OPINIÓN

HISTORIA

viernes, 22 de noviembre de 2013

‘IN DUBIO, PRO REO’, O SEA, EN CASO DE DUDA, VIOLADOR Y/O ASESINO A LA CALLE Tales son los argumentos esgrimidos por los jueces de Estrasburgo para excarcelar a asesinos terroristas, violadores y pederastas; y los jueces de la Audiencia Nacional no han dejado pasar un segundo para castigar así a las víctimas de los degenerados

'El violador del chándal' ya está en libertad y a la caza de víctimas, gracias a jueces.
La crisis económica acongoja, igual que las catástrofes medioambientales que sacuden periódicamente a diversas partes del planeta; el desempleo, la contaminación de mares, la tala de bosques, la desaparición de especies, el agotamiento de caladeros de pesca, la corrupción…, son hechos que inquietan, que provocan incluso indignación. Pero nada da tanto asco y enfada tanto como el hecho de ver salir de la cárcel a delincuentes confesos de crímenes atroces, asesinos, violadores y pederastas que, a causa de la interpretación de la ley pueden volver inmediatamente a la búsqueda de víctimas (recordemos que lo que un juez dicta puede ser desautorizado por otro, es decir, un caso o un delincuente procesado dependen de la opinión, arbitraria y siempre subjetiva, de una persona).

En algunos casos (los de abuso sexual), los expertos han expresado su preocupación al ver poner los pies en la calle a esos degenerados, pues afirman que el riesgo de reincidencia es extremo; en fin, que se puede asegurar que, más pronto que tarde, esas bestias convertirán a niñas y mujeres en víctimas. Y ello gracias a unos exquisitos señores que sólo han tenido en cuenta los derechos humanos de los agresores, basándose en que una ley sólo puede tener carácter retroactivo si beneficia al reo. ¿Es esto lógico? Si se sustituye reo por un término que precise el tipo de reo que es, quedaría la cosa así: “si la retroactividad beneficia al violador pederasta debe aplicársele, pero si le perjudica (pobrecito él) no debe ser tenida en cuenta”. O sea, hay que buscar cómo beneficiar al asqueroso e indigno individuo, que en todo caso situación, presupuesto o condición (afirma la ley y los jueces) ha de ser tratado con guante de seda y gozar de las mejores ayudas, cortesías, privilegios. El problema es que (y de esto no se dan cuenta esos paradigmas del síndrome de Estocolmo) cada vez que se favorece de cualquier modo al agresor se está hurgando en la herida de la víctima, cada vez que se alivia pena al criminal se está castigando a la víctima, cada vez que se otorga beneficio al depravado se trata con puño de hierro a la víctima. Así, si estos delincuentes vuelven a las andadas (que volverán) podría llegar a pensarse que los jueces han actuado como colaboradores necesarios, pues han hecho todo lo posible para que esos prehomínidos estén a la búsqueda de víctima un año antes, un mes antes, una semana antes.

La cosa tiene relación con otro concepto absolutamente perverso de los códigos penales, concretamente ese que dice “In dubio, pro reo” es decir, en caso de duda hay que sentenciar a favor del violador, en caso de duda hay que hacer lo mejor para el pederasta… ¿Alguien opina que este es un modo lógico de pensar?, ¿por qué hay que buscar cualquier resquicio, debilidad, ambigüedad o posibilidad para que el agresor sexual esté cuanto antes al acecho de niñas? Podría aceptarse esa máxima si el reo fuera un carterista o a quien tenga delitos menores, sin sangre: “en caso de duda, a favor del carterista”; tendría una lógica, pero eso no se puede aplicar cuando el crimen es tan horrendo, cuando deja secuelas tan profundas y terribles en quienes lo han sufrido.

El problema (hay que insistir) es que los jueces (la mayoría de los jueces) siempre están pendientes de los derechos del agresor, pero jamás atienden a los del agredido, pues cada beneficio que se otorga a aquel es un agravio a este, es como proclamar: “este te violó, pero vamos a aplicarle el beneficio tal o cual y tú debes aceptarlo alegremente”. Otra cosa sería que a esos jueces sufrieran la agresión en primera persona…, habría que ver entonces qué beneficios penitenciarios recibía el culpable. Por cierto, los jueces suelen escudarse en que se limitan a aplicar la ley; sin embargo, muchos de sus colegas afirman que se podría haber interpretado la ley de otro modo y seguir ajustándose a derecho la sentencia; y por otro lado, si los jueces dictan automáticamente según el código, mejor sería sustituir la figura del juez por un ordenador con un programa específico.

En Inglaterra se han pasado los dictámenes del tribunal de derechos de los criminales de Estrasburgo por el forro, y nunca ha pasado nada. Allí no tienen que pasar por algo tan indignante, aterrador e insoportable como es ver al violador del chándal volver a la caza gracias a aquellos (y estos) magistrados. Aquí se han dado una prisa incomprensible, una prisa que contradice la evidente y exasperante lentitud de la justicia, pues nunca se les ha visto tan presurosos y diligentes a la hora de exigir las compensaciones económicas que los depredadores deben a las víctimas.     
  

CARLOS DEL RIEGO

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