OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 30 de abril de 2017

EL TRABAJO A TRAVÉS DEL CRISTAL DEL ROCK El Día del Trabajo. Eso que (casi) todo el mundo desea para disponer de efectivo cuando se mete la mano en el bolso, pero también eso que tantas veces es el ‘puñetero’ trabajo. La esfera del rock, claro, no ha dejado de reflexionar sobre el asunto

Bob Dylan, un gran trabajador, siempre ha abordado el tema del trabajo con conocimiento y lucidez

Hace años en una entrevista le preguntaron a un veterano actor italiano si la suya era una profesión dura, a lo que él respondió que sí, que muchas veces tenía que repetir la misma escena ochenta veces, que otras tenía que besar hasta la saciedad a una mujer que apestaba a ajo, que abrazar fraternalmente a un actor con el que se llevaba fatal, que rodar semidesnudo con temperaturas bajo cero o estar a cuarenta grados durante horas…, y finalizaba el artista su explicación con un elocuente “el cine es una profesión dura, pero cualquier cosa antes que trabajar”. Es una forma de entender que el trabajo, como prácticamente todo en este mundo, es algo muy relativo e incluso contradictorio, pues en no pocas ocasiones se mantiene con él una relación de amor-odio. En el hábitat de los músicos de rock, que no dejan asunto sin tratar, son abundantes las diferentes perspectivas que se ofrecen acerca de lo del ‘curro’.

Beatles, infalibles, frecuentaron este terreno. Inevitable es el ‘A hard days night’ (1964), una auténtica pieza maestra de la cultura del siglo XX con una letra divertida, despreocupada y positiva: “Después de trabajar como un perro (…), debería dormir como un tronco, pero cuando llego a casa contigo me encanta lo que haces, así que ¿por qué demonios tendría que quejarme?”; el mensaje es evidente: si tienes trabajo y amor no protestes. John Lennon, ya en solitario, tocó la cuestión con un tono más bien derrotista en el ‘Working class hero’, publicado en su Lp de debut en solitario en 1971; transmite la idea de una vida deprimente en la que (alguien) te necesita para que trabajes y produzcas, y te mantiene drogado con religión, sexo y televisión, de modo que aunque creas lo contrario “eres un puto paleto” y sólo puedes aspirar a ser un héroe de la clase trabajadora. ¡Lennon en estado puro! 

Eso de ganarse el pan con el sudor de la frente es cuestión recurrente en el ideario del  cantautor clásico, siempre atento a denunciar las injusticias que sufren obreros, jornaleros y asalariados en general. Bob Dylan lo hizo varias veces, como en ‘Maggie´s farm’ (1965), uno de los títulos imprescindibles de su repertorio. Configurada más como blues, esta ‘granja de Maggie’ es algo así como una representación de los males que asolan a la sociedad occidental (según él): el estado opresor, el racismo, el capitalismo explotador… Como casi todas las composiciones del Premio Nobel de Literatura (¿), su letra es kilométrica; empieza con un rotundo “no voy a trabajar más en la granja de Maggie”, sigue explicando que “es una vergüenza cómo me hace fregar el suelo”, y luego va describiendo cómo lo tratan el hermano, el padre y la madre de Maggie en la dichosa granja. En medio de la primera estrofa deja caer un enigmático “tengo la cabeza llena de ideas que me están volviendo loco”, y al final denuncia: “te dicen que cantes mientras trabajas como un burro”. En todo caso, Dylan sí que ha trabajado duro, escribiendo, grabando y embarcado en una gira interminable.

¡Cómo no!, The Clash, por boca de su compositor más combativo, Joe Strummer, también dejó su sello en una materia tan sensible como esta. En su primer Lp (1977) aparecía la potente y agresiva ‘Carrer opportunities’, en la que señalan las malas condiciones de curro de los jóvenes y sus negras perspectivas (aunque también tiran contra la policía y el ejército); dice que le ofrecen trabajar en una oficina, en una tienda, como conductor de autobús o de ambulancia, como revisor…, pero “las oportunidades de empleo nunca llegan, los trabajos que te ofrecen son para deshacerse de ti”; finalmente sueltan un resignado “ok, no tengo elección”. En el mismo disco estaba la fugaz (dura minuto y medio) ‘48 Hours’, en la que trataban de describir la angustia del chaval que ‘sólo’ tiene 48 horas para divertirse, sábado y domingo, antes de volver el lunes al tajo (¡pobres, es terrible!), y por eso buscan la diversión rápidamente, desesperadamente, ya que “el lunes viene como una cárcel sobre ruedas”.

Las pizpiretas Bangles, en su ‘Manic Mondays’ (compuesta en 1986 por Prince, quien tenía un don para idear melodías atractivas con muy poco) también presentan la visión juvenil del mal rollo que supone volver a madrugar, a la rutina del trabajo, a las obligaciones… después de la diversión y la fiesta en la cama con Valentino.

Springsteen (que siempre ha mostrado gran inquietud por la problemática del ‘currante’) propuso en su ‘Working on the highway’ (1984) una reflexión sobre cómo el trabajo puede resultar agobiante, cómo puede atrapar e incluso desesperar al que desea algo mejor pero no sabe cómo salir de ahí; luego la letra de la canción gira y se convierte en la huida con la chica, la detención, el juicio, la cárcel…, todo ello insertado en un ritmo vivaracho y alegre que contrasta con lo filosófico del texto. Los hay que se contentan con que los versos rimen, pero este hombre es capaz de contar hasta dos historias completas en una sola canción.    

El evocador ‘Takin’ care of business’ (1974) de los canadienses Bachman Turner Overdrive  describe al típico ‘currito’ que se levanta a primera hora, se echa a la calle y camina maquinalmente hacia el metro, siempre igual, la misma gente, el mismo curro…, y mañana otra vez; sin embargo, deja un resquicio a la esperanza: “Consigue una guitarra, siempre hay oportunidades”. Podría añadirse que sólo hay que buscarlas.

El mismo trabajo puede ser una bendición para unos y un castigo para otros. En cualquier caso, ¿cómo resultará el trabajo de estrella del rock?


