OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 22 de julio de 2015

¿HABÍA MÁS DEMOCRACIA Y LIBERTAD EN LA II REPÚBLICA QUE HOY? Por increíble y disparatado que parezca, hay personas en España que hablan con nostalgia de las libertades que hubo en la II República a la vez que menosprecian la calidad de la democracia que hay desde la Transición

La II República Española fue asolada por múltiples revueltas y levantamientos, inestabilidad, huelgas salvajes y violencias sin fin, por eso, no se puede decir que aquella democracia era mejor que la de hoy.
Una de las ventajas de Internet es que permite que la gente difunda, de modo inmediato y global, sus ideas, deseos o intenciones desde la comodidad de casa, sin que nadie le interrumpa o le contradiga, de manera que bien puede asegurarse que al lanzar el mensaje en la red se dice exactamente lo que se piensa…, al menos en ese momento; sin embargo, esta ventaja también puede dejar en evidencia (entre otras cosas) la ignorancia del tema sobre el que se escribe.

Recién pasado un 18 de julio, sorprende comprobar cómo hay muchos españoles que denostan, menosprecian e incluso insultan a la actual democracia española, así como sus grados de libertad (de expresión, de asociación), sus servicios y coberturas sociales…, a la vez que hablan con añoranza (y desconocimiento) de la II República, elogiando la gran libertad que se disfrutaba, su estabilidad, seguridad, solidaridad y, en fin, la alta calidad democrática que imperó en España en aquellos años. Sin embargo, por mucho que se grite y se reivindique aquello, no hay comparación posible.

En primer lugar, los procesos democráticos que se suceden por estos lares en 2015 (generales, autonómicos, municipales…) no pueden ser más transparentes: se conoce con total precisión cuántos han votado y a quién, y los números cuadran. Tal cosa no se puede decir de las elecciones que se produjeron desde 1931; como es sabido, la II República surgió de unas elecciones municipales (una irregularidad); en el cómputo general ganaron los monárquicos pero al comprobar que en las ciudades vencieron los republicanos, éstos decidieron anular los votos del mundo rural, o sea, pusieron reglas a posteriori (otra irregularidad); y en algunos de los sucesivos plebiscitos nunca se publicaron los resultados, es más, en algún caso desaparecieron urnas y actas sin que hubiera denuncia o se iniciara investigación. Es evidente que, en el terreno puramente electoral, aquello no fue mejor que lo que surgió de la Transición.
Hoy se exhibe sin mayor problema la bandera tricolor, hay diarios y publicaciones abierta y ostensiblemente antimonárquicos, y no pasa nada por manifestar con absoluta libertad el rechazo al sistema. En aquellos azarosos e inciertos años no sólo no se permitía exhibir la bandera bicolor, sino que una de las primeras acciones llevadas a cabo tras la instauración de la República fue la supresión de periódicos notoriamente monárquicos, como el ABC (se cerró, se colocó en su dirección y redacción a amigos correligionarios y volvió a publicarse); y continuamente se estaba exigiendo y obligando a políticos, funcionarios y militares una declaración firmada y pública de adhesión incondicional a la causa republicana, y quien así no lo hiciera perdería todos sus derechos y dejaría la administración. Es innegable que, en este aspecto, hoy existe muchísima más libertad que entonces.

Por lo que a estabilidad se refiere, cierto que hubo un 23 F, uno sólo, en 1981 y sin mayores consecuencias ni derramamiento de sangre; sin embargo se produjeron en los años republicanos intentonas golpistas, rebeliones y levantamientos violentísimos contra el gobierno, procedentes de la derecha y de la izquierda: Castilblanco, Casas Viejas, Arnedo, la ‘Sanjurjada’, Asturias, Cataluña…, todos con extrema violencia y muertos, muchísimos muertos. Hubo asimismo un sinfín de huelgas salvajes (miles) siempre con enfrentamientos y sangre, así como revueltas, asesinatos, venganzas y linchamientos. Resulta difícil entender que alguien sostenga que el clima de aquellos días fuera más saludable y democrático.   

Igualmente, es imposible que hoy se quemen intencionadamente inmuebles (sean iglesias o sedes sindicales) y que las fuerzas de seguridad se queden de brazos cruzados por orden del gobierno. Y más disparatado es que el líder de la oposición en el parlamento sea secuestrado y asesinado por la policía (con uniformes y coches oficiales) sin que nadie trate de indagar, buscar culpables o investigar. Si tales sucesos ocurrieran en tiempos actuales serían legión los que trabajarían para encontrar a los culpables y ponerlos ante el juez. No cabe duda: tampoco por este lado aquello fue mejor. 

Y no será necesario exponer todos los logros sociales que hoy se dan por hechos y que en aquellos días ni siquiera se soñaban (en la práctica, sólo en educación se produjeron avances, eso sí, espectaculares).

Y por si fuera poco, también se llevaron a cabo maniobras antidemocráticas en el propio parlamento. Acerca de esto conviene leer los textos del Presidente de la República  Niceto Alcalá-Zamora. En el Journal de Geneve escribió en 1937: “Desde el 17 de febrero (de 1936), incluso des­de la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resul­tados, la que debería haber tenido lugar ante las juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos Gobernadores Civi­les dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales. (…) Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victorio­sa; se proclamaron diputados a candidatos amigos venci­dos. Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías. (…) Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de Esta­do parlamentarios. Con el primero, se declararon a sí mis­mas indisolubles durante la duración del mandato presi­dencial. Con el segundo, me revocaron”.

¿De verdad alguien con dos dedos de frente puede tener nostalgia de aquella ‘democracia’?, ¿hay quien pueda elogiar con nostalgia los republicanos años 30 y afirmar que había más libertad, más seguridad, más estabilidad…, más calidad democrática que lo que trajo la Transición?


CARLOS DEL RIEGO

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