OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 30 de marzo de 2016

ATENTADO BRUSELAS CULPABLES. EL PECADO ORIGINAL DE LOS EUROPEOS Unos días después de la matanza de Bruselas todo el mundo ha elevado su voz para manifestar opinión. La mayor parte de las mismas son razonables, pero se han difundido otras que son auténticos disparates, como esa que culpa de todo a los europeos.

Según ciertos individuos de mente obtusa, los europeos nacen con un pecado original, y son los culpables de todos los males de este mundo.
Viendo esos sucesos con un poco de distancia se puede uno formar idea y opinión documentada. Sin embargo, existen personajes de relevancia que en lugar de opiniones lo que expresan son disparates. Así, algunas voces (como la del actor estadounidense Morgan Freeman) culpan a la religión, e incluso los hay que van más allá y piden que se prohíba; por su parte, nada menos que el Papa Francisco acusó a las fábricas de armas de ser, finalmente, los responsables; pero el personaje que ha dejado patente su estrechez mental más allá de toda duda razonable es el alcalde de Zaragoza, que no tuvo reparo en afirmar que esta violencia es la que Europa debe esperar, pues es la respuesta a la que ella misma ejerció en todo el mundo; según este, el viejo continente se está llevando su merecido.

Sin embargo, esas tres posturas son muy fáciles de rebatir con argumentos concluyentes. Si, como señalan muchos, la culpa es de la religión (así, en genérico), la gran mayoría de los creyentes estarían poniendo bombas a diario y la religión agredida respondería a la agresora con las mismas armas. Por otro lado, el hecho de que se perpetren espantosas masacres en nombre de la religión no hace a ésta responsable, puesto que también se ha matado en nombre de la democracia, de la libertad, del progreso…, pero a nadie se le ocurriría decir que la culpa de estas muertes sea achacable a la democracia, la libertad o el progreso.

El Papa es infalible cuando trata asuntos teológicos, pero si emite un dictamen sobre, por ejemplo, una novela, su opinión será tan respetable como la de cualquier otro, pero habrá perdido ya la infalibilidad. Por eso, sin dejar de lado el hecho de que las fábricas de armas están interesadas en que existan conflictos armados para dar mayor salida a sus productos (convirtiendo así su objetivo en indeseable), tampoco es cierta la afirmación del pontífice. Y no lo es porque, en realidad, los productos para fabricar bombas y detonadores se pueden comprar legalmente en droguerías y ferreterías, sin tocar ni un solo artículo salido de la cadena de montaje de la fábrica de armas. Es más, si uno acuchilla a otro, ¿se culpabilizaría de ello al fabricante de cuchillos? En lo que el bienintencionado religioso argentino sí tiene razón es en que sin fábricas de armas (o mucho más controladas), seguro que habría menos conflictos, menos sangre.       
De todos modos, la 'summa cum laude' de la estulticia es, sin duda, para el alcalde de Zaragoza, un petimetre llamado Pedro que, dicho sea de paso, da la sensación de que gasta más horas en el acicalamiento personal que una vedete. Este sujeto echó la culpa de la masacre a Europa en general, o sea, a todos los europeos desde Laponia al Algarve, desde Finisterre hasta los Urales; según tal monstruosidad todos los nacidos aquí llegaron al mundo con una especie de pecado original, todos tienen una responsabilidad colectiva por haber tenido la desgracia de nacer europeos. Es el pecado original con el que nacen españoles o franceses, ingleses o belgas, portugueses o eslovacos, estonios o bielorrusos…, esto es en esencia lo que sostiene el lechuguino. Alguien debería hacerle saber a este heliogábalo, a esta especie de estantigua que el 80% de los atentados terroristas de origen islamista se producen lejos de Europa; así, en las últimas semanas ha habido que lamentar sangrientos ataques terroristas en Chad, Costa de Marfil, Nigeria, Iraq, Pakistán, Yemen, Siria, Turquía…, lo que contradice la ocurrencia de que Occidente está sufriendo una venganza. Claro que, tal vez, el problema de este dudoso personajillo es que entiende que esos países son europeos. Por otro lado, es característico de las mentes totalitarias (esas que se atribuyen el monopolio de la verdad) la tendencia a la generalización culpable, a señalar con el dedo acusador a colectivos enteros. De este modo, el engominado y repeinado personajillo se atreve a decir que "nos vuelve la violencia que sembramos", como si los agricultores ucranianos o los mineros bercianos que apenas han salido de su pueblo sean responsables de las acciones ejercidas por unos políticos en cualquier lugar del planeta hace décadas o siglos. En fin, este Pedro demuestra tener menos cerebro que un calcetín.   

Al final, por mucho desvarío y esperpento mental que se propale, es absolutamente innegable que los que matan son individuos con nombre y apellido, personas concretas, en otras palabras, los que aprietan el gatillo o el detonador son (junto a quienes los financian, los ayudan y los convencen) los verdaderos y únicos culpables.        
CARLOS DEL RIEGO

  

lunes, 28 de marzo de 2016

EL ROCK & ROLL TAMBIÉN HABLA DE CRIST0 La figura de Cristo es, muy probablemente, la que más ha influido en el devenir de la Historia. No es extraño, por tanto, que llegado el momento, el rock & roll también se haya fijado en tamaña figura.

El rock también ha hablado de Jesucristo
Aunque a lo largo del año son varias las fechas y festividades que en los cinco continentes lo recuerdan, es en Semana Santa cuando la figura de Cristo se convierte en protagonista absoluta. No es necesario recordar lo mucho que la música se ha ocupado de aquel Hombre de Nazaret en siglos pasados, por lo que parece lógico que, cuando irrumpe, el rock también se haya interesado por Él; de hecho, raro es el autor adscrito a ese género que, antes o después, no se ha fijado en su persona. Lógicamente, algunos lo han hecho con irreverencia e incluso de un modo insultante, pero la gran mayoría se atreven a hablar del asunto con respeto y, en muchas ocasiones, con verdadera veneración. Es oportuno recordar que el góspel o espiritual negro (¡cómo no acordarse de la deliciosa 'Oh happy day'!) y más recientemente las bandas que se incluyen en el 'rock cristiano' se dedican casi en exclusiva a glosar su vida, milagros y enseñanzas.

