OPINIÓN

HISTORIA

miércoles, 27 de marzo de 2013

LA HIPOCRESÍA DE PROGRES DE GUARDARROPÍA Pregonan con palabras gruesas no exentas de amenaza su posición cercana a los menos favorecidos y totalmente contraria a los ricos y poderosos, pero en privado, en el día a día, en lo que les toca directamente son tan burgueses capitalistas como aquellos a que los que desprecian

Hay que tener la cara dura

Son muchos los que proclaman de modo combativo y a voz en grito su condición de socialistas, comunistas o rojos en general (progres y fans del buenismo hueco), mientras que sus actos son cien por cien capitalistas (como no puede ser de otro modo en esta sociedad). Y esto se produce tanto entre las personas célebres como entre los ciudadanos de a pie, aunque lógicamente son las contradicciones de los conocidos las que trascienden.

Hipócrita según la RAE es el que finge sentimientos, ideas y cualidades contrarios a los que experimenta. Pues tales maneras exhiben no pocos privilegiados que declaran en un sentido pero viven y actúan en el contrario… Los indios de las películas del oeste decían a esto ‘hablar con dos lenguas’ o ‘tener la lengua partida como las serpientes’; y es que el aparentador profesional y vocacional es figura omnipresente en todo tipo de sociedades a lo largo de la historia.

No pocos hipócritas que se dicen de izquierdas (los de derechas ‘gastan’ su hipocresía en otros ámbitos) quedan en fuera de juego a la que se divulgan sus costumbres y procederes. Por ejemplo, se sabe que Izquierda Unida tiene gruesas deudas con Hacienda y la Seguridad Social, dando muestra de su preocupación por sus propios empleados; eso sí, ninguno de sus grandes jerarcas deja de cobrar sus envidiables sueldos y complementos. Como es sabido, los sindicatos más pendencieros y amenazadores se han aprovechado de la ley que tanto critican para poner en marcha unos cuantos eres, y así tener manos libres para despedir a sus trabajadores pagando justo lo que dice esa ley contra la que tan vehementemente salieron a la calle; eso sí, a los líderes de los grandes sindicatos no les faltan sueldazos y sobrepagas como a los políticos, se les ve en los restaurantes de lujo y no hacen ascos a los símbolos capitalistas.

Pero lo mejor es la tremenda, colosal, astronómica hipocresía de muchos de los que se dedican al cine. Todavía se recuerda aquella entrega de los Premios Goya con los almodóvares pregonando ostentosamente ‘no a la guerra’ y largando sin tiento. Y también todo el mundo tiene en mente la vergonzosa sumisión del director cuando recibió el Óscar; o sea, berreó todo lo que quiso contra la guerra aquí (a pesar de que los españoles apenas hacían otra cosa que llevar el botijo), y cuando estaba allí, ante un micrófono de alcance global y con el principal causante de la guerra a la escucha, se acongoja y se deja llevar por su papanatismo y sumisión ante el poderoso, limitándose a soltar vaguedades como lo de “paz para todos” o algo así (por cierto, ¿han aparecido ya las armas de destrucción masiva?). En fin, valiente en casa, cobarde fuera e hipócrita en todas partes.

De igual modo el actor español oscarizado, que no deja pasar ocasión para recitar su apoyo incondicional a la causa palestina y, por tanto, su posición antiisraelí, pero lleva su mujer a que dé a luz en un hospital judío (y carísimo). Y no hay que olvidar sus alaridos contra los recortes, contra el capitalismo, contra los políticos de derechas…, pero todas sus acciones demuestran sin asomo de duda que él es un perfecto burgués capitalista, y muy bien acomodado que practica lo que dice combatir.

Y qué decir de esa actriz que por la mañana anuncia las bondades del banco X con gran sonrisa y por la tarde tuerce el gesto con grandes aspavientos en manifestaciones contra los ‘bancos ladrones’ que desahucian a la gente.

La última la ha protagonizado la camarilla de los bardenes. Acaban de cerrar su restaurante (La Bardemcilla se llama) dejando en la calle a ocho trabajadores; en principio se les comunicó que todos irían a un ere y que lo que se les debía se lo pagaría el fondo de garantía salarial. Pero en vista del barullo formado (“protestan contra eres y despidos pero por detrás los aprovechan”, empezó a comentar el personal) y ante el riesgo de perder imagen, se echan atrás, anuncian la retirada del ere y prometen mayores indemnizaciones para los empleados tras el cierre del negocio; es decir, lo que de verdad les importa es lo que la gente piense y diga de ellos, lo que temen es que se les tenga por hipócritas que dicen una cosa y hacen la contraria, pero no pierden un segundo en pensar en ser coherentes con lo que exigen con tanta insolencia. En fin, que ante semejante revuelo los bardenes se salen por peteneras, dicen que no sabían nada (con qué facilidad se hace uso del recurso de tratar de parecer un tonto que vive en la inopia), buscan un cabeza de turco y, por supuesto, de lo dicho del ere nada de nada; ¿alguien cree que si la cosa no se hubiera hecho pública no hubieran seguido adelante con el expediente? 
  
Este tipo de sociatas de guardarropía tienen más dobleces que una camisa.  
        
CARLOS DEL RIEGO

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