CARLOS DEL RIEGO

jueves, 27 de abril de 2017

EL CANTAUTOR NACIONAL-TOTALITARIO. El cantante Lluís Llach ha destapado las verdaderas intenciones de los separatistas catalanes: imponer su creencia a la sociedad y castigar a todos los que sean desafectos. Él, que un día cantó a la libertad, hoy la amenaza.

El cantante amenaza a quienes se atrevan a cumplir la ley,
 pues él se cree por encima de ésta.

No han pasado desapercibidas las declaraciones de quien fuera integrante de la ‘nova cançó catalana’ hoy metido a político. El diputado de Juntos por el Sí pide a los funcionarios que desobedezcan leyes legitimadas por la Constitución (y pongan en riesgo su trabajo) para acto seguido amenazar a los que desobedezcan una supuesta ley que sería anticonstitucional; en otras palabras, esta criatura se siente legitimada para determinar cuáles son las leyes que hay que cumplir y cuáles no. Hay casos, por otro lado, en que la desobediencia está justificada, como en la actual Venezuela, donde el gobierno persigue sistemática y violentamente a todo opositor político; tal vez por la coincidencia de métodos no se escuchan críticas contra el régimen venezolano-bolivariano-chavista desde el separatismo catalán…

Las palabras que han devuelto al cantante Lluis Llach al primer plano de la actualidad son una muestra de cómo se pasa de combatir la injusticia y el totalitarismo a caer en idénticas perversiones, es decir, cómo alguien llega a imitar a la perfección todo aquello que denunciaba en su juventud. El muy torpe no es capaz de ver que está utilizando las mismas herramientas y recursos que el dictador contra el que tanto clamó. Lo curioso es que tanto uno como otro parten de un sitio muy parecido: la idea de que se puede pasar por encima de todo y de todos si es por el bien (o lo que ellos creen el bien) del país, de la nación, de la patria; así, el militar golpista parte de un patriotismo ciego, furibundo, mientras el músico que aspira a ser golpista viene de un nacionalismo furibundo, ciego. (Es oportuno recordar que el patriota extremo es el que hará lo que sea en nombre de su patria, mientras que el nacionalista radical es el que aspira a tener una patria distinta a la que oficialmente señala su documentación).

Las elocuentes amenazas de este aprendiz de golpista, la postura arrogante de este auténtico faccioso arroja una evidente conclusión: cuando cantaba contra  el totalitarismo y la persecución política no pretendía que terminara esa situación y se impusiera la libertad, sino que su deseo más profundo era colocarse él en el lugar del dictador, tener todos los instrumentos necesarios para imponer su creencia por la fuerza y obligar a los discrepantes y desafectos al régimen a unírsele o sufrir las consecuencias... Es el viejo libro de estilo de todos los totalitarismos, de todos los fascismos que en el mundo han sido: o se piensa, se habla y se actúa según señala el poder, o palo. Asimismo, atendiendo a estos modos y en el ficticio supuesto de que Cataluña dejara de ser España un día, es fácil aventurar qué pasaría con quienes se atrevieran a disentir o criticar. De todos modos, este señor que un día escribió contra el poder y hoy lo ejerce con aires de matón, tiene que saber que está llamando a un golpe de estado contra un gobierno y un sistema absolutamente legítimos, con lo que jamás va a alcanzar su objetivo, jamás; por ello, los funcionarios que pueden ser sancionados son precisamente los que desobedezcan las leyes que les permiten ocupar el puesto que ocupan. En fin, que como todos los que tienen la mente ocupada por una idea totalitaria y fascistoide, Llach se engaña y engaña. No será necesario recordar qué ocurrió cuando,  en 1934, otros políticos separatistas proclamaron la independencia de Cataluña mediante un golpe de estado: no tuvo el mínimo recorrido.   
¡Qué diferencia con su paisano y colega Joan Manuel Serrat! Éste, elegante y mesurado, contaba que cuando le prohibían cantar en catalán sentía un irresistible impulso de pasar por encima de dicha prohibición, mientras que cuando muchos años después notaba que había nacionalistas catalanes que le torcían el gesto si entonaba en castellano, aquel impulso cambiaba de sentido. Eso es rebeldía, eso es levantarse contra la imposición, contra la amenaza, contra el totalitarismo. Lo de enfrentarse a la tiranía para luego repetir todos sus métodos, tal y como ha hecho Llach, es puro fascismo, nacional-fascismo.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 23 de abril de 2017

GRUPOS Y SOLISTAS QUE SE CANTAN A SÍ MISMOS Los que durante mucho tiempo se dedican a hacer canciones terminan escribiendo y cantando a casi todo, a lo corriente, a lo insólito y, por supuesto, a su vida y su experiencia; lo que ya es más inusual es que el autor se nombre a sí mismo en la letra.

Como pensaba que le prestaban poca atención, Bo Diddley se hizo mucha publicidad en sus canciones, en las que continuamente se mencionaba explícitamente.

Sí, entre los temas a que se suelen referir las letras del rock & roll está el de la propia vida, la propia experiencia, sentimientos íntimos, inquietudes, amores…, e incluso hay autores que se mencionan explícitamente a sí mismos. No se trata sólo de incluir un “Yo soy Tal” en la canción ya desde la primera vez que se graba (cosa que hicieron James Brown, The Monkees, Beastie Boys…), sino de versos en los que el compositor se nombra a sí mismo como sujeto o complemento directo.

Este comprensible pecadillo de inmodestia no es una figura nueva. Así, la gran Ella Fitzgerald ya se hacía un pequeño homenaje en clave jazz en su magnífica ‘Happy blues’, en la que habla de Roy (Eldridge) y de Count Basie, y donde dice literalmente: “Hay un poquito de soul en Ella, hay un poquito de soul en mí”. Sin duda se equivocaba, puesto que en Ella hay toneladas de soul.