Pero ciñendo la cosa a la esfera del rock más bien clásico, podría enumerarse una lista larguísima de canciones de los grupos más dispares que le han dedicados sus versos. Lo primero que acude a la mente es el brillante elepé conceptual de 1970 'Jesucristo Superstar' (luego ópera rock, musical y película), el cual contiene algunas canciones absolutamente excelentes; a destacar los pasajes interpretados por el pasional Ian Gillan, solista de Deep Purple, a cuya voz el papel le iba que ni pintado; igualmente resultan irresistiblemente atractivas piezas como el ya emblemático 'Superstar'. Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, los autores, presentaron a Cristo exclusivamente como hombre, y contaron la historia desde la perspectiva de Judas, que es tan protagonista como aquel; asimismo también proponen la duda: ¿y si hubiera venido hoy?, y se puede añadir ¿como una estrella del rock?    



Los más iniciados en los entresijos del rock seguro que han rememorado el primer verso de la primera canción del primer disco de Patti Smith; 'Horses' (1975) se abría con aquel 'Gloria, in excelsis Deo' al que seguía una versión del clásico de Van Morrison; la primera frase especificaba de manera provocativa "Jesús murió por los pecados de los demás, pero no por los míos"; lo curioso es que la musa del primer punk neoyorquino no es católica, a pesar de lo cual, siempre se manifestó devota de San Francisco de Asís…, tal vez por ello fuera invitada por el Papa Francisco a cantar en el Vaticano; la cara de Patti Smith, iluminada y entusiasmada, una cara en la que no cabe más expresión cuando saluda al pontífice argentino resulta, por tanto, desconcertante.  

Los músicos estadounidenses (seguramente por su educación) hablan constantemente, sin prejuicios y con convicción sobre el Personaje. El propio Bruce Springsteen se fija en la Pasión y en el dolor de una madre al ver a su único hijo pasar por un trance tan doloroso en su emocionante 'Jesus was an only son' ('Jesús fue hijo único'). Por su parte, Violent Femmes recuerdan a 'Jesus walking on the water', o sea, 'caminando sobre las aguas'. Y tampoco faltan Ramones, que en su 'I´m not Jesus' explican que no quieren morir por el pecado de otro y que, en todo caso, al no ser ellos Jesús, no pueden curarte. Los texanos ZZ Top, en su incomparable álbum 'Tres hombres' (sí, el que contiene el icónico 'La Grange') incluyen el explícito 'Jesus left Chicago', en cuya letra van señalando las ciudades en las que Cristo pasa haciendo milagros, desde que 'deja Chicago' hasta California, a través de casi toda Usa.

Fantástico es el 'Spirit in the sky' de Norman Greenbaum, una excelente canción que ya en su momento, a finales de los setenta del pasado siglo, fue recompensada con un éxito multitudinario; se trata de una suerte de blues sólido (con esa evocadora guitarra distorsionada) y ambiente sicodélico, una canción cuyo texto recomienda hacerse amigo de Jesús, ya que así podrá recomendarte cuando, tras palmar, estés a la puerta del cielo… Y eso que este hippy salido de los sesenta es y siempre ha sido un judío convencido y practicante.



Y hablando de judíos, imposible es tratar de este asunto sin hacer mención del a veces indeciso y tornadizo Bob Dylan. Como es sabido, Zimmerman es judío de nacimiento, pero hacia 1978-79 se convirtió al Cristianismo; cuenta él mismo que durante un concierto alguien le echó una cruz, la cogió y la metió en el bolsillo, al día siguiente, reflexionando, se dijo a sí mismo que necesitaba algo, algo distinto, metió la mano en el bolso y allí estaba la cruz...; también ha hablado de una visión de Cristo que experimentó en su habitación del hotel… El caso es que publicó tres álbumes bajo tan potente influencia, 'Slow train coming', 'Saved' y 'Shot of love', los dos primeros muy espirituales, muy góspel, el tercero más tendente al rock; casi toda la temática gira en torno a su nuevo credo, aunque en el último ya aparecen otros asuntos; se pueden recordar temas como el 'Mangave name to all the animals' o el 'Property of Jesus'. Al parecer, años después volvió a abrazar el judaísmo.

          
Entre otras muchas figuras del rock, The Byrds y The Doobie Brothers, The Queen o Depeche Mode, Velvet Underground, Roxy Music, Tom Waits… también se han referido a Jesucristo en sus versos, vistiéndolos del modo más variopinto. Curioso es que Beatles y Rolling Stones apenas hayan tocado el tema.  

CARLOS DEL RIEGO

jueves, 24 de marzo de 2016

LA ENVIDIA, CAUSA DEL ODIO ISLÁMICO Y DEL DE SUS ALIADOS OCCIDENTALES Las atrocidades perpetradas por los prehomínidos islámicos aterrorizan en todas partes, aunque buscan hacer el máximo daño a las democracias occidentales. La pregunta es ¿por qué ese odio enloquecido a Occidente?

Por inconcebible que resulte, hay europeos que comparten ideas y conceptos con los terroristas , como el odio a occidente.
Esa es la cuestión, puesto que el rencor especial que sienten hacia todo lo que suene a occidental está en el origen de esa violencia ciega que sienten esos sarracenos de mente estrecha, casi todos nacidos y criados en Europa. El caso es que, entre otras, una de las causas de ese odio islamista y deshumanizado hacia Europa y Usa (aunque matan en cualquier lugar del planeta) es la envidia, la más pura, insana, visceral y violenta envida. Su mayor deseo, su más pasional anhelo es hacer daño a las democracias surgidas de la tradición judeo-cristiana. ¿Por qué?, pues porque éstas han conducido al sistema político que, cargado de imperfecciones y defectos, se va imponiendo como el menos malo: la democracia. Y esto, el hecho de que las ideas con raíces bautizadas triunfen, resulta insoportable a los que, en el fondo, sólo entienden la existencia de las diversas creencias como enfrentamiento armado (igual que hace mil años).

