Según ciertos individuos de mente obtusa, los europeos nacen con un pecado original, y son los culpables de todos los males de este mundo. |
Viendo
esos sucesos con un poco de distancia se puede uno formar idea y opinión
documentada. Sin embargo, existen personajes de relevancia que en lugar de
opiniones lo que expresan son disparates. Así, algunas voces (como la del actor
estadounidense Morgan Freeman) culpan a la religión, e incluso los hay que van
más allá y piden que se prohíba; por su parte, nada menos que el Papa Francisco
acusó a las fábricas de armas de ser, finalmente, los responsables; pero el
personaje que ha dejado patente su estrechez mental más allá de toda duda
razonable es el alcalde de Zaragoza, que no tuvo reparo en afirmar que esta
violencia es la que Europa debe esperar, pues es la respuesta a la que ella
misma ejerció en todo el mundo; según este, el viejo continente se está llevando
su merecido.
Sin
embargo, esas tres posturas son muy fáciles de rebatir con argumentos
concluyentes. Si, como señalan muchos, la culpa es de la religión (así, en
genérico), la gran mayoría de los creyentes estarían poniendo bombas a diario y
la religión agredida respondería a la agresora con las mismas armas. Por otro
lado, el hecho de que se perpetren espantosas masacres en nombre de la religión
no hace a ésta responsable, puesto que también se ha matado en nombre de la
democracia, de la libertad, del progreso…, pero a nadie se le ocurriría decir que
la culpa de estas muertes sea achacable a la democracia, la libertad o el
progreso.
El
Papa es infalible cuando trata asuntos teológicos, pero si emite un dictamen
sobre, por ejemplo, una novela, su opinión será tan respetable como la de
cualquier otro, pero habrá perdido ya la infalibilidad. Por eso, sin dejar de lado
el hecho de que las fábricas de armas están interesadas en que existan
conflictos armados para dar mayor salida a sus productos (convirtiendo así su
objetivo en indeseable), tampoco es cierta la afirmación del pontífice. Y no lo
es porque, en realidad, los productos para fabricar bombas y detonadores se
pueden comprar legalmente en droguerías y ferreterías, sin tocar ni un solo
artículo salido de la cadena de montaje de la fábrica de armas. Es más, si uno
acuchilla a otro, ¿se culpabilizaría de ello al fabricante de cuchillos? En lo
que el bienintencionado religioso argentino sí tiene razón es en que sin fábricas
de armas (o mucho más controladas), seguro que habría menos conflictos, menos
sangre.
De
todos modos, la 'summa cum laude' de la estulticia es, sin duda, para el
alcalde de Zaragoza, un petimetre llamado Pedro que, dicho sea de paso, da la
sensación de que gasta más horas en el acicalamiento personal que una vedete. Este
sujeto echó la culpa de la masacre a Europa en general, o sea, a todos los
europeos desde Laponia al Algarve, desde Finisterre hasta los Urales; según tal
monstruosidad todos los nacidos aquí llegaron al mundo con una especie de
pecado original, todos tienen una responsabilidad colectiva por haber tenido la
desgracia de nacer europeos. Es el pecado
original con el que nacen españoles o franceses, ingleses o belgas, portugueses
o eslovacos, estonios o bielorrusos…, esto es en esencia lo que sostiene el
lechuguino. Alguien debería hacerle saber a este heliogábalo, a esta especie de
estantigua que el 80% de los atentados terroristas de origen islamista se
producen lejos de Europa; así, en las últimas semanas ha habido que lamentar
sangrientos ataques terroristas en Chad, Costa de Marfil, Nigeria, Iraq,
Pakistán, Yemen, Siria, Turquía…, lo que contradice la ocurrencia de que
Occidente está sufriendo una venganza. Claro que, tal vez, el problema de este
dudoso personajillo es que entiende que esos países son europeos. Por otro
lado, es característico de las mentes totalitarias (esas que se atribuyen el
monopolio de la verdad) la tendencia a la generalización culpable, a señalar
con el dedo acusador a colectivos enteros. De este modo, el engominado y
repeinado personajillo se atreve a decir que "nos vuelve la violencia que
sembramos", como si los agricultores ucranianos o los mineros bercianos
que apenas han salido de su pueblo sean responsables de las acciones ejercidas por
unos políticos en cualquier lugar del planeta hace décadas o siglos. En fin,
este Pedro demuestra tener menos cerebro que un calcetín.
Al
final, por mucho desvarío y esperpento mental que se propale, es absolutamente
innegable que los que matan son individuos con nombre y apellido, personas
concretas, en otras palabras, los que aprietan el gatillo o el detonador son
(junto a quienes los financian, los ayudan y los convencen) los verdaderos y
únicos culpables.
CARLOS
DEL RIEGO