Pera tal vez sea el insuperable Bo Diddley quien más escribiera de sí mismo, quien más mencionara su propio nombre, quien más contara su vida en sus canciones; es posible que se hiciera tanta publicidad para compensar la escasa atención que le prestaban crítica y público… El caso es que con su inconfundible sombrero, su guitarra rectangular y el ritmo insistente al que la sometía (ese toque tantas veces imitado), Bo escribió infinidad de canciones con él como protagonista absoluto y evidente, y muchos títulos con él en el mismo. Así ‘The story of Bo Diddley’, en la que empieza contando cuándo nació y en la que cuenta algunas cosillas acerca de su vida (The Animals hizo una meritoria versión que añadía todos sus datos biográficos y hablaba de la historia del rock en general); igualmente la titulada simplemente ‘Bo Diddley’, en la que empieza diciendo ‘Bo Diddley acaba de comprar un anillo de diamantes para su chica”, y luego, cosas como Bo coge esto o lo otro para la nena…; también ‘Hey Bo Diddley’ empieza con el nombre artístico de Ella Otha Bathes (luego Ellas McDaniel), y claro, a lo largo del tema él grita el título dando pie a que el público le conteste coreándolo. Sí, seguro que no dejaba de escribirse canciones harto de no escucharse en la radio ni verse en los papeles.

La fuerte personalidad y talento de John Lennon le permitió convertir en música sus más profundos pensamientos y reflexiones, lo que inevitablemente le condujo más de una vez a plantearse los asuntos de John Lennon. Aún militando en The Beatles hizo ‘The ballad of John & Yoko’, que habla de ellos dos, aunque en ningún momento pronuncia los nombres. Sí que se menciona en dos de los temas de su primer Lp en solitario, titulado ‘John Lennon / Plastic Ono Band’ y publicado apenas unos meses después de la separación oficial; así, en el tema ‘Hold on’ escribe: “Resiste John, John resiste (…) tú vas a ganar la pelea (…) sólo te tienes a ti mismo”, y luego dice algo parecido con Yoko; es un tema en el que parece acusar la desbandada del cuarteto, pues su tono sugiere un de sentimiento de soledad, aunque también ganas de no rendirse. El mismo álbum (un trabajo muy emocional que muestra al artista afectado por la frustración y el cabreo) incluye la rebelde e iconoclasta ‘God’, en la que vuelve a ser él el sujeto y el complemento directo, con ideas que lo presentan como un hombre descreído y desengañado: “no creo en Beatles, en la Biblia, en Jesús, en Buda, en el yoga, en…, sólo creo en mí, en Yoko y en mí”, y casi al final deja caer un elocuente “Yo fui la morsa, pero ahora soy John”.    

Los neoyorquinos Ramones tampoco dejaron de citarse e incluso tomarse como referencia. Uno de sus temas emblemáticos es el ‘Judy ist a punk’, que apareció en su precursor primer Lp en 1976; cuatro años después, la banda retoma la historia de Jackie, que es una punk, y Judy, que es una enana, en ‘The return of Jacky y Judy’, las cuales ahora “fueron a Nueva York sólo para ver a los Ramones”. Una divertida e incluso ingenua auto-cita con la que se presentan a sí mismos como algo típico de Nueva York, algo que no debe perderse si se viaja a esa ciudad, la cual recuerda, sobre todo, a su cantante, al que le puso la Joey Ramone Place (¿cuántas personas tienen una calle o plaza con su nombre en la megalópolis estadounidense?).  
   
Y aún hay otros que tienen el descaro de aludirse en sus canciones. Por ejemplo Alice Cooper, que en su ‘Be my lover’ (1971) describe un encuentro amoroso en el que él le cuenta a ella que toca en una banda de rock y la chica le pregunta “¿Por qué el nombre del cantante es Alice?’, a lo que responde “no lo entenderías”. Los increíbles Devo en medio de su ‘Jocko Homo’ (1978) decían “¿No somos hombres?, nosotros somos Devo”. Y también puede incluirse a los gallegos Siniestro Total que, siempre ingeniosos, en su ‘Somos Siniestro Total’ (versión del ‘Highway to Hell’) se presentaban con frases como “Somos los que hacen el balance de los daños. Somos Siniestro Total”. Y hablando de españoles, también Def Con Dos se recomendaban en sus primeros discos.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 19 de abril de 2017

EL ETERNO DILEMA DEL PSOE. Está inmerso el Psoe actualmente (IV-2017) en la lucha por la jefatura del partido. Y como es habitual, además de la batalla de egos, casi todo se reduce al enfrentamiento entre los que tiran hacia la izquierda más revolucionaria y los que prefieren posturas más moderadas.

El Psoe está inmerso hoy en el mismo debate que hace ochenta años 

Esta pugna ideológica (y lógica) del más importante grupo político español de izquierdas (y de todos los demás) siempre ha dependido de la capacidad e integridad de sus protagonistas, y tiende a repetir el argumento principal, que se resume en un dilema que parece irresoluble: si el partido opta por posiciones pragmáticas, racionales y sensatas será acusado por sus radicales de apoyar a la derecha, sobre todo si suscribe algún acuerdo con ésta aunque sea conveniente para el país; la otra opción ha sido siempre la de querer parecer tan de izquierdas como el que más, con lo que gran parte del partido estará dispuesta a abrazar las propuestas más extremistas… Esta es la perenne encrucijada del Psoe: buscar el equilibrio o escorarse.

La confrontación se ha repetido en más de una ocasión, pero tal vez la más significativa sea la que tuvo lugar durante los años de la II República Española, cuando en el partido convivían posturas encontradas; por un lado estaban los que deseaban identificarse con los grupos comunistas, sindicalistas y anarquistas, o sea, con los revolucionarios dispuestos a pasar por encima de la ley; y por otro estaban los constitucionalistas, que veían posible ser socialistas y cumplir las normas. La primera postura estaría representada por Largo Caballero y la segunda por Besteiro. En los meses previos a las últimas elecciones (II-1936), los más exaltados (que entonces eran mayoría) exigieron medidas irracionales e irrealizables para integrar el Frente Popular: amnistiar a todos los que tomaron parte en la llamada ‘revolución de Octubre’ (en puridad, intento de golpe de estado), independientemente de que fueran organizadores o ejecutores, independientemente de los delitos de sangre que tuvieran; además, reparar e indemnizar a todos ellos por los meses pasados en la cárcel, independientemente de los crímenes y sentencias que pesaran sobre ellos; asimismo, perseguir y exigir responsabilidades a los que ‘reprimieron la revolución’ (o sea, los que defendieron a la República), ya fueran políticos, militares o civiles, e incluso denunciar por asesinato a los soldados que dispararon contra los revolucionarios; arrinconar e incluso prohibir la existencia de partidos (periódicos, organizaciones) ‘antirrevolucionarios y antirrepublicanos’, o sea, todos los que no cupieran en el Frente Popular; purgar el ejército y la administración de todos los elementos sospechosos de desafección al régimen; expropiaciones, nacionalizaciones, expulsiones… Llegado el momento, la postura oficial del Psoe (con la que no coincidían todos sus líderes) fue la de suscribir todo ello con gran entusiasmo, con lo que favoreció la formación de un ambiente de desorden e ilegalidad.