Como señala Antony Beevor (gran especialista en las guerras del siglo XX) en su ‘París después de la liberación’, ningún país ama a su libertador. Siguiendo esa línea argumental, se puede admitir sin temor a la exageración que nadie ama al que le saca de la miseria, al revés, existen muchas personas que odian a muerte a quien le proporciona libertad, bienestar, futuro, sobre todo si esas personas se niegan radicalmente a sentirse parte de su país de acogida. La demostración más palpable es el evidente rencor que los norteafricanos y musulmanes en general (sobre todo los de segunda o tercera generación) sienten hacia la Francia que los acogió, les dio derechos y libertades, servicios sociales, trabajo…, porvenir. Tal vez la razón de tal ingratitud sea la sensación de que jamás podrán devolver tanto como han recibido, de modo que ese sentimiento se transforma en una inquina rabiosa que (combinada con otras causas) desemboca en sed de sangre. 

Por otra parte es innegable que, en los últimos quinientos años, ningún país musulmán ha albergado el mínimo progreso, al contrario, esa cultura no hace más que retroceder; y para explicar esta afirmación no hay más que recorrer el mapa de países donde es ésta la doctrina imperante: son países lastrados por la injusticia en los que apenas existen las libertades asumidas como elementales en occidente, son auténticas dictaduras donde la mitad de la población (la femenina) carece de derechos, donde se mutila, se azota y se lapida, donde el fanatismo es la ley. Si se prescinde de la tecnología, esas poblaciones viven, piensan y actúan de modo idéntico a como lo hacían en la Edad Media.

Por ello, parece oportuno recordar que todo avance tecnológico, filosófico y de pensamiento, toda mejora médica o social, toda conquista en ámbitos de derecho y libertad, incluso algo tan universal como el deporte, procede de esos países en los que, un día, la razón se impuso al fanatismo más colérico y regresivo. Y esto es, precisamente, lo que no soportan los más enloquecidos y descerebrados musulmanes: su religión no permite el avance, no aporta nada al beneficio de la Humanidad, lleva medio milenio sin ofrecer una idea o una obra de provecho a la sociedad humana (excepto algún buen escritor) y, por tanto, miran con envidia a los países que anclan sus raíces en el cristianismo, que son los que prácticamente a diario proponen nuevos proyectos, nuevos conceptos, nuevos ingenios que ayudan y se aprovechan en todo el planeta.

Bueno será recordar ahora que en España hay partidos (nuevos y viejos) que se han negado a apoyar una declaración en contra de la violencia terrorista-yihadista; no es que se hayan opuesto a una acción armada o a una campaña de sanciones económicas, nada de eso, han rechazado con altanería y orgullo firmar un papel en el que sólo se manifiesta la repulsa a la violencia terrorista, sanguinaria, indiscriminada. Y si esos partidos políticos (básicamente los unidos y los que pueden) no están con los que escriben es que están con los que ponen bombas. Así de sencillo, puesto que en temas como este no hay puntos intermedios, es decir, el que sostiene que “poner bombas está mal pero…” está justificado, excusando, protegiendo o defendiendo la masacre como recurso. Así de sencillo. Y la razón de esa traición conceptual también está bastante clara; por un lado, uno de esos partidos emergentes ha recibido financiación de un país islámico, por lo que al callar está protegiendo a su benefactor; y por otro, los integrantes de esos partidos políticos (muchos de los cuales se declaran abiertamente antisistema), odian a occidente tanto como los musulmanes, ya que, al igual que éstos, no soportan que el progreso que surge de la Ilustración (de donde salieron conceptos como Derechos Humanos, Democracia, Igualdad) tenga su raíz en la tradición cristiana. Así, no puede sorprender que existan individuos que, con tanta inteligencia como una ameba, afirmen que la culpa de que unos tipos se pongan un cinto de explosivos y maten a cuantos más mejor, es del país que los acogió y, por extensión, de todo occidente.

Desgraciadamente esta barbaridad volverá a repetirse.    


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 20 de marzo de 2016

AJUSTANDO CUENTAS CON EL PAPI MALO O AUSENTE ¡Cuántas canciones se han escrito pensando en papá! Para bien o para mal todo autor de letras tiene tiempo para escribir sobre la figura del padre; y cuando es para mal aparecen tipos oscuros, indeseables y, casi siempre, ausentes.

Se cuenta que Murry Wilson, padre de tres Beach Boys y tío de otro, dejó sordo de un oido a Brian (arriba) tras golpearlo en la cabeza con un palo.
La grandísima mayoría de los que tienen hijos son, más o menos, buenos padres, de esos que se limitan a repetir aquello de “¡tu habitación está hecha una pocilga!”, o “¿cómo llegas tan tarde?” e incluso el inútil “¡no se te ocurra beber ni fumar!”. Pero aunque minoritarios, hay padres malvados y canallescos, algunos de los cuales nunca están en casa y otros, los peores, se quitan el cinto a menudo para medir las espaldas del pobre infante: aquellos son los papás ausentes, éstos los absolutamente odiosos. La música rock (y géneros afines) ha hablado mucho del paterfamilias, ya fuera para remarcar su bondad o para relatar la diferencia generacional, para rememorar sus enseñanzas o para señalarlo con el dedo acusatorio. De este modo, el inventario de canciones que tiene a papi como centro de atención resulta interminable, pero siempre se pueden recordar unas pocas.  


