe, tiene su versión borrica e híper-distorsionada; cualquier principiante puede tocarla y comprobar, por sí mismo, lo primoroso y auténtico que puede resultar el rock cuando se viste con el traje más simple. Puede recordarse que junto a sus cómplices Stills, Nash y Crosby crearon todo un mundo propio dentro del rock al natural.

También los Beatles tienen un gran remanente de encantadoras canciones edificadas con un instrumento y voz. Podrían citarse títulos indiscutibles como ‘Yesterday’ o Eleanor Rigby (sólo con grupo de cuerda), pero también otros menos clamorosos aunque con tanto talento; así el volátil ‘Blackbird’, la maravilla ‘Norwegian wood’, la semioculta ‘Her majesty’ y sus apenas 23 segundos de gracia y emoción, la tremendamente emotiva ‘Julia’, la ecológica ‘Mother Nature´s song’… ¡Hay tanto donde escoger y tanta calidad artística!

No se olvidaron Rolling Stones de marcarse acústicos aunque no se prodigaron demasiado y, en puridad, apenas tienen títulos estrictamente desenchufados. Así su célebre ‘Angie’, que cuenta con más arreglo del que parece, igual que la excelente ‘Wild horses’ o la levantisca ‘Street fighting man’. No, eso de buscar un sonido limpio nunca fue su lo suyo, al revés, su fuerte está precisamente en la sonoridad turbia.

Auténticos especialistas en el rock más pulcro y natural son Simon & Garfunkel: en su memorable repertorio hay abundancia de canciones sin más materia que voz y guitarra. Por eso podrían citarse unas cuantas, aunque si hubiera que señalar una bien podría ser su evocador ‘Mrs. Robinson’. Se trata de otra demostración del inagotable ingenio de Paul Simon para la creación de armonías con especial encanto. Un par de guitarras, una percusión somera y poco más precisa una partitura de esta altura para engancharse para siempre en el subconsciente.

Merece la pena recordar el ‘Give a little bit’ de Supertramp. El sonido de la guitarra de doce cuerdas proporciona un ambiente luminoso a esta expresiva canción, y aunque a lo largo de la misma se suman ocasionalmente otros instrumentos, el tema funciona a la perfección sólo con el atractivo y profundidad de aquellas doce cuerdas.

Otro experto en la modalidad es Bob Dylan, muchas de cuyas canciones están hechas pensando sólo en guitarra y armónica. El arisco autor siempre supo mantener la partitura a la altura de sus letras, algo que queda patente en su celebrado ‘All along the watchtower’ (imposible mencionar este tema sin que Jimi Hendrix acuda raudo a la memoria, pues su acongojante versión rescató el tema para el gran público); tiene bajo y percusión, pero como simple apoyo, pues el denso contenido del texto, la voz paliducha de Dylan y su aguda guitarra apenas dejan espacio para nada más.

Imposible olvidarse de uno de los máximos y más lúcidos exponentes del rock acústico: el filosófico y profundo ‘Dust in the wind’ de Kansas. Todo es armonía y belleza, las dos guitarras al desnudo, el tono melancólico de la voz, el antológico solo de violín (y viola) hacen que todo amante del rock sienta un cosquilleo de satisfacción cuando reconoce sus primeras notas.

Cierto que el rock se asocia a música recia e impetuosa, pero también tiene, cuando se despoja de sus características más rompedoras, una cara más fina, un tono más cercano y amigable.

CARLOS DEL RIEGO


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