Más de ochenta años después, el asunto es el mismo aunque hayan cambiado los actores y las circunstancias. Ahora la ‘oficialidad’ del Psoe es la moderada, mientras que el aspirante se presenta como el que va a combatir incondicionalmente a las derechas, para las que sólo tiene una palabra, no. De este modo, este pretendiente a la jefatura del partido está dispuesto a coaligarse con los más sectarios y agitadores, presumiendo de ser el más izquierdista, el más auténtico depositario de las esencias socialistas. Así, en caso de que el tipo en cuestión se haga con los mandos, no tendrá problema en asociar su partido al de los nuevos revolucionarios, los cuales le exigirán el cumplimiento de las más disparatadas, inútiles y sectarias medidas; por ejemplo, cambiar el nombre de cientos de calles, plazas, monumentos; quitar la misa de la tele (esto es primordial), confiscar iglesias y catedrales, prohibir cualquier símbolo religioso (o sea, católico) en espacio público y arrinconar la enseñanza privada; derruir estatuas o edificios sospechosos; despenalización de la apología del terrorismo, de los delitos de odio e incluso de ciertas acciones si van en contra de los que ellos decidan; ceder a todas las peticiones de la corporación etarra; legalizar o subvencionar la ‘okupación’; imponer el ‘derecho a decidir’ de las comunidades; “establecer mecanismos institucionales para el esclarecimiento y divulgación de la verdad” (???).

En fin, parece que el Psoe está condenado a jugar permanentemente a una especie de soga-tira, una partida que va más allá de lo puramente ideológico. Y es que este enfrentamiento procede del prejuicio que albergan sus representantes más fundamentalistas y esquemáticos hacia ideologías conservadoras, un  maniqueísmo simplón y sectario que se impone a la conveniencia general. Aquellas posiciones intransigentes, dogmáticas y contra la legalidad de 1936 condujeron (en colaboración con muchos otros) a violentos enfrentamientos que desembocaron en el desastre total. Hoy las cosas son diferentes, pero no cabe duda de que el país puede asomarse al precipicio si cae en manos de ciertos iluminados. Todo depende de la opción que se imponga: la que busca ser más intransigente o la que busca soluciones razonables.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 16 de abril de 2017

LA IMPORTANCIA DE LAS PRIMERAS NOTAS EN EL ROCK Una introducción original y con clase es, para toda pieza de rock, pop o similares, el primer requisito para lograr el éxito y, más difícil, para seguir gustando a pesar del tiempo. Todas las que siguen poseen esa virtud.

El comienzo de una canción es como la primera luz que, al iluminar el escenario, abre el concierto 

En el reino de la música es primordial un buen comienzo, una apertura con impacto y atractivo; y esto funciona en cualquier región de ese reino, como demuestra la entrada de la V Sinfonía de Beethoven o la de la sintonía de la Pantera Rosa, que siempre llaman la atención con sus primeras notas. Lógicamente, en la zona del rock & roll las cosas tienen parecidos cauces. Así, una introducción llamativa e ingeniosa provoca un buen número de sensaciones: identifica al grupo y a sí misma, anuncia inmediatas maravillas, produce la satisfacción de reconocer y reintegrar esa secuencia melódica, invita a coordinarse con ella… No cabe duda, si los primeros segundos de una composición musical consiguen enganchar, será para siempre.  


Pues tal cosa ocurre con las siguientes piezas, todas ellas clásicos del rock que deben gran parte de su poder a lo inspirado de sus primeros compases. Un buen ejemplo es el riff con el que arranca el ‘Johnny B Goode’ (y casi el propio rock & roll) del ya inmortal Chuck Berry; poco importa que sea una copia del comienzo de un tema acreditado diez años antes, puesto que esa introducción a la guitarra supuso una convulsión, como una luz a la que han seguido incondicionalmente millones de personas desde entonces: ¿acaso hay algún guitarrista en cualquier banda de rock que no sea capaz de reproducir tan explosiva combinación sonora?, ¿algún aficionado que no reaccione cuando suena ese arranque?      

Muchos títulos emblemáticos de The Beatles se ponen en marcha de manera inconfundible, uno de los cuales es ‘Revolution’ (el 1, no el 9), editado en 1968. Esa guitarra distorsionada transmite vitalidad desbocada, esa elemental secuencia es pura potencia que compite sin complejos con cualquier pieza del más duro hard-rock; cuando irrumpe en el silencio causa verdaderas sacudidas… ¡y cuántas partituras se han compuesto tomándola como norte! También Rolling Stones firman algunas ‘intros’ memorables, entre las que sobresale, ¡cómo no!, la de su ‘Satisfaction’ (1965); simple y directa, tiene efectos estimulantes y puede ser tarareada desde la primera escucha: no necesita más para quedarse para siempre en la memoria.  

‘Layla’ (1970) de Eric Clapton (es casi imposible decir el título sin el autor) se presenta con un toque cargado de emoción, excitante y a la vez melancólico. Esa guitarra se ha ido convirtiendo en bandera identificativa de ‘los buenos tiempos’ del rock & roll, aquella época de los grandes héroes; cuando se hace presente, todo iniciado se pone firme. El mismo protagonista (‘Slow Hand’, ‘Manolenta’) protagonizó anteriormente otra pieza con un encabezamiento memorable, aunque fuera integrado en el trío Cream; se trata del poderoso ‘Sunshine of your love’ (1968), que parece desvelar la senda por las que caminaría el rock en los años siguientes: una frase sencilla cuyo dibujo preside el resto de la canción.