Una pieza recurrente al tratar el asunto es el clásico del soul-funk ‘Papa was a rolling stone’ que popularizaron The Temptations en 1972; es un caso extremo, pues trata del niño que nunca ha visto a su ‘viejo’, y cuando pregunta a su madre por él, ella le explica que los abandonó porque era un golfo, un holgazán que jamás les dio nada, un mal tipo que se fue para siempre. Pero para papás malos, los de ‘Tommy’, la excelsa obra de The Who publicada en 1969; en ella los progenitores cometen una maldad, el chico lo ve y ellos se gritan que ni ha visto ni ha escuchado ni dirá nada, con lo que el pobre se queda ciego, sordo y mudo (todo aficionado sabe de qué va esta ópera rock). Anecdótico (por lo inusual) es lo que plantea el ‘Gonne daddy gonne’ de Violent Femmes, pues aquí es la hija la que se va a por tabaco y…

Sin embargo, es el páter ausente el que más describen los escritores de canciones: es el ajeno al hogar, el que nunca tiene tiempo porque siempre estaba fuera, el que jamás pasa un rato con el chaval y, claro, éste crece con esa espina clavada. Dos temas verdaderamente excelentes dibujan esta situación. Una es el clásico ‘Old man’ de Neil Young, maravillosa y sencilla composición cargada de emociones y melancolía country e incluida en el inspirado ‘Harvest’ de 1974. Resulta que el padre del genio canadiense era periodista deportivo, por lo que pasaba mucho tiempo fuera de casa; Neil era un niño cuando el señor Scott Young, durante uno de sus continuos viajes, se lió con ‘otra’ (fuera una pelandusca o una señora muy respetable), la madre se enteró, seguro que no le sentó muy bien y se divorció; es lógico suponer que todos esos sucesos no le hicieron mucha gracia al futuro cantante... El tema habla de un padre (‘old man’ es un modo familiar de referirse al ‘viejo’ en Usa) casi siempre ausente y un hijo que, paradójicamente, se va dando cuenta de que cada día se parece más a él, y además, como él, está sólo y necesita tener a alguien al lado.


Pero hay otro tema que refleja mejor que ninguno la cuestión del páter ausente: el ‘Cat´s in the craddle’ del estadounidense Harry Chapin; este poco conocido cantautor neoyorquino de folk-rock logró un enorme éxito en 1974 con esta excelente y amarga canción; se cuenta que está basada en un poema de su esposa (hija de un político que raramente estaba en casa), y que Harry (muerto en 1981) la escribió pensando en su propio hijo; incluso declaró: “esta canción me asusta mortalmente”. La letra habla de un hombre de negocios siempre demasiado ocupado como para hacer caso a su retoño; en sus versos se lee: ‘¿Cuándo vendrás, papa?, no sé, pero cuando vaya estaremos muy bien’; la canción sigue y en ella pasa el tiempo hasta que llega un momento en que el padre se jubila y nunca sale de casa, sin embargo, ahora será el hijo el que nunca va por allí, y entonces es el viejo quien pregunta ‘¿cuándo vendrás a verme?’, ‘no sé’, responde su vástago, ‘pero cuando vaya estaremos muy bien’. Se cumple así una frase que el niño le decía al principio de la canción: ‘Voy a ser como tú, papá, sabes que voy a ser como tú’. ¿Es puro resentimiento o, simplemente, la inercia de la vida?   

El progenitor pegón e iracundo es el que refleja el ‘I´m bugged at my old man’ (algo así como ‘Estoy molesto con mi viejo’) de The Beach Boys. Alejándose de la playa, el sol, el surf y las chicas, esta canción muestra un padre absolutamente indeseable, un tipo malo de verdad: te encierra en tu habitación (‘y clava tablas en mi ventana’), te deja sin comer y, peor aún, te vende la tabla de surf y te rapa mientras duermes. Se cuenta que con esta pieza los hermanos Wilson quisieron vengarse de su padre y manager, Murry Wilson, un tiparraco violento, gritón y colérico que, de niños, les voceaba, humillaba y atizaba por sistema.   

Lo normal, lo más habitual es que se tengan buenos recuerdos de papá, pero desgraciadamente siempre hay chichos y hombres que tienen poco o nada bueno que recordar…


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 16 de marzo de 2016

EL USO INTERESADO DE PALABRAS COMO CAMBIO O PROGRESO El enmarañado panorama que actualmente (III-16) preside la esfera política española está dando para una vorágine de declaraciones y opiniones; así, continuamente se escuchan términos como cambio o progreso, aunque dándoles un sentido discutible.

Cambio no es sinónimo de mejora
Los protagonistas de esta desenfrenada carrera de proclamas, consignas y eslóganes son tanto los profesionales de la cosa política como los medios de comunicación, que se hacen bocas a diario de todo lo que aquellos sueltan por sus ídem. De este modo se están repitiendo letanías que, a fuerza de decirlas unos, repetirlas los otros y escucharlas todos, terminan por ser aceptadas como verdades inamovibles; sin embargo, si se reflexiona con detenimiento en torno a esas supuestas verdades surgen en principio las dudas, las cuales pueden conducir a una negación categórica sostenida con graníticos argumentos.

Por ejemplo, varios de los líderes políticos que pugnan por encaramarse al sillón presidencial (así como medios de comunicación) vienen proclamando desde hace meses consignas del tipo de “los votantes han decidido terminar con el bipartidismo”. En primer lugar, ‘los votantes’ no es una singularidad, no tiene un único pensamiento, no es un ente con idea propia ni tampoco un banco de peces que se mueven todos a la vez respondiendo al mismo impulso; dicho de otro modo, los votantes sólo tienen en común que han ejercido ese derecho, pero más allá de este concepto sólo existe cada votante con toda su circunstancia, de modo que cuando uno va a votar no mete la papeleta pensando en desterrar el bipartidismo (eso podría hacerse si se pudiera votar diez veces y se eligieran diez opciones distintas), sino que cada uno de ellos vota con el deseo de que su partido sea el más apoyado.

