OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 28 de febrero de 2016

CÓMO HACERSE EL ESTUPENDO DESPRECIANDO LA (IDEALIZADA) ‘MOVIDA’ Es cierto que aquello de la ‘movida madrileña’ es algo idealizado y excesivamente valorado, sin embargo, ese criterio no es razón para enfadarse con ella y decir que aquellos días y aquellos grupos fueran algo despreciable, olvidable, casi perseguible.

Ningún grupo de la movida tenía intención de hacer historia, sólo querían tocar y divertirse en un momento muy especial.
Un recurso que algunos (periodistas, artistas, políticos) tienen para llamar la atención es hablar mal de algo o de alguien que tiene buena prensa, y también denostar conceptos o momentos que la mayoría recuerda como valiosos o meritorios. De ese modo provocarán la respuesta inmediata en uno u otro sentido, encontrarán la ansiada repercusión y, en definitiva, lograrán la atención que tanto desean. En el terreno de la música española es ya un clásico eso de despreciar hasta el extremo aquello que se llamó ‘la movida madrileña’: dado que gran cantidad de los que estuvieron allí guardan de ello un excelente recuerdo, nada mejor que subestimar, burlarse e incluso humillar aquellos momentos para asegurarse una gran oleada de interés, aunque sea para contestar incluso con terminología gruesa (en la misma línea, también se da con abundancia el desdén y hasta la repulsa hacia el período conocido como la Transición a pesar de que, evidentemente, fue sinónimo de beneficio para todos y en todos los sentidos).

Por regla general, los elementos que se suelen esgrimir para quitar el brillo a ‘la movida’ son de varios tipos. El primero es artístico y afirma que casi todas las canciones eran malas, sin embargo, son docenas las que se escuchan hoy con agrado, resultan estimulantes y suenan vivarachas, alegres y despreocupadas, como un sonoro testigo del aire que entonces se respiraba; también se señala que los músicos y cantantes eran nefastos (cosa que no preocupaba mucho), sin embargo, todos los grupos que en el mundo han sido empezaron sin ser grandes virtuosos; y en ese sentido se argumenta que había una preocupante ausencia de originalidad y todo era copia de lo que hacían ingleses y estadounidenses…, cuando en realidad, en el terreno del pop y el rock todo tiene, invariablemente, esos orígenes, esos modelos.

Igualmente se achaca a ‘la movida’ que sus integrantes fueron niños enchufados, protegidos y apoyados por los poderes políticos. En cierta medida es verdad, pero eso no es culpa de los grupos, y además, ¿acaso no se clama e incluso se exige que se apoye económicamente a la cultura? También se echa en cara al ya manoseado movimiento que fuera excluyente con otras corrientes musicales como el rock urbano, el rock radical vasco o los cantautores; pero ¿alguien recuerda a algún prota de la ‘movida’ menospreciando otros géneros, estilos o grupos?; además, nombres insignes del rock urbano como Rosendo llenaban grandes recintos y gozaban de gran repercusión, y otros como Burnign eran citados con gran admiración; en cuanto al rock radical vasco…, eso sí que resulta de lo más dudoso, y en más de un sentido; ¿y los cantautores?, simplemente estuvieron temporalmente pasados de moda, nada más, no fue una conspiración. Sea como sea, decir que los chavales que se lanzaban a un escenario con más ilusión que técnica orillaron otras tendencias musicales es ridículo, algo así como si un chaval lleva a su círculo de amigos discos de rock y sólo rock, y pasado el tiempo sus compañeros le echan en cara que no llevara también jazz, jotas aragonesas o música clásica…, como si alguien les hubiera impedido a ellos aportar lo que quisieran, como si el que compraba rock hubiera contraído una obligación docente.   

Por último, los resentidos y envidiosos (seguro que a muchos les negaron la entrada en la sala Rock-Ola y no lo han olvidado) citan también motivos ideológicos, y por ello culpan a los grupos y artistas de la ‘nueva ola madrileña’ (también se le llamó así) de no ser progresistas ni de izquierdas, dando por sentado que eso es un valor añadido y que es necesario medir la música con la vara de la doctrina política. ¡Acabáramos! Aquí reside el motivo esencial del rencor: la hiel que segrega y se traga quien no soporta el triunfo del que piensa de modo opuesto; es la misma razón que impide a muchos entender y asimilar que haya pensamientos diferentes, que alguien pueda tener gustos, motivaciones, objetivos, intenciones o ideas diferentes.

Artísticamente hablando, es innegable que aquella especie de leve y colorida revolución dejó una pequeña colección de grandes canciones (algunas mantienen su frescura, su encanto) y algunos músicos verdaderamente notables, lo que no quiere decir que todo fuera excelente. Sin embargo, tampoco puede afirmarse que todo, ya fueran cantantes, autores, grupos o melodías, fuera horroroso. La movida no fue, nadie dice lo contrario, la octava maravilla, el paraíso del pop y el rock o un influyente e inspirado movimiento cultural. Nada de eso fue, de hecho, ninguno de sus protagonistas sopesó jamás esa posibilidad ni acarició tal sentimiento. Además, parece necesario recordar (porque se suelen olvidar las circunstancias) de dónde se venía y lo que supuso el encuentro súbito con la libertad más permisiva y benevolente. En los años finales de los setenta y primeros ochenta del pasado siglo los chavales sólo querían divertirse con la música, formar grupos (no muy buenos en su mayoría, vale), tocar y grabar, hacer canciones y salir en la tele, trasnochar y, en fin, hacerse ilusiones. Todo valía, casi todo era artesano y sin la mínima pretensión. 

¿Sobrevalorada?, posiblemente, es más, seguramente, pero eso no es culpa de los que facilitaron y pusieron ritmo a aquellos días tan vitales y divertidos, tan ilusionantes y esperanzadores. Quienes lo vivieron en primera persona, aunque no fuera más que a través de unos cuantos conciertos en las discos emblemáticas, no pueden conservar más que buenos recuerdos, inolvidables imágenes, añorados momentos de baile frenético y juvenil desinhibición. No fue tanto, pero tampoco tan poco. Y como en toda situación de efervescencia cultural surgida a partir de un cambio drástico, la mayoría fue paja, pero también hubo bastante grano. ¿No te gustaba aquella música?, perfecto, opinión respetable (aunque si se compara con épocas más actuales…). Pero de ahí a ningunear todo aquello hay un trecho.


Sea como sea, resulta difícil entender que haya quien no se acuerde del buen rollo que se respiraba en aquellos días.      

CARLOS DEL RIEGO

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