Menos conocida por las jóvenes generaciones pero venerada en su tiempo y siempre recordada con agrado, el tremendo ‘In a gadda da vida’ (1968) de Iron Buterfly ofrece un inicio muy diferente: un órgano solitario que sugiere el ambiente solemne de una gran catedral…, sensación que se rompe tras unos instantes de serenidad dando paso al grueso de la banda con su evocadora frase melódica.    

Pocas entradas han tenido tanto recorrido como el inevitable ‘Smoke on the water’ (1972) de Deep Purple, cuyas inconfundibles doce notas iniciales deben ser las primeras que aprende todo aspirante a guitarrista de rock. Led Zeppelin también pueden ofrecer varias con excelente presentación; por ejemplo la trepidante ‘Rock & roll’, que cuenta con el gran John ‘Bonzo’ Bonham como primer protagonista en orden de aparición, el cual ofrece una lección de dinamismo, ya que aquí su batería es ligera y a la vez ‘heavy’…, hace honor al título.

Muy divertido es el comienzo del ‘Ballrom Blitz’ (1973) de The Sweet; sobre un ritmo vivaracho, el cantante va pasando lista con respuestas coquetas de sus compis para, al terminar, gritar un simpático y animoso “¡De acuerdo queridos, vamos allá!”; eran los años alocados y descarados del glam-rock…

Claro que si se trata de un preludio con gran empaque hay que mirar hacia el ‘Bohemian Rapsody’ (1975) de The Queen. Esta pieza compleja y mixta (bien saldrían de ella hasta cuatro canciones distintas) se abre con esa arrebatadora parte vocal que todo amante del rock escucha con veneración y gozo, ya que promete seis minutos de deleite seguro. Aquellos segundos a capela consiguieron que las maneras de la ópera se aventuraran en el terreno del rock…, lo malo es que sólo ellos se atrevieron a volver a ese camino.  

Y se podría seguir recordando entradas majestuosas, singulares, seductoras…, como la etérea del ‘Wish you where here’ (1975) de Pink Floyd, la sorprendente (en su tiempo, 1978) del ‘Das Model’ de Kraftwerk, la enigmática del ‘Tubular bells’ de Mike Oldfield, la iniciática del ‘Blue Monday’ (1983) de New Order… 
  
“El comienzo es la parte más importante de la obra”, dijo un tal Platón hace más de dos mil años. La idea no ha cambiado desde entonces, pues vale para algo tan lejano como el rock & roll. 

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 12 de abril de 2017

A VUELTAS CON LA TRANSICIÓN Y LA POSTURA DEL PC El joven coordinador general de uno de los más importantes partidos de izquierda de España ha repudiado la Transición (algo que viste mucho en entornos progres); es la postura soberbia de quien cree que, de haber estado él allí, todo hubiera sido distinto.

Hay hoy criaturas que hubieran preferido que, en la Transición, se hubieran dado de palos en lugar de darse la mano.

Abundan hoy en España jóvenes líderes de partidos y grupos de izquierda que repudian lo ocurrido antes de su llegada a este mundo, reservando sus fobias más coléricas a aquello que se llamó la Transición; es una postura similar a la del adolescente que desprecia sistemáticamente todo aquello que caracterizó a la generación de sus padres: desde la ropa o la música hasta el modo de pensar. El caso es que uno de estos ‘yupis’ de la política ha sentenciado que (en la Transición) “El PC se engañó y engañó a sus militantes”, puesto que “adoptó una estrategia conservadora y un deje institucionalista”, y además “renunció al leninismo”.

En primer lugar, quienes vivieron aquellos momentos recordarán el ‘buen rollo’ que se respiraba en las calles (entre ciertos sectores de la juventud se escuchaba “¡viva el rollo!”, cosa que podía referirse a la música rock, al ambientillo, al fumeteo), y también se acordarán de la atención con que se seguían las noticas políticas como la legalización del PC, lo satisfecha que estaba la gente con las primeras elecciones en décadas, la curiosidad ante la aparición de múltiples partidos, los cánticos callejeros, el alivio al comprobar que no se volvería a las armas…; y todo ello a pesar de las masacres ejecutadas por los violentos diestros y siniestros, o de los rumores de intentonas golpistas, de la crisis y el paro... Sí, los españoles aceptaban los cambios con esperanza, con excepción de los grupos de extrema derecha, que hablaban de traición a España y rechazaban las novedades. Curioso: las izquierdas de hoy coinciden con los ultras de entonces.

Y después hay que preguntar a quienes rechazan lo que se hizo qué es lo que hubieran hecho ellos en aquellos últimos años setenta, o sea, cuál debió ser la postura del PC y la acción a seguir: ¿rechazar las normas de la democracia y llamar a la insurrección?, ¿provocar huelgas generales revolucionarias?, ¿exigir con maneras violentas la detención inmediata de todos los que tuvieron algo que ver con el franquismo?, ¿formar grupos armados de milicias ciudadanas?, ¿organizar un frente popular para luchar contra las ‘fuerzas represoras’? Es necesario recordar que, entonces, en el ‘post-franquismo’ inmediato, no menos de la mitad de la población estaba con el régimen, como lo estaban todos los que tenían el poder y una gran mayoría de los que ejercían la política; y otro tanto sucedía con sectores tan estratégicos y con tanta fuerza como el económico o el militar. Así las cosas, en el caso de que los partidos de izquierda más radical hubieran llamado al combate y hubieran conseguido una cantidad significativa de seguidores dispuestos a todo, es fácil suponer que las fuerzas políticas, militares y económicas se hubieran defendido, con lo que hubiéramos vuelto a las andadas con, seguro, calamitosos resultados.

Por ello, hace cuatro décadas, tanto el PC como el resto de formaciones de izquierda (al igual que los grupos conservadores moderados) fueron posibilistas, pragmáticos, hicieron lo único que podían hacer, tomaron la única alternativa a la acción violenta, a la guerra. También es necesario recordar que los extremistas de uno y otro lado hicieron todo lo posible por reventar acuerdos y destruir caminos democráticos, recurriendo a las acciones más brutales y sangrientas.