La otra parte cuestionable de la frase es la pretensión de exterminar el ‘bipartidismo’, sin embargo, tampoco debe ser tan indeseable cuando está tan asentado en muchos de los países con más rancia tradición democrática; e incluso en varios de ellos se ha impuesto esa sublimación del bipartidismo que es la segunda vuelta, cuando sólo se puede votar por A o por B, siendo éstos los dos primeros de la carrera electoral. Lógicamente, la idea de acabar con el dominio de los dos más potentes sólo la tienen los que sólo aspiran a la medalla de bronce… Puede deducirse, por tanto, que el bipartidismo no es necesariamente perverso y, en consecuencia, quien se presenta con esa idea no está proponiendo un beneficio indiscutible. Existe, asimismo, una variante de aquella frase, la cual asegura que ‘los votantes no quieren más mayorías absolutas’, una afirmación absolutamente falsa, ya que todo votante vota con el deseo y la ilusión de que su partido logre esa superioridad matemática; en pocas palabras, puede asegurarse que todo votante desea la mayoría absoluta para su opción política. Sin duda. 

Otro mantra repetido con insistencia es, más o menos, “somos un partido de cambio y de progreso”. Nuevamente puede argüirse que el cambio no es obligatoriamente algo bueno, no conlleva beneficio simplemente por ser cambio; por ejemplo, si el Barça cambia a Messi por el delantero del Avellino no habrá mejorado, habrá cambiado, sí, pero ese cambio habrá sido para peor…, para mucho peor (no es el caso, claro, pero el ejemplo sirve para mostrar que cambio no es sinónimo de beneficio). Siguiendo con este razonamiento, cuando uno expone su intención de cambio como principal valor y único aval, no significa que el tal vaya a terminar con todos los problemas: el cambio por el cambio no trae como consecuencia segura e inevitable bienes y soluciones para todos.

En cuanto a lo de ‘progreso’, también es algo debatible, ya que lo que para unos es progreso y avance para otros es regreso, retorno. Este razonamiento se puede ilustrar comprobando cómo los que se presentan como ‘progresistas’ no dejan de mirar al pasado: insisten en cuestionar y revisar (con intención belicosa, provocativa) sucesos pretéritos como la Transición, regresan una y otra vez a la Guerra Civil (buscando el enfrentamiento sectario) o incluso retroceden más atrás en la Historia de España, ya sea para renegar de la expulsión de los musulmanes o de la presencia española en América; por eso, a muchos que se creen y se proclaman ‘progresistas’ les encantaría poder modificar los libros con la ilusa pretensión de que de este modo quedarían cambiados los hechos, la Historia. Asimismo, sus proposiciones para conseguir ese supuesto progreso son vetustas, probadas y fracasadas desde hace decenios. Por ello, lo que unos entienden como progreso otros lo ven como regreso.

Sí, el uso partidista e interesado del vocabulario es una constante en la cancha política y todos, todos, lo utilizan como recurso imprescindible. El caso extremo se da en los totalitarismos, regímenes que han hecho (hacen) de la palabra un arma.   
     

CARLOS DEL RIEGO

domingo, 13 de marzo de 2016

GEORGES MARTIN, EL PRODUCTOR, EL MAGO A los pioneros, a esos que siempre serán los clásicos del rock, les llega la hora de baja el telón. El gran productor Georges Martin acaba de morir a los 90 años. Podría decirse, simplemente, que sin él la música hubiera sido distinta y, seguro, más pobre .

 "Cuando Georges Martin hablaba, los Beatles escuchaban".
“Producido por Georges Martin”. Ese rótulo en un disco es una verdadera garantía, un referente. Él ya estaba allí preparado para asistir al recién nacido (ya fuera rock o pop), es decir, no ha tenido más remedio que rendirse a la naturaleza (en realidad casi todas las semanas hay noticia del fallecimiento de alguno de aquellos héroes, como el del gran teclista Keith Emerson, muerto hace unos días). Verdaderamente Georges Martin fue uno de los primeros productores del nuevo género musical (una figura imprescindible de este mundillo a partir de entonces), por lo que tiene más merito, mucho más, que todos los que vinieron después, ya que él les mostró un patrón, un modelo de cómo conseguir que una canción alcanzara sus máximas posibilidades. Por eso, parece conveniente la pregunta ¿qué hubiera sido de este negocio sin él?

"Ellos tocan, él escucha y se imagina cómo mejorar la canción.
Como se subraya en todas las notas de prensa, se encargó de dar forma a casi un millar de producciones y de construir un sonido característico que resulta muy evocador y fácil de recordar. Pero su obra mayor, su pieza maestra es la materialización de la nueva manera de hacer que trajeron The Beatles. Junto a ellos diseñó las bases de algo que el tiempo convirtió en pilar esencial de la música joven, y aunque parezca exagerado, también en factor determinante de la sociedad occidental, en unas formas de expresión que se han comprendido y asimilado en todo el planeta. Por tanto, también puede afirmarse que la obra de Georges Martin ha influido en la historia de la cultura del siglo XX.

Cuando aquellos cuatro mozalbetes con flequillo cayeron en sus manos él ya había producido muchos discos: clásico, infantil, folclore, popular, orquestal, humorístico…, hay que tener en cuenta que en los cincuenta y primeros sesenta de la pasada centuria en las casas sólo había, como mucho, discos y radio. Sin embargo, no había tenido contacto con esos ritmos recién llegados de Estados Unidos, a pesar de lo cual Martin supo darse cuenta de que la música iba a cambiar, de que ya estaba inmersa en el proceso, de modo que se adaptó, cambió el rumbo y se dejó seducir por eso que estaba naciendo. Es más, consiguió reciclar sus gustos y bagaje clásicos (él quería ser compositor de música clásica, quería ser Rachmaninov) y aprovecharlos para proporcionar ese gusto tan especial que hace de aquellas canciones algo único; gracias a ello tenía una percepción muy lúcida de la música, de la armonía, de la consecución de la belleza a través de la melodía.   

Muchas veces se ha destacado la química, la magia que surgía cuando Lennon y McCartney ponían en contacto su talento. “Tenían un carisma especial, pero en los primeros momentos sus canciones no me gustaban mucho”, reveló Georges Martin muchos años después. Pero el caso es que también se produjo fascinación entre la banda y el productor, de modo que bajo su dirección los Beatles presentaron algo nuevo, algo que llamó la atención del público joven desde el primer single; y con él a su lado encauzaron de modo muy acertado su posterior evolución.  

