OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 13 de marzo de 2016

GEORGES MARTIN, EL PRODUCTOR, EL MAGO A los pioneros, a esos que siempre serán los clásicos del rock, les llega la hora de baja el telón. El gran productor Georges Martin acaba de morir a los 90 años. Podría decirse, simplemente, que sin él la música hubiera sido distinta y, seguro, más pobre .

 "Cuando Georges Martin hablaba, los Beatles escuchaban".
“Producido por Georges Martin”. Ese rótulo en un disco es una verdadera garantía, un referente. Él ya estaba allí preparado para asistir al recién nacido (ya fuera rock o pop), es decir, no ha tenido más remedio que rendirse a la naturaleza (en realidad casi todas las semanas hay noticia del fallecimiento de alguno de aquellos héroes, como el del gran teclista Keith Emerson, muerto hace unos días). Verdaderamente Georges Martin fue uno de los primeros productores del nuevo género musical (una figura imprescindible de este mundillo a partir de entonces), por lo que tiene más merito, mucho más, que todos los que vinieron después, ya que él les mostró un patrón, un modelo de cómo conseguir que una canción alcanzara sus máximas posibilidades. Por eso, parece conveniente la pregunta ¿qué hubiera sido de este negocio sin él?

"Ellos tocan, él escucha y se imagina cómo mejorar la canción.
Como se subraya en todas las notas de prensa, se encargó de dar forma a casi un millar de producciones y de construir un sonido característico que resulta muy evocador y fácil de recordar. Pero su obra mayor, su pieza maestra es la materialización de la nueva manera de hacer que trajeron The Beatles. Junto a ellos diseñó las bases de algo que el tiempo convirtió en pilar esencial de la música joven, y aunque parezca exagerado, también en factor determinante de la sociedad occidental, en unas formas de expresión que se han comprendido y asimilado en todo el planeta. Por tanto, también puede afirmarse que la obra de Georges Martin ha influido en la historia de la cultura del siglo XX.

Cuando aquellos cuatro mozalbetes con flequillo cayeron en sus manos él ya había producido muchos discos: clásico, infantil, folclore, popular, orquestal, humorístico…, hay que tener en cuenta que en los cincuenta y primeros sesenta de la pasada centuria en las casas sólo había, como mucho, discos y radio. Sin embargo, no había tenido contacto con esos ritmos recién llegados de Estados Unidos, a pesar de lo cual Martin supo darse cuenta de que la música iba a cambiar, de que ya estaba inmersa en el proceso, de modo que se adaptó, cambió el rumbo y se dejó seducir por eso que estaba naciendo. Es más, consiguió reciclar sus gustos y bagaje clásicos (él quería ser compositor de música clásica, quería ser Rachmaninov) y aprovecharlos para proporcionar ese gusto tan especial que hace de aquellas canciones algo único; gracias a ello tenía una percepción muy lúcida de la música, de la armonía, de la consecución de la belleza a través de la melodía.   

Muchas veces se ha destacado la química, la magia que surgía cuando Lennon y McCartney ponían en contacto su talento. “Tenían un carisma especial, pero en los primeros momentos sus canciones no me gustaban mucho”, reveló Georges Martin muchos años después. Pero el caso es que también se produjo fascinación entre la banda y el productor, de modo que bajo su dirección los Beatles presentaron algo nuevo, algo que llamó la atención del público joven desde el primer single; y con él a su lado encauzaron de modo muy acertado su posterior evolución.  

Desde el puesto de productor artístico, dijo en más de una ocasión: “Una grabación no es lo que uno oye, sino lo que consigue hacer oír a los demás”. Es decir, él pretendía que la canción transmitiera sentimiento, que causara impacto en el oyente, y por eso buscaba que las melodías que Beatles le presentaban contaran con una estructura sólida, con una construcción armónica y una decoración elegante, diferente, atractiva. 

¿A quién no le hubiera gustado estar allí como espectador?, ver cómo iba creciendo la canción hasta quedar rematada, cómo se iban probando ideas y sugerencias, cómo se la figuraban y debatían sobre los detalles unos y otro… Se puede desatar la imaginación y fantasear acerca de lo que serían aquellas sesiones: “Eh John, ¿qué te parece si metemos aquí una pincelada de tensión y enigma y rompemos el ritmo tras la segunda estrofa para retomarlo después del estribillo? Oye Paul, ¿no crees que sería mejor dar a esa melodía la forma de una balada sencilla con tu guitarra y un cuarteto de cuerda?, seguro que funciona. George, ¿por qué no le damos a esta otra un aire ligero y etéreo con una acústica limpia en primer plano? Ringo, eso es, pon el ritmo por delante de lo demás”. Allí se hacía verdadera magia y allí estaba él, en el centro, encajando la poética surrealista o sicodélica de Lennon con la elegancia lírica de Paul, más cercana a la realidad.

Georges Martin fue lo que se dice un ‘gentleman’, un tipo elegante, tranquilo, brillante, un hombre que supo entender la nueva música, impulsarla, orientarla; y ello a pesar de tener su procedencia en maneras mucho más académicas, o tal vez gracias a ellas.

En este momento sólo puede haber una despedida: Thank you, Sir.  


CARLOS DEL RIEGO

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