Billy Bragg siempre podrá presumir de un clásico, menor pero un clásico, como 'She´s got a new spell'. |
Casi desde los primeros momentos de la era dorada de la
industria discográfica se produjo una encarnizada lucha por escalar las listas
de éxito y ventas hasta lograr la cima del número uno. Las bandas y solistas
más grandes llegaron a la cumbre repetidas veces (muchas en competencia con lo
que se llama ‘canción ligera’), dejando en el camino piezas verdaderamente
meritorias que en ocasiones alcanzaron sus minutos de gloria, pero fue una
gloria muy efímera, corta y sobre todo limitada. Los que hicieron esos éxitos
menores tienen realmente biografías bastante comunes y con apenas uno o dos
chispazos momentáneos, pero merece la pena detenerse en estos grupos de segunda
clase que un día estuvieron en primera, aunque rápidamente volvieron a bajar. Lógicamente
hay muchos, muchísimos que podrían entrar en este pequeño recuerdo de quienes
tocaron la cima con los dedos pero no pudieron quedarse.
Un británico llamado Robin Scott alcanzó gran éxito en 1979
(número 1 en Usa y 2 en Inglaterra) bajo el seudónimo de M o M Factor, con una
curiosa y pegajosa canción titulada ‘Pop music’. Según dice el autor, quiso
hacer “un pequeño resumen de los 25 años de historia del pop, algo importante
en todo el mundo desde los años sesenta”; en principio la hizo con arreglo
rythm & blues, luego le puso un traje funk a lo James Brown, y finalmente
le dio un toque electrónico muy atrevido para su tiempo (“usé la tecnología
como un pintor sus óleos”, aseguro Scott). La canción es pura melodía pop
envuelta en atmósfera y mobiliario electro; tiene un algo que se adhiere
poderosamente a los receptores acústicos del cerebro, de modo que una vez
escuchada es prácticamente imposible olvidarla; es fresca, chocante, distinta,
tiene mucho ritmo y adornos sencillos y precisos. El vídeo también engancha
pues, como se repite en el estribillo, “todo el mundo habla de música pop”. M publicó otros tres o cuatro álbumes, pero
jamás llegó a acercarse a la cumbre ni de lejos. Por cierto, hay una versión
maxi con dos surcos paralelos en la misma cara del vinilo, de forma que si
pones un surco suena ‘Pop music’ y si se coloca la aguja un milímetro más allá
suena otra. Lo suyo fue un destello, un relámpago que, cuando lo quieres mirar,
ya se apagó.
Otra pieza que gozó de un instante de brillo fue ‘The
worker’, del grupo inglés Fisher Z. Funcionó del 76 al 81 (luego resucitó y
volvió a desaparecer), editando tres buenos discos; curiosamente Fisher Z
apenas tuvo relevancia en su país (sólo alcanzó el puesto 53 de las listas),
pero en otros lugares de Europa, incluyendo España, gozó de bastante
popularidad en los círculos de los más iniciados en la incipiente ‘new wave’.
En su primer álbum, ‘World salad’, se incluía esa pieza verdaderamente
deliciosa, ‘The worker’; con evidentes influencias reggae, la melodía tiene
don, es suave y parece acariciar, y a ello contribuye la aguda y melosa voz del
autor, John Watts, que cantaba en tono muy alto (pero no en falsete), casi de
niño; la construcción es simple, lógica, y resulta fácil de digerir y más fácil
de tararear; habla del trabajador que a diario tiene que perder mucho tiempo en
el odiado viaje hacia el tajo, lejos de su esposa. Fisher Z tiene muchas otras
muy buenas canciones, de forma que quienes ya estaban introducidos en este
universo en aquellos años podrían recordar fácilmente media docena. Su cuota de
triunfo, su estancia en el paraíso duró algo más, pero en realidad jamás pasó
de la antesala, y al final tampoco hizo cumbre.
‘Nth Degree’ es un trepidante y colorista tema del grupo
neoyorkino Morningwood, que en 2005 consiguió sacar la cabeza del estrato
‘underground’ para echar un vistazo al adictivo oropel del éxito. Con la
alocada y descarada Chantal Claret al micrófono (para comprobarlo se pueden
visionar los vídeos en vivo de ‘Gett off your clothes’), esta banda de pop-rock
sí que ha sacado rentabilidad a sus canciones, pues ha conseguido que algunas
fueran elegidas como soporte de varias campañas publicitarias. ‘Nth Degree’ se
construye como u tema mutante que cambia varias veces de dirección, aunque
siempre con tono pop-rock enérgico y contundente; el vídeo es muy original y
divertido: los integrantes del grupo van apareciendo en sucesivas portadas de
discos y actuando ataviados a la usanza heavy, luego como punk-Ramones, más
tarde al estilo disco-Donna Summer, ahora en plan sixties y luego a modo
country, aquí haciendo de techno-Kraftwerk y allí imitando indies. Siempre con
ritmo trepidante, un estribillo muy contagioso y la hipnótica presencia de
Chantal, esta pieza ha sido su única oportunidad de conocer de primera mano eso
de las listas, tal vez porque apenas han publicado un par de álbumes desde su
nacimiento, hace doce años, pero a cambio, sus directos deben ser de lo más
excitante…
La nómina de melodías que estuvieron en el cielo tanto como
una estrella fugaz es ciertamente extensa, y cada uno tendrá su alineación
preferida; podrían recordarse sin embargo la preciosa ‘She´s got a new spell’
del bohemio Billy Bragg, la delicada ‘Stay’ de The Blue Nile (de la que se
decía gustaba a todas las chicas, sin excepción), la apasionada ‘Nowhere girl’
de B-Movie (que fue éxito relativo en toda Europa y sólo alcanzó el número 68
en Inglaterra; el grupo no llegó a editar álbum), el enigmático y cautivador
‘Total control’ de The Motels (que apenas logró el número 4 en Australia y ni
siquiera entró en lista en Usa), la elegante ‘Driver´s seat’ de Sniff & the
Tears’ (15 en Usa y 42 en su país, Inglaterra)…
Todas, en fin, son canciones que estuvieron arriba lo que dura
un suspiro, pero no merecen perderse en el olvido.
CARLOS DEL RIEGO
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