Desde el puesto de productor artístico, dijo en más de una ocasión: “Una grabación no es lo que uno oye, sino lo que consigue hacer oír a los demás”. Es decir, él pretendía que la canción transmitiera sentimiento, que causara impacto en el oyente, y por eso buscaba que las melodías que Beatles le presentaban contaran con una estructura sólida, con una construcción armónica y una decoración elegante, diferente, atractiva. 

¿A quién no le hubiera gustado estar allí como espectador?, ver cómo iba creciendo la canción hasta quedar rematada, cómo se iban probando ideas y sugerencias, cómo se la figuraban y debatían sobre los detalles unos y otro… Se puede desatar la imaginación y fantasear acerca de lo que serían aquellas sesiones: “Eh John, ¿qué te parece si metemos aquí una pincelada de tensión y enigma y rompemos el ritmo tras la segunda estrofa para retomarlo después del estribillo? Oye Paul, ¿no crees que sería mejor dar a esa melodía la forma de una balada sencilla con tu guitarra y un cuarteto de cuerda?, seguro que funciona. George, ¿por qué no le damos a esta otra un aire ligero y etéreo con una acústica limpia en primer plano? Ringo, eso es, pon el ritmo por delante de lo demás”. Allí se hacía verdadera magia y allí estaba él, en el centro, encajando la poética surrealista o sicodélica de Lennon con la elegancia lírica de Paul, más cercana a la realidad.

Georges Martin fue lo que se dice un ‘gentleman’, un tipo elegante, tranquilo, brillante, un hombre que supo entender la nueva música, impulsarla, orientarla; y ello a pesar de tener su procedencia en maneras mucho más académicas, o tal vez gracias a ellas.

En este momento sólo puede haber una despedida: Thank you, Sir.  


CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 9 de marzo de 2016

EL PUENTE, LAS ARDILLAS, LOS POLITICORTOS Y EL DINERO DE NADIE “¿Será posible tamaña mamarrachada?”, puede preguntarse el ciudadano-pagano al enterarse de que unos políticos de mente corta se han gastado un dineral en una pasarela para ardillas, y además asegurando que la pasta salió de la nada. Sí, es posible.

Debieron poner señales anunciadoras para que las ardillas
supieran por dónde cruzar.
Entre tanta noticia trágica, entre tanta información grave y trascendental de vez en cuando aparecen en los medios ciertos episodios que, a diferencia de los primeros, mueven a la sonrisa maliciosa, a la indignación, a la incomprensión. Tal es el caso del puente que construyó el Ayuntamiento de La Haya (Holanda) para que las ardillas cruzaran una carretera que dividía un bosque; la obra se finalizó en 2012 con un coste de casi 150.000 del ala, sin embargo, desde entonces sólo la han usado cinco de estos roedores (tal vez fue el mismo, que cruzó cinco veces), lo que significa que cada paso ha costado casi 29.000 eurazos. Ante las críticas, el consistorio de dicha ciudad se defendió especificando que a sus ciudadanos no les había costado nada, pues la pasarela había sido financiada por fondos procedentes del ministerio…

De tal esperpento pueden deducirse varias conclusiones, las cuales conducen inevitablemente a la chanza. Para empezar, cuando dicen que a los vecinos no les ha costado nada ese desembolso están dando a entender que el dinero del erario no procede de los contribuyentes (entre los que están los de La Haya), o sea, esos politicortos tienen el convencimiento de que dicha cantidad surgió por generación espontánea o que creció en los árboles…, en todo caso ellos entienden que esos euros no los aportó nadie.

Por otra parte, siguiendo ese modo de pensar tan típico de los tontos inmaculados (¿alguien recuerda aquel grupo y aquella canción, ‘Inmaculate fools’?), seguro que cuando debatieron y aprobaron este proyecto estaban convencidos de que las ardillitas iban a ponerse contentísimas con su nueva pasarela, y que harían cola para atravesarla. A nadie se le ocurrió pensar que si el animal está a un kilómetro no va a ponerse a buscar un paso elevado para cruzar sin peligro la carretera (¡claro!, debieron poner señales que los avisaran). Ninguna de las lumbreras municipales cayó en la cuenta de que los animales no piensan ni actúan como las personas; es más, seguramente alguno de los impulsores de la ocurrencia se habrá sentido decepcionado con la ingratitud de esos habitantes del bosque. Y aquí está parte del problema: hay muchos buenistas que encauzan rematadamente mal su intención benefactora y, como en este caso, humanizan a los animales y los tratan como si fueran seres conscientes y racionales; tal vez por eso construyeron el puente de metal, con un bonito y moderno diseño, con barandillas y magníficas vistas. Los resultados han sido chuscos, bochornosos, como para que a los responsables del desaguisado se les cayera la cara de vergüenza (hasta los ecologistas criticaron la construcción).   

También resulta más que evidente que en la ciudad de La Haya no existen verdaderos problemas, ya que si se pueden destinar tantos miles de euros a causa tan estúpida es que todo funciona allí de maravilla, y que no hay ningún otro asunto que merezca tanta atención pecuniaria. ¡Qué suerte tienen esos vecinos!, tienen cubiertas todas sus necesidades, proyectos y deseos.

De lo anterior pueden deducirse, sin temor a equivocarse, que los que se dedican a la actividad política (o sea, a administrar los dineros del primo-contribuyente) parecen no vivir en la tierra, como si jamás tocaran el suelo, tanto que algunos dan la sensación de estar en la luna o muy cerca, ya que hay quien da pruebas de vivir más allá del Sistema Solar. Igualmente, el grado de idiocia de los representantes públicos se muestra directamente proporcional a los años de permanencia en política, aunque hay excepciones, puesto que existe el ejemplar que alcanza la máxima graduación a los dos días de sillón y sueldo oficial.  

