Marte Dalaelv vivía y trabajaba en un lugar equivocado. |
Aunque
en principio apareció en las primeras páginas, apenas unos días después ya no
está ni en el último rincón de la sección de sociedad. Se trata del caso de la
mujer que se fue a trabajar a Dubai como arquitecto para una empresa sueca.
Tras una cena, un compañero la acompaña a casa y es violada, ella denuncia, la
policía le hace test de alcoholemia y da positivo y, como consecuencia de las
leyes de esos países, Marte Dalaelv se convierte en culpable, primero de beber
alcohol, y segundo de adulterio…, no importó que fuera forzada, pues eso no
cambia el hecho del adulterio… De locos.
Como
sabe todo el que se preocupa un poco de conocer el mundo en el que vive, hay
ciertas naciones en las que la legislación es absolutamente disparatada,
machista hasta el extremo, liberticida, fanática; son estados gobernados por
fundamentalistas desprovistos de cualquier atisbo de razón o lógica, y esto se
debe a que piensan y actúan como se pensaba y actuaba en Europa Occidental en
el siglo XIV, cosa que no deja de tener cierta lógica, ya que el calendario
musulmán comienza en el año de la Hégira de Mahoma, el 622. Así, esas
legislaciones, esos legisladores, esa sociedad aun no ha asimilado conceptos
como ilustración, derechos humanos o democracia. Dubai, Arabia Saudí, Irán,
Emiratos Árabes, Afganistán… están regidos por el integrismo, por las leyes
islámicas, lo que se traduce en indefensión, sobre todo si se es mujer,
condición que allí es apenas superior a la de caballo.
Sabido
todo esto, conocidos múltiples casos de resoluciones judiciales disparatadas,
cabe preguntarse ¿cómo es que todavía hay mujeres dispuestas a correr el
riesgo? La desdichada arquitecto noruega es la víctima, sin duda, pero también
es responsable de haber estado donde, en el actual estado de las cosas, ninguna
occidental debería estar, pues lo que en Europa es lo más cotidiano, allí puede
ser tildado de sacrilegio, de inmoralidad punible. Ese mismo error es el que
cometen cooperantes, voluntarios o turistas que viajan a países en conflicto a
pesar de las recomendaciones, y que, muchas veces, sufren secuestros,
agresiones de todo tipo, robos… Cabe en la misma clase de error el caso de la
europea que se casa con un musulmán que, llegado el momento, se vuelve a su
país llevándose a los hijos para siempre; o el de la que se une con el
mahometano y se muda con él a alguno de los países mencionados, para descubrir
tras algún tiempo qué derechos ha perdido y cuál es el lugar de la mujer bajo
la ley islámica.
La
terrible discriminación sufrida por Marte Dalaelv y el atroz trato recibido por
el islamismo más fanático (anclado en la Baja Edad Media) debería servir de
escarmiento para las que alguna vez se sientan atraídas por ofertas (laborales,
sentimentales, viajeras) llegadas de países en los que ellas valen la cuarta
parte que ellos. La durísima experiencia de la noruega debería hacer pensarse
dos veces la decisión a las que proyecten irse a vivir, trabajar o viajar a
estos lugares. Violencia hay en todas partes, pero en estas culturas está
amparada por una ley que, encima, castiga a la víctima.
Lo
peor es la expectativa de las mujeres y niñas de allí, que vivirán como
personas de segunda clase por culpa de lo que aquí algunos llaman costumbres
respetables.
CARLOS
DEL RIEGO
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