Volviendo a la actualidad, el aludido líder comunista, que ha vivido toda su vida como un burgués capitalista bien acomodado, también achacó al PC de 1977 un “deje constitucionalista” y el “abandono del leninismo”. Es decir, según este ‘cráneo privilegiado’, dicho partido debió rechazar la legalización y seguir al pie de la letra las consignas del camarada Vladimir, como aquella que animaba a tomar violentamente el poder: “La dictadura revolucionaria del proletariado es un poder conquistado mediante la violencia (…) un poder no sometido a ley alguna”.

En fin, seguro que cuando cavila sobre el asunto, el individuo en cuestión dice y se dice,  convencido, algo así como “si yo hubiera estado allí…”.


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 9 de abril de 2017

ESTRELLAS DEL ROCK ABIERTAMENTE CRISTIANAS. Alrededor de un tercio de la población mundial se dice cristiana, por lo que se puede suponer que algo parecido ocurrirá en el mundo del rock. Semana Santa parece el momento oportuno para recordar a viejos rockeros que también son creyentes.

Little Richard, estrepitoso cristiano adventista e incendiario fundador de la religión del rock & roll 
Es el Cristianismo (en todas sus variantes) la creencia más extendida, y es Semana Santa una de sus principales celebraciones. Como puede suponerse, entre quienes se dedican a eso del rock & roll habrá una proporción similar de cristianos y, como en cualquier población, hay quien deja tales sentimientos para la intimidad y quien no tiene reparo en manifestarlos; incluso alguno tiene el asunto como su tema principal. De todos modos, la religión, en tanto que institución asentada en la sociedad, suele ser objetivo de los autores de canciones que, rebeldes e irreverentes, tienden a criticarla con palabras gruesas.

Dejando a un lado los músicos que profesan en el género conocido como rock cristiano (Kerry Livgren, de Kansas, o Rick Derringer), hay más estrellas abiertamente religiosas de las que parece. Conocidos son los vaivenes de Bob Dylan, cuya fe ha experimentado vertiginosas idas y venidas desde el judaísmo al cristianismo y vuelta; también se sabe del credo de Bob Marley, quien se bautizó ya mayorcito en una rama ortodoxa; igualmente es de dominio público el catolicismo del cantante de U2 Bono, quien suele incluir referencias en sus canciones; y en no pocas ocasiones Alice Cooper ha hecho manifestación pública de su cristianismo: “es que no quiero ir al infierno”, dijo; menos conocido es el caso de Mark Farner, de Gran Funk, quien cayó del caballo una vez deshecho el grupo y ha dedicado a la doctrina gran parte de su carrera en solitario.

El gran Little Richard también vio la luz un día de 1957, y desde entonces ha tenido momentos más o menos espirituales. Siempre alocado, el entrañable Ricardito llegó a decir algo así como que el rock es perverso porque le llevó a las drogas y éstas a la homosexualidad, de donde afirma haber regresado gracias a la fe… Fiel de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el explosivo artista es, eso sí, uno de los fundadores de esa religión que se llama rock & roll. 

Ringo Starr declaraba no hace mucho que después de un ‘largo y tortuoso camino’ había “encontrado a Dios”, quien ahora es “muy importante en mi vida”. De los otros Beatles, George parece que logró combinar catolicismo e hinduismo, John estaría cerca del agnosticismo y Paul, discreto, es más vegetariano que otra cosa. No fue, en todo caso, un tema principal en su producción artística.

Rick Wakeman, auténtico virtuoso del teclado que formó en bandas históricas, contaba que, en los años ochenta del siglo pasado, estaba prácticamente en el arroyo cuando lo recogió la que luego sería su mujer, pero que entonces, cuando volvía a tener una vida ordenada, le pareció que a pesar de todo le faltaba algo; un día, reflexionando sobre ello, “encontré lo que buscaba en Jesús”, y “desde que recobré mi fe (baptista) todo me ha ido bien”.

El inabarcable Johnny Cash, el hombre (de negro) fuerte y convencido, afirmaba con su profunda voz: “Yo, como creyente en que Jesús es el ungido por Dios, pertenezco a la vid verdadera. Soy cristiano”. Poco dado a la sonrisa, este devoto baptista dijo en más de una ocasión: “Yo no soy un artista cristiano, sino un cristiano que es artista”. Debía impresionar una personalidad tan imponente.

El batería de Iron Maiden, Nicko Mcbrain, todo un clásico del heavy, ha hablado muchísimas veces de cómo se encontró con su fe, de cómo acudió a la iglesia ante la insistencia de su mujer, de cómo se quedó pensando, sintió la “llamada” y tuvo “un romance con Jesús en mi corazón”. Desde entonces (hace casi veinte años) es un cristiano practicante que exhibe su condición con una enorme sonrisa. Y suele decir que “Dios no tiene ningún problema con que toque con Iron Maiden”…   

Como puede verse, no son pocos los que se reencuentran con sus creencias siendo ya talluditos y lo proclaman en cuanto se habla del tema, sin ningún reparo; esto es algo que raramente sucede en años mozos, cuando tanto preocupa lo que los demás ven y piensan. Asimismo, el cristianismo (la religión en general) choca frontalmente con la postura arrogante y desafiante del joven rockero, por lo que resulta difícil encontrar a alguno que se proclame abiertamente cristiano. Por otro lado, ni que decir tiene que hay muchas otras estrellas del rock que echan pestes de las religiones.


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 5 de abril de 2017

LAS TRAICIONADAS CONJURAS MASÓNICAS CONTRA FERNANDO VII. La odiosa política represiva y violenta de Fernando VII llevó a ciertos militares masones a organizar varios ‘pronunciamientos’ en la segunda década del siglo XIX, los cuales terminaron en estrepitosos fracasos a causa de la traición.

El general Lacy, que se pronunció hace justo dos siglos, da la orden de fuego al pelotón que lo fusiló (aunque probablemente estuviera sentado
 y de cara a la pared).

Tal día como hoy hace doscientos años, el 5 de abril de 1817, se producía uno de los ‘pronunciamientos’ militares que tan abundantemente se dieron en el convulso siglo XIX español. Fue liderado por el general Luis Lacy en contra del terrible absolutismo de Fernando VII, el ‘Rey Felón’, ‘el Narizotas’, cuya bajeza moral provocó varios sonados levantamientos que, casi siempre, terminaron en sonados descalabros debido a la traición; sólo hubo una excepción, la de Rafael del Riego en 1820, aunque su éxito duró poco y terminó en el cadalso. Hubo otras asonadas, pero estas son las más notorias.

El mencionado Luis Lacy, con dos compañías del regimiento de Tarragona, acudió al punto de encuentro (Caldetas, Barcelona) aquel día de abril, pero se encontró con que ninguno de los otros conjurados se presentaba… Sí le llegó el aviso de que dos oficiales que estaban en el secreto lo habían delatado. Huye pero es capturado, juzgado, condenado y fusilado dos meses después. 

Antes, en septiembre de 1815, el general Juan Díaz Porlier pone en sublevación a las fuerzas a su mando (unos 6.000 hombres) en La Coruña y se encamina a Santiago. Pero en su círculo había un infiltrado, el cual dio cuenta a las autoridades, las cuales sobornaron a más de treinta sargentos que no dudaron en traicionarlo. Fue detenido, encadenado, degradado, sentenciado y ahorcado a las tres semanas. Puede añadirse que Porlier no aprendía de la experiencia, ya que anteriormente había intentado otra asonada que fracasó por la traición de un hombre de su confianza.

Célebre es también la conocida como ‘Conspiración del Triángulo’ (febrero de 1816), un sistema en el que cada conspirador sólo conoce a otros dos. Como no podía ser de otro modo, dos vértices de uno de esos triángulos, dos sargentos, llegan a la conclusión de que ganarán más delatando al tercer componente, el general Vicente Richart. Éste será apresado y entregado por los dos traidores en Madrid; luego será torturado para que delate a otros integrantes de la conjura, pero no le sacan ni un nombre. Unos tres meses después será ahorcado.

El 1 de enero de 1819 era el escogido por el coronel Joaquín Vidal para iniciar una revuelta que comenzaría con la detención del odiado general realista Elío, que iba a asistir a una representación teatral. Pero la cosa se torció al morir la reina María Isabel, segunda esposa de Fernando VII, con lo que se suspendió la función; hubo numerosas deserciones y todo el complot se vino abajo. Vidal quiso advertir a los demás de que había que posponer la intentona y los citó en un local de juego, el Billar del Porche, pero uno de los advertidos pensó que, ya que no habría motín, podría aprovechar la oportunidad y sacar mucho beneficio si se chivaba. Así, el general Elío se presentó en la masónica reunión y, cuando Vidal intentaba defenderse, lo atravesó con su espada. El día 20 del mismo mes el coronel (junto a otros doce o trece) fue ahorcado…, aunque ya estaba muerto por el sablazo de Elío, el cual también fue ejecutado pocos años después.   

Sí tuvo éxito el asturiano Rafael del Riego, quien obligó al indeseable rey a jurar en 1820 la Constitución de 1812, aunque en cuanto le vinieron mejores cartas, el ruin Borbón se tomó cumplida venganza. Así, tres años después del éxito de su levantamiento, el coronel del Riego subió al patíbulo.

Se produjeron otras intentonas, aunque estas cinco son las más señaladas en los libros de Historia. Curiosamente, todas ellas tienen varios puntos en común que, invariablemente, se van repitiendo una y otra vez. Para empezar, todos los muñidores de cada conjura (de las cinco) pertenecían a la masonería, sociedades secretas muy de moda en ciertos sectores de aquella España. Otro denominador común de los motines es que todos los organizadores estaban absolutamente convencidos de que tanto los militares como la población en general los iban a apoyar incondicionalmente, y que una vez realizada la proclama se les unirían miles de soldados y oficiales, y contarían con la ayuda de paisanos y ciudades. Este erróneo pensamiento puede proceder de las propias reuniones de las logias, en las que sus integrantes se animaban entre sí, se daban mutuamente la razón y se imaginaban grandes y gloriosas campañas (típico de las sectas); pero no pensaban que, aunque en parte estuviera asqueado de Fernando VII, el pueblo tenía otras prioridades antes que ir a la guerra, y además, mariscales, generales, aristócratas y alto clero preferían no arriesgar lo poco o mucho que tuvieran. En fin, aunque el derrocamiento de rey tan abyecto era un proyecto legítimo, los que urdieron las sublevaciones, a pesar de ser guerreros expertos, obraron como advenedizos.

Pero lo que condujo cada intentona al fracaso (excepto la de Riego) fue la traición, la simple y ancestral delación que busca una recompensa. Es sabido que existía una camarilla de truhanes y sinvergüenzas que rodeaban al rey, pues para congregar a su alrededor a tiparracos de la peor especie (procedentes de la nobleza o de malolientes tabernas) fue un hacha. Esos granujas contaban con soplones que, de un modo u otro, se enteraban de que se tramaba algo. A ello se suma la torpeza de permitir que fueran muchos los que estaban en el secreto, incluyendo gentes muy dudosas (se da por cierto que el éxito de una conspiración es inversamente proporcional al número de conspiradores). El caso es que, llegado el momento cumbre, algunos de los confabulados empezaban a pensar y sopesar: la cosa podía salir bien y todos ganarían, pero podía ir mal y todos perderían la cabeza; pero si denunciaban a los cabecillas no sólo no correrían ningún peligro, sino que recibirían pingües recompensas e incluso puestos y destinos beneficiosos. Seguramente, la noche anterior, los traidores se pasarían horas dándole vueltas a la cuestión, llegando todos a la misma pregunta: ¿correr un grave riesgo o actuar con seguridad y premio?        

Aquellos generales masones cometieron varios errores: creerse más de lo que eran, pensar que el ejército y el pueblo verían las cosas como ellos y se les unirían, poner a tanta gente en el secreto y confiar en la integridad de cualquiera. El final de cada uno estaba escrito.  


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 2 de abril de 2017

¿CÓMO SERÍA LA PRIMERA MÚSICA QUE EL HOMBRE ENTONÓ? Un estudio de una prestigiosa universidad de USA concluye que la música surgió como un recurso para calmar al bebé que llora y llora, es decir, según esos investigadores, lo primero que alguien cantó fue una nana. Tras miles de años de evolución llegó el rock.


The Doors decían, en 1967, que cuando la música se acaba se apgan todas las luces.
Basándose en razones de tipo biológico y evolutivo, unos sesudos investigadores de la Universidad de Harvard (USA) han llegado a la conclusión de que la música ‘se inventó’ para arrullar a un recién nacido cuyos agudos berridos parecían no acabar nunca, es decir, la primera canción, el primer género musical fue la nana… De este modo, cesado aquel lloro estridente, los padres podrían dedicarse a sus actividades, el clan podría dormir e incluso los depredadores no escucharían ‘la llamada’ de una presa fácil …, todo eso según los autores de este trabajo.


Es evidente que esto no deja de ser una especulación, que no hay base ni prueba para convertir dicha afirmación en una verdad científica, así que, puestos a fantasear, se puede escenificar la hipotética (e improbable) escena en la que un espécimen del género homo emitió la primera secuencia melódica de la historia. Bien pudo ser en algún momento del final del Paleolítico Inferior, por ejemplo hace unos 200.000 años, en algún lugar de África Oriental y con el recién aparecido Homo Sapiens como protagonista. Es de noche y un clan de unos treinta individuos se refugia en una cueva con un fuego cerca de la entrada; esparcidos por el suelo hay herramientas de piedra, restos de la última comida, cuernos, huesos, jirones de piel de animal…; olores densos y penetrantes; de fuera llegan muy diversos e inquietantes sonidos. El más joven del grupo, un recién nacido, no para de llorar estridentemente, constantemente, sin que los padres logren que cese un griterío que ya ha atraído a unas cuantas hienas que merodean por el exterior. La madre lo toma en brazos y, casi sin darse cuenta, empieza a murmurar como un zumbido sin articular, alternando una u con una o, la u más fuerte que la o, monótonamente, en tono grave. Baja la intensidad de la llorera, la mujer sapiens lo nota y sigue. Un día tras otro, la madre repite el truco, hasta que llega un momento en que la secuencia pasa de dos a tres tonos, luego a cuatro, a cinco…, y cada noche repite la posición de las letras y la ‘melodía’ de la anterior. El resto de las madres, al comprobar que algunas veces el invento funciona, la imitan. Y una mañana, el primero del clan que sale de la cueva y ante un sol radiante, empieza a repetir eso que sólo se hacía para que los bebés cesaran su irritante llantina. Más tarde, muchísimo más tarde, esa combinación de ritmo y melodía tomó carácter ritual, luego se añadieron instrumentos…, y terminó por diversificarse e incorporarse a todas las culturas.

Si hubiera sido así (cosa más que dudosa), si la primera melodía que saló de garganta humana fue un arrullo, una nana, puede deducirse que ese es el primer género musical, el origen de todos los estilos, ritmos y combinaciones sonoras que en la historia han sido. Y así, tras una evolución retorcida e insospechada, se llegó al rock & roll. Y como en todas las infinitas variedades de este imprescindible y ancestral invento, el rock también habla de música. Cuatro jugosos ejemplos de música dentro de la música.   

Resulta más que oportuno traer a colación el atinado y lúcido ‘Rock & roll Music’ del recientemente fallecido Chuck Berry. Publicada hace casi sesenta años (en septiembre de 1957), es una oda a ese género musical recién nacido y, por tanto, a la música; trata del chaval que sólo quiere rock & roll, ni mambo ni tango ni jazz, sólo cantar y bailar el nuevo estilo. Tanto tiempo después la canción, su ritmo, su instrumentación, sigue poniendo los pelos de punta. Salvando unas distancias abismales, el hallazgo al que contribuyó el gran Chuck tiene una remota conexión con el de aquellos homo sapiens, pues en ambos casos el descubrimiento resultó trascendente.    

Los estadounidenses The Doobie Brothers hicieron otro canto a la música en general, a toda la música sin importar el estilo, en su maravilloso ‘Listen to the music’ (1972). Su autor explicaba que la intención del tema era transmitir un sentimiento positivo, una utopía: si los gobernantes se sentaran simplemente a escuchar música todo iría mejor, y si la gente escuchara música todos se darían cuenta de lo mucho que tienen en común; es más, según el compositor (Tom Johnston) “la música eleva al hombre a un plano más alto”. Esta última reflexión es admitida desde hace milenios. El ambiente de la canción resulta muy cálido (¡esas guitarras!), acogedor, optimista… Una pieza perfecta para celebrar este invento.   

Sly & The Family Stone es otro clásico de la música estadounidense. ‘Dance to the music’ (1967) propone aprovechar la música para bailar (dos lenguajes nacidos el uno para el otro); explica con una explosiva mezcla sónica (funk, rock, pop, psicodelia) ese hecho maravilloso que es hacer música y bailarla. Más o menos pide que Freddy, Greg, Larry, Sly, Cynthia… cojan una batería, añadan un poco de guitarra para que empiecen a moverse los pies, luego han de poner un órgano al fondo y completar con instrumentos de viento, y con todo ello, ¡a bailar! El tema supuso otro paso en la evolución de la música, pues resultó ser el punto de partida de las más significativas bandas de funk de los años setenta. Y es que, en realidad, ¿qué hay mejor que bailar al son de los mejores ritmos?

The Doors, también en 1967, editaron su ‘When the music´s over’, la cual viene a decir, sin más, que la música es el fuego de la vida y que cuando se para también se detiene el espíritu de la misma vida; hay quien la interpreta no como una metáfora de la vida, sino como si la música fuera una de esas cosas que hacen que merezca la pena vivir, de modo que “cuando la música termina, todas las luces se te apagan…”, por tanto, hay que seguir viviendo la música para seguir viviendo. El verso “la música es tu amigo especial (…), tu único amigo” viene a significar que en ella puedes confiar siempre. Todo ello viene envuelto en atmósferas multicolor sobre ritmos cambiantes y con pasajes enigmáticos, surrealistas. Una pieza rebosante de hechizo. 

Si aquellos estudiosos tienen razón, la música nació como solución a un problema concreto, pero con el tiempo se ha vuelto imprescindible, hasta convertirse en un elemento necesario para la salud física y sicológica. Se han necesitado cientos de miles de años para que el murmullo arrullador de una madre evolucionara hasta el rock & roll. ¡Qué feliz idea tuvo aquel espécimen de homo sapiens!    


CARLOS DEL RIEGO