OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 3 de abril de 2016

EMERSON: CUANDO EL ROCK VALORABA LA EJECUCIÓN EXCELENTE Keit Emerson falleció hace unos días. El histórico teclista, además de pionero en el uso de los teclados electrónicos, era un fino representante de un valor que se ha venido perdiendo en el mundo del rock en los últimos decenios, el virtuosismo, la excelencia en la ejecución musical.

Keith Emerson, un pionero de la electrónica, un virtuoso de los teclados.
En la primera mitad de los setenta del siglo pasado empezaron a tomar notoriedad (limitada a la órbita de la música rock) una serie de grupos que, además de canciones, proponían un gran dominio del instrumento, un talento especial en la materialización de la música, una destreza excelente ya fuera con el piano, la guitarra, la percusión, la flauta, el saxofón, el violín... Y todo ello sin abandonar el entorno del rock. Los adeptos más veteranos del género tendrán en su memoria los lúcidos paisajes de jazz por los que se paseaba la guitarra de Robert Fripp (King Crimson), las virguerías disparatadas o las demostraciones académicas de la flauta travesera de Ian Anderson (Jethro Tull), la exquisita elegancia de la guitarra de Andy Latimer (Camel) o la inmensidad abrumadora de los órganos de Rick Wakeman (Yes), por citar sólo a unos pocos de aquellos que, entonces, eran auténticos héroes. Todos tenían en común un vigoroso talento interpretativo que hacía que, además de integrarse en la melodía, el oyente quedara atrapado en el genio de unos artistas capaces de transmitir todo tipo de emociones con ‘sólo’ ese lenguaje universal que no precisa palabras.


Entre aquellos verdaderos superdotados estaba en lugar preferente Keith Emerson, que se dio a conocer como integrante de uno de los primeros ‘supergrupos’, Emerson, Lake & Palmer (ELP). Los Beatles habían dejado un hueco tan imposible de llenar que la música pop y rock, ante la imposibilidad de seguir donde ellos lo habían dejado, se vio obligada a abrir nuevos caminos. En esa circunstancia surge la unión de tres músicos de reconocida solvencia y sólido pasado. ELP sorprendieron con un primer álbum que presentaba una serie de texturas sonoras absolutamente novedosas y originales, unas  desconocidas tonalidades sónicas que dejaban al personal boquiabierto, desconcertado; Emerson tomaba partituras de colosos como Bach o Bartok y las adornaba con su panoplia de innovadores teclados. Era una nueva visión de la música rock en la que el talento interpretativo tomaba tanta importancia como la mismísima composición; las sutiles guitarras de Lake (acústica, eléctrica, bajo) y las infinitas percusiones de Palmer proporcionaban la base ideal para que Emerson diera nueva vida a añejas partituras (en todos sus discos hay obras de autores clásicos) o liberara su talento creativo.

Tras aquel primer álbum, en 1970, hicieron otros cuatro antes del 74, todos ellos de gran mérito y enorme valor artístico. Pero, tal vez, la obra cumbre de su estilo sea ‘Trilogy’. Además de las partes vocales, de las preciosas canciones y de los ambientes oníricos (se cuenta que la portada iba a ser un cuadro de Dalí, pero pedía tal cantidad de dinero que la idea se desechó), además de los tremendos saltos que se producen (incluyendo un increíble y divertido piano estilo ‘saloon’), con este elepé Keith Emerson consiguió que los aficionados al rock (los que tenían visión más amplia) comprendieran y disfrutaran de la belleza y potencia que puede transmitir un piano, el piano solo, un gran Steinway Piano; tan es así que no son pocos los que hoy son capaces de paladear un buen solo de piano, sea en el género que sea, gracias a aquellas demostraciones de talento con que Emerson fascinó hace más de cuarenta años. En fin, gracias a él (y a otros como él) muchos entendieron cómo una interpretación técnicamente excelente es tan valiosa como la creación de una melodía brillante.

Todo eso se disipó entre la rabia del punk. Así, de repente, el virtuoso dejó de ser apreciado, el genio interpretativo dejó de interesar. Lo único que las nuevas bandas pretendían era expresar energía iracunda con un par de acordes y, en muchos casos, pésimas ejecuciones, salidas de tono, instrumentos desafinados… En este negocio de la música rock cada época es distinta y deudora de su momento, de lo que la rodea, de su circunstancia, de modo que los cambios son drásticos: el estilo que hoy triunfa mañana será aborrecido, lo que hoy gusta mañana será despreciado. Pero con el paso del tiempo, con la perspectiva necesaria, lo que tiene mérito regresa y vuelve a ser reconocido, y por eso es obligatorio recordar aquellos años y aquellos músicos. Claro que, lo bueno de esto del rock, es que admite tanto a los técnicamente excelentes como a los tuercebotas rasca-guitarras.   

Sea como sea, algunos majaras guardan como oro en paño, con cariño y emoción a veces nostálgica, aquellos primeros cinco elepés de Emerson, Lake & Palmer. Son recuerdo impagable de esa época en la que se comprendió que el virtuosismo también tiene cabida en el universo del rock.


CARLOS DEL RIEGO

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