Aunque mal de muchos consuelo de tontos, no deja de ser tranquilizador (en cierto modo) que no sólo sean los políticos tontainas de aquí los que se gastan la pasta de todos en costosos e inútiles proyectos, sino que esa especie también se da en otros lugares y ocupa cargos en los países tenidos como más avanzados… Aunque en este caso a los ediles holandeses les queda mejor el traje de bobos rubios o nor-memos (Simpson dixit).  


CARLOS DEL RIEGO

domingo, 6 de marzo de 2016

TRES DELICIAS DE LOS 80: MUY REPRESENTATIVAS Y ALGO OLVIDADAS En la esfera de la música joven (rock, pop…) existe, entre amplios sectores de iniciados en el asunto, la convicción de que la música que se hizo en los años ochenta del siglo pasado era muy mala. Pero se puede demostrar fácilmente lo contrario

The Fuzztones, ochentera sicodelia freak.
Toda época, todo momento tiene sus virtudes y sus defectos. Por ello, si se generaliza lo realizado durante toda una década como bueno o malo se estará cometiendo un error y una injusticia. Como siempre y en cualquier parte, en el decenio que va de 1981 a 1990 hubo auténticas calamidades, tanto en el terreno musical como en el estético, e incluso se produjeron casos cercanos al delito (o al doble delito, como los Milli Vanilli). Pero tal circunstancia no es exclusiva de aquellos años; así, no sería difícil enumerar catástrofes propias de décadas anteriores, prolíficas en tesoros discográficos pero a las que no les faltan sus grotescos disparates, pícaros y estafadores; sí que sería fácil, por otro lado, señalar docenas de crímenes artísticos perpetrados en décadas posteriores a la mencionada, siendo mucho más difícil extraer de ellas piezas destinadas a perdurar. La música que se hace en cada período es cautiva de su momento y sus circunstancias (sociales, políticas, económicas, artísticas, tecnológicas…), aunque puedan aparecer adelantados que marquen nuevos caminos. En consecuencia, la música de los años ochenta tiene que ver, exclusivamente, con lo que había entonces, de manera que es casi imposible que se hiciera otra cosa. Por otra parte, ese pequeño lapso de tiempo que hoy parece tan, tan remoto ofreció amplia variedad tanto en lo que se dijo como en cómo se dijo: hubo rock duro y pop ligero, techno y tradicional, punk y baladistas, vanguardia y rockabilly, sin olvidar los géneros más añejos; y gran parte de ello se hizo con su propia personalidad, con el carácter del momento, el que había entonces y del que era imposible sustraerse. Además, muchas bandas activas en dicha etapa procedían de las precedentes, y aunque realizaron inolvidables creaciones en esos días, al hablar de pop y rock de los ochenta no sería lógico incluirlas como representativas.

                               
Podría hacerse una lista muy larga de estupendas formaciones y éxitos inequívocamente ‘ochenteros’, sin embargo se antoja más saludable recordar especímenes menos célebres para el gran público, bandas y canciones que poseen la misma fuerza evocadora e idéntico valor artístico. Aunque no sean nombres de conocimiento general, tampoco es preciso ser un especialista para acordarse de The Pogues, The Cult o The Fuzztones, buenos representantes de aquel momento cuyas canciones siguen atrayendo a pesar de los cambios (sociales, culturales…) y los insospechados giros producidos desde entonces en todo el planeta.

The Pogues aunaron herencia celta con los modos punk del momento, de manera que su propuesta se recuerda como algo meritorio y típico de su época, una fórmula que muchos, muchísimos otros han imitado y desarrollado posteriormente. Vocingleros, expertos en el trasiego de licores y pendencieros, era previsible que terminaran tirándose los trastos a la cabeza. Sin embargo, dejaron lúcidas y muy sugestivas melodías. Una buena muestra del carácter artístico de esta banda británica es la potente y a la vez tierna ‘Fairytale of New York’. La voz agrietada, casi arrastrada del desdentado Shane McGowan contrasta con la preciosa partitura y, claro está, con la luminosa de la chica que (sólo en esta ocasión) le da réplica, Kirsty MacColl, especialista en colaboraciones con bandas de todo pelaje. Este ‘Cuento de hadas de Nueva York’ es un diálogo entre él y ella, una pieza con intención navideña y etílicos vapores irlandeses: el inmigrante irlandés duerme la kurda en la trena y sueña con la chica, e incluso conversa y discute con ella sobre esperanzas y decepciones. El diálogo es antológico, emotivo, irresistible, mientras el sonido cuenta con una preciosa entrada al piano y vivarachos y elegantes arreglos célticos. La aportación punk está en este caso más en la letra, con versos como ‘Feliz Navidad en el culo’. En cualquier caso, cien por cien hija de su época.

The Cult se atrevió a fabricar heavy-rock a la clásica en un tiempo en que la ola exigía cabalgarla de maneras muy distintas (los llamados ‘dinosaurios’ del género jugaban en otra liga). Su título emblemático es ‘She sells sanctuary’, hard denso, encomendado al riff de guitarra, apoyado en granítica base rítmica, con matices enriquecedores y un resultado convincente hasta para los expertos más exigentes y académicos (su autor, Ian Astbury, es un apasionado de la cultura nativa norteamericana). La letra está entre la sicodelia y un romanticismo gótico, pesimista, de cementerio, o sea, inexplicable. Las guitarras no tienen nada que envidiar a las de los iconos del género, ni en potencia ni en dinamismo, e igualmente la voz, aguda y penetrante. El tema mantiene una agotadora tensión de principio a fin, apenas da respiro y transfiere sangre y sudor heavy como para menear cualquier melena. Sí, es metal rock de toda la vida, pero posee aportaciones y matices que lo sitúan en el tiempo con exactitud.   

                               

Los neoyorquinos The Fuzztones son (siguen en la trinchera a las órdenes del incansable Rudi Protrudi) mucho más primarios, sin tanta historia, sin profundidades metafísicas, el rock & roll como medio y como fin. Eso sí, con debilidad por las pelis de terror de serie B de los cincuenta y un sonido sucio y retorcido, energético y lisérgico…, sonido garaje anclado en el de los Sonics (sesentas), aunque con mayores dosis de sicodelia y perversión. Su ‘Lysergic emanations’ es un álbum que encaja perfectamente en lo que se entiende por ‘disco de culto’. Contiene excelentes y explosivas versiones (imprescindible el ‘Cinderella’ de los mencionados Sonics) y piezas propias verdaderamente memorables, como la infecciosa ‘She´s wicked’ (Ella es perversa), que cuenta la peripecia de esa nena robada por los gitanos y criada en las colinas entre hombres lobo, luna llena y aullidos; la combinación de la distorsión de la guitarra con la limpieza del órgano produce un efecto único, perfecto para crear ambientes licantrópicos y estupefacientes… sin perder el buen humor. La melodía es muy contagiosa, y el continuo machacar del riff con fuzz (ese efecto guitarrístico) alude inconfundiblemente a la revitalización que el garaje-rock (como otros géneros) experimentó en los años en cuestión.      Otros grupos de los ochenta cargados de encanto, personalidad e ingenio son…, son tantos que resulta imposible quedarse con unos pocos.

CARLOS DEL RIEGO

miércoles, 2 de marzo de 2016

LOS CURANDEROS DE LA POLÍTICA La cuestión de los curanderos ha vuelto a la actualidad por la denuncia de un padre cuyo hijo murió tras dejar la medicina tradicional y optar por ‘métodos milagrosos’ de charlatán. Los curanderos de la política también atraen a muchos crédulos.

Las soluciones del curandero Maduro son las mismas que propone el visionario Iglesias, así que, llegado el caso, el resultado será el mismo.
Por extraño que parezca, existe un porcentaje significativo de españoles que confían en los remedios propuestos por los santeros y sanadores a pesar de que carecen del menor rigor científico o empírico. El caso de aquel padre doliente que denuncia a esos estafadores de la salud que engañaron y llevaron a su hijo a la muerte no es algo aislado; de hecho, sucesos similares son preocupantemente abundantes. Tal vez el más llamativo fuera el de Steve Jobs, a quien se diagnosticó un cáncer de páncreas de pronóstico bastante benigno, sin embargo, el genio informático se obstinó durante meses en despreciar los métodos probados y prefirió una ‘solución’ alternativa a base de hierbas, comidas específicas e incluso videntes…, hasta que su salud empeoró de modo irreversible; entonces sí que aceptó ser operado, aunque se siguió negando a la radio y quimioterapia; lógicamente, el tumor siguió avanzando; un especialista señaló que todos sus pacientes (todos) con ese tipo de cáncer habían sobrevivido más de diez años, y muchos de ellos más de 20, por lo que declaró que Jobs murió “innecesariamente muy pronto”.

Pues algo muy parecido, calcado a veces, sucede en el terreno político. En los últimos años han aparecido un buen número de curalotodos que llegan con una serie de ‘remedios milagrosos’. Así, mientras que la política más típica propone medidas costosas, pesadas, dolorosas y con vistas a largo plazo, los embaucadores ofrecen fórmulas mágicas, asegurando que en poco tiempo y sin costes ni esfuerzo van a solucionar todos los problemas… Pero pasado el tiempo, el país con problemas de salud que prefirió la opción inmediata, fácil y ligera se encontrará al borde del colapso total, mientras que el que optó por las soluciones ya comprobadas sufrirá, tardará, pero al final saldrá del atolladero. Por eso, los países que recientemente se inclinaron por apoyar a los curanderos de la política, Grecia y Venezuela, están pagando precios altísimos por tamaña decisión: el binomio Chaves-Maduro ha conducido al país productor de petróleo a la ruina más absoluta y al desabastecimiento más angustioso (por no hablar de derechos), mientras que en la cuna de la Filosofía sólo dieron marcha atrás cuando estaban a milímetros del abismo, con lo que sus problemas tardarán más en solucionarse y serán más onerosos.

A lo largo de la historia reciente se han dado numerosas casos en los que los pueblos han creído al charlatán que prometía resultados inmediatos sin grandes sacrificios. A pesar de todo, gran parte de la población parece haberlo olvidado, pues en la actualidad han emergido en el mar de la política unos cuantos iluminados que, con mensajes simples y fáciles de creer, se han atraído a muchos miles de ciudadanos deseosos de soluciones rápidas: los Le Pen, los Beppe Grillo, los Varoufakis o los Iglesias; el francés y el italiano, a pesar de algunos buenos resultados electorales, no han embaucado a los suficientes como para imponer sus ungüentos y pócimas mágicas; el griego estuvo cerca, pero finalmente salió escaldado y le obligaron a dimitir ante la certeza de a dónde iba a conducir a los helenos; Iglesias, con sus gestos grandilocuentes y provocadores y su palabrería prepotente, está cerca del pescante y de las riendas, de manera que si se hace con ellas los españoles se verán como griegos o venezolanos. 

Indiscutiblemente la política de siempre, esa que plantea tratamientos comprobados empíricamente, está plagada de imperfecciones, cosa evidente y casi lógica, puesto que toda persona está cargada de defectos; sin embargo, a la larga y con todas sus corruptelas, triquiñuelas y cinismos, siempre resulta muchísimo mejor que la que quieren implantar los que, al modo de sanadores y videntes, están convencidos de unas recetas que jamás han dado resultado.

Nadie supera una enfermedad grave lejos de la medicina tradicional, lo que no quiere decir que ésta solucione todo y deje al paciente derrochando salud hasta su último día. Igualmente, ningún país supera sus problemas echándose en brazos de visionarios y profetas armados con políticas alternativas (léase disparatadas), cosa que no implica que las reglas y modelos tradicionales sean un dechado de virtudes.
    
Aquellos que estén decididos a entregar su confianza a los nigromantes de la política con el convencimiento de que van a convertir el país en un paraíso, deberían pensar que, en realidad, se van a poner en manos de curanderos, y cuando se den cuenta puede que sea tarde. Como el desdichado joven mencionado al principio, quien en su lecho de muerte confesó a su padre un desgarrador: “papá, me he equivocado”.
   
CARLOS DEL RIEGO