OPINIÓN

HISTORIA

domingo, 19 de julio de 2015

EL CORAZONCITO POÉTICO Y FILOSÓFICO DE LOS MÁS BRUTOS Aunque los temas tópicos del autor de rock son chicas, coches, fiestas y desenfrenos e incluso el propio rock, muchos han adosado a su música su inquietud por los temas eternos en el devenir de las personas; así The Who, Uriah Heep o Blue Öyster Cult

The Who siempre mostraron gran atención a la temática de sus canciones
Una de las constantes en el repertorio de los grupos más clásicos del rock es la pieza lenta, generalmente con textos cargados de apasionamiento, ternura, poesía, con pensamientos elevados y reflexiones idealistas. De hecho, no son pocos los grupos de rock grueso que reservan gran parte de su oferta a las piezas pausadas y serenas; es más, los hay que han hecho de esos temas la esencia de su propuesta artística.



De este modo, las bandas más renombradas han puesto especial empeño en que sus ‘lentos’ y ‘medio tiempos’ tengan un lustre especial, un algo que eleve esas partituras a la categoría de emblema, de forma que cuando suenan en vivo el ambiente adquiere tintes mágicos. Tres bandas especializadas en rock musculoso fueron capaces de mostrar enorme ternura y delicadeza en momentos puntuales (hay muchos más ejemplos, claro); son tres grupos que tienen su origen aun en los años sesenta: The Who, que en 1971 publicó la preciosa ‘Behind blue eyes’, el mismo año en que Uriah Heep dejó esa perla titulada ‘Lady in black’, y los indescriptibles Blue Öyster Cult con su inquietante y siempre recordada ‘Don´t fear the Reapper’. Se trata de formaciones que se asocian de modo infalible a lo más recio y vigoroso del rock, aunque con estas (y algunas otras) canciones dejaron bien patente que también poseían su corazoncito, que tenían algo más que transmitir que una sucesión de ritmos desbocados y guitarras rabiosas y afiladas.

De los británicos The Who está casi todo dicho. Lo suyo siempre fue rock sobrecargado, energético hasta el extremo: la figura de Pete Towshend dándole a las seis cuerdas como si fuera el aspa de un molino, o las muecas del malogrado Keith Moon mientras aporreaba parches a tres mil revoluciones por minuto (sin olvidar la voz de Daltrey y la inmovilidad de Entwistle) son ya parte de la historia de este negocio. Sin embargo, la creatividad del compositor principal (el mencionado Townshend) iba mucho más allá, como demuestra la profundidad de intenciones de sus óperas rock o canciones como la brillantísima ‘Behind blue eyes’. Cuentan que era una pieza pensada para otra ópera que no pasó de proyecto, publicándose definitivamente en el sensacional Lp ‘Who´s next’. Ese ‘Tras unos ojos tristes’ (o ‘azules’), ofrece una melodía delicada, dulce, que Roger Daltrey entona con gusto, con mucha clase. Comienza filosofando con pensamientos como “nadie sabe cómo es ser el malo, el triste, el odiado…, tras unos ojos azules” (o tristes)…, para transmitir una sensación de soledad, de aislamiento, y finalmente de desamparo. La pieza explota brevemente cerca del final. Aseguran que el trasfondo es la presión que sentía Townshend tras el éxito de ‘Tommy’, pues él mismo se separaba del mundo cuando iniciaba el proceso creativo. Es, en fin, una obra sobre el individuo que mira hacia sí mismo.


Uriah Heep es considerado como pionero del heavy más académico, del hard más poderoso, ese que hace pensar en una apisonadora lenta pero imparable. Lo épico, lo mágico y mitológico presiden los temas de sus canciones. En su segundo álbum regalaron la hipnótica ‘Lady in black’. Tiene un ritmo que apenas varía y un ambiente de himno que sólo precisa unas guitarras acústicas y al que no le falta la tonada para corear todos a una. El texto es muy simbólico y poético con metáforas e imágenes irreales, como un cuento romántico en el que predomina el paisaje de ruinas y destrucción producto de la miseria humana; el desolado caminante se topa con la misteriosa dama que le interroga sobre el por qué de tanta violencia (“La guerra es tan fácil de empezar y tan difícil de terminar”), y cuando él quiere respuestas la dama desaparece; finalmente, el protagonista reflexiona sobre el encuentro y renace su esperanza. Aunque en el propio disco se explica que la letra se inspira en la visión de una desconocida mujer, o sea, en algo fantasmagórico e irreal, su temática gira en torno a extremos tan reales y humanos como la violencia y el amor.


Desde Nueva York, Blue Öyster Cult se atrevió a abrirse camino por el rock oscuro e inquietante en épocas en las que la contracultura era la vanguardia. Grupo de guitarras distorsionadas y sección de ritmo profunda y poderosa (rara vez a toda velocidad), en su cuarto álbum sorprendieron con un tema de complexión ligera, casi transparente, pero con una reflexión sobre el destino del hombre: la muerte. ‘(Don´t fear) The Reaper’ (‘No temas a la Parca’) es, según su autor, un tema de amor, pero de un amor eterno, más allá incluso de la muerte, y por eso se menciona el máximo símbolo del amor: Romeo y Julieta. Hubo, sin embargo, quien entendió la canción como una invitación al suicidio, pues lo de ‘no tengas miedo de la muerte’ puede retorcerse para darle el sentido de ‘atrévete’; Donald ‘Buck Dharma’ Roeser ha desmentido esta intención mil veces, tantas como sobre ello se le ha preguntado. Sea como sea, es una melodía excelente, casi pop (o sin casi), con un diálogo que invita a participar. Nuevamente trata de temas tan propios y que tanto inquietan al hombre como el amor y la muerte, los que llevan al escritor a la reflexión.

Sí, los que escriben rock también son capaces de pararse y pensar en las cuestiones que desde siempre preocupan a la persona.   
  
Los grupos ingleses son menos extrovertidos, a pesar de lo cual, no tuvieron problema en dejar constancia de su visión del ‘God sabe the Queen’ nombres tan significados como The Queen, que lo incluyeron como cierre del ‘Una noche en la ópera’, o The Beatles, que la tocaron de improviso en el famoso concierto de la azotea.     


CARLOS DEL RIEGO

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