OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 23 de agosto de 2017

LA DESUNIÓN FRENTE AL TERRORISMO ES IGUAL A DEBILIDAD. Algo que ha quedado patente después de los atentados de Cataluña es la desunión que, a todos los niveles, existe en España: en la política, en la judicatura, en los cuerpos policiales, en la sociedad…, y esas divisiones conducen inevitablemente a la debilidad.

La desunión en la política, la judicatura, la policía y la población facilita la acción terrorista, como se ha demostrado en Cataluña.

Un refrán español dice ‘divide y vencerás’, o sea, vencer al enemigo es mucho más fácil si las luchas internas lo debilitan. Aunque no la han buscado, la realidad es que los terroristas siempre pueden contar con ese factor a su favor, puesto que la desunión es cosa tradicional en España y se da en todos los ámbitos de la sociedad. No se trata de diferencia de opiniones o de procedimientos, sino de auténtica aversión a quien se considera el enemigo…, incluso ante la amenaza de un verdadero y mortal enemigo. Lógicamente, esa discordia incondicional que divide a la sociedad la vuelve vulnerable ante el ataque de la más brutal y ciega violencia. Puede afirmarse que esta desavenencia irreconciliable es más visible entre la clase política, puesto que los políticos son los que más y más alto hablan y, por tanto, los que más tonterías dicen; pero también hay desunión en otros estamentos fundamentales en la lucha contra el terror, como son el de la judicatura, el de la policía y, claro, entre los ciudadanos de a pie.   

La desunión en la esfera política es verdaderamente sangrante, tanto que se puede afirmar que los de este lado no irían con los de aquel ni a recoger billetes. Así, existen (presuntos) servidores públicos que llegan a justificar los atentados e incluso acusan a los demás de ser culpables indirectos. Además, se niegan a firmar pactos antiterroristas alegando razones delirantes que ofenden al sentido común; sin embargo, lo cierto es que esa negativa responde a su resentimiento sectario y fanatizante, a la aversión que por el discrepante tiene todo el que se cree moralmente superior. Por último, los intereses políticos e ideológicos llevan a muchas personas a anteponer su dogma a todo, a cualquier consideración, situación o persona; así, no sorprende que se tiren los muertos a la cara unos a otros.

Muy preocupante es la desunión que se observa en las estancias judiciales. Este desacuerdo se comprueba cuando, con el terrorismo como telón de fondo, un juez falla en un sentido y el siguiente en el contrario: Se ha sabido que un juez determinó la expulsión de un marroquí que salía de la cárcel, tras cuatro años, por considerarlo peligroso, pero otro creyó que extraditar a ese delincuente era poco menos que ‘islamofobia’, y ante el temor de que le acusaran de eso lo dejó tan campante por ahí (con ayuda de un abogado que hoy es concejal en Barcelona). Ese marroquí fue el imam que, poco después, adoctrinó a los asesinos de Las Ramblas y Cambrils. Asimismo, la división entre los jueces se ve a diario, pues existen asociaciones de magistrados de uno y otro signo político, de modo que, en casos determinados, se dejan influir por su ideología, con lo que sus sentencias dependen de si el acusado es del Madrid o del Barça de la política. Esta desafección, en casos de terrorismo, puede derivar en terribles consecuencias.  

También es muy preocupante la desunión policial, que provoca enfrentamientos entre los diversos cuerpos armados. Tal se ha visto en los sucesos de Cataluña; seguro que siguiendo órdenes, los guardias locales pretendieron hacer ellos solos un trabajo que sólo da resultado cuando todas las policías colaboran; por ello se produjeron fallos lamentables, empezando por la prevención y siguiendo por las identificaciones. Incomprensiblemente, y empujado por los comisarios políticos independentistas, ha dado la impresión de que uno de los cuerpos policiales no quería que los otros echaran una mano, y ello a pesar de la sobrada y comprobada experiencia que tienen los excluidos en estos terribles asuntos. Cualquiera puede entender que el intercambio de información es indispensable tanto para prevenir como para impedir o perseguir.

Y claro, la desunión en esos estamentos repercute en las posturas que adopta el resto de la población. Así, en amplios sectores de la sociedad abunda la creencia de que Europa y los europeos están en el origen del terrorismo (así como de casi todos los males de este mundo), y por consiguiente, según esa disparatada idea, todo europeo vivo es responsable de los asesinatos islamistas, incluyendo los cometidos en Irak, Siria, Libia, Egipto, Nigeria o Indonesia. Ese sentimiento de culpa por pertenecer a la sociedad que alumbró la Ilustración y los Derechos Humanos, la democracia y los avances en ciencia, pensamiento, tecnología, artes, deportes… (masacres y barbaridades las cometieron todos los pueblos en todos los lugares del mundo), ese sentimiento, pues, es algo así como un pecado original que se asignan los que se acusan de haber nacido en esta sociedad. Ah, y también existen individuos y asociaciones que equiparan el terrorismo islamista del siglo XXI con el ‘terrorismo de las cruzadas’ e incluso con la reconquista…, lo cual es otra causa de desunión, pues muchos otros piensan que es tonto culpar de los sucesos de hoy a personas que desaparecieron hace tantos siglos y cuya mentalidad se parece tanto a la de hoy como su tecnología.

Aunque distinta a las anteriores, puede decirse que existe una situación de guerra, una guerra en la que el enemigo vence si consigue mantener la circunstancia actual y golpear de vez en cuando. Por eso, mientras la división agarrote a occidente, ellos seguirán ganando, o sea, matando. Como en Cataluña.

CARLOS DEL RIEGO


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