OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 9 de agosto de 2015

CANCIONES CON DETALLES ESCONDIDOS A pesar de haber escuchado una canción cientos de veces, de repente un día se descubre en ella un pequeño detalle que hasta el momento había pasado desapercibido. Así, algunos músicos dejaron en cierta canción alguna curiosidad…

Si se presta atención se escuchará dos veces la voz de Jim Morrison
en 'Raiders on the storm'
Ocurre a veces que los compositores de piezas musicales no se conforman con materializar estribillos, estrofas, melodías, solos…, sino que quieren introducir en la obra final algún extra; en algunas ocasiones se trata de guiños a sus seguidores más avezados, mientras que en otras es un minúsculo recurso técnico en el que nadie debería reparar, aunque también puede ser una insinuación, una indirecta, un gesto de complicidad, una ocurrencia o un simple capricho momentáneo. El caso es que, a lo largo de la biografía del rock, hay algunas canciones que presentan detalles apenas perceptibles, pequeñas trazas, señales casi invisibles que sólo se desvelan tras infinitas y atentas escuchas o gracias a que alguien las descubre y las cuenta. No son mensajes ocultos en la letra o dobles intenciones en los versos, ni enigmáticas revelaciones que hay que leer entre líneas. Son curiosidades de escasa o nula trascendencia en la obra, leves anécdotas que los autores pusieron ahí para que las descubriera el oyente más observador.

Un ejemplo paradigmático se encuentra en la parte vocal de la eterna ‘Raiders n the storm’ de The Doors. Todo buen aficionado tendrá en mente la voz de Jim Morrison deslizándose por la tormenta que se escucha en segundo plano. Sin embargo, serán menos quienes se hayan dado cuenta de que, paralela a la principal, se aprecia una segunda voz que susurra exactamente lo mismo que la primera; prestando mucha atención se aprecia perfectamente este cuchicheo, este pequeño efecto en el que, sorprendentemente, algunos incondicionales del grupo californiano no habían reparado.

El seminal grupo británico Led Zeppelin (acusado con razón de haber plagiado, a veces con descaro, algunos de sus momentos memorables) ofrece también alguna muestra de estos disimulados tintineos. Así, en su poderosa ‘Black dog’ se produce un diálogo, una alternancia entre la voz desnuda de Robert Plant y el resto de la banda en tropel; entre una y otra hay una milésima de segundo en la que sólo se escucha el eco de la última sílaba del verso, seguido inmediatamente por un sutilísimo, etéreo y casi inaudible choque de baquetas con el que (probablemente) Bonham daba entrada a los demás instrumentos; el caso es que, una vez que se sabe de ese ligero repique, la pieza se escucha de un modo ligeramente diferente, pues eso tan escaso parece entonces mucho mayor. También llama la atención esa especie de eco previo que se atisba en su ‘Whole lotta love’ cuando, al quedarse solo Plant, grita “Way down inside…, woman…, you need…, love”; al parecer a alguno se le ocurrió meter en un evidente segundo plano esa reverberación anterior.  

También puede recordarse, aunque no hay fan de David Bowie que no lo haya descubierto por sí mismo, la cuenta atrás que acompaña a los primeros versos de su ‘Space oddity’ y que termina con el clásico ‘Lift off’ (despegue) con el que los controles de tierra saludan la partida de un cohete espacial.

 Y aunque en este caso no haya ninguna sutileza sónica, parece oportuno acordarse de la ausencia total de letra en la canción de Janis Joplin ‘Buried alive in the blues’, puesto que, como es sabido, la malograda cantante murió un par de días antes de que le tocara pasar por el estudio a registrar su voz; de hecho, era lo único que faltaba para terminar el disco, de modo que todos decidieron incluir en el mismo la música que debería haber sido el soporte para la voz desgarrada de Janis, algo así como un recuerdo permanente de la ausente (o sea, aquí sí hay mensaje). Lo mejor es que la pieza se vuelve una especie de rythm & blues con mucho carácter, aunque también da pie a imaginar y tratar de adivinar cómo hubiera coronado Janis esta pieza.

Seguramente todo fiel seguidor del rock que haya alcanzado edad suficiente podría acordarse de detalles similares, más o menos disimulados, en muchas otras canciones. Como en la indescifrable ‘Revolution 9’ de The Beatles, atestada de ecos, efectos, voces, gritos y materiales sonoros de todo pelaje. Y en muchos discos de vinilo, si se deja que sigan girando una vez terminada la última pieza de la cara, se puede uno encontrar con cantidad de sorpresas.    
  

CARLOS DEL